Autoras/es: R. Gagliano, A. Puiggrós, M. Southwell
La verdad, la verdad... ¿Friedman no es más simpático? ¡Andá a encontrar una imagen de Sarmiento sonriendo! |
En los años de formación del pensamiento de Domingo F. Sarmiento[1] estuvo presente la figura de un puritano de ley del siglo dieciocho norteamericano: Benjamín Franklin. En carta a Juan B.Alberdi[2], fechada en San Juan, Argentina, el 6 de julio de 1838, Sarmiento imagina la vida de Franklin, suponiendo al mismo tiempo la propia, en clave del imperativo: “ ...robar al cielo el rayo y a los tiranos el cetro”. [3]
En la incompletud de su propia formación académica - que Sarmiento siempre lamenta -, tal vez resignificada como recurso retórico, está su misma fortaleza y originalidad. Le confiesa a Alberdi en la citada carta:
“ En cuanto a la gloriosa tarea que se proponen los jóvenes de ese país y que Ud. me indica, de dar una marcha peculiar y nacional a nuestra literatura, lo creo indispensable, necesario y posible. ... Cuando como yo, no ha podido un joven recibir una educación regular y sistematizada, cuando no se han bebido ciertas doctrinas a que uno se adhiere por creerlas incontestables, cuando se ha tenido desde muy temprano el penoso trabajo de discernir, de escoger por decirlo así, los principios que debían formar su educación, se adquiere una especie de independencia, de insubordinación, que hace que no respetemos mucho lo que la preocupación y el tiempo han sancionado...”
Es posible pensar que Sarmiento ingresa al mundo del pensamiento jurídico, pedagógico y científico norteamericano, en sus dos largas permanencias en el país del norte, con el fondo de la lectura preferencial de la Autobiografía de Benjamín Franklin. Le dice al presidente Andrew Jackson cuando es recibido como diplomático argentino el 9 de noviembre de 1865:
“ A los nombres de Washington, Franklin y Lincoln se agrega hoy el de Horace Mann, tanto en la veneración de nuestros pueblos como en el propósito de aprovechar las lecciones que han dejado a la humanidad”.
Para alguien nacido en la periferia de un mundo impregnado por los valores del Antiguo Régimen, como Sarmiento, con su conocimiento de otros horizontes culturales, entran a colisionar dos tipos de tradiciones. Desde la tradición cristiana, el pobre es el símbolo de Cristo y la salvación se asimila con la pobreza; esa es la tradición evangélica en la cultura católica. En cambio, en el mundo anglosajón, con la emergencia del liberalismo económico, la pobreza entendida como fracaso económico, remite a la falta constitutiva del sujeto, esto es, al pecado. Por lo tanto, la inversión puritana-liberal es la siguiente: la pobreza es pecado; la riqueza o el éxito económico está signado por la gracia (según el diccionario: dar gratuito de Dios que eleva sobrenaturalmente la criatura racional en orden a la bienaventuranza eterna). No obstante, la complejidad de ambos universos culturales tiene matices que inquietan al joven Sarmiento. Esto se expresa en la perplejidad que demuestra respecto al interrogante sobre la educación, saberes y valores que constituyeron la identidad de su madre, una mujer humilde, nacida en la Pcia. De San Juan, que está junto a la Cordillera de Los Andes, en la frontera con Chile. El historiador argentino Tulio Halperín Donghi da cuenta del fenómeno en su análisis del libro autobiográfico de Sarmiento, “Recuerdos de Provincia”:
Quería averiguar Sarmiento “quien había educado a su madre”, y la respuesta a esa pregunta la iba a encontrar en “ la historia de un hombre de Dios”, don José Castro, clérigo sanjuanino y autor de una “ reforma religiosa intentada en una provincia oscura, y donde aun se conserva en muchas almas privilegiadas. Esa reforma no fue tan solo religiosa: este “santo ascético”, adornado de “ la piedad de un cristiano de los mas bellos tiempos” era a su vez un filósofo, el tenor de cuyas platicas hace sospechar a Sarmiento que conocía “su siglo XVIII, su Rousseau, su Feijoo”. Mientras depuraba la vida devota de “practicas absurdas, cruentas y supersticiosas”, resistentes hasta entonces a la “sana razón”, Castro barría también con las creencias supersticiosas “perseguidas por el ridículo y la explicación paciente, científica, hecha desde la cátedra, de los fenómenos naturales que daban lugar a aquellos errores”. Su acción se extendió aun a otras esferas: “ acaso con el Emilio escondido bajo la sotana, enseñaba a las madres la manera de criar a los niños, las practicas que eran nocivas para la salud, la manera de cuidar a los enfermos, las preocupaciones que debían guardar las embarazadas. Los milagros de este santo eran los de la ciencia: cuando en una escena que evoca las resurrecciones referidas al Evangelio, ordenó levantarse a un magnate cuyos solemnes funerales estaba oficiando, fue porque confiaba en la certeza de las conclusiones que “sus conocimientos en el arte de curar” le sugirieron al examinar el rostro del supuesto cadáver. [4]
En Recuerdos de Provincia (especialmente en el capítulo“Mi educación”) Sarmiento se ve a sí mismo como un joven tendero de San Juan leyendo la autobiografía de Franklin. Obra y autor imprimen sobre el adolescente un paradigma de conducta en un mundo regido por las distinciones dicotómicas pobreza/riqueza discutidas en sede teológica y mundana.
