Autoras/es: Autoras/es: José Moya Otero*
(Fecha original del artículo: sd)
Dada las posibilidades de este artículo no es posible hacer una exposición amplia y detallada de ninguna de las dos teorías (la teoría de Habermas y la teoría de Peters) que sirven de referencia para el proyecto de una Ciencia Crítica de la Educación, pero intentaré que, al menos, todos aquellos elementos esenciales para comprender y valorar tal proyecto queden expresados con claridad. Centraré mi atención en la teoría de Jürgen Habermas.
La reciente obtención del Premio Príncipe de Asturias de Humanidades probablemente ha contribuido a que la figura de Jürgen Habermas, sea conocida mucho más allá de los estrechos límites del mundo académico. Lo cierto es que, en este pequeño mundo Habermas gozaba ya de una bien merecida fama de pensador riguroso y profundamente interesado en todo aquello que pueda contribuir a una mejor comprensión de la sociedad.9 Personalmente creo que la obra de Habermas, especialmente sus libros Conocimiento e Interes y la Teoría de la Acción Comunicativa, merecerían una mayor atención por parte de los investigadores educativos incluso aunque no se sitúen dentro del marco de la Pedagogía Crítica.
La Teoría de la Acción Comunicativa (TAC) define las condiciones que, a juicio de su autor, hacen posible el entendimiento, incluido el entendimiento que genera el conocimiento científico. Ahora bien, a diferencia de otras teorías que persiguen un propósito similar, la TAC no deriva esas condiciones de la ciencia, sino de la vida cotidiana, concretamente de la «práctica comunicativa cotidiana». La denominación que Habermas utiliza para su teoría hace referencia a un tipo de acción, concretamente un tipo de acción cuya finalidad esencial es el entendimiento.10 Habermas considera que existen cuatro grandes tipos de acción: la acción teleológica- estratégica, la acción regulada por normas, la acción dramatúrgica (Hoffmann) y, finalmente, la acción comunicativa. Las características de cada uno de estos tipos de acción son descritas por Habermas de este modo: Acción teleológica: el actor persigue un fin eligiendo en una situación dada los medios más adecuados.
Acción estratégica: es una transformación de la acción teleológica cuando la acción implica a otros agentes que persiguen sus propios fines.
Acción regulada por normas: el actor desarrolla su acción como miembro de un grupo que se orienta por valores comunes.
Acción dramatúrgica: el actor interactuan con otros agentes transmitiendo y recibiendo una determinada impresión de sus características, propósitos, etc.
Acción comunicativa: el actor comparte con otros actores el propósito de entenderse sobre una situación concreta para, de este modo, coordinar sus respectivas acciones.
Una vez presentados los tipos distintos de acción y marcadas sus diferencias, el resto de la exposición estará centrada en la acción comunicativa, dado que su finalidad última (la búsqueda de un entendimiento compartido sobre la situación) tiene amplias repercusiones para el doble propósito de este artículo.
La Teoría de la Acción Comunicativa define las condiciones que hace posible un tipo de acción, y considera que estas condiciones pueden justificar la necesidad de ajustar el proceder racional destinado a la creación de conocimiento a determinadas normas. Habermas, a diferencia de otros teóricos críticos, cree posible dotar al conocimiento de un fundamento sólido, pero este fundamento no se encuentra en la «episteme » (en el conocimiento cierto) sino en la «racionalidad». Para Habermas, la racionalidad de una acción, o de una emisión, o de una expresión, se mide por su «susceptibilidad de crítica o de fundamentación».
La racionalidad de sus emisiones o manifestaciones se mide por las reacciones internas que entre sí guardan el contenido semático, las condiciones de validez y las razones que en caso necesario pueden alegarse a favor de la validez de esas emisiones o manifestaciones, a favor de la verdad del enunciado o de la eficacia de la regla de acción.
(Habermas, 1987: 26) La racionalidad pues, precede a la cuestión de la «verdad» y también a la cuestión de la «eficacia» y lo hace porque la racionalidad marca el terreno en el que será posible decidir sobre una y otra.
A una afirmación sólo se la puede llamar racional si el hablante cumple las condiciones que son necesarias para la consecución del fin ilocucionario de entenderse sobre algo en el mundo al menos con otro participante en la comunicación; y a una acción teleológica sólo se la puede llamar racional si el actor cumple las condiciones que son necesarias para la realización de su designio de intervenir eficazmente en el mundo. Ambas tentativas pueden fracasar: es posible que no se alcance el consenso que se busca o que no se produzca el efecto deseado. Pero incluso en el tipo de estos fracasos, queda de manifiesto la racionalidad de la emisión o manifestación: tales fracasos pueden ser explicados. (Idem, 28) Presentado el marco general sobre el que se va desarrollar la argumentación, que no es otro que la racionalidad, voy a centrar la atención en el modo en que Habermas desarrolla su búsqueda de un fundamento sólido para una posible teoría de la sociedad.
