Autoras/es: Andrea D’Atri (ed.), Bárbara Funes, Ana López, Jimena Mendoza, Celeste Murillo, Virginia Andrea Peña, Adela Reck , Malena Vidal, Gabriela Vino, Verónica Zaldívar
(Fecha original: Abril 2006)
V: Rojas: Natalia Sedova
“Ustedes han enviado a L. D. al destierro por ‘contrarrevolucionario’, amparándose en el artículo 56.
Procederían ustedes lógicamente si declarasen
que no les interesaba en lo más mínimo su salud.
Con esto, no harían más que proceder de un modo consecuente.
Con esa consecuencia anonadadora que, si no se le pone remedio, acabará por mandar a la sepultura,
no sólo a los mejores revolucionarios, sino también al partido
y a la propia revolución. Pero, por miedo seguramente a la clase obrera, les falta a ustedes valor para llegar a esa consecuencia. 1
N. J. Sedova Trotskaia
Cuando la teoría y la práctica revolucionaria al servicio de la emancipación de la clase obrera eran castigadas con cárcel, represión, exilio y muerte, las mujeres que decidían tomar la historia en sus propias manos eran, literalmente, extraordinarias. No solamente enfrentaban al zarismo y al sistema capitalista, sino que sus propias acciones cuestionaban el mezquino papel asignado a las mujeres: esposas y madres. Natalia Sedova fue una de las tantas audaces, merced a la lucha de toda una vida.
Natalia nació en 1882, en la tierra donde años después las trabajadoras jugarían un rol decisivo en la revolución socialista. Era oriunda de Rommi, Ucrania, proveniente de una familia de nobles empobrecidos. En sus venas latía sangre cosaca y polaca. Ya durante su enseñanza básica comienza a evidenciar una temprana conciencia del período social relevante que le toca vivir, de su dinamismo, y a asumirse como sujeto activo del cambio.
Cuando tenía dieciocho años, sus padres murieron y quedó a cargo de su abuela y de sus tías. A una de ellas en particular la recordaba siempre: era una mujer osada que adhirió a las ideas de la revolución y fumaba sin ningún prurito. Varios familiares de Natalia fueron parte del movimiento de los narodniki2 que luchaban contra el zarismo y muchos fueron deportados a Siberia, como su tía “moderna”.
Marguerite Bonnet, quien compartiera su amistad, afirma sobre su juventud: “alumna en Karkov, una institución para muchachas nobles, organiza colectas para el apoyo de los prisioneros políticos y agita a sus camaradas para manifestarse en contra de la presencia obligatoria en los oficios religiosos, después de haberlos persuadido de que la lectura de los panfletos revolucionarios clandestinos era preferible a la Biblia. Como es fácil imaginar esta acción implica su expulsión.”3 Comenzando sus estudios universitarios en Moscú, adhiere a un grupo de estudiantes socialdemócratas, consolidando su compromiso político revolucionario, y luego se traslada a Ginebra para estudiar botánica. Allí forma parte de un círculo de estudiantes organizado por el teórico marxista Plejanov4, y se vincula –conjuntamente con otros emigrados– al periódico Iskra fundado por Lenin. Este periódico se transformó inmediatamente en un órgano fundamental de unificación de las fuerzas revolucionarias dispersas para la construcción del partido marxista de la clase trabajadora rusa, que desde su primera aparición en diciembre de 1890 fue publicado, sucesivamente, en diferentes ciudades de Europa (Munich, Londres, Ginebra), impreso en la clandestinidad. Natalia, con sólo diecinueve años, colaboraba transportando textos revolucionarios declarados ilegales a Rusia.
Luego de su estadía en Ginebra, se instala en una pensión de emigrados políticos en París, donde conoce en 1902 a quien será su compañero hasta ser asesinado y con quien tendrá dos hijos, León Trotsky.
El año 1905 los devolvió a Rusia. Sale ella primero para establecer contactos y conseguir hospedaje. Más tarde se le une Trotsky, quien tuvo que esconderse en una clínica oftalmológica, desde donde escribía folletos y proclamas sobre la potencialidad revolucionaria de la clase obrera rusa para resolver los problemas estructurales del país: la ruptura con los capitales extranjeros, el derrocamiento del zarismo, la conquista de libertades democráticas y la reforma agraria. Luego llegan a Petrogrado. El 1º de mayo Natalia es arrestada en una reunión clandestina en un bosque y permanece detenida seis meses siendo luego deportada a Tver. Trotsky tuvo que ocultarse en Finlandia. En octubre de ese año, la revolución cobra nuevos bríos y Natalia y León pueden retornar a Petrogrado, donde él será elegido presidente del soviet de esa ciudad.
