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viernes, 24 de febrero de 2012

La escuela pública recreada por el cine argentino

Autoras/es: María Mercedes Rementería
(Fecha original del artículo: Febrero 2012)

    El cine, a través de los años, logró constituirse en uno de los productos culturales más importantes a nivel mundial. Si bien la expansión de la televisión, con una masividad y cotidianeidad, lo relegó a un segundo plano en el consumo de la gente, no se le puede negar su impronta social y su valoración cultural.
   En este artículo se analizará la construcción simbólica que el cine hace de la escuela pública argentina. Cómo éste recrea a sus docentes, alumnos y familias.

   Es importante partir de la base que “entre la realidad y la representación el cine tiene la capacidad de comunicar momentos históricos, sensaciones, sentimientos y formas de vivir. Pero, sobre todo, el cine, como proceso de comunicación, crea y recrea los contextos en los que existe; se apropia de los discursos que circulan por la sociedad y los reelabora y produce algo nuevo” como sostiene Mariana Bernal en  “La educación fuera de foco. Una mirada sobre la educación pública desde el cine de ficción argentino entre 1960 y 1990”.
   Pues bien, a lo largo de su historia el cine nacional utilizó en varias oportunidades la escuela como eje de sus argumentos. Podemos citar películas como Hay que educar a Niní (1940), Quinto año nacional (1960) y El profesor hippie (1969) entre otras.
   En relación con los distintos momentos histórico-sociales donde se produjeron esas películas y el género al que pertenecen se pueden observar desplazamientos en la construcción de los espacios y los personajes.
   En esta oportunidad nos circunscribiremos a “Jacinta  Pichimahuida se enamora” de 1977 para observar cómo se construyó la imagen de la escuela y sus integrantes en pleno régimen militar.
   Jacinta es uno de los personajes más populares dentro de las historias escolares representadas por los medios de comunicación, de ahí el por qué de su elección.


Jacinta Pichimahuida se enamora:

   La película fue estrenada el 6 de enero de 1977 en los cines argentinos. Jacinta Pichimahuida es un personaje creado por Abel Santa Cruz que hizo su aparición en la década del treinta en la radio y luego tuvo varias versiones cinematográficas y televisivas.
   En esta oportunidad el popular personaje fue interpretado por María de los Ángeles Medrano y la acompañaron en el reparto Jorge Martínez y Carlos Pamplona, entre otros. La dirección estuvo a cargo de Enrique Cahen Salaberry.
   La historia comienza cuando Jacinta llega a una escuela pública a cubrir una suplencia. En un principio cree que se trata de primer grado pero la directora la corrige explicando que le tocará estar al frente de séptimo grado. Esto representa todo un desafío para ella que hasta el momento tenía experiencia con los grados más chicos.
   Ella se presenta ante la clase con su cara angelical, su pelo rubio prolijamente peinado y con su voz angelical. A partir de allí se inicia un recorrido donde busca llegar a los chicos y enseñarles a través del amor, la comprensión y la paciencia. Esa misma actitud la toma para tratar con los padres de los alumnos.
   En cuanto a los chicos, la película muestra una gran abanico de personajes: la chica rica y soberbia, el nene pobre y negro, el chico gordito con problemas de aprendizaje, la nena gorda que prioriza la comida a cualquier otra cosa, los revoltosos, la chica tímida con problemas en su casa.
   A las demandas de todos esos chicos la maestra responde y satisface. Pero va más allá de solucionar problemas de aprendizaje y conducta, interviene en la vida familiar de los chicos, aconseja a los padres, soluciona la falta de comunicación, busca que la paz y la armonía reinen en el aula y en las casas.
   Las escenas familiares se desarrollan generalmente en la mesa. La mesa en el cine argentino “opera como lugar simbólico de la familia y como índice para la comparación de los distintos modelos familiares”, sostiene Diana Paladino en “Cine argentino: representaciones de la autoridad escolar en la relación adulto-adolescente”
   En la historia Jacinta tiene  un novio que estudia en la Universidad, al que arrastra a su mundo de la escuela, los niños y sus familias. Él le sirve de sostén, la contiene, la acompaña en sus andanzas y soporta sin protestas quedar en segundo lugar ante los requerimientos de “sus chicos”. Ambos constituyen la pareja “ideal”: jóvenes, lindos, educados, voluntariosos y llenos de amor para dar.
   La película fue estrenada a meses de instaurarse el Proceso de Reorganización Nacional y como todas las películas de la época se trato de un argumento apolítico, sin implicancias sociales. Si muestra problemas de pobreza o trabajo lo hace como casos individuales con soluciones individuales.
   En cuanto a su desempeño en la escuela, al igual que todas las anteriores y posteriores versiones de Jacinta Pichimahuida, se refleja una imagen del  docente que coincide con las primeras concepciones del rol del maestro: un papel apostólico, que debe ser ejemplo de sus alumnos y su familia, de buena presencia, con gran vocación, con el objetivo de homogeneizar a su curso y borrar diferencias de lenguajes y de clases sociales.
  Ninguna actitud combativa tiene Jacinta, ni una queja por la situación docente o por las deficiencias de la educación pública (que para ese entonces se estaban cuestionando en la sociedad).
   Los alumnos constituyen “sujetos pedagógicos inmutables” (concepto que utiliza Paladino para caracterizar la construcción que se hace de los alumnos en distintos filmes) no son chicos típicos de la época, sino que recrean una imagen de  niños atemporales.
    Finalmente hay que resaltar que en la escuela de Jacinta todo es color de rosa o termina siéndolo.