Si tenemos en cuenta la valoración que el propio Habermas hace de su teoría, tendremos que aceptar que no se trata de una metateoría, sino de la génesis de una teoría de la sociedad que, mucho antes de ser formulada, trata de encontrar un fundamento sólido sobre el que asentarse.
La teoría de la acción comunicativa no es una metateoría, sino el principio de una teoría de la sociedad que se esfuerza por dar razón de los cánones críticos de que hace uso. (Habermas, 1987: 9) Salvando las distancias, podríamos decir que Habermas busca para su teoría de la sociedad un principio similar al que buscaba Descartes para asentar su filosofía, esto es un principio «indudable» sobre el que poder construir el conocimiento del que esa teoría formaría parte. Siguiendo con esta analogía, y anticipando algunas de las ideas que luego desarrollaré, se podría decir que el principio propuesto por Habermas es un principio «dialógico» frente al principio «monológico» propuesto por Descartes. Para el filosofo francés, «pienso, luego existo», es un principio que permite reconocer una verdad absoluta, de la que resulta imposible dudar. Para Habermas, el principio podría ser formulado así: «nos comunicamos, luego nos entendemos». En este segundo caso, el sujeto epistemológico es un «sujeto plural» y su verdad esencial es la intención sincera de comunicarse, pues sólo de esa forma puede confiar en entender(se).
La experiencia cartesiana de una incertidumbre personal que no encuentra reposo en ninguna idea indudable, deja su paso a una idea que resulta indudable: la existencia de una persona que cargada de dudas, piensa. La experiencia habermasiana, no es individual, sino colectiva: las personas, pese a todas las dificultades, logran entenderse y esto es posible por que ajustan su entendimiento a ciertas condiciones, aunque sea inconscientemente. Serán, por tanto, las condiciones que hacen posible el entendimiento en la vida cotidiana las que podrán servir de base para construir cualquier forma de saber.
El hablante pretende, pues, verdad para los enunciados o para las presuposiciones de existencia, rectitud para las acciones legítimamente reguladas y para el contexto normativo de éstas, y veracidad para la manifestación de sus vivencias subjetivas. No es difícil reconocer aquí las tres relaciones actor/mundo que en los conceptos de acción analizados hasta ahora eran supuestas por el científico social y que con el concepto de acción comunicativa quedan adscritas a la perspectiva de los propios hablantes y oyentes. Son los propios actores los que buscan un consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y de veracidad, es decir, a criterios de ajuste o desajuste entre los actos de habla, por un lado, y los tres mundos con que el actor contrae relaciones con su manifestación, por el otro. (Idem, 144) Volviendo a la valoración que Habermas hace de su teoría tiene mucho interés, para las ideas que aquí estoy desarrollando, poner de manifiesto las diferencias entre una metateoría y un principio sobre el que asentar una teoría. Tal y como yo lo veo, una metateoría supondría que el fundamento propuesto, podría servir de base para cualquier teoría que pueda ser desarrollada dentro de un determinado campo disciplinar, o lo que es lo mismo una metateoría es lo que permite definir las condiciones básicas que hace posible un campo disciplinar. En este sentido, la Teoría Positivista, o la Teoría Crítica, pueden ser consideradas como metateorías, pero no así la Teoría de la Acción Comunicativa, al menos no es esto lo que Habermas cree estar haciendo.
Resulta importante subrayar esta diferenciación entre metateoría y principio, por una sencilla, razón, Carr y Kemmis, hacen un uso metateórico de la Teoría de la Acción Comunicativa, esto supone que aceptan como fundamento del saber educativo las condiciones fijadas por la TAC, incluso antes de que esas condiciones hayan permitido fundamentar una teoría de la sociedad, que es para lo que fue formulada. Claro está que no deseo desautorizar este uso metateórico de un principio de alcance limitado, pero podemos convenir en que resulta arriesgado, sobre todo, porque puede producir un efecto indeseado: el aislamiento de los saberes educativos.
La búsqueda habermasiana del principio «constituyente» de una teoría de la sociedad, deja un sinnúmero de oportunidades para contemplar el funcionamiento del «método crítico»: la búsqueda del principio sólo puede llegar a buen término, analizando otros principios adoptados por diferentes teorías y probando sus posibilidades y sus limitaciones. La paciencia de cualquier lector de la obra de Haberrmas, se ve siempre recompensada por un saber casi enciclopédico que, mucho antes de llegar a ninguna conclusión, se considera obligado a dar a conocer todos los antecedentes a la solución propuesta. Estos antecedentes son tratados de una forma rigurosa, alejada de toda simplificación abusiva, siendo consciente, en todo momento de su valor: cada uno de ellos representa una posibilidad explorada, gracias a lo cual, se puede pensar en superar sus limitaciones.