El 3 de diciembre de 1905 los miembros del Soviet de Petrogrado son detenidos. La revolución fue derrotada. Pero las lecciones de los soviets o consejos obreros como forma de organización para la clase obrera en lucha ya estaban inscriptas en la historia del proletariado internacional con tinta indeleble. Trotsky fue condenado en 1906 a una deportación perpetua y viaja en enero de 1907 hacia un pequeño poblado en la estepa siberiana. Logra evadirse antes de llegar a destino y se reúne con Natalia en Petrogrado, desde donde escapan hacia Finlandia con su hijo León, nacido en febrero de 1905 mientras su padre estaba en prisión.
De la Revolución de 1905 a los años de exilio
Además de Natalia, muchas otras mujeres irrumpieron en la vida pública con la revolución de 1905. Tras la derrota, el último intento de revitalizar el movimiento de mujeres fue el Primer Congreso de Mujeres de todas las Rusias, que tuvo lugar en diciembre de 1908. Miembros de la Sociedad Mutual Filantrópica de Mujeres y de la Unión de Mujeres por la Igualdad de Derechos aunaron fuerzas para planificar el congreso. Anna Filosofova, una de las fundadoras del feminismo en Rusia, exhortó a la unidad: ¿Cómo podemos ganar derechos sociales y políticos e influencia, si no podemos unirnos entre nosotras y movilizar el poder de las mujeres?5 slogan del congreso era: “El movimiento de mujeres no debe ser ni burgués ni proletario, solamente debe ser un movimiento para todas las mujeres”. Las feministas pretendían así borrar las diferencias entre las clases, absolutizando la pertenencia al género. Intentaban obviar el hecho de que la vida de una mujer burguesa, aún cuando no tenía derechos políticos, no tenía punto de comparación con la vida de una trabajadora o una campesina rusa, que además de estar privadas de derechos políticos, estaban sometidas a un trato brutal por parte de los capataces, los capitalistas, la policía e inclusive sus propios esposos, debían administrar la miseria a la que el zarismo y los capitales extranjeros sometían a las clases populares, y satisfacer las necesidades básicas de su familia.
En el otoño de 1908 las obreras textiles organizaron un comité, contactaron a otros sindicatos y finalmente ganaron el reconocimiento de la central sindical de San Petersburgo. El comité de organización del Primer Congreso de Mujeres de todas las Rusias también estaba integrado por mujeres miembros de los sindicatos de dependientes, de tipógrafos, de costureras, de tenedores de libros, de oficinistas y de confeccionistas, además de textiles. Más tarde se sumaron delegadas de clubes obreros.6 Este interés creciente del proletariado en el congreso influyó sobre los bolcheviques, quienes finalmente decidieron participar. Más de cincuenta reuniones de organización tuvieron lugar antes del congreso. De acuerdo al informe de Alexandra Kollontai, participaron alrededor de seiscientas trabajadoras de este evento.
Hubo tres posiciones en el congreso. La posición de los bolcheviques, que deseaban cortar la cooperación con las feministas y retirarse lo antes posible del congreso; la de los mencheviques, quienes sostenían que era necesaria una alianza con el ala democrática del congreso, y la de Kollontai, que consistía en clarificar las contradicciones entre las feminsitas y las socialistas en todos los puntos básicos de las demandas de las mujeres.7 Los bolcheviques del comité de San Petersburgo enviaron dos dirigentes como delegadas por el Grupo Obrero, V. Slustaia, una enérgica oponente a la participación en el congreso, y P.F. Kudelli. Cuando el congreso comenzó a sesionar el 10 de diciembre en el City Hall de San Petersburgo, fue evidente que las trabajadoras constituían una minoría: cuarenta y cinco obreras entre las más de mil delegadas. Una y otra vez estallaban los conflictos. Z.S.L. Mirevich, una dirigente de la Unión de Mujeres por la Igualdad de Derechos, proclamó: “En la unidad está la fuerza. La unidad es posible sobre la base de que no haya afiliación a los partidos.” La militante bolchevique Anna Gurevich replicó: “Las mujeres de los diferentes grupos y clases de la población necesitan diferentes derechos. Las trabajadoras deben luchar por todas las necesidades de la clase obrera.” 8
Con la derrota de la revolución, para Natalia y León comenzó un exilio de diez años. Al tiempo fueron a vivir a las afueras de Viena donde en 1908 nació su segundo hijo Serge. Aún cuando Trotsky mantuvo colaboración con la prensa democrática rusa, en esos años la familia pasó algunas penurias económicas. Esta pareja estuvo unida por la lucha revolucionaria, el empleo de sus tiempos y energías para cambiar su realidad junto con la de millones, la posibilidad y la realización del gobierno de la clase obrera con el triunfo de la Revolución Rusa de 1917. Su vida en común es una larga coreografía de encarcelamientos y exilios desde antes de la revolución al igual que más tarde, cuando comienza la brutal persecución lanzada por Stalin contra la enorme figura política en que se había convertido Trotsky; pero también lo es de innumerables victorias.