“ Yo me sentía Franklin; y por qué no? Era yo pobrísimo como él, estudioso como él, y dándome maña y siguiendo sus huellas, podía un día llegar a formarme como él, y hacerme un lugar en las letras y en la política americana.” [5]
Leyendo a Franklin, Sarmiento viajó imaginariamente por el liberalismo norteamericano, en clave heroica, como prototipo del hombre científico, reformador político e inventor de ideas. Franklin fue un típico hijo de la educación puritana. Defensor de la prensa escrita, él mismo imprentero, participó en la creación de clubes y bibliotecas; creó un hospital y una compañía de seguros contra incendios; participó en las actividades de la masonería, de la que llegó a ser uno de sus principales dignatarios. Hasta 1772 creyó firmemente en las posibilidades de desarrollo de una América libre en el seno del Imperio Británico; pero a partir de ese momento comprendió que no podía ser a la vez súbdito leal del rey de Gran Bretaña y buen ciudadano norteamericano. Fue elegido diputado por el primer congreso norteamericano y redactó con Jefferson y John Adams, el manifiesto de la Declaración de Independencia de 1776.
La suerte y la persistencia hicieron que Sarmiento llegara a tomar contacto con el medio cultural y pedagógico de los herederos de Franklin. Durante el gobierno conservador populista de Juan Manuel de Rosas en la Argentina, los liberales fueron perseguidos y muchos tuvieron que exilarse. Sarmiento se radicó en Chile. En 1845 Manuel Montt, ministro de la segunda presidencia del chileno Manuel Bulnes, envió a su amigo Sarmiento a un viaje de estudios por Europa y EEUU con el objeto de estudiar los sistemas educativos y las políticas inmigratorias. Lo hizo para calmar a Juan Manuel de Rosas, que se quejaba de las actividades contestatarias del exiliado Sarmiento, y para buscar, simultáneamente, nuevas perspectivas para las políticas públicas chilenas. Es probable que cuando Sarmiento emprendió el viaje, ya tuviera algunos conceptos sobre las formaciones políticas y político-educativas europeas, pero sobre todo, había depositado su entusiasmo y admiración en las propuestas norteamericanas. Hombre de posiciones determinadas, Sarmiento rechazó la educación francesa, alemana, inglesa y rescató solamente algunos elementos de la reforma prusiana, por cierto la que más se asemejaba a los cambios que se estaban empezando a producir en los Estados Unidos. Estando en Londres, Sarmiento leyó el Seventh Annual Report del secretario del Board of Education of Massachusetts, Horace Mann. Se decidió a encontrar a Mann en Boston. Básicamente visitó las ciudades, que eran el asiento físico y simbólico de las ideas liberales que lo habían orientado al escribir su obra máxima, “Facundo”, en la cual atacaba duramente la herencia hispana y el atraso del sistema político de su país. Buscando ejemplos de experiencias políticas progresistas Sarmiento visitó Nueva York, Albany, Montreal, Quebec, Boston, Baltimore, Washington, Pittsburg, Nueva Orleans, entre otras ciudades. Las primeras impresiones de ese otro mundo calaron hondo en el viajero, estableciendo el sistema de diferencias que incorpora la radicalidad de la experiencia de lo nuevo:
Los Estados Unidos son una cosa sin modelo anterior, una especie de disparate que choca a la primera vista, y frustra la expectación pugnando contra las ideas recibidas, y no obstante este disparate inconcebible es grande y noble, sublime a veces, regular siempre... No es aquel cuerpo social un ser deforme, monstruo de las especies conocidas, sino como un animal nuevo producido por la creación política, extraño como aquellos megaterios cuyos huesos se presentan aun sobre la superficie de la tierra. De manera que para aprender a contemplarlo, es preciso antes educar el juicio propio, disimulando sus aparentes faltas orgánicas, a fin de apreciarlo en su propia índole...[6]