Ahora bien, en esta búsqueda de un principio sobre el que asentar la teoría, no hay nada parecido a una dialéctica hegeliana, nada de tesis, antitesis y síntesis, nada de la ingenua creencia en que, sólo porque la propuesta final no tenga las mismas limitaciones que sus antecedentes, carece de limitaciones. Esta ingenuidad, tan extendida entre sus correligionarios, es algo que el propio Habermas no se permite, él es consciente de que su Teoría de la Acción Comunicativa también tiene limitaciones, de aquí que una y otra vez, vuelva sobre los antecedentes para tratar de reconocer esas limitaciones y tratar de superarlas.
Por cierto, no me parece irrelevante, mencionar que el propio Habermas parece muy alejado de la pretensión de constituir una «ciencia social crítica» asentada sobre las condiciones definidas por la Teoría de la Acción Comunicativa, por el contrario el asume todas las teorías precedentes y las considera constitutivas de una disciplina común: la sociología. Tengo la impresión de que su proyecto es mucho más concreto: definir una teoría de la sociedad siguiendo las condiciones que previamente ha hecho públicas y compartir con el resto de la comunidad tanto unas como otras con la legítima pretensión de que puedan llegar a convertirse en una parte del acervo común, lo cual supondría el reconocimiento de las posibilidades y limitaciones de las teorías y condiciones precedentes. Mucho me temo que las intención de Habermas no es crear una ciencia social crítica, como pretenden Carr y Kemmis11, sino contribuir a la configuración de una disciplina ya constituida: la Sociología.
Los efectos inmediatos del trabajo de Habermas sobre el campo disciplinar de la sociología son tan fuertes que han provocado un movimiento sísmico cuyas onda expansiva ha llegado a otros campos disciplinares.
Aceptar la TAC obliga a reconocer la imposibilidad de que ningún principio constituido del saber pueda adoptar la forma de un principio ontológico (naturaleza), ni la forma un principio transcendental (divinidad o razón universal).
Las teorías acerca de las ciencias experimentales modernas, ya se planteen en la línea del positivismo lógico, del racionalismo crítico, o del constructivismo metódico, presentan una pretensión de normatividad y a la vez universalista, que yo no puede venir respaldada por supuestos fundamentalistas de tipo ontológico o de tipo transcendental…. Y lo dicho de una forma de racionalidad cognitiva tan compleja como es la ciencia moderna, puede aplicarse también a otras figuras del espíritu objetivo, es decir, a las materializaciones de la racionalidad cognitivo-instrumental, de la práctico-moral, e incluso quizá también de la práctico-estética. (Habermas, 1987: 17) El principio, sobre el que Habermas se propone asentar su teoría de la sociedad y que la TAC desarrolla, es un principio pragmático: las condiciones para que un determinado conocimiento pueda ser aceptado como legitimo, son las mismas condiciones que hacen posible el entendimiento entre las personas. La búsqueda del entendimiento a través de la comunicación, tiene como telón de fondo el «mundo de la vida» de sus protagonistas y como condición necesaria «el reconocimiento intersub- jetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica». Las pretensiones de validez requeridas para desarrollar una acción comunicativa y alcanzar un adecuado entendimiento son tres: verdad, rectitud y veracidad. La pretensión de verdad se refiere a las manifestaciones, mientras que la rectitud se refiere a las acciones, y la veracidad se refiere a la relación entre las intenciones, las acciones y los pensamientos.
Estas mismas pretensiones definidas desde el punto de vista de un hablante se podría formular así: a) que lo hablado sea comprensible; b) que el hablante sea fiable; c) que la acción pretendida sea correcta por referencia a un contexto normativo vigente; y d) que la intención manifiesta del hablante sea, en efecto, la que él expresa.. Dadas estas condiciones, todo acto de entendimiento puede llegar a ser definido como parte de un «proceso cooperativo de interpretación que tiene como finalidad la obtención de definiciones de la situación que puedan ser intersubjetivamente reconocidas» (Habermas, 1987: 103).
El concepto de entendimiento (Verständigung) remite a un acuerdo racionalmente motivado alanzado entre los participantes, que se mide por pretensiones de válidez susceptibles de crítica. Las pretensiones de validez (verdad proposicional, rectitud normativa y veracidad expresiva) caracterizan diversas categorías de un saber que se encarna en manifestaciones o emisiones simbólicas. (Idem, 110) Llegamos así a la que, sin duda constituye una de las piezas fundamentales en la teoría de la acción comunicativa: la teoría de la argumentación (Toulmin, 1979). La teoría de la argumentación, junto con la teoría de los tres mundos de Kart Popper, (Popper, 1997)12 o la teoría cognitiva de Jean Piaget, junto a las teorías clásicas de sociólogos como Max Weber, han aportado las piezas sobre las que se ha construido la Teoría de la Acción Comunicativa.