La revolución en género femenino
El 22 de febrero de 19179 un grupo de mujeres se reunió para discutir la organización del Día Internacional de la Mujer al día siguiente. V. Kaiurov, un dirigente obrero del comité de San Petersburgo del partido bolchevique, les aconsejó no precipitarse: “Pero para mi sorpresa y mi indignación, el 23 de febrero, en una conferencia de urgencia de cinco personas en los corredores de la fábrica Erikson, fuimos notificados por el camarada Nikifer Ilyin de la huelga en algunas fábricas textiles y de la llegada de numerosas delegadas de las trabajadoras, quienes anunciaron que tenían el apoyo de los trabajadores metalúrgicos. Yo estaba extremadamente indignado por la conducta de las huelguistas, porque habían ignorado las decisiones del comité del partido y también porque habían iniciado la huelga luego de que les había indicado la noche anterior mantener la calma. Con reticencias, los bolcheviques acordamos apoyar la huelga y fueron seguidos por otros trabajadores mencheviques y socialrevolucionarios. Pero una vez que hubo una cantidad importante de huelguistas debían llamar a todos a las calles.” 10
El Pravda reconoció la deuda de la revolución a las mujeres en una editorial y les rindió homenaje: “¡Salud a las mujeres! ¡Salud a la Internacional! Las mujeres fueron las primeras en ganar las calles de Petrogrado en su día, el Día Internacional de la Mujer. Las mujeres en Moscú en muchos casos determinaron la necesidad de quebrar al ejército; fueron a las barracas militares y convencieron a los soldados de pasarse al lado de la Revolución. ¡Salud a las mujeres!” 11
Natalia, en los días anteriores a octubre, trabajaba en el sindicato de la madera, de mayoría bolchevique, donde accionaba conjuntamente en la preparación del alzamiento en el que trabajaban, según sus palabras, durante todo el día. En los ecos del tiempo nos llegan sus palabras: “En los últimos días de los preparativos para el movimiento de octubre, nos fuimos a vivir a la calle de Taúrida, L.D.12 se pasaba los días en el Smolny.13 Yo seguía trabajando en el Sindicato de Obreros de la madera, en que tenían mayoría los bolcheviques y donde se respiraba una atmósfera muy caldeada. Las horas de servicio se nos pasaban discutiendo la cuestión del alzamiento. El presidente del sindicato compartía el “punto de vista de Lenin y Trotsky” (que era como se decía entonces), y yo le ayudaba en la campaña de agitación. En todas partes y por todo el mundo se hablaba del alzamiento: en las calles, en los establecimientos de comidas, en las escaleras de Smolny entre la gente que se cruzaba. La comida era escasa, el sueño, corto; la jornada de trabajo, de veinticuatro horas. Casi nunca veíamos a los chicos, y durante aquellos días de octubre no me abandonó un momento la preocupación de lo que pudiera ocurrirles…” Y más lejos, añade: “L.D. y yo no parábamos un momento en casa. Los chicos, cuando volvían de la escuela y no nos encontraban allí, se echaban también a la calle. Las manifestaciones, los disturbios callejeros, los tiroteos, que eran frecuentes, me infundían en aquellos días mucho miedo, por ellos; téngase en cuenta que eran la mar de revolucionarios(...) Los pocos ratos que pasábamos juntos se ponían a contarnos, muy contentos:
–Hoy fuimos en el tranvía con unos cosacos que iban leyendo la proclama de papá, “Hermanos cosacos”.