Sarmiento llamaba a Boston (la Meca de su viaje por los EEUU, residencia de Horace Mann y centro de la cultura y la educación norteamericanas), “la ciudad puritana, la Menfis de la civilización”. Esa ciudad, que visitó entre setiembre y octubre de 1847, simbolizaba para él, el ideal de la educación pública y del gobierno representativo.[7]. Las figuras del momento eran Henry David Thoreau (1817- 1862) y Ralph Waldo Emerson (1803-1882), filósofo y creador del transcendentalismo. Para ellos, el trabajo educativo crucial era el de cada individualidad forjándose a sí misma en la construcción de un carácter singular, sustantivo y democrático. Los Igualadores, como así mismos se denominaban, encarnaban los valores prometeicos del primer liberalismo, donde la autonomía moral alcanzada combatía las políticas de acumulación y enriquecimiento, asociadas al miedo y la explotación humanas. Es de destacarse ante el extremismo individualista del actual fundamentalismo de mercado , que Sarmiento descubrió que, desde estas posiciones radicalizadamente individualistas, (aunque en el caso de los Igualadores no intolerantes o amenazantes para otros), era imposible construir políticas públicas para los nuevos estados latinoamericanos.
Sarmiento estaba comprometido con el proyecto ilustrado de la educación popular, esto es, con la construcción republicana mediante la educación del conjunto de la ciudadanía, ya que no del pueblo. Su obra escrita y su actividad publica no tomaron a la personalidad individual como factor formativo de la educación publica, sino que ésta se vinculaba con la construcción de un colectivo alfabetizado incluido en las instituciones republicanas y el progreso nacional. Si bien Sarmiento conoció personalmente a Emerson en Concord, no trabó amistad con él y sólo lo vio como figura emblemática de la nueva república.[8]. Elementos pioneros de ese primer liberalismo igualador norteamericano perduran en múltiples enunciados del discurso sarmientino.
El clima de epoca
Cuando Sarmiento llegó por primera vez a los Estados Unidos era 1847, la época de las luchas contra el abolicionismo, la no-resistencia, el transcendentalismo, los falansterios fourieristas y el renacimiento de la educación popular, todos movimientos que surgían del despertar del sentimiento moral que había estado relegado durante el siglo anterior. Las luchas sociales y obreras tenían dimensiones educativas que se expresaban públicamente. Las reivindicaciones proletarias exigían redistribuir el conocimiento y hacerlo accesible al conjunto de la sociedad:
La injusta discriminación entre la educación del rico y la del pobre habían sido ya, hacia 1830, motivo de creciente condena. En ese año un comité de obreros de Filadelfia lanzó un manifiesto en que decía: “ El elemento original en todo despotismo está en el monopolio de la inteligencia y se asegura para el sector de los ricos y de los gobernantes, todas las ventajas que la educación proporciona. Ahora bien; si la existencia de un gobierno libre se basa en la voluntad del pueblo, síguese de ahí que el monopolio denunciado debe ser abolido y que todas las clases sociales deben gozar de iguales oportunidades para alcanzar iguales conocimientos.” [9] Es el mismo Mann, como hombre de su tiempo, que toma el desafío de responder a la universalización de los conocimientos humanos como la nueva fuente de riqueza disponible para todos e inagotable por su uso. Mann incorpora en el imaginario republicano, burgués y liberal al conjunto de los sujetos sociales, convocados por la impalpable fuerza del conocimiento:
"The main idea set forth in the creeds of some political reformers, or revolutionizers, is that some people are poor because others are rich. This idea supposes a fixed amount of property in the community, which, by fraud or force, ( or arbitrary law, is unequally divided among men; and the problem presented for solution is, how to transfer a portion of this property form those who are supposed to have too much, to those who feel and know that they have too little. At this point, both their theory and their expectation of reform stop. But the beneficent power of education would not be exhausted, even though it should peaceable and squalid want. It has a higher function. Beyond the power of diffusing old wealth, it has the prerogative of creating new. It is a thousand times more lucrative than fraud; and adds a thousandfold more to a nation’s resources than the most successful conquests. Knaves and robbers can obtain only what was before possessed by others. But education creates or develops new treasures, -treasures not before possessed or dreamed of by any one..."[10]
