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jueves, 11 de julio de 2013

“En la Argentina, la militancia religiosa arrancó antes que la política”

SACERDOTES DEL TERCER MUNDO. "Mucha gente alrededor se sentía identificada con los planteos del Movimiento sin pertenecer formalmente", dice Marta Diana.
SACERDOTES DEL TERCER MUNDO. "Mucha gente alrededor
se sentía  identificada con los planteos del Movimiento sin pertenecer
formalmente", dice Marta Diana
Autoras/es: MARCELA MAZZEI para Ñ
A 50 años del Concilio Vaticano II y a través de un cuestionario a numerosos religiosos y laicos relacionados con el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, la investigadora Marta Diana revive en el libro “Buscando el reino” la época en que la Iglesia abrazó con más fuerza la opción por los pobres, y muestra a los sobrevivientes de la persecución que siguen ese camino.
(Fecha original del artículo: Junio 2013)
En 500 páginas están recordados los casos más emblemáticos como el Jorge Adur, capellán de Montoneros, o el de Nelio Rougier, del PRT, en una entrevista con su hermana. “Cura comunista en toma de tierras” decía un titular de la época en referencia a Raúl Berardo, sacerdote famoso por su actitud hacia los asentamientos. “Una vez se juntó una tropa importante de gente y él me contó: ‘Venían caminando, en carros, caballos, pasaban mujeres, chicos, viejos, parecía el éxodo’”, cuenta Diana, que llegó a entrevistarlo, cuando estaba por cumplir 90, justo antes de morir.
Waldyer Calheiros Novaes, actual obispo emérito de Volta Redonda, Río de Janeiro, y Grégoire Haddad, arzobispo emérito de Beirut, están entre sobrevivientes de los 18 Obispos que firmaron, apenas finalizado el Concilio Vaticano II, el Manifiesto que se propagó como una chispa en el prado en el mundo eclesiástico de Latinoamérica, que en la Argentina motivó la formación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, con más de 500 miembros y “una masa de gente que los seguía, se sentía identificada”. Ellos hablan en primera persona en Buscando el reino (Planeta).
-La motivación de su libro anterior, “Mujeres guerrilleras”, nació de una búsqueda personal: saber qué había pasado con su mejor amiga desaparecida…
-Sí, de amiga del colegio secundario Adriana Lesgart, con la que había dejado de verme. En 1972, en televisión vi la foto de su hermana Susana entre los fusilados de Trelew. No entendía nada, porque cuando nos recibimos de maestras en el 65 no eran los 70 con organizaciones y la guerrilla, no había eso. Fue muy duro para mí, pensé enseguida qué habría pasado con ella, incluso con un grado de negación, porque muchos años después compré el libro de la Conadep, que en esa época venía aparte con una especie de guía telefónica, un listado alfabético de los denunciados que nunca miré. Recién avanzado el libro, un día lo miré y ahí estaban las chicas. Susana estaba en Montoneros, Adriana también, fue un secuestro y después las desaparecieron.
-Y escribió aquel libro sin ser militante.
-No he sido una militante. Ese ha sido mi gran problema porque los libros que se empezaron a publicar –y ese fue el primero de las mujeres en la guerrilla en la Argentina– estaban los escritos por militares o afines al gobierno militar o por militantes que evocaban alguna situación o un análisis, estaba el libro de Santucho… Pero yo trabajaba para "La aventura del hombre" en Canal 13, no conocía a nadie, realmente.
-¿Y eso fue una limitación?
-Al no haber sido una militante era otra mitrada, pero sí una mirada interesada y te diría que muy importante por el hecho de mi amiga, pero también por mi forma de ser: soy absolutamente independiente de cualquier partido político. 
-¿Y qué la llevó a escribir “Buscando el Reino”? Un libro que tiene alguna vinculación con el anterior pero aparece otro espectro...
