Autoras/es: Alejandra Nazarena Santoro
Entrevistamos a la reconocida psicoanalista Rosa Sánchez,
miembro de la Institución Psicoanalítica Mayéutica, en una charla sobre
el miedo, sus causas y sus formas.
Los preconceptos son inevitables, culturales, y se nos impregnan y adhieren bien fuerte a la piel; pero también se destierran. Ya desde la primera pregunta, Rosa Sánchez barrió con el hecho de que el miedo es un síntoma de la actualidad. Cliché, frase hecha. Poco tiene que ver el miedo con lo temporal; el miedo es a-histórico. El miedo nos constituye casi como lo hacen los pulmones. Dictando una clase, el 17 de marzo de 1965, Jacques Lacan hizo circular una reproducción de «El grito», de Edvard Munch, donde se representan un lago, una ruta, dos personajes que parecen alejarse, y en primer plano un ser que se tapa las orejas y abre grande la boca. Él grita. ¿Qué es ese grito? ¿Quién oirá ese grito que nosotros no oímos, sino el que impone ese reino del silencio, ese que él escucha subir y bajar en este espacio a la vez centrado y abierto? Esta imagen es donde la voz se distingue de toda cosa modulante, pues es el grito lo que la hace diferente hasta de todas las formas. Aquí la laringe no es más que una siringa. La implosión, la explosión. El corte, la falta. Es por este camino por el que se va dibujando lo que verdaderamente es el miedo.
¿Considerás que somos una sociedad miedosa y que los miedos son un síntoma de la actualidad?
No, para nada. El miedo es un síntoma que ha existido desde que existe el hombre, como sentimiento, como manifestación. Es más, Freud trabajó con la famosa histeria de angustia, que es miedo como manifestación, y hace ya varios años de eso. El miedo es un sentimiento humano, como otros; humano en el sentido de cultural. Es cierto que hay situaciones o momentos culturales, o momentos de la constitución del sujeto, donde los miedos toman lugares importantes. El caso Juanito es paradigmático porque muestra el lugar que la fobia tiene en esa etapa de la vida.
¿Estos tipos de miedos son endógenos o exógenos?
En psicoanálisis, no hablamos de lo endógeno o lo exógeno, sino de una relación que denominamos «la banda de Moebius». La banda es una figura de la topología, consiste en una cinta que tiene una torsión. Esa torsión produce una figura donde no hay ni adentro ni afuera: lo que en algún momento esté adentro, en otro momento será la cara del afuera. Con lo cual uno puede interpretar que lo endógeno y lo exógeno se encuentran en un continuo permanente, no podemos separarlos.
Entonces, ¿cómo se explica el miedo a partir del psicoanálisis? Me imagino que debe tener alguna raíz cultural, ya que, en El malestar en la cultura, Freud nos explica la represión y la emergencia de lo inconsciente a partir de lo cultural que intenta soslayar y aplacar a lo natural e instintivo.
Tomamos el miedo como manifestación. Entonces, con Freud, podemos decir que es el efecto de un conflicto entre lo pulsional y los mecanismos que reprimen su presentación. A esta manifestación la llamamos fobia.
Generalmente, el miedo tiene un objeto, se tiene miedo a algo. Cuando hay un miedo a algo determinado, cuando ese miedo se relaciona con un objeto determinado que lo provoca, decimos que se constituyó una fobia, con lo cual ya lo estamos tomando como un síntoma, como algo a trabajar.
Algo a trabajar implica que tanto ese sentimiento del miedo como el objeto que lo provoca son significantes, es decir, son representantes de lo inconsciente, de lo no sabido por el sujeto que lo padece ni por el analista que será quien ayude en el trabajo de lectura de ese síntoma.
Se podría decir que, en líneas generales, hay dos tipos de miedos: el miedo real, donde verdaderamente existe un peligro real, ante el cual corre riesgo la integridad de la persona, y otro tipo de miedo, el neurótico, donde no hay un peligro real que pueda suponer una amenaza para la vida, donde se siente algo que no existe. ¿Cómo se explica este miedo?
Supongamos una persona que le tiene miedo a un perro, le da miedo verlo, acercarse a él, se asusta, pero ¿el perro conlleva un peligro real? A veces son perros domésticos, de lo más cariñosos, que no suscitan ningún riesgo; y, sin embargo, la persona entra en pánico si se le acerca. Entonces, este miedo no obedece a ningún criterio de realidad, porque no hay un riesgo real. El riesgo, y Freud lo dice así, clarito, el riesgo es pulsional.
El riesgo es que lo pulsional reprimido aparezca, se presentifique al yo del sujeto. El riesgo es que lo inconsciente pulsa y genera modos de presentarse, como es el síntoma. El síntoma como efecto del fantasma inconsciente, donde el perro es un significante más.