En esos años se habían fundado el Club Trascendental y el Consejo de Educación de Massachusetts.[11] Una ola progresista recorría ese Estado. Allí se estaba produciendo el mayor proceso de urbanización del país, con la sola excepción de Rhode Island, y cambios socio culturales que posibilitaron la presentación de ideas como las de Horace Mann y la experimentación de un modelo educativo progresista. Según un autor [12]: “Horace Mann aparece en la escena en este interesante momento de enlace, cuando el nuevo material y las condiciones sociales permiten dar a la educación elemental una forma nueva, y figurará siempre en la historia como el representante de la escuela urbana”.
Sarmiento pasó dos días junto a Horace y Miss. Mary Mann, quien oficiaba de traductora pues ni Sarmiento sabía inglés ni Mann hablaba español. Mann le facilitó también gran cantidad de documentación, como informes y cartas de docentes y Sarmiento se entusiasmó porque comenzó a encontrar respuestas a preguntas que habían quedado insatisfechas en su viaje a Europa. No se había sentido cómodo con la rigidez y verticalidad del sistema escolar francés: demasiado academicista y literario para la urgencia de un país que necesitaba, según su idea, superar la herencia feudal hispánico-árabe. Tampoco se contentó con la educación inglesa. Solamente Prusia, que por entonces poseía el sistema escolar más avanzado de Occidente, le pareció una experiencia digna de ser considerada. En Estados Unidos, en cambio, Sarmiento se encandiló con lo que interpretó como un espíritu liberal emancipado de todo pasado tradicionalista en materia de cultura, capaz de vincular las ansias de participación popular con la sistematización de la enseñanza. Algún elemento de la propuesta más radicalizada de los Estados Unidos coincidió con sus expectativas al leer el séptimo informe de Horace Mann y no fue suficiente el equilibrado balance de las experiencias europeas, que hace Mann en ese mismo informe[13], para que Sarmiento las revalorizara.
Sarmiento y los Estados Unidos
Sarmiento no se vinculó con el modelo de desarrollo estadounidense sumisamente, sino buscando claves que sirvieran a la solución de algunos determinados problemas de su país, que lo obsesionaban.[14] Siguió rutas que lo llevaron a construirse una idea del papel de la sociedad y del Estado en relación con el potencial progreso argentino. Ese ejercicio requirió negar una buena parte de la compleja situación social estadounidense de la época y leer los conflictos en clave optimista. Verdaderamente, las protestas sociales vinculadas con el desarrollo industrial y la concentración creciente de la riqueza, los conflictos derivados de la expansión hacia el oeste y de la inmigración europea e incluso los emergentes problemas que derivarían años después en la Guerra de Secesión, leídos desde la distancia que tenía el observador externo, podían interpretarse como episodios transitorios de una sociedad cuyo ascenso era muy probable. Un alma exaltada como la de Sarmiento leía la probabilidad como un hecho. Las voces de las diferentes tradiciones que lo habitaban se canalizaban con acento mayestático a la hora de santificar a los Estados Unidos como tierra promisoria y redención humanas:
"País de Cucaña!, diría un francés. La ínsula Barataria!, apuntaría un español. Imbéciles! Son los Estados Unidos, tal cual los ha formado Dios, y jurara que al crear este pedazo de mundo, se sabía muy bien Él, que allá por el siglo XIX, los desechos de su pobre humanidad pisoteada en otras partes, esclavizada o muriéndose de hambre a fin de que huelguen los pocos, vendrían a reunirse aquí, desenvolverse sin obstáculo, engrandecerse y vengar con su ejemplo a la especie humana de tantos siglos de tutela leonina y de sufrimientos."[15]
El procedimiento selectivo de los temas de su interés, tuvo sus ventajas porque permitió a Sarmiento penetrar en profundidad los avances progresistas en educación. Pero le impidió meterse en el calor de los conflictos sociales que preocupaban a los pedagogos progresistas y comprender que el sujeto del reformismo de Horace Mann era tan complejo como aquel que él mismo debía enfrentar en su país natal[16]. No vio, pues, al "pueblo norteamericano" de Horace Mann sino solamente a las ideas educacionales de quien sería desde entonces su mentor. Esta producción metonímica de sentido tuvo en Sarmiento consecuencias políticas en su propia tierra.
