Autoras/es: Universidad Nacional del Litoral
Adhelma
Leonor Sarmiento de Cuestas vive en Rojas, una pequeña ciudad del
centro-norte bonaerense. Está cursando el segundo año de la Tecnicatura
en Cine y Video en la modalidad a distancia de la UNL (UNLVirtual).
Nos cuenta sus temores iniciales al enfrentarse a las nuevas tecnologías
y cómo las incorporó para seguir adelante con sus estudios.
(Fecha original del artículo: s/d)
A pesar de considerarse una “analfabeta de la informática”, su espíritu de “mujer inquieta y de no ser de las abuelas que se sientan a tejer y a mirar televisión todo el día”, la alentó a ingresar al aula virtual: “Mi encuentro con la primera materia fue poco feliz... no daba pie con bola. A poco del inicio pensé que las modernas tecnologías no eran para mí, así que la llamé a mi hija para decirle que abandonaría. Recuerdo su respuesta: ‘Mamá, si vas a dejar porque no te gusta la carrera es una cosa, pero si es por lo de la tecnología, por favor no dejés, vos sos muy capaz, fijate cómo aprendiste rápido lo que ya sabés, y al principio decías que no aprenderías nunca. Mamá, venite a La Plata y yo te enseño a manejar bien la compu’”.
Adhelma viajó a La Plata y en 3 días aprendió desenvolverse en el Aula Virtual sin problemas. Ella aclara que: “Además de ser totalmente didáctica para enseñar, la cuota de amor que puso mi hija valió más que todos sus conocimientos, así que a ella le debo el no haber abandonado”. Otra valiosa herramienta de aprendizaje para ella fue el foro del curso introductorio, espacio que, según sus palabras, “permitió un intercambio de ideas totalmente fructífero y esclarecedor”.
De a poco, los intercambios de palabras con compañeros y profesores la ayudaron a manejarse con la soltura necesaria como para desenvolverse en el Aula Virtual al punto que, al finalizar su primer año de cursado, se encontró con que había aprobado las cinco materias del programa, cuando inicialmente se había propuesto rendir y aprobar sólo una: “No digo que soy una lumbrera, pero aprendí a manejarme con total soltura con las modernas tecnologías, al menos las que necesito para esta modalidad a distancia”.
Uno de los más grandes logros de Adhelma fue establecer un contacto fluido con sus compañeros y manifestar a los docentes las dificultades que atraviesan al tener que estudiar mediante un sistema donde los intercambios se dan de manera muy diferentes a los de la modalidad de estudio presencial. “Considero que aún hay bastante camino por recorrer para perfeccionar el sistema, y al decir así, también me estoy refiriendo a que no sólo a los alumnos nos trae dificultades, también los profesores están haciendo su aprendizaje, ya que, por ejemplo, es necesario intensificar las posibilidades de interactuar entre alumnos y profesores, entre alumnos y tutores, además de los alumnos entre sí”.
Aparte de una alumna ejemplar, Adhelma considera que la mejor manera de aprender es con una alta dosis de voluntad, un diálogo fluido con los docentes y un gran sentido de compañerismo. “Estudiar, aprender, contactarme con gente más joven, respirar el ámbito universitario, estar a veces horas y horas con Internet investigando un tema y hasta encontrarme con informaciones a modo de plus que despiertan mi interés, compartir con mis hijos y nietos mis pequeños o grandes logros, las notas de un parcial o de un final, en fin, transitar un camino inesperado a esta altura de mis años, realmente me cambió la vida”.
A los 71 años, con una trayectoria en el ejercicio de la
docencia, dos hijos, nietos y el recuerdo de un marido compañero y
luchador, Adhelma lleva adelante sus estudios asumiendo el gran temor a
retomar los libros y, especialmente, a usar las Nuevas Tecnologías que
requieren los estudios a distancia, ya que cuando inició el cursado,
apenas sabía manejar una computadora.
Con el Centro de Apoyo de Rojas, recién inaugurado a raíz de un convenio firmado entre el Centro de Empleados de Comercio y la UNL, Adhelma se encontró con la posibilidad de realizar estudios universitarios. No muy convencida aunque quizás un poco respaldada en la idea de que estudiar frente a un monitor la salvaría de tener que dar explicaciones si es que acaso se arrepentía de su decisión, se inscribió silenciosamente, sin comentarle a nadie, a excepción de su hija, quien la animó a enfrentar esta experiencia. La elección de la carrera, según cuenta, fue por la motivación de una actividad que había compartido con su esposo a modo de hobby: la realización de videos caseros.
