Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
El diagnóstico y la terapéutica
El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce.
Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche
tras noche por los abrazos, o por la ausencia, de los
abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una
irresistible necesidad de decir estupideces.
El amor se puede provocar, dejando caer
un puñadito de polvo de quereme, como al descuido, en el café o
en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede
impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de
hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al
Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que
pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las
vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y
todo.
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