-En la investigación previa, que comenzó en el 91, empecé a notar como un patrón: no era infrecuente el tema de que alguien estaba en una parroquia y después derivó en una organización. Hay una vertiente cristiana en algunos grupos que fueron a militar a organizaciones, generalmente Montoneros y eso fue muy estudiado y publicado. Esa simiente, obvio que años después me hizo prestarle atención, pero sobre todo el encontrarme con gente cristiana que me produce un intenso sentimiento de admiración. No solamente los curas que están en las villas sino mucha gente que hace un trabajo silencioso de ayuda a inmigrantes, presos, chicos, adictos a las drogas, y no aparece en los diarios. En general son grupos que lo están haciendo por una convicción religiosa.
-¿Eso se intensificó con el Concilio Vaticano II?
-Entre aquella información y esta toma de conciencia fue que surgió el interés, y al mismo tiempo aparecen otros actores, porque fue la época después del Concilio Vaticano II donde acá en la Argentina estuvo el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que ha sido y sigue siendo hasta ahora una cosa única en la historia de la iglesia en la Argentina. Fue un grupo no muy grande, de alrededor de 500 personas –algunos dicen 524, otros un poco menos de 500–, pero que se notó mucho, porque que en ese momento un grupo de curas saliera a la calle y se manifestara, todo eso fue francamente escandaloso.
-¿Cómo surgió la consigna de la "opción por los pobres"?
-La opción por los pobres la marcó Jesús, porque no era amigo del emperador y andaba de fiesta en fiesta. Por eso la buena noticia del Reino que Jesús anuncia es la utopía cristiana perfecta, porque es un mundo de todos iguales y donde los que estén tristes van a reír, va a haber justicia, equidad. Obviamente que la institución se va un poco de eso. Pero fue en el Concilio Vaticano II que el tema de la opción por los pobres fue reflotado por grupos que venían buscando que se volviera a ese aspecto, con excepción de las órdenes religiosas y congregaciones que han tenido un carisma de opción por lo pobres, los franciscanos por ejemplo. Se convirtió en una respuesta masiva sobre todo de la gente del ambiente diocesano que se volcó masivamente a insertarse en los barrios pobres y en las villas.
-Pero también había una asociación con ideas del Socialismo…
-Por la época, el Concilio Vaticano II termina en el 65, en lugares como América latina se dio eso, que estaba toda esa masa en Brasil con obispos como Hélder Camara y todo su grupo –que concibieron el famoso "Manifiesto de los 18 obispos"–, ahí hay una voz potente con un discurso que coincide con los planteos del socialismo. Estos grupos tenían su propia voz, por eso es importante tener en cuenta que desde los años 60 en adelante vos podés reconocer una militancia política en la Argentina, el punto es que también había una militancia cristiana que hasta te diría arrancó antes.
-¿Cómo fue esa relación, diría que confluyeron, se alimentaron?
-Dirían que convivieron. En las respuestas al cuestionario los curas cuentan que estaban en barrios pobres, igual que los militantes que iban a buscar adherentes. Había un ámbito común de trabajo: los curas con que hagamos la capilla, la salita, hablemos del Concilio… y los muchachos que venían a las villas con un mensaje definidamente político tenían, según la línea del grupo a la que pertenecían, su propio planteo: si eran de Montoneros o si eran del PRT-ERP, por dividirlos en dos grandes grupos. Estaban juntos en el mismo lugar, por eso cuando la represión avanza, los militares no hicieron ninguna diferencia.
-Hubo sí diferencias internas en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, diferencias políticas, lo que implica se habían identificado.
-Básicamente fue por Peronismo y Socialismo. El Movimiento surge a partir de la adhesión al "Manifiesto de los 18 obispos..." que si lo leés parece escrito por Carlos Marx. Era una cuestión cristiana de tinte socialista. Pero, a su vez, cuando en el Movimiento comienzan a surgir los liderazgos naturales, el grupo de Buenos Aires –donde una de las figuras más notables fue el padre Carlos Mugica–, había optado por el Peronismo. Mujica había conocido a Perón y estaba absolutamente fascinado, igual que otros que lo acompañaban, porque eran hijos de las familias que habían sido peronistas. Eso fue produciendo una tensión entre ellos, pero actuaron muy bien porque se decidió por una especie de votación interna.