Llamo argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de argumentos. Una argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistematica con la pretensión de validez de la manifestación o emisión problematizadas.
La fuerza de una argumentación se mide en un contexto dado por la pertinencia de las razones. Esta se pone de manifiesto, entre otras cosas, en si la argumentación es capaz de convencer a los participantes en un discurso, esto es, en si es capaz de motivarlos a la aceptación de la pretensión de validez en litigio.
La argumentación hace posible que un comportamiento pueda ser considerado racional ya sea en la búsqueda de conocimiento, como en el desarrollo de una acción, en la emisión de un juicio, o en la expresión de una idea. La argumentación alcanza esa cualidad por su conjunción entre manifestaciones y pretensiones de validez. La teoría de la argumentación, como expresión de una lógica informal, desplaza y sustituye a la «lógica formal», que el positivismo lógico había situado como una de las columnas centrales del edificio de la ciencia y de la razón humana.
La lógica de la argumentación no se refiere, como la formal, a relaciones de inferencia entre unidades semáticas (oraciones), sino a relaciones internas, también de tipo no deductivo, entre las unidades pragmáticas (actos de habla) de que se componen los argumentos. (Habermas, 1987: 43) La argumentación, que Habermas sitúa en la base de la racionalidad dado que permite el reconocimiento de las pretensiones de validez y la deliberación sobre las razones que sostienen a un determinado pensamiento o acción, forma parte de la «práctica comunicativa cotidiana » y hace posible la resolución cotidiana de los conflictos surgidos en la interpretación, la valoración, o la acción. La racionalidad de la argumentación se apoya única y exclusivamente en la fuerza de las razones. La argumentación, a diferencia de la demostración o la explicación, persigue el reconocimiento y el acuerdo sobre las pretensiones válidez y con ello de los fundamentos mismos del conocimiento.
La racionalidad inmanente a la práctica comunicativa cotidiana remite, pues, a la práctica de la argumentación como instancia de apelación que permite proseguir la acción comunicativa con otros medios cuando se produce un desacuerdo que ya no puede ser absorbido por las rutinas cotidianas y que, sin embargo, tampoco puede ser decidido por el empleo directo, o por el uso estratégio del poder.(Idem, 36).
Hasta aquí la breve exposición de la teoría habermasiana siendo consciente de sus limitaciones, por ejemplo he dejado de exponer su concepción sobre la relación entre mundo de vida y sistema, puede resultar suficiente para considerar razonables las conclusiones que ahora voy a exponer.
8 La Teoría de la Acción Comunicativa se considera generalmente como una expresión actualizada de la Teoría Crítica, sin embargo, el propio Habermas discrepa de algunos de los principios que asumieron los creadores de la Escuela de Franfurt. De hecho, Habermas considera su proyecto intelectual como un proyecto «ilustrado», mientras que buena parte de la Teoría Crítica estuvo dirigido a evidenciar las «patologías» de la ilustración. La intención emancipatoria o liberadora de ambas teorías es, probablemente, el principio compartido más evidente.
9 Siguiendo un modo de proceder heredado de sus grandes maestros de la Escuela de Frankfurt, Habermas se ha mostrado interesado por campos disciplinares como la Teoría Moral, Filosofía del Derecho, Teoría Sociológica, Ciencia Política, etc. En todos ellos ha sabido encontrar elementos para configurar su propio estilo de pensamiento y a muchos de ellos ha contribuido con aportaciones de gran valor.
10 Habermas deriva el concepto de acción comunicativa de los diversos tipos de acción que distinguió Max Weber (racional, orientada por valores, afectiva y acción tradicional). Al redefinir los tipos weberianos, coloca frente a la acción instrumental la acción comunicativa como una relación interpersonal lingüística que busca el mutuo entendimiento y el consenso.
11 En honor a la verdad debo reconocer que en algún momento Habermas formuló la posibilidad de una «ciencia social crítica» (Habermas, 1982), pero ese proyecto fue abandonado en el mismo momento en que se inicio la formulación de la TAC.
12 La teoría de los tres mundos formuladad por Kart Popper afirma la existencia de tres niveles de realidad, o de tres mundos, cada uno de los cuales es irreductible al anterior: el mundo de los objetos o estados físicos, llamado mundo 1; el mundo de los estados de conciencia o disposiciones de comportamiento para la acción, o mundo 2; finalmente el mundo de los contenidos de los pensamientos objetivos como productos del espíritu humano, o mundo 3. Esta teoría es utilizada, en parte, por Habermas para construir su concepto de «mundo de vida». Esta teoría fue presentada por su autor en el Tercer Congreso Internacional de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia (Ámsterdam, 1976) como parte de una ponencia titulada «Epistemology without a knowing subject », que luego fue incorporada a su libro Conocimiento Objetivo (1972).
