Autoras/es: Agustín Adúriz Bravo, María Laura Eder*
(Fecha original del artículo: s/d) LA DIDÁCTICA COMO DISCIPLINA SOCIAL
Se plantea que la didáctica se inscribe en el ámbito de las ciencias sociales4 (Camilloni, 1994). Señalemos, entonces, algunos elementos que caracterizan a estas ciencias.
Históricamente las ciencias sociales nacen como tales, aproximadamente en el siglo XVIII, cuando se hace evidente que la sociedad y la vida de los hombres en ésta no evolucionaba tan naturalmente como se pensaba; se da una crisis en la aparente claridad existente en cuanto a las ciencias, dado que existían aquellas que determinaban tajan-tomento normas y procesos metodológicos sobre los estudios de las ciencias naturales, los cuales podrían ser traspolados a las incipientes “ciencias”, en tanto que si no eran observadas desde ese marco científico no se podía hablar de ciencia en éstas. (...)
Históricamente las ciencias sociales nacen como tales, aproximadamente en el siglo XVIII, cuando se hace evidente que la sociedad y la vida de los hombres en ésta no evolucionaba tan naturalmente como se pensaba; se da una crisis en la aparente claridad existente en cuanto a las ciencias, dado que existían aquellas que determinaban tajan-tomento normas y procesos metodológicos sobre los estudios de las ciencias naturales, los cuales podrían ser traspolados a las incipientes “ciencias”, en tanto que si no eran observadas desde ese marco científico no se podía hablar de ciencia en éstas. (...)
[P]ara salvar su estatus de científicas, las ciencias sociales desde un marco positivista estudian sus fenómenos y hechos como cosas naturales, que se pueden estudiar e interpretar y conocer separadas de otros hechos, sin tomar en cuenta que los hechos sociales no son cosas estáticas y naturales sino que éstos son creados por los hombres en las relaciones sociales, en donde lo más difícil de comprobar, en sí, es la objetividad del hecho, dado que cada postura sobre la realidad concibe como objetivo y subjetivo diferentes elementos. (Mata García, 1997: 124 y 126).
Popkewitz (1994), por otro lado, plantea desde una mirada histórica el surgimiento de las ciencias sociales en la universidad, para satisfacer la demanda que hacía el estado de conocimientos de los procesos y organizaciones sociales sobre los que podría influir la intervención estatal. Durante la era progresista (nos ubicamos a mediados del siglo XIX, en los EEUU) “el crédito del nuevo experto profesional consistía en un saber basado exclusivamente en las reglas de la lógica y en la referencia a lo empírico, en vez de en la categoría social de quien hablara o en la autoridad de Dios” (p. 94).
Los primeros investigadores que se autodenominaron científicos sociales procedían de diversos medios profesionales y carecían de una formación superior específica o de “métodos” que los apoyasen, aparte de la creencia compartida de que el objetivo de las ciencias sociales consistía en dirigir la mejora social a través de una acción estatal más directa. Así: Cuando tas Ciencias Sociales se organizaron en torno a asociaciones de disciplinas profesionales, surgieron intensos debates sobre el papel de los científicos sociales en los procesos de mejora social. Algunos vincularon su maestría profesional con la ética social, convencidos de que había que relacionar las obligaciones sociales del cristianismo con las condiciones de la clase trabajadora. (...) Otros científicos sociales (...) abogaban por un enfoque que integrase las cuestiones sociales, económicas y culturales en el estudio de las instituciones. No obstante, con el paso del tiempo, la orientación de corte activista perdió vigencia, quedando en situación marginal. La mayoría de las organizaciones profesionales adoptaron la postura de que los científicos debían ser observadores desinteresados y de que el conocimiento científico era neutral respecto al mundo de la política y de los valores sociales. El saber de la ciencia social sería útil para la acción política, orientando la administración y la evaluación de las acciones sociales, pero no tenía que tomar partido. (Popkewitz, 1994: 102 y 103) Ubiquémonos ahora desde la perspectiva de Habermas para considerar este punto.