–¿Y qué?
–Pues la leían, se la pasaban unos a otros, era muy hermoso...
–¿Les gustaba eso?
–Si mucho.”
“Tarde por la noche, regresábamos a nuestra casa de la calle Taúrida para separarnos otra vez a la mañana siguiente, bien temprano, L.D. camino de Smolny y yo a mi Sindicato. Cuando ya los acontecimientos fueron creciendo, no salía de Smolny ni de noche ni de día, L.D. se pasaba días y días sin aparecer por la calle de Táurida, ni siquiera a tumbarse un rato a dormir. Yo me quedaba también muchas veces en el Smolny, donde pasábamos la noche recostados en un sofá o sillón, sin desnudarnos. No hacía calor; era un tiempo otoñal, seco, gris, y soplaba un airecillo frío. Las calles principales estaban desiertas y silenciosas. En este silencio palpitaba una tensión de desasosiego. El Smolny hervía de gente. La magnífica sala de fiestas, en la que brillaban las mil luces de sus espléndidas arañas, estaba abarrotada de gente día y noche. En las fábricas y talleres reinaba también una intensa actividad. Pero las calles seguían silenciosas, mudas, como si la ciudad muerta de miedo, hubiese escondido la cabeza debajo del ala.”14
Después de la revolución, Natalia Sedova estuvo a cargo del Servicio de Museos y Monumentos Históricos, dependiente del Comisariado de Instrucción Pública, mientras Trotsky, Comisario del Pueblo de Guerra, estaba casi todo el tiempo en el frente. Las funciones públicas de Sedova y Trotsky consumían todo el interés y tiempo de ambos, quienes dedicaron sus esfuerzos a materializar sus sueños e ideales. Como recuerda Trotsky: “Mi mujer trabajaba en el Comisariado de Instrucción Pública, donde tenía a su cargo la dirección de los museos, monumentos históricos, etc. Le cupo en suerte defender bajo las condiciones de vida de la guerra civil los monumentos del pasado y por cierto que no era empresa fácil. Ni las tropas blancas ni las rojas sentían gran inclinación en preocuparse del valor histórico de las catedrales de las provincias ni de las iglesias antiguas. Esto daba origen a frecuentes conflictos entre el Ministerio de la Guerra y la dirección de los museos. Los encargados de proteger los palacios y las iglesias echaban en cara a las tropas su falta de respeto por la cultura; los comisarios de guerra reprochaban a los protectores de los monumentos de arte el dar más importancia a objetos muertos que a hombres vivientes. El caso era que, formalmente, yo tenía que estarme cada paso debatiendo en el terreno oficial con mi propia mujer. Este tema daba lugar a buen número de chistes y de bromas.” 15
En tiempos de guerra civil era muy difícil convencer a la clase obrera y al campesinado de no destruir las obras artísticas y los monumentos históricos del pasado, que eran vistos como una extensión de las propiedades capitalistas y de la nobleza en sí mismas. Trotsky señala “Era pernicioso abordar el “legado cultural” del pasado con menosprecio nihilista. La clase obrera tenía que tomar posesión de ese legado y preservarlo.(...)Las conquistas de la civilización habían servido hasta ese entonces a un doble propósito: habían ayudado al hombre a obtener conocimientos y dominio sobre la naturaleza y a desarrollar sus capacidades; pero también habían servido para perpetuar la división de la sociedad en clases y la explotación del hombre por el hombre. En consecuencia algunos de los elementos del legado tenían significación y validez universales, mientras que otros estaban vinculados a sistemas sociales caducos o en vías de caducar.” 16
La tarea que Natalia, estudiante de historia del arte en su temprana juventud, había asumido en los tiempos de la revolución consistía en resumidas cuentas en considerar el “legado cultural” dialécticamente y señalar sus contradicciones históricamente creadas para que la clase obrera pudiera apropiarse de las conquistas culturales del sistema precedente. Dice al respecto Joseph Hansen17, “estaba en su naturaleza rechazar lo peor y buscar lo mejor en la cultura que hemos recibido del pasado, de buscar proteger y cultivar esta herencia. Esta actitud exige la capacidad de resistir a todas las fuerzas que pudieran destruir esta cultura, y esta capacidad en su revolución significa la convicción de que nuestra cultura no puede permanecer inmóvil. Ella no puede estar a salvo más que a través de su desarrollo. A nuestra época esta salvación reclama la lucha revolucionaria. La aceptación de estos hechos constituye el centro de la perspectiva de Natalia. Ella fue una rebelde. Una de las mejores de esta gran generación de rebeldes que realizaron la primer revolución proletaria victoriosa.”