Reflexiones:

   El cine es un elemento interesante para el análisis ya que tiene una especial consideración y llegada dentro de nuestra cultura.
   En el tiempo de las industrias culturales lo que el cine tenga para mostrar también sirve para explicar qué y cómo vive, piensa y ve la sociedad.
    Se puede decir que las industrias culturales -el cine en este caso- proponen una realidad virtual. “La realidad es virtual justamente porque simula el mundo, representa el mundo” como afirma Ismar de Oliveira Soares en “La gestión de la comunicación en el espacio educativo (O los desafíos de la Era de la Información al sistema educativo)”. Los mensajes, las temáticas y las representaciones que realiza no están ajenos a la cultura y la sociedad donde se generan. “El texto audiovisual es un proceso de producción y a la vez de reconocimiento de fenómenos sociales, donde se da una apropiación y reelaboración de discursos que circulan socialmente” (Mariana Bernal).
   Ismar de Oliveira Soares sostiene que “García Canclini reconoce, acompañando recientes investigaciones, que los medios de comunicación no son autónomos en la construcción de sus mensajes, sino que dependen esencialmente de las propias manifestaciones de la cultura. El éxito del género ‘telenovela’ ha sido garantizado justamente por el poder de apropiación, por parte de la industria cultural, de aspectos de la cultura popular singular y local”.
   La historia novelesca y color de rosa de la maestra dedicada a sus alumnos y a su escuela es una historia que ha sido apropiada popularmente en nuestro país. Tal es así que como se dijo anteriormente la vida de Jacinta Pichimahuida  nació en la radio en los años treinta pero se recreó en la televisión y en el cine en otras décadas.
   Ahora bien, se puede pensar que  “la televisión y el cine, en general, han representado a la educación porque la han podido convertir en espectáculo, el cual implica una gran dosis de fascinación, conflicto, sentimentalismo y pasión” (Mariana Bernal).
    La escuela es un tema cotidiano, que implica reflexión y preocupación en los argentinos, por eso el cine la encuentra como una fuente rica para contar historias.
   Aun así hay que tener en cuenta que aunque socialmente se ha ido cambiando la concepción y valoración de la escuela y la educación pública “en gran parte de la filmografía se manifiesta la imagen de una escuela congelada en el tiempo, una enseñanza enciplopedista, conductista, con una maestra más preocupada por el orden que por la formación y la enseñanza. En estos casos el relato suele ser invadido de estereotipos y lugares comunes en torno a la educación pública y sus actores sociales” (Mariana Bernal).
   Por eso la Jacinta de la radio en los treinta, la del cine del sesenta y setenta y la de la televisión en los ochenta no difieren a grandes rasgos.

Bibliografia:
 
BERNAL, M. (2003) «La educación fuera de foco. Una mirada sobre la educación pública desde el cine de ficción argentino entre 1960 y 1990», en CARLI, S (comp.) Estudios sobre la comunicación, educación y cultura. Una mirada a las transformaciones recientes en la Argentina. Stella- La Crujia, Buenos Aires.

2 comentarios:

Mariana Bernal dijo...

Hola, soy Mariana Bernal.Casualmente me encontré con esta entrada al que hacés referencia a un artículo que yo escribí y que está dentro del libro compilado por Carli. Me alegra que te haya servido la lectura de mi texto. Te pido, que por favor indiques los datos bibliográficos del libro de Stella/La Crujía. Saludos. Mariana

Stella Maris Torre dijo...

Ya está subsanado nuestro olvido. Disculpas y cariños