Jürgen Habermas (1988) argumenta que diferentes formas de ciencia no sólo emplean distintos modos de razonamiento (como planteaba ya Aristóteles), sino que sirven a diferentes clases de intereses mediante el conocimiento creativo o constitutivo.
Carr (1990) caracteriza así el pensamiento de Habermas: La ciencia empírico-analítica (...) empleaba la clase de razonamiento técnico identificado por Aristóteles; reconociendo su instrumental, su carácter de fines-medios, describió esta forma de ciencia como guiada por un interés técnico. Las ciencias hermenéuticas, en cambio (...) empleaban lo que Aristóteles describía como modos prácticos de razonamiento; de ahí que Habermas las describiera como guiadas por un interés práctico constitutivo de saber, un interés en guiar, informar y educar a los lectores interpretando el mundo y nuestras maneras de entenderlo, desfilando experiencia y suministrando ejemplos de las consecuencias históricas de actuar de una manera o de otra (correcta o incorrectamente) bajo circunstancias históricas diferentes.
(p. 26; subrayado en el original) Habermas desarrolla además un tercer tipo de interés, el interés emancipatorio. Este es el que caracteriza las acciones y prácticas de los científicos sociales que trabajan en función de la racionalidad, la justicia y la libertad. La ciencia social crítica de Habermas no es entonces simplemente una teoría que aspira a demostrar relaciones entre pensamiento y acción en los individuos, es una clase de teoría social que aspira a la crítica ideológica, la organización de la ilustración en grupos sociales y sociedades, y la organización de la acción social y política para mejorar el mundo.
Ahora bien, ¿qué relación existe entre estos tres tipos de ciencia y sus derivaciones? En el caso de las ciencias empírico-analíticas, la posibilidad de su utilización técnica se deduce de las reglas según las cuales aplicamos teorías a la realidad. El interés práctico que guía las ciencias hermenéuticas o interpretativas genera conocimiento en forma de entendimiento interpretativo, capaz de informar y guiar el juicio práctico. La ciencia social crítica, por su parte, “se orienta hacia la capacitación de las personas a través de la retrospección para que se conozcan a sí mismas y a las situaciones por las que discurre su vida y, de esta forma, traer a la conciencia un proceso de formación social que establezca, a su vez, las condiciones en que debe desarrollarse el discurso práctico en el sentido de acción prudente” (Pla i Molins, 1993: 63).
Esta postura nos plantea así un nuevo eje de discusión: no se trata de dicotomizar las ciencias (y, consecuentemente, las prácticas que de ellas se derivan) en sociales y naturales, sino de reconocer el interés constitutivo que subyace a cada ciencia. Una misma ciencia social puede constituirse desde diferentes intereses.
Popkewitz (1994), por otro lado, plantea desde una mirada histórica el surgimiento de las ciencias sociales en la universidad, para satisfacer la demanda que hacía el estado de conocimientos de los procesos y organizaciones sociales sobre los que podría influir la intervención estatal. Durante la era progresista (nos ubicamos a mediados del siglo XIX, en los EEUU) “el crédito del nuevo experto profesional consistía en un saber basado exclusivamente en las reglas de la lógica y en la referencia a lo empírico, en vez de en la categoría social de quien hablara o en la autoridad de Dios” (p. 94).