Un año después de la muerte de Lenin, en enero de 1925, Trotsky es relevado del frente en sus funciones de Comisario del Pueblo para la Guerra y dirigente del Ejército Rojo, y tras luchar durante años dentro del partido contra la camarilla burocrática de Stalin, es excluido conjuntamente con toda la Oposición de Izquierda en el XVº Congreso del Partido. El desarrollo, la defensa y la difusión de la teoría de la revolución permanente costó a Trotsky y Natalia la expulsión de Rusia en enero de 1929. Esta será la última década de exilio; replegados a la obra político-literaria fundamentalmente, transcurren años de difícil trabajo, sorteando atentados, sesenta negativas de asilo político en diferentes países, editando el boletín de la Oposición y numerosos escritos. La asistencia de Natalia fue un esos años fundamental para el desarrollo de la obra de Trotsky. Cuenta Jean van Heijenoort, uno de los secretarios que tuvo Trotsky “Estuve en Domène en octubre, para traducir la primera parte de ¿Hacia dónde va Francia?...el manuscrito ruso debía ser puesto en un sitio seguro. Natalia lo cosió en la valenciana de mi chaqueta cuando tuve que volver a París”.18
Natalia, militante revolucionaria, eligió ser el hada en las sombras que sostuvo a uno de los estrategas más brillantes que tuvo la clase obrera y como él sufrió el desarraigo, necesidades, el hostigamiento de la burguesía y del stalinismo. Trotsky, el amor de esta luchadora modesta y fuerte, es asesinado en 1940 por un agente de la GPU19. Sus hijos también fueron asesinados en este período.
En un atentado, la casa de Coyoacán en México donde residían es ametrallada pocos meses antes del asesinato de León. Natalia se precipitó sobre Trotsky al escuchar la ráfaga de proyectiles, cubriéndolo con su propio cuerpo. Cualquier comentario palidece ante un acto como ese, la palabra heroísmo debe resignificarse aquí lejos de toda épica de casta dominante, porque la acción rehusa fosilizarse en los bronces burgueses. La memoria y en particular la memoria de clase es esa cosa viva que escapa al monumento.
Natalia fue una mujer de letras, pero la escritura fue concebida y ejercida por ella como parte y extensión de la acción. La vida con un dinamismo poco común se entrelaza con los escritos que proliferan febrilmente, desordenados por las constantes mudanzas al tener que escapar una y otra vez. Los voluntarios que ofician alternándose como secretarios junto a Natalia (y a su hijo León Sedov durante su corta vida), dan cuenta de estas existencias convulsionadas por la pasión de lucha por la clase obrera. Isaac Deutscher, biógrafo de Trotsky, señala el talento de escritora de Sedova, al que marca como excepcional. Los testimonios escritos de quienes la conocieron coinciden en resaltar la sensibilidad artística de esta mujer oculta por voluntad propia de las candilejas y los brillos fatuos de la notoriedad pública. Trotsky la describe como un ser musical, sin ser música, para evocar la suerte de magnetismo que ejercía sobre quienes la conocían.
Todos sus hijos murieron, incluso las dos hijas que Trotsky tuvo con su primer pareja, Aleksandra Lvovna, con quien Natalia tuvo muy buena relación y quien murió también en un campo de concentración en Siberia a manos del stalinismo. Luego del asesinato de Trotsky, Natalia vivió veintidós años más después del último devastador atentado de su existencia, años de inclaudicable esfuerzo en el sostenimiento de los ideales de toda su vida y en la lucha por preservar la obra de su compañero. Lejos de sumirse en la desolación ante tanto espanto, la esperanza forjada en sus largos años de lucha, la motivó a seguir de cerca y apoyar las luchas obreras de todo el mundo, carteándose con diferentes agrupaciones y denunciando la degeneración de la URSS, bajo la burocracia criminal stalinista.
