Autoras/es: Mariano Narodowski
* | Para LA NACION
(Fecha original del artículo: Septiembre 2013)
Las tomas de escuela son un síntoma más de ausencia de adultos haciéndose cargo de los adolescentes. Más
allá de las causas aducidas, ocurre que un grupo de adolescentes
-pocos, aunque con la anuencia de muchos- controla el edificio escolar
por días o semanas mientras los profesores y el resto de los estudiantes
vuelven a sus casas.
Los chicos que toman la escuela se quedan solos.
Realmente solos. En algunos casos, un docente o directivo trata de
contener o de consensuar algunas reglas sobre dónde duermen, cocinan o
se higienizan. En otros casos, ni siquiera eso. ¿Es malo que estén
solos? Mi opinión es que no es una experiencia positiva para su
formación y, en el mejor de los casos, es una oportunidad perdida para
su educación y para la de la mayoría que se queda en casa.Las tomas se dan en un contexto de altísima deserción escolar en el secundario público: sólo el 54% se gradúa en tiempo y forma, mientras las escuelas privadas tienen menos deserción. Un dato llamativo: un reciente estudio muestra que ni el crecimiento de la economía ni las políticas educativas han cambiado estas tendencias.
Pero de eso no hablamos. Debatimos sobre "chicos que toman escuelas", los ponemos en el centro de la escena, los convertimos en prematuros actores políticos y dejamos de considerarlos "alumnos", sujetos a los que debemos acompañar y formar. Tampoco hablamos de que las tomas no parecen convocar a otros actores importantes en la trama: padres, madres, educadores, quienes, salvo excepciones, están ausentes.
La sociedad se divide: mientras algunos piensan que los adolescentes están formándose políticamente, otros piensan que hay que mandar carros hidrantes y sacarlos a patadas. Pero también nosotros somos adolescentes: entre los "fachos" y los "progres", ni nos definimos ni generamos una postura superadora que permita el aprendizaje de la participación política en un contexto de formación rigurosa y a la vez afirme, en forma tajante y sin vacilaciones, que tomar escuelas y perder días de clase está mal.
*El autor es profesor de la Escuela de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella y fue ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires
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