* José Moya Otero: Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
La reciente obtención del Premio Príncipe de Asturias de Humanidades probablemente ha contribuido a que la figura de Jürgen Habermas, sea conocida mucho más allá de los estrechos límites del mundo académico. Lo cierto es que, en este pequeño mundo Habermas gozaba ya de una bien merecida fama de pensador riguroso y profundamente interesado en todo aquello que pueda contribuir a una mejor comprensión de la sociedad.9 Personalmente creo que la obra de Habermas, especialmente sus libros Conocimiento e Interes y la Teoría de la Acción Comunicativa, merecerían una mayor atención por parte de los investigadores educativos incluso aunque no se sitúen dentro del marco de la Pedagogía Crítica.
La Teoría de la Acción Comunicativa (TAC) define las condiciones que, a juicio de su autor, hacen posible el entendimiento, incluido el entendimiento que genera el conocimiento científico. Ahora bien, a diferencia de otras teorías que persiguen un propósito similar, la TAC no deriva esas condiciones de la ciencia, sino de la vida cotidiana, concretamente de la «práctica comunicativa cotidiana». La denominación que Habermas utiliza para su teoría hace referencia a un tipo de acción, concretamente un tipo de acción cuya finalidad esencial es el entendimiento.10 Habermas considera que existen cuatro grandes tipos de acción: la acción teleológica- estratégica, la acción regulada por normas, la acción dramatúrgica (Hoffmann) y, finalmente, la acción comunicativa. Las características de cada uno de estos tipos de acción son descritas por Habermas de este modo: Acción teleológica: el actor persigue un fin eligiendo en una situación dada los medios más adecuados.
Acción estratégica: es una transformación de la acción teleológica cuando la acción implica a otros agentes que persiguen sus propios fines.
Acción regulada por normas: el actor desarrolla su acción como miembro de un grupo que se orienta por valores comunes.
Acción dramatúrgica: el actor interactuan con otros agentes transmitiendo y recibiendo una determinada impresión de sus características, propósitos, etc.
Acción comunicativa: el actor comparte con otros actores el propósito de entenderse sobre una situación concreta para, de este modo, coordinar sus respectivas acciones.
Una vez presentados los tipos distintos de acción y marcadas sus diferencias, el resto de la exposición estará centrada en la acción comunicativa, dado que su finalidad última (la búsqueda de un entendimiento compartido sobre la situación) tiene amplias repercusiones para el doble propósito de este artículo.
La Teoría de la Acción Comunicativa define las condiciones que hace posible un tipo de acción, y considera que estas condiciones pueden justificar la necesidad de ajustar el proceder racional destinado a la creación de conocimiento a determinadas normas. Habermas, a diferencia de otros teóricos críticos, cree posible dotar al conocimiento de un fundamento sólido, pero este fundamento no se encuentra en la «episteme » (en el conocimiento cierto) sino en la «racionalidad». Para Habermas, la racionalidad de una acción, o de una emisión, o de una expresión, se mide por su «susceptibilidad de crítica o de fundamentación».
La racionalidad de sus emisiones o manifestaciones se mide por las reacciones internas que entre sí guardan el contenido semático, las condiciones de validez y las razones que en caso necesario pueden alegarse a favor de la validez de esas emisiones o manifestaciones, a favor de la verdad del enunciado o de la eficacia de la regla de acción.
(Habermas, 1987: 26) La racionalidad pues, precede a la cuestión de la «verdad» y también a la cuestión de la «eficacia» y lo hace porque la racionalidad marca el terreno en el que será posible decidir sobre una y otra.
A una afirmación sólo se la puede llamar racional si el hablante cumple las condiciones que son necesarias para la consecución del fin ilocucionario de entenderse sobre algo en el mundo al menos con otro participante en la comunicación; y a una acción teleológica sólo se la puede llamar racional si el actor cumple las condiciones que son necesarias para la realización de su designio de intervenir eficazmente en el mundo. Ambas tentativas pueden fracasar: es posible que no se alcance el consenso que se busca o que no se produzca el efecto deseado. Pero incluso en el tipo de estos fracasos, queda de manifiesto la racionalidad de la emisión o manifestación: tales fracasos pueden ser explicados. (Idem, 28) Presentado el marco general sobre el que se va desarrollar la argumentación, que no es otro que la racionalidad, voy a centrar la atención en el modo en que Habermas desarrolla su búsqueda de un fundamento sólido para una posible teoría de la sociedad.
