Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
Crónica de la ciudad de Buenos Aires
Hacía once años que faltaba de Montevideo; hacía ocho años que faltaba de Buenos Aires. De Montevideo me
había marchado porque no me gusta estar preso; de Buenos Aires, porque no me
gusta estar muerto. Pero ya en 1984 la dictadura militar argentina se había
ido, dejando a su paso un imborrable rastro de sangre y mugre, y la dictadura
militar uruguaya se estaba yendo.
Yo acababa de llegar a Buenos Aires. No
había avisado a los amigos.
Un periodista de la televisión
holandesa, que me había acompañado en el viaje, me estaba entrevistando frente
a la puerta de la que había sido mi casa. El periodista me preguntó qué se
había hecho de un cuadro que yo tenía en mi casa, la pintura de un puerto para llegar
y no para marcharse, un puerto para decir hola y no adiós, y yo empecé a
contestarle con la mirada clavada en el ojo rojo de la cámara.
Le dije que no sabía adónde había ido a
parar ese cuadro, ni adónde había ido a parar su autor, el negro Emilio, Emilio
Casablanca: el cuadro y Emilio se me habían perdido en la niebla, como tantas otras
gentes y cosas tragadas por aquellos años de terror y lejanía.
Mientras yo hablaba, advertí que una
sombra venía caminando por detrás de la cámara y se quedaba a un costado,
esperando. Cuando terminé, y el ojo rojo de la cámara se apagó, moví la cabeza
y lo vi.
En aquella ciudad de trece millones de
habitantes, el negro Emilio había llegado hasta esa esquina, por pura
casualidad, o como sé llame eso, Y estaba en aquel preciso lugar en el instante
preciso. Nos abrazamos bailando, y después de mucho abrazo Emilio me contó que
hacía dos semanas que venía soñando
que yo volvía, noche tras noche, y que ahora no lo podía creer.
Y no lo creyó. Esa noche me llamó por
teléfono al hotel y me preguntó si yo no era sueño o borrachera.
1 comentario:
Una delicia literaria, como casi todo lo de este uruguayo fenomenal !
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