Un elemento que debe analizarse es el impacto que produjo en Sarmiento el concepto de “lo público” leído en el contexto del pensamiento de los intelectuales y políticos de Massachusetts, y la reconstrucción que realiza para el territorio argentino. ¿Qué elementos componen esa reconstrucción y cómo se ordenan?. ¿Cuál es la razón por la cual Sarmiento escinde de la categoría "pueblo" a los indígenas, desprecia a los latinoamericanos, mientras Mann incluye al universo en su idea? Los hombres polvorientos del oeste, los obreros en huelga, la marginalidad en las ciudades norteamericanas, las minorías raciales, no fueron considerados comparables con el gaucho de las pampas y el inmigrante del sur de Europa. Sarmiento ubicó a estos últimos en la misma serie con la población que conoció en Marruecos y Argelia. Consideró que correspondía conceptualizarla y tratarla con procedimientos semejantes a los utilizados por los franceses en la colonización de Argelia[17], en lugar de seguir la idea de igualdad que sostenía las teorías de Franklin y Mann. El prejuicio occidental del orientalismo de su época fue calcado por Sarmiento en el momento de las comparaciones interculturales.
Sarmiento reconocía sobre la sociedad norteamericana que: “La emancipación de las comunes, las discusiones religiosas, la importancia adquirida por los industriales y comerciantes, y la aplicación de las artes a las ciencias naturales y la mecánica, con la injerencia del pueblo y del gobierno, han hecho desaparecer las antiguas distancias sociales, y constituido en el interior de las naciones el pueblo (en bastardillas en el original), armado más o menos directamente del derecho a la ciudadanía, para influir en los negocios públicos.” (Menciona los Estados Unidos como el país donde más avanzó esa forma de asociación) [18]
Pero en referencia a la población argentina pensaba distinto. El alcance de su conocida aversión a los indígenas, los gauchos y los negros puede ser medido en toda su amplitud, si se incluye su profundo pesimismo respecto a las posibilidades de progreso de esa población. Para él, esa población constituía el fruto irreductible del proceso social, híbrido y heterogéneo, de cuatrocientos años de historia americana. La biografía de sus primeras dos décadas está saturada de los sentidos y las presencias de un mundo que condenará como un todo, años más tarde. Toribia, una zamba[19] criada en la familia de Sarmiento, acompañó el crecimiento y el aprendizaje de su hogar infantil. Ña Cleme era una india de avanzada edad de la cual escuchó narraciones fantásticas y míticas. Dos mulatos, Barrilito y Cabrera, fueron sus mejores compañeros de adolescencia. Esos “bárbaros” cercanos eran el otro interno que desbordaba la razón ilustrada del letrado sanjuanino.