Si tenemos en cuenta la valoración que el propio Habermas hace de su teoría, tendremos que aceptar que no se trata de una metateoría, sino de la génesis de una teoría de la sociedad que, mucho antes de ser formulada, trata de encontrar un fundamento sólido sobre el que asentarse.
La teoría de la acción comunicativa no es una metateoría, sino el principio de una teoría de la sociedad que se esfuerza por dar razón de los cánones críticos de que hace uso. (Habermas, 1987: 9) Salvando las distancias, podríamos decir que Habermas busca para su teoría de la sociedad un principio similar al que buscaba Descartes para asentar su filosofía, esto es un principio «indudable» sobre el que poder construir el conocimiento del que esa teoría formaría parte. Siguiendo con esta analogía, y anticipando algunas de las ideas que luego desarrollaré, se podría decir que el principio propuesto por Habermas es un principio «dialógico» frente al principio «monológico» propuesto por Descartes. Para el filosofo francés, «pienso, luego existo», es un principio que permite reconocer una verdad absoluta, de la que resulta imposible dudar. Para Habermas, el principio podría ser formulado así: «nos comunicamos, luego nos entendemos». En este segundo caso, el sujeto epistemológico es un «sujeto plural» y su verdad esencial es la intención sincera de comunicarse, pues sólo de esa forma puede confiar en entender(se).
La experiencia cartesiana de una incertidumbre personal que no encuentra reposo en ninguna idea indudable, deja su paso a una idea que resulta indudable: la existencia de una persona que cargada de dudas, piensa. La experiencia habermasiana, no es individual, sino colectiva: las personas, pese a todas las dificultades, logran entenderse y esto es posible por que ajustan su entendimiento a ciertas condiciones, aunque sea inconscientemente. Serán, por tanto, las condiciones que hacen posible el entendimiento en la vida cotidiana las que podrán servir de base para construir cualquier forma de saber.
El hablante pretende, pues, verdad para los enunciados o para las presuposiciones de existencia, rectitud para las acciones legítimamente reguladas y para el contexto normativo de éstas, y veracidad para la manifestación de sus vivencias subjetivas. No es difícil reconocer aquí las tres relaciones actor/mundo que en los conceptos de acción analizados hasta ahora eran supuestas por el científico social y que con el concepto de acción comunicativa quedan adscritas a la perspectiva de los propios hablantes y oyentes. Son los propios actores los que buscan un consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y de veracidad, es decir, a criterios de ajuste o desajuste entre los actos de habla, por un lado, y los tres mundos con que el actor contrae relaciones con su manifestación, por el otro. (Idem, 144) Volviendo a la valoración que Habermas hace de su teoría tiene mucho interés, para las ideas que aquí estoy desarrollando, poner de manifiesto las diferencias entre una metateoría y un principio sobre el que asentar una teoría. Tal y como yo lo veo, una metateoría supondría que el fundamento propuesto, podría servir de base para cualquier teoría que pueda ser desarrollada dentro de un determinado campo disciplinar, o lo que es lo mismo una metateoría es lo que permite definir las condiciones básicas que hace posible un campo disciplinar. En este sentido, la Teoría Positivista, o la Teoría Crítica, pueden ser consideradas como metateorías, pero no así la Teoría de la Acción Comunicativa, al menos no es esto lo que Habermas cree estar haciendo.
Resulta importante subrayar esta diferenciación entre metateoría y principio, por una sencilla, razón, Carr y Kemmis, hacen un uso metateórico de la Teoría de la Acción Comunicativa, esto supone que aceptan como fundamento del saber educativo las condiciones fijadas por la TAC, incluso antes de que esas condiciones hayan permitido fundamentar una teoría de la sociedad, que es para lo que fue formulada. Claro está que no deseo desautorizar este uso metateórico de un principio de alcance limitado, pero podemos convenir en que resulta arriesgado, sobre todo, porque puede producir un efecto indeseado: el aislamiento de los saberes educativos.
La búsqueda habermasiana del principio «constituyente» de una teoría de la sociedad, deja un sinnúmero de oportunidades para contemplar el funcionamiento del «método crítico»: la búsqueda del principio sólo puede llegar a buen término, analizando otros principios adoptados por diferentes teorías y probando sus posibilidades y sus limitaciones. La paciencia de cualquier lector de la obra de Haberrmas, se ve siempre recompensada por un saber casi enciclopédico que, mucho antes de llegar a ninguna conclusión, se considera obligado a dar a conocer todos los antecedentes a la solución propuesta. Estos antecedentes son tratados de una forma rigurosa, alejada de toda simplificación abusiva, siendo consciente, en todo momento de su valor: cada uno de ellos representa una posibilidad explorada, gracias a lo cual, se puede pensar en superar sus limitaciones.