-¿Fue la división interna que disolvió el Movimiento?
-Fue lo que llevó a Miguel Ramondetti –que había sido el fundador porque recibió del obispo Devoto el manifiesto y lo hizo trascender– a sentirse en minoría y renunciar a la secretaría general. A Carlos Mujica lo matan en el 74, pero el año anterior prácticamente el movimiento se había desmembrado. Hubo algunos intentos para reflotarlo pero también se acentuó la persecución. Esa es otra de las preguntas que contestan y creo que no hay uno que no haya tenido algún incidente con las autoridades militares de ese momento, exilios un montón, y ya después las víctimas. Pero ninguno a de los curas entrevistados dejaron de importarles los pobres y se dedicaron a ganar mucho dinero: han sido fieles.
-¿Cómo elige a las personas que decide consultar?
-Busqué los sobrevivientes, porque es toda gente muy grande. La gente muy conocida de Buenos Aires, como Ramondetti que murió en 2000, ya no está.
-En el libro surge la pregunta “cómo se puede definir la adhesión de una persona a un movimiento”, a la hora de definir a quién pedir testimonio.
-Elegí entre dos posturas. Una era la de José Pablo Martin, cuyo libro sigue las normas académicas, que son muy estrictas. Pero como esta es una investigación periodística, elegí el criterio del padre Domingo Bresci, porque incluso los miembros del movimiento una temprana reunión dicen que sería bueno conocer el grado de adhesión y está publicado en un número de Enlace (su órgano de difusión).
-Se trata de una muestra más amplia…
-Creo que hubo mucha gente que se sentía parte, a pesar de que no se animaba o que no podía –muchos curas vivían alejados. Pero estoy segura de que hubo como un anillo, una masa de gente que entraría en la categoría de Bresci de simpatizantes, de gente que prestaba atención o se sentía identificada con los planteos del Movimiento sin pertenecer formalmente.
-¿Cuál era su deseo, qué quería saber?
-Las preguntas son muy rotundas y fuera de la información biográfica, desde el punto de vista de una opinión, les pedí que explicaran cómo y por qué habían adherido.
-¿La tomó por sorpresa la elección del Papa Francisco?
-En este momento sí noto mucho interés por la Papamanía que le dicen... que no tiene nada que ver con el libro. Son dos mundos totalmente distintos.
-¿Donde estaba Bergoglio en esta época?
-No lo entrevisté porque no era parte del Movimiento. Lo que es muy conocido de él es que ha sido muy seguidor de los curas villeros, que ha estado en la Pastoral Social, siempre visitaba las villas, se lo ha visto. El Movimiento de los curas villeros nace por aquellos años pero tiene un perfil propio, y hay muy buenos libros.
-¿Y cree que a partir de la elección del nuevo Papa puede haber cambios?
-En el resultado tenés casi la respuesta. Por alguna razón se eligió alguno inaudito en la historia de la Iglesia. De por sí es algo importante, las verdaderas razones no les he visto publicadas en ningún lado pero sin duda refleja una intención de buscar una voz nueva, un ángulo nuevo.
-¿Qué aprendió con todas estas historias?
-Después de la investigación aprendí que si tuviera sombrero me lo sacaría, porque creo que por gente como ésta el mundo funciona todavía de una manera más o menos humana. Gran cantidad de gente hace eso porque tiene una fe religiosa, nos guste o no nos guste a los que somos más independientes, escépticos, a los que son decididamente ateos y no digamos a los que ahora se han lanzado en las campañas ateístas. Sí, hay tremendos problemas con las iglesias institucionales... Pero es inútil si no tenés fe en Dios, en la humanidad o en la Justicia, tenés que tener fe en algo.

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