En pocos trabajos queda tan clara la decepción sarmientina respecto de las potencialidades de sus compatriotas, como en "Provinciano en Buenos Aires. Porteño en las provincias", memoria que elaboró en 1852, respondiendo a la convocatoria de trabajos realizada ese año por el Instituto Histórico de Francia.[20] Distintas modalidades de colonización marcaron caminos disidentes entre el norte y el sur de América. Aquellas formas de asociación que en el Norte abrían el camino del progreso, contrastaban con los aconteceres sureños, donde:
"... un Continente desierto aún, pueblos degenerados, y un caos en que la raza europea y las clases elevadas han tenido en algunas partes que ceder su puesto a los indígenas, o a los negros que trajeron a su servicio. Ni gobierno, ni moral, ni riqueza, ni población, ni industria, ni cultura. Hoy mismo está casi por todas partes por colonizarse el país. 'Fiasco' más completo, descalabro más vergonzoso no experimentó nunca un sistema de ideas".[21]
Aprovechando la magnífica investigación sobre el carácter y el modo de organización social de la misma época, que nos proporcionan la literatura y las películas del género "western", podría iniciarse una curiosa investigación comparativa entre aquellos aventureros y el sudamericano que, según creía Sarmiento "había perdido casi todas las artes de la vida civilizada". La fuerza progresista de la colonización del oeste norteamericano es, efectivamente, un rasgo contrastante con el conservadurismo que Sarmiento señala con razón, en la estructura económico-social argentina. Pero la idea de la inferioridad racial sumada a la inferioridad cultural, que Sarmiento adjudica como un rasgo ya indisoluble a la población latinoamericana, liga aquella observación a un razonamiento evolucionista-racista que anularía toda posibilidad de transformación del sujeto popular.
El origen de aquellas diferencias era, según Sarmiento, la posición adjudicada por la Corona española y el Papa a los indígenas, cuando "un tribunal de conciencia en España decidió que [los indios] no eran hombres, y la conquista obró en consecuencia”[22] (referencia a una de las posiciones exhibidas en la "Polémica sobre los justos títulos", desarrollada en el clima del Concilio de Trento): de esa manera los habría fijado para siempre en el estado salvaje. En cambio en las colonias sajonas las ideas liberales habrían posibilitado que la fuerza de la raza europea actuara evolutivamente. La "ley fatal de la civilización" se había encargado de "aniquilar lentamente a las razas inferiores".[23]
Pablo Pozzi [24]dice que la visión de Sarmiento sobre Estados Unidos es una visión desde la Argentina y para ella. Una de las claves para desentrañar las razones por las cuales Sarmiento trastocó la imagen del sujeto pueblo norteamericano en la aplicación a la Argentina del modelo de Mann, es la posición del sujeto Sarmiento en la Argentina: el sociólogo “provinciano en Buenos Aires y porteño en las provincias”, estaba cruzado por la imposibilidad de cierre de un concepto de Nación basado en un verdadero federalismo. En el territorio que constituye la República Argentina, el poder se había concentrado en el puerto de Buenos Aires, desde la creación del virreinato del Río de la Plata, en 1776. Las economías y el desarrollo cultural regionales, en su mayoría atrasadas, quedaron subordinados hasta la actualidad a ese centralismo, siendo la autonomía de las jurisdicciones un problema aún pendiente. En la época de Sarmiento la sociedad porteña brillaba copiando las modas europeas, en tanto su nativa provincia de San Juan seguía sumergida en el atraso rural.
Difícil sería encontrar en la misma época un nativo de Boston que se sintiera tan provinciano en Nueva York, e incluso un hombre proveniente de las nacientes ciudades del oeste, aunque asombrado ante la urbanización de la zona atlántica, se consideraba ante todo un ciudadano de los Estados Unidos. La excepción eran los negros, especialmente en el Sur. Por otro lado, los indígenas estaban siendo arrollados en aquel país. Los indígenas no constituían ya una fractura en la trama político social de esa Nación moderna; la esclavitud de los negros, en cambio, marcaba una peligrosa herida, susceptible de producir una infección de imprevisibles consecuencias. Sarmiento negaba esta última situación. Pero, al haber resultado triunfador el proyecto moderno en la Guerra de Secesión, la prospectiva comparativa de Sarmiento resultó correcta.
Similitudes y diferencias político educativas
Cabe preguntarse cuánto contribuyó a ese resultado la política centralizadora de la clase cuyos intereses e ideas el propio Sarmiento representó durante sus gestiones gubernamentales, es decir la oligarquía liberal que no fue la cuna de Sarmiento, sino su clase de adopción. En el caso específico de la educación, fue durante su presidencia que se consolidó un sistema escolar irradiado por todo el país, pero dirigido y controlado desde la Capital, a diferencia del sistema educativo norteamericano, que pudo ser realmente federal porque tuvo la oportunidad de apoyarse en economías regionales e instituciones políticas estaduales (provinciales) fuertes, a la vez que en todas sus latitudes, recibió la misión de formar en cada Estado sus propios trabajadores y ciudadanos.