En 1951 renuncia a la Cuarta Internacional20, con todas las connotaciones cismáticas que tal decisión implica, sosteniendo “la revolución ha sido completamente destruida por el stalinismo” 21. Una carta enviada al periódico France-Soir tres meses antes de su muerte revela el ideal que latió en ella hasta sus últimos días: “Considero el actual régimen de China22, así como el régimen de Rusia23 o cualquier otro construido sobre el mismo modelo, tan lejanos del marxismo y de una revolución proletaria como el régimen de Franco en España. El terror policial y las calumnias de Stalin fueron sólo los aspectos políticos de una lucha a muerte contra la revolución, conducida por el conjunto de la burocracia. Por tanto, uno no puede esperar el restablecimiento de la verdad de ninguna otra manera que a través de la aniquilación de la burocracia por la clase trabajadora que ellos han reducido a esclavos. No tengo esperanzas por el partido ruso ni por sus imitadores, quienes son básicamente anticomunistas. Cualquier desestalinización resultará ser un truco de confianza si no conduce a la toma del poder por el proletariado, y la disolución de las instituciones policial, política, militar y económica, las bases de la contrarrevolución, que estableció el Estado capitalista stalinista. Suya sinceramente, Natalia Sedova-Trotsky. 9 de noviembre de 1961” 24
¿Error político?, ¿necesidad insoslayable? La génesis de la Unión Soviética como el primer estado obrero que se sostuvo a lo largo de muchas décadas fue parte de su vida. Su propia experiencia, los años de exilio, de persecución a sus seres queridos y finalmente el asesinato de su amado compañero influyeron fuertemente en esa decisión de Natalia. Joseph Hansen la describe, en el libro antes citado, como un juicio inexacto en el plano político, pero no dice que esa decisión haya implicado un abandono de los principios.
Pierre Frank25 hablando de los últimos días de esta singular luchadora escribe: “Modesta, muy modesta, ella rechazó a menudo destacarse y no quiso usar el nombre de Trotsky sino en circunstancias excepcionales. Pero cuando ella estaba convencida de que era su deber hacer algo, nada la podía detener. De este modo, en su lecho de muerte, menos de cuarenta y ocho horas antes de entrar en coma, en esas circunstancias ella demuestra ya dificultades para hablar, quiso servir una vez más a la memoria de Trotsky, de León Sedov, de los bolcheviques abatidos por Stalin, ella acepta dejarse filmar y pronuncia algunas palabras, reafirmando su certeza en la victoria de la revolución socialista.” 26
Al volver la vista atrás podemos ver todavía a la joven Natalia, robando horas a la vida, al amor, al arte para darlo todo por la revolución que guió su camino. Admiración. Respeto. Sus convicciones la hicieron de hierro y le permitieron sostener a su compañero en los mejores y en los peores momentos y atravesar con la cabeza altiva la primera revolución obrera triunfante de la historia, de la cual ella fue una de sus protagonistas. Como nota Deutscher, esta mujer fue perseguida sucesivamente por la Ojrana zarista27, las civilizadas democracias occidentales (todos lo países, excepto México les negaron asilo político), y finalmente los calumniadores, agentes provocadores y asesinos stalinistas. Fue una de las miles de mujeres que vivieron y construyeron la Revolución Rusa de cuerpo presente, pero tuvimos la suerte de que la historia no ocultara por completo su nombre bajo el polvo del tiempo.
En sus últimas palabras escritas, Trotsky ocupa párrafos centrales de agradecimiento a una de sus más grandes colaboradoras: “Agradezco calurosamente a los amigos que me siguieron siendo leales en las horas difíciles de mi vida. No nombro a ninguno en especial porque no puedo nombrarlos a todos. Sin embargo, creo que se justifica hacer una excepción con mi compañera, Natalia Ivanova Sedova. El destino me otorgó, además de la felicidad de ser un luchador de las causas del socialismo, la felicidad de ser su esposo. Durante los casi cuarenta años que vivimos juntos ella fue siempre una fuente inextinguible de amor, bondad y ternura. Soportó grandes sufrimientos, especialmente en la última etapa de nuestras vidas. Pero en algo me reconforta el hecho de que también conoció días felices (...). Natasha se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul, y el sol brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.” 28
1 Fragmento del telegrama enviado por Natalia Sedova a Uglanof, por entonces secretario de la organización de Moscú, el 20 de septiembre de 1928, citado por León Trotsky en su libro Mi vida.