Ahora bien, en esta búsqueda de un principio sobre el que asentar la teoría, no hay nada parecido a una dialéctica hegeliana, nada de tesis, antitesis y síntesis, nada de la ingenua creencia en que, sólo porque la propuesta final no tenga las mismas limitaciones que sus antecedentes, carece de limitaciones. Esta ingenuidad, tan extendida entre sus correligionarios, es algo que el propio Habermas no se permite, él es consciente de que su Teoría de la Acción Comunicativa también tiene limitaciones, de aquí que una y otra vez, vuelva sobre los antecedentes para tratar de reconocer esas limitaciones y tratar de superarlas.
Por cierto, no me parece irrelevante, mencionar que el propio Habermas parece muy alejado de la pretensión de constituir una «ciencia social crítica» asentada sobre las condiciones definidas por la Teoría de la Acción Comunicativa, por el contrario el asume todas las teorías precedentes y las considera constitutivas de una disciplina común: la sociología. Tengo la impresión de que su proyecto es mucho más concreto: definir una teoría de la sociedad siguiendo las condiciones que previamente ha hecho públicas y compartir con el resto de la comunidad tanto unas como otras con la legítima pretensión de que puedan llegar a convertirse en una parte del acervo común, lo cual supondría el reconocimiento de las posibilidades y limitaciones de las teorías y condiciones precedentes. Mucho me temo que las intención de Habermas no es crear una ciencia social crítica, como pretenden Carr y Kemmis11, sino contribuir a la configuración de una disciplina ya constituida: la Sociología.
Los efectos inmediatos del trabajo de Habermas sobre el campo disciplinar de la sociología son tan fuertes que han provocado un movimiento sísmico cuyas onda expansiva ha llegado a otros campos disciplinares.
Aceptar la TAC obliga a reconocer la imposibilidad de que ningún principio constituido del saber pueda adoptar la forma de un principio ontológico (naturaleza), ni la forma un principio transcendental (divinidad o razón universal).
Las teorías acerca de las ciencias experimentales modernas, ya se planteen en la línea del positivismo lógico, del racionalismo crítico, o del constructivismo metódico, presentan una pretensión de normatividad y a la vez universalista, que yo no puede venir respaldada por supuestos fundamentalistas de tipo ontológico o de tipo transcendental…. Y lo dicho de una forma de racionalidad cognitiva tan compleja como es la ciencia moderna, puede aplicarse también a otras figuras del espíritu objetivo, es decir, a las materializaciones de la racionalidad cognitivo-instrumental, de la práctico-moral, e incluso quizá también de la práctico-estética. (Habermas, 1987: 17) El principio, sobre el que Habermas se propone asentar su teoría de la sociedad y que la TAC desarrolla, es un principio pragmático: las condiciones para que un determinado conocimiento pueda ser aceptado como legitimo, son las mismas condiciones que hacen posible el entendimiento entre las personas. La búsqueda del entendimiento a través de la comunicación, tiene como telón de fondo el «mundo de la vida» de sus protagonistas y como condición necesaria «el reconocimiento intersub- jetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica». Las pretensiones de validez requeridas para desarrollar una acción comunicativa y alcanzar un adecuado entendimiento son tres: verdad, rectitud y veracidad. La pretensión de verdad se refiere a las manifestaciones, mientras que la rectitud se refiere a las acciones, y la veracidad se refiere a la relación entre las intenciones, las acciones y los pensamientos.
Estas mismas pretensiones definidas desde el punto de vista de un hablante se podría formular así: a) que lo hablado sea comprensible; b) que el hablante sea fiable; c) que la acción pretendida sea correcta por referencia a un contexto normativo vigente; y d) que la intención manifiesta del hablante sea, en efecto, la que él expresa.. Dadas estas condiciones, todo acto de entendimiento puede llegar a ser definido como parte de un «proceso cooperativo de interpretación que tiene como finalidad la obtención de definiciones de la situación que puedan ser intersubjetivamente reconocidas» (Habermas, 1987: 103).
El concepto de entendimiento (Verständigung) remite a un acuerdo racionalmente motivado alanzado entre los participantes, que se mide por pretensiones de válidez susceptibles de crítica. Las pretensiones de validez (verdad proposicional, rectitud normativa y veracidad expresiva) caracterizan diversas categorías de un saber que se encarna en manifestaciones o emisiones simbólicas. (Idem, 110) Llegamos así a la que, sin duda constituye una de las piezas fundamentales en la teoría de la acción comunicativa: la teoría de la argumentación (Toulmin, 1979). La teoría de la argumentación, junto con la teoría de los tres mundos de Kart Popper, (Popper, 1997)12 o la teoría cognitiva de Jean Piaget, junto a las teorías clásicas de sociólogos como Max Weber, han aportado las piezas sobre las que se ha construido la Teoría de la Acción Comunicativa.