Una de las virtudes del sistema educativo norteamericano fue que construyó una identidad nacional, sin que los ciudadanos y las instituciones quedaran "colgadas" de formas centralizadas de gobierno. Sarmiento negaba también las razones estructurales del provincialismo argentino, a la vez que elaboraba una definición superadora. Decía:
“Ya ve Ud. que no hay tales provincianos, como usted cree, pues todos son destacamentos avanzados de este gran cuerpo político, animado por los mismos sentimientos y pasiones, buenos o malos indistintamente allá y aquí. Hay provincialismo en todas partes, y espíritu local, y me permitiré asegurarle que, según las reglas de la lógica, es natural creer que lo haya aquí más desenvuelto, más arraigado y local que no en las provincias.”(...) “El provincialismo no nace de propio contentamiento, sino de la pequeñez del teatro y de su atraso mismo”(...).[25]
Llegar a Mann desde Franklin le permitió a Sarmiento comprender al hecho educativo moderno como un campo de experimentación pública: leyó al sistema educativo norteamericano como un inmenso laboratorio social donde se ensayaban a gran escala métodos y verdades nuevas. Mann sitúa con claridad las coordenadas sociales, políticas y económicas en las que se inscribe el proceso educativo:
"Education, then, beyond all other devices of human origin, is the great equalizer of the conditions of men -–he balance- wheel of the social machinery. I do not here mean that it so elevates the moral nature as to make men disdain and abhor the oppression for their fellow-men. This idea pertains to another of its attributes. But I mean that it gives each man the independence and the means, by which he can resist the selfishness of other men. It does better than to disarm the poor of their hostility towards the rich; it prevents being poor. Agrarianism is the revenge of poverty against wealth. The wanton destruction of the property of others, -the burning of hay-ricks and corn-ricks, the demolition of machinery, because it supersedes hand-labor, the sprinkling of vitriol on rich dresses, -is only agrarianism run mad. Education prevents both the revenge and the madness. On the other hand, a fellow-feeling for one’s class or caste is the common instinct of hearts not wholly sunk in selfish regards for person, or for family. The spread of education, by enlarging the cultivated class or caste, will open a wider area over which the social feelings will expand; and, if this education should be universal and complete, it would do more than all things else to obliterate factitious distinctions in society."[26]
En la perspectiva del liberalismo, Mann sometió los problemas educativos a la continua interrogación del experimento. También la serie Franklin- Mann- Sarmiento puede entenderse como la educación concebida como corolario del gobierno de sí mismo. En el gobierno de sí mismo se unifican y potencian las virtudes éticas con el desarrollo productivo y material, como lo había recuperado la lectura inicial de Franklin:
"El mundo se transforma, y la moral también. No se escandalice usted. Como la aplicación del vapor a la locomoción, como la electricidad a la transmisión de la palabra, los Estados Unidos han perdido a todos los demás pueblos en añadir un principio a la moral humana en relación con la democracia. ¡Franklin! Todos los moralistas antiguos y modernos han seguido las huellas de una moral que, dando por sentada, por fatal y necesaria la existencia de una gran masa de sufrimientos, de pobreza y de abyecciones, localizaba el sentimiento moral, dando por atenuaciones la limosna del rico y la resignación del pobre. Desde las castas inmóviles de indios y egipcios, hasta la esclavatura y el proletariado normal de la Europa, todos los sistemas de moral han flaqueado por ahí. Franklin ha sido el primero que ha dicho: bienestar y virtud; sed virtuosos para que podáis adquirir; adquirid para poder ser virtuosos. Todas las leyes modernas están basadas en este principio nuevo de moral. Abrir a la sociedad en masa, de par en par, las puertas al bienestar y a la riqueza." [27]
La escuela es imaginada como la única institución igualitaria, símbolo de un espíritu unificador. Se mezclan en ella los hijos de las distintas clases sociales, los hijos de los distintos grupos provenientes de la inmigración europea, que comenzó a llegar masivamente a la Argentina a fines del siglo XIX. Esa imagen debe ser analizada con cuidado pues constituye una de las diferencias más importantes entre el pensamiento del liberalismo y el neoliberalismo pedagógicos, tanto en su versión norteamericana como en su versión argentina. Haremos una breve digresión al respecto.