2 Los narodniki (populistas) eran una organización de intelectuales rusos del siglo XIX que luchaban por la liberación campesina. Utilizaban tácticas conspirativas y terroristas.
3 Hommage a Natalia Sedova-Trotsky (1882-1962), de Marguerite Bonnet.
4 Georgii Plejanov (1856-1918): comenzó adhiriendo a los narodniki. En 1882 se publicó su traducción del Manifiesto Comunista con un prefacio de Marx y al año siguiente publicó su primer ensayo contra el populismo y formó en Ginebra el grupo “Emancipación del Trabajo” que fue el centro dirigente del marxismo ruso a fines del siglo XIX. Fue el introductor del marxismo en el movimiento obrero ruso. Frente a la Primera Guerra Mundial se convirtió en un socialpatriota.
5 The Russian Women’s Movement 1859-1917, de Rothchild-Goldberg.
6 Id.
7 Ibíd.
8 Ibíd.
9 7 de marzo en nuestro calendario.
10 “Six Days in the February Revolution”, de V. Kaiurov en Proletarskaia revoliutsiia, No.1:13 (1923).
11 Rothchild-Goldberg, op. cit.
12 L.D.: León Davidovich (Trotsky).
13 El Instituto Smolny de San Petersburgo es el edificio en el que funcionó el cuartel general de los bolcheviques durante la revolución de octubre de 1917. Fue residencia de Lenin durante varios meses, hasta que el gobierno se trasladó al Kremlin, en Moscú.
14 Notas de un diario íntimo de Natalia Sedova citadas por Marguerite Bonnet, op. cit.
15 Mi vida, de León Trotsky.
16 Obras, vol. XXI, de León Trotsky.
17 Director del diario neoyorkino socialista “The Militant”, citado en Hommage a Natalia Sedova-Trotsky. 1882-1962.
18 Con Trostky, de Prinkipo a Coyoacán. Testimonio de siete años de exilio, de Jean van Heijenoort.
19 Policía política de la Unión Soviética.
20 Tras la derrota de la clase obrera alemana en 1933, consecuencia de las traiciones del stalinismo, Trotsky llegó a la conclusión de que la reforma de la burocracia soviética y de la Tercera Comunista Internacional ya no era posible. Un nuevo partido internacionalista tenía que establecerse en la clase obrera internacional. Cinco años después, en 1938, se fundó la Cuarta Internacional, cuyo programa es el Programa de Transición.
21 Resignation from the Fourth International, de Natalia Sedova, traducción especial para este artículo.
22 Régimen maoísta: en 1949 fue proclamada la República Popular China y Mao Tsé-Tung la presidió hasta 1958, cuando el enfriamiento de relaciones con la Unión Soviética le obliga a dejar la presidencia, aunque continuó manteniendo su poder político.
23 Los marxistas revolucionarios consideramos que la Unión Soviética, a partir de 1925 aproximadamente se transformó en un estado obrero deformado, dado que los trabajadores tuvieron cada vez menos intervención en la vida pública, incluso en el terreno de las cuestiones relativas a la producción. Un sector de trabajadores que se había abocado a las tareas de la administración del estado se transformaron en una casta de funcionarios que definían la política de la Unión Soviética en función de mantenerse ellos en el poder. Sin embargo, la propiedad de los medios de producción no había cambiado de manos: no existía una clase capitalista propietaria de las empresas que extrajera plusvalía de los trabajadores. Ante las duras condiciones internacionales y el aislamiento político, la clase obrera de la Unión Soviética, hija de guerras, hambrunas y revoluciones, había delegado su poder en la burocracia stalinista, una casta proveniente de su propio seno. No obstante, si se atiende el proceso histórico, se puede ver las grandes conquistas del proletariado a partir de la revolución: educación, salud, vivienda, trabajo, seguridad social. Esas conquistas son las que defendemos y hoy son arrebatadas por el proceso de restauración capitalista en curso.
24 Corrections to France-Soir Interview, de Natalia Sedova, traducción especial para este artículo.
25 Secretario del Partido Comunista Internacionalista, miembro del secretariado de la IVº Internacional.
26 Citado en Hommage a Natalia Sedova-Trotsky.
27 Policía política del régimen zarista.
28 Testamento, de León Trotsky.
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