Llamo argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de argumentos. Una argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistematica con la pretensión de validez de la manifestación o emisión problematizadas.
La fuerza de una argumentación se mide en un contexto dado por la pertinencia de las razones. Esta se pone de manifiesto, entre otras cosas, en si la argumentación es capaz de convencer a los participantes en un discurso, esto es, en si es capaz de motivarlos a la aceptación de la pretensión de validez en litigio.
La argumentación hace posible que un comportamiento pueda ser considerado racional ya sea en la búsqueda de conocimiento, como en el desarrollo de una acción, en la emisión de un juicio, o en la expresión de una idea. La argumentación alcanza esa cualidad por su conjunción entre manifestaciones y pretensiones de validez. La teoría de la argumentación, como expresión de una lógica informal, desplaza y sustituye a la «lógica formal», que el positivismo lógico había situado como una de las columnas centrales del edificio de la ciencia y de la razón humana.
La lógica de la argumentación no se refiere, como la formal, a relaciones de inferencia entre unidades semáticas (oraciones), sino a relaciones internas, también de tipo no deductivo, entre las unidades pragmáticas (actos de habla) de que se componen los argumentos. (Habermas, 1987: 43) La argumentación, que Habermas sitúa en la base de la racionalidad dado que permite el reconocimiento de las pretensiones de validez y la deliberación sobre las razones que sostienen a un determinado pensamiento o acción, forma parte de la «práctica comunicativa cotidiana » y hace posible la resolución cotidiana de los conflictos surgidos en la interpretación, la valoración, o la acción. La racionalidad de la argumentación se apoya única y exclusivamente en la fuerza de las razones. La argumentación, a diferencia de la demostración o la explicación, persigue el reconocimiento y el acuerdo sobre las pretensiones válidez y con ello de los fundamentos mismos del conocimiento.
La racionalidad inmanente a la práctica comunicativa cotidiana remite, pues, a la práctica de la argumentación como instancia de apelación que permite proseguir la acción comunicativa con otros medios cuando se produce un desacuerdo que ya no puede ser absorbido por las rutinas cotidianas y que, sin embargo, tampoco puede ser decidido por el empleo directo, o por el uso estratégio del poder.(Idem, 36).
Hasta aquí la breve exposición de la teoría habermasiana siendo consciente de sus limitaciones, por ejemplo he dejado de exponer su concepción sobre la relación entre mundo de vida y sistema, puede resultar suficiente para considerar razonables las conclusiones que ahora voy a exponer.
8 La Teoría de la Acción Comunicativa se considera generalmente como una expresión actualizada de la Teoría Crítica, sin embargo, el propio Habermas discrepa de algunos de los principios que asumieron los creadores de la Escuela de Franfurt. De hecho, Habermas considera su proyecto intelectual como un proyecto «ilustrado», mientras que buena parte de la Teoría Crítica estuvo dirigido a evidenciar las «patologías» de la ilustración. La intención emancipatoria o liberadora de ambas teorías es, probablemente, el principio compartido más evidente.
9 Siguiendo un modo de proceder heredado de sus grandes maestros de la Escuela de Frankfurt, Habermas se ha mostrado interesado por campos disciplinares como la Teoría Moral, Filosofía del Derecho, Teoría Sociológica, Ciencia Política, etc. En todos ellos ha sabido encontrar elementos para configurar su propio estilo de pensamiento y a muchos de ellos ha contribuido con aportaciones de gran valor.
10 Habermas deriva el concepto de acción comunicativa de los diversos tipos de acción que distinguió Max Weber (racional, orientada por valores, afectiva y acción tradicional). Al redefinir los tipos weberianos, coloca frente a la acción instrumental la acción comunicativa como una relación interpersonal lingüística que busca el mutuo entendimiento y el consenso.
11 En honor a la verdad debo reconocer que en algún momento Habermas formuló la posibilidad de una «ciencia social crítica» (Habermas, 1982), pero ese proyecto fue abandonado en el mismo momento en que se inicio la formulación de la TAC.
12 La teoría de los tres mundos formuladad por Kart Popper afirma la existencia de tres niveles de realidad, o de tres mundos, cada uno de los cuales es irreductible al anterior: el mundo de los objetos o estados físicos, llamado mundo 1; el mundo de los estados de conciencia o disposiciones de comportamiento para la acción, o mundo 2; finalmente el mundo de los contenidos de los pensamientos objetivos como productos del espíritu humano, o mundo 3. Esta teoría es utilizada, en parte, por Habermas para construir su concepto de «mundo de vida». Esta teoría fue presentada por su autor en el Tercer Congreso Internacional de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia (Ámsterdam, 1976) como parte de una ponencia titulada «Epistemology without a knowing subject », que luego fue incorporada a su libro Conocimiento Objetivo (1972).
* José Moya Otero: Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
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