Extraído de:
Puiggrós, A. Gagliano, R. y Soutwell, M. (2003), “Complejidades de una educación a la ‘americana’: liberalismo, neoliberlismo y modelos socioeducativos”, en Entrepasados. Revista de Historia. Año XII. Nº24/25. Bs. As.
[1] Domingo Faustino Sarmiento fue presidente de la Argentina entre 1868 y 1874. Fundó las escuelas normales, desarrolló la educación básica y es considerado el padre de la educación pública argentina.
[2] Juan Bautista Alberdi fue, entre otras publicaciones, el autor de la obra “Bases”, que inspiró la Constitución Nacional de la Argentina, dictada en 1853.
[3] Sarmiento, D.F. Escritos Póstumos. Buenos Aires. 1900. Tomo XV. Pág. 217 -
[4] Halperin Donghi, T. El antiguo orden y su crisis como tema de Recuerdos de Provincia en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani Num.1- 3ra. Serie- Primer Semestre de 1989. Pág. 20
[5] Sarmiento D. F. Recuerdos de Provincia,
[6] Sarmiento D. F. Viajes, Hachette, III,1958. Pp 35-36.
[7] Reggini, Horacio, “Boston, una de las claves de Sarmiento”, sección Enfoques del Diario La Nación del 9 de julio del 2000.
[8] Las ideas de Emerson influyeron sorprendentemente en una obra del positivista argentino José Ingenieros, hgeredero de algunos aspectos de la tradición sarmientina, titulada “Hacia una moral sin dogmas”.
[9] Nelson E. "Sarmiento y los Estados Unidos de Norteamérica". Conferencia leída el día 11 de septiembre de 1945 en el Museo Histórico Sarmiento. Buenos Aires. 1945. Pag. 25 y 26.
[10] Mann, Horace. Report No. 12 of the Massachussetts School Board. 1848.
[11] Horace Mann y las escuelas, pg 90)
[12] HM, p.88
[13] Secretary of the Board (Mann, Horace) Seventh Annual Report of the Board of Education, Dutton and Wentworth, State Printers, Boston, 1844, p.19-21
[14] Posse, Pablo, ***en revista USA y AL
[15] Sarmiento D. F. Viajes, Pág. 38.
[16] A mediados de la década de 1830, es decir entre la presidencia de Jackson y la de Van Buren, se había instalado en la opinión pública y entre los políticos una ola populista, antiintelectualista y antiuniversitaria. Su símbolo más burdo fue David Crockett, hombre de la frontera, analfabeto, juez de paz en Tennessee teniendo cerca de treinta años, coronel de regimiento de milicia de su distrito, legislador de su estado y representante de Tennessee ante el Congreso de la Nación en 1826. El se opuso a toda inversión en educación sosteniendo que debía representar los intereses de aquellos que nunca irían a una escuela o universidad. Crocket, que murió en la batalla de El Alamo, puede ubicarse en el tipo de populismo antieducacional que ya se había expresado en la época de Jefferson, que se encuentra especialmente en el pensamiento del granjero William Manning (1798). Sería interesante investigar si hubo restos de ese populismo en el reformismo que se constituiría como movimiento pedagógico casi dos décadas después. La pregunta que surge es si habrá influido en la idea de educación popular de Sarmiento ese populismo.
[17] ibidem
[18] Sarmiento D. F. "Las escuelas, base de la prosperidad"…p. 17
[19] Zamba se denomina a la persona que desciende de cruza entre negro e indígena.
[20] Sarmiento, D.F., ¨Provinciano en Buenos Aires. Porteño en las provincias¨, en Obras Completas, Tomo XVI, Editorial Luz del Día, Buenos Aires, 1950
[21] ibidem, 20
[22] ibidem, p. 26
[23] ibidem
[24] Pozzi, Pablo, Estados Unidos y Sarmiento:una visión para el desarrollo nacional, en Revista De Sur a Norte. Perspectivas sudamenricanas sobre Estados Unidos., Vol 1, no.0, Centro Regional de Estudios sobre Estados Unidos- Universidad de Palermo, sept 1995, Buenos Aires
[25] ibidem, p.302
[26] Mann H. Report No. 12 of the Massachussetts School Board –1848-.
[27] Sarmiento, D.F. Viajes,. Pág. 101.
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