Los primeros investigadores que se autodenominaron científicos sociales procedían de diversos medios profesionales y carecían de una formación superior específica o de “métodos” que los apoyasen, aparte de la creencia compartida de que el objetivo de las ciencias sociales consistía en dirigir la mejora social a través de una acción estatal más directa. Así: Cuando tas Ciencias Sociales se organizaron en torno a asociaciones de disciplinas profesionales, surgieron intensos debates sobre el papel de los científicos sociales en los procesos de mejora social. Algunos vincularon su maestría profesional con la ética social, convencidos de que había que relacionar las obligaciones sociales del cristianismo con las condiciones de la clase trabajadora. (...) Otros científicos sociales (...) abogaban por un enfoque que integrase las cuestiones sociales, económicas y culturales en el estudio de las instituciones. No obstante, con el paso del tiempo, la orientación de corte activista perdió vigencia, quedando en situación marginal. La mayoría de las organizaciones profesionales adoptaron la postura de que los científicos debían ser observadores desinteresados y de que el conocimiento científico era neutral respecto al mundo de la política y de los valores sociales. El saber de la ciencia social sería útil para la acción política, orientando la administración y la evaluación de las acciones sociales, pero no tenía que tomar partido. (Popkewitz, 1994: 102 y 103) Ubiquémonos ahora desde la perspectiva de Habermas para considerar este punto.
Jürgen Habermas (1988) argumenta que diferentes formas de ciencia no sólo emplean distintos modos de razonamiento (como planteaba ya Aristóteles), sino que sirven a diferentes clases de intereses mediante el conocimiento creativo o constitutivo.
Carr (1990) caracteriza así el pensamiento de Habermas: La ciencia empírico-analítica (...) empleaba la clase de razonamiento técnico identificado por Aristóteles; reconociendo su instrumental, su carácter de fines-medios, describió esta forma de ciencia como guiada por un interés técnico. Las ciencias hermenéuticas, en cambio (...) empleaban lo que Aristóteles describía como modos prácticos de razonamiento; de ahí que Habermas las describiera como guiadas por un interés práctico constitutivo de saber, un interés en guiar, informar y educar a los lectores interpretando el mundo y nuestras maneras de entenderlo, desfilando experiencia y suministrando ejemplos de las consecuencias históricas de actuar de una manera o de otra (correcta o incorrectamente) bajo circunstancias históricas diferentes.
(p. 26; subrayado en el original) Habermas desarrolla además un tercer tipo de interés, el interés emancipatorio. Este es el que caracteriza las acciones y prácticas de los científicos sociales que trabajan en función de la racionalidad, la justicia y la libertad. La ciencia social crítica de Habermas no es entonces simplemente una teoría que aspira a demostrar relaciones entre pensamiento y acción en los individuos, es una clase de teoría social que aspira a la crítica ideológica, la organización de la ilustración en grupos sociales y sociedades, y la organización de la acción social y política para mejorar el mundo.
Ahora bien, ¿qué relación existe entre estos tres tipos de ciencia y sus derivaciones? En el caso de las ciencias empírico-analíticas, la posibilidad de su utilización técnica se deduce de las reglas según las cuales aplicamos teorías a la realidad. El interés práctico que guía las ciencias hermenéuticas o interpretativas genera conocimiento en forma de entendimiento interpretativo, capaz de informar y guiar el juicio práctico. La ciencia social crítica, por su parte, “se orienta hacia la capacitación de las personas a través de la retrospección para que se conozcan a sí mismas y a las situaciones por las que discurre su vida y, de esta forma, traer a la conciencia un proceso de formación social que establezca, a su vez, las condiciones en que debe desarrollarse el discurso práctico en el sentido de acción prudente” (Pla i Molins, 1993: 63).
Esta postura nos plantea así un nuevo eje de discusión: no se trata de dicotomizar las ciencias (y, consecuentemente, las prácticas que de ellas se derivan) en sociales y naturales, sino de reconocer el interés constitutivo que subyace a cada ciencia. Una misma ciencia social puede constituirse desde diferentes intereses.
* Centro de Formación e Investigación en Enseñanza de las Ciencias. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Universidad de Buenos Aires, aula 14, pabellón 2, Ciudad Universitaria. (1428) Buenos Aires, Argentina, e-mail (primer autor): mleder @filo.uba.ar
4 Algunos autores identifican la didáctica (general) con una ciencia social. Otros (cf. Adúriz Bravo, 1999), hablan de la didáctica como una disciplina científica social, rama de una ciencia, que seria la pedagogía o ciencia de la educación.
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