Pensado así, en la realidad de su fantasma, el perro es un peligro real. En el caso Juanito, Freud lo explica magníficamente.
Hablando del caso de Juanito, según la interpretación que hace Lacan, en primera instancia todo parece ir perfectamente bien, el niño se desarrolla con la mayor franqueza, con la mayor claridad. En un primer momento, no parece haber represión, él interroga a su madre y su padre con la mayor libertad acerca de la presencia o la ausencia de «hacepipí», como lo llama. Por otro lado, exhibirse le produce al niño un gran placer. ¿Qué se produce entonces? ¿Se puede relacionar su fobia respecto del objeto «caballo» de forma simple y directa con la prohibición de la masturbación por parte de sus padres?
Su fobia está asociada al goce sexual, a la sexualidad, lo cual tiene que ver con determinadas amenazas, con determinados temores de sufrir algún tipo de pérdida o daño en su cuerpo, principalmente el pene, porque es un órgano que en ese momento le da mucho placer. Juanito tiene cinco años, en general es la edad cuando empieza a aparecer el temor, o cierto registro del límite y de la castración, y ahí es donde surge, como respuesta a esto, la angustia, que siempre está enlazada a una fantasía, que en este caso es el caballo que lo muerde a Juanito. Es el temor de que el caballo lo muerda, le saque pedazos de su cuerpo. El objeto fobígeno es siempre un objeto que está cercano al sujeto fóbico: nadie tiene fobia de un objeto que no esté cerca y que no se pueda controlar. Además, ningún síntoma es lineal en relación con la causa, hay un entramado, una trama de significaciones sobre la causa posible. Entonces, por un lado, Juanito vivía muy cerca de una estación de coches con caballos; por otro, este objeto tiene que ver también con el padre, con el que jugaba «al caballo», y el niño también vio un caballo que volcó y se desprendió del carro que llevaba, lo cual Freud relaciona con el nacimiento de su hermana, con la pérdida del lugar fálico para su madre. Hay toda una trama de causas posibles. Lacan también sigue a Freud en esto. Siempre está relacionado con una angustia generada por pérdidas, límites, lo que nosotros llamamos la castración.
Para que el sujeto alcance la madurez genital, ha de haber sido castrado. ¿La castración funciona como signo de qué? ¿Por qué se introduce la castración en el desarrollo típico del sujeto?
La castración determina, según el grado o la forma en que el sujeto se articula a ella, el sexo al que se identifique, el goce al que quede pegado, y los fantasmas y los síntomas que padezca.
Las formas en que se imaginariza la castración pueden pasar por el miedo de perder el pene en el niño, miedo de perder lo que tiene; y en la mujer, la angustia es angustia por lo que no tiene, pero no importa cómo, si es por el miedo de perderlo o por la angustia de no tenerlo, el punto es que lo que se genera ahí es una relación con la falta: ambos están marcados por la falta, porque la falta viene desde otro lugar, desde lo simbólico, no desde lo corporal, por eso es que, hombre o mujer, igual somos seres relacionados a la castración, con distintos fantasmas, con distintas posiciones de acuerdo con el sexo que portamos y que de alguna manera también nos determina.
En el Seminario 4. La relación de objeto, Lacan plantea que la «afanisis», que en griego significa «desaparición», es el temor por parte del sujeto de ver extinguirse en él el deseo. ¿A qué se refiere con esto?
La afanisis es una caída del sujeto y tiene que ver con algún tipo de recurso neurótico, un recurso que el sujeto tiene neuróticamente para sostener el deseo, pero precisamente haciéndolo caer. Es una paradoja. Tenemos límites que son límites neuróticos, no son límites de la castración. Un sujeto que tiene miedo a un perro, o a viajar en subte… Esto es un límite a su goce, su despliegue, si tiene que trabajar o estar por la calle. Pero no tiene que ver con el límite de la castración, es neurótico, lo enferma, lo limita, lo empobrece.
Un sujeto puede estar veinticinco años con ganas de estudiar un instrumento musical y nunca hacerlo. Si quiere hacerlo, ¿por qué no lo hace? Todos en algún punto nos privamos o postergamos. Es una paradoja porque, mientras vos no lo hagas y no lo concretes, ese deseo va a estar siempre ahí; ahora, si vos lo hacés, si lo concretás, lo realizás, te encontrás con que es distinto de como lo idealizaste en tus fantasías, aparecen obstáculos, aparece el goce de realizarlo, aparece otro sujeto que «aquel que tenía el deseo de», te quedás sin el deseo pegado a un ideal… Es una manera neurótica de preservarlo, por eso dice «el miedo a quedarse sin el deseo».
* Publicada en abril 10, 2012 en Psicoanálisis: http://elgranotro.com/el-miedo-como-sintoma/
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