Pero antes de empezar el cursado, los temores se hacían más grandes:
“Me preguntaba a mí misma si sería capaz de adquirir después de
tantísimos años el hábito de estudio, teniendo en cuenta que había
egresado como maestra en 1953. Otra duda era ¿me respondería la
memoria? Por otro lado, yo sólo sabía manejar el Outlook para
intercambiar mails con mi hija y escribir algunas notas en Word. Por lo
demás, de Internet sólo conocía la letra E grandota que la identifica
en el escritorio de la compu”.Con el Centro de Apoyo de Rojas, recién inaugurado a raíz de un convenio firmado entre el Centro de Empleados de Comercio y la UNL, Adhelma se encontró con la posibilidad de realizar estudios universitarios. No muy convencida aunque quizás un poco respaldada en la idea de que estudiar frente a un monitor la salvaría de tener que dar explicaciones si es que acaso se arrepentía de su decisión, se inscribió silenciosamente, sin comentarle a nadie, a excepción de su hija, quien la animó a enfrentar esta experiencia. La elección de la carrera, según cuenta, fue por la motivación de una actividad que había compartido con su esposo a modo de hobby: la realización de videos caseros.
A pesar de considerarse una “analfabeta de la informática”, su espíritu de “mujer inquieta y de no ser de las abuelas que se sientan a tejer y a mirar televisión todo el día”, la alentó a ingresar al aula virtual: “Mi encuentro con la primera materia fue poco feliz... no daba pie con bola. A poco del inicio pensé que las modernas tecnologías no eran para mí, así que la llamé a mi hija para decirle que abandonaría. Recuerdo su respuesta: ‘Mamá, si vas a dejar porque no te gusta la carrera es una cosa, pero si es por lo de la tecnología, por favor no dejés, vos sos muy capaz, fijate cómo aprendiste rápido lo que ya sabés, y al principio decías que no aprenderías nunca. Mamá, venite a La Plata y yo te enseño a manejar bien la compu’”.
Adhelma viajó a La Plata y en 3 días aprendió desenvolverse en el Aula Virtual sin problemas. Ella aclara que: “Además de ser totalmente didáctica para enseñar, la cuota de amor que puso mi hija valió más que todos sus conocimientos, así que a ella le debo el no haber abandonado”. Otra valiosa herramienta de aprendizaje para ella fue el foro del curso introductorio, espacio que, según sus palabras, “permitió un intercambio de ideas totalmente fructífero y esclarecedor”.
De a poco, los intercambios de palabras con compañeros y profesores la ayudaron a manejarse con la soltura necesaria como para desenvolverse en el Aula Virtual al punto que, al finalizar su primer año de cursado, se encontró con que había aprobado las cinco materias del programa, cuando inicialmente se había propuesto rendir y aprobar sólo una: “No digo que soy una lumbrera, pero aprendí a manejarme con total soltura con las modernas tecnologías, al menos las que necesito para esta modalidad a distancia”.
Uno de los más grandes logros de Adhelma fue establecer un contacto fluido con sus compañeros y manifestar a los docentes las dificultades que atraviesan al tener que estudiar mediante un sistema donde los intercambios se dan de manera muy diferentes a los de la modalidad de estudio presencial. “Considero que aún hay bastante camino por recorrer para perfeccionar el sistema, y al decir así, también me estoy refiriendo a que no sólo a los alumnos nos trae dificultades, también los profesores están haciendo su aprendizaje, ya que, por ejemplo, es necesario intensificar las posibilidades de interactuar entre alumnos y profesores, entre alumnos y tutores, además de los alumnos entre sí”.
Aparte de una alumna ejemplar, Adhelma considera que la mejor manera de aprender es con una alta dosis de voluntad, un diálogo fluido con los docentes y un gran sentido de compañerismo. “Estudiar, aprender, contactarme con gente más joven, respirar el ámbito universitario, estar a veces horas y horas con Internet investigando un tema y hasta encontrarme con informaciones a modo de plus que despiertan mi interés, compartir con mis hijos y nietos mis pequeños o grandes logros, las notas de un parcial o de un final, en fin, transitar un camino inesperado a esta altura de mis años, realmente me cambió la vida”.
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