Autoras/es: Victoria Reale (*)
La cineasta Margarethe von Trotta
retrata el momento en que la filósofa alemana asiste al juicio de
Adolf Eichmann en Israel, y hace la cobertura para The New Yorker,
centrándose en la controversia que desató su concepto "la banalidad del
mal".
El filme, en preestreno, es parte de la
programación de la 13ª edición del Festival de Cine Alemán. La
película, que se puede ver viernes y sábado en el festival, tendrá su
estreno comercial el 26 de septiembre.
Arendt sigue las declaraciones Adolf Eichmann, en una oficina de prensa, donde se transmitía el juicio por circuito cerrado.
Un colectivo avanza por un camino de tierra en medio de la noche, frena y baja un hombre desgarbado. Mientras el vehículo continúa su camino, el hombre enciende una linterna y comienza a caminar solo. Hasta que a su lado se detiene un camión, cuyos ocupantes lo fuerzan a subir. Con esta escena, Margarethe von Totta da inicio a su retrato fílmico sobre la filósofa judía-alemana Hannah Arendt. Porque fue el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, en la provincia de Buenos Aires en 1960, y su posterior juicio en Israel, lo que dio origen a la publicación Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (1963), de Arendt.
En Hannah Arendt (2013), un filme que este viernes tiene su preestreno en la 13ª edición del Festival de Cine Alemán y el 26 en la cartelera porteña, von Trotta elige narrar el proceso del criminal nazi en Israel, que la pensadora cubrió para la revista The New Yorker; y se detiene en la controversia que despertó el concepto la banalidad del mal . La directora cuenta que este filme cierra la trilogía sobre pensadoras alemanas que había comenzado con Rosa Luxemburgo (1986), y continuó con Rosenstrasse (La calle de las Rosas) en 2003.
"En 1983, quería hacer una película sobre Rosa Luxemburgo porque estaba convencida de que fue la pensadora más importante del siglo pasado y me interesaba descubrir a la mujer detrás de la luchadora revolucionaria. Pero ahora, al comenzar el siglo XXI, Arendt se presenta como una figura aún más fuerte: su concepto "la banalidad del mal", entonces duramente criticado, hoy es fundamental a la hora de discutir y pensar los crímenes cometidos durante el nazismo", asegura von Trotta.
Integrande del Nuevo Cine Alemán de los 70, von Trotta trabajó primero como actriz en las películas de Rainer Werner Fassbinder y luego como guionista en varias películas de quien fuera su marido, el director alemán Volker Schlondorff. Junto a él, debutó en 1975 en la co-dirección de El honor perdido de Katharina Blum (Die verlorene Ehre der Katharina Blum). Dirigió en solitario, en 1978, El segundo despertar de Christa Klages (Das zweite Erwachen der Christa Klages). Y recibió el León de Oro en el Festival de Venecia 1982 por Marianne & Juliane (Die bleierne Zeit), estrenada en Argentina como Las hermanas alemanas. Además obtuvo numerosos galardones por Rosa Luxemburg en 1986 y Rosenstrasse (La calle de las Rosas) en 2003.
A lo largo de toda su obra, von Trotta demostró siempre su preferencia por el cine político y reivindicativo, y por abordar problemáticas que atraviesan a la sociedad alemana. En su último filme, vuelve a trabajar junto a Barbara Sukowa, actriz que protagonizó cuatro de sus películas, y que construye a una vibrante Hannah Arendt que debe mantenerse firme en sus ideas, ante los ataques tanto de sus amigos como de desconocidos enojados por sus publicaciones en The New Yorker.
La película muestra cómo en 1961 Arendt llega entusiasmada a Jerusalén para seguir el proceso contra Adolf Eichmann, jerarca de las SS que llevó adelante la logística de "La solución final", y exterminó a seis millones de personas en los campos de concentración nazis en toda Europa. Desde las primeras declaraciones que realiza Eichmann en el juicio dentro de una cabina de vidrio la pensadora se da cuenta de que en vez de estar frente a un ideólogo del nazismo, se encuentra con un mediocre burócrata, orgulloso de haber cumplido su tarea con eficiencia. Es un acierto que von Trotta haya elegido utilizar el registro documental que se realizó del juicio, y se pueda ver y escuchar al verdadero Eichmann contestando las preguntas de jueces y fiscales. Es en estas filmaciones que irrumpe lo real, y se puede observar la lógica siniestra de la obediencia debida con la que se excusa Eichmann de sus crímenes.
La teórico política alemana regresa a los Estados Unidos, donde estaba radicada, luego de haber presenciado buena parte del juicio y relee todas las declaraciones, mientras espera el veredicto que sentenció a Eichmann a la horca, en mayo de 1962. Recién en febrero de 1963, Hannah Arendt comienza a publicar su reporte del proceso, en una serie de artículos en la revista neoyorquina, y a partir de la primera entrega debe afrontar todo tipo de críticas e incluso amenazas para que cambie sus ideas.
La película profundiza en esa gran controversia que despiertan los escritos de Arendt, sobre todo en la comunidad judía, que la acusa de justificar al criminal nazi con su concepto sobre la banalidad del mal ; que no entiende por qué incluye en su informe el accionar de los líderes de los Consejos Judíos, que le entregaron a Eichmann las listas de deportación de las personas encerradas en los guetos hacia los campos de concentración.
Sobre el final del filme, Arendt regresa a la universidad en que enseñaba en la piel de Barbara Sukowa, para dar un brillante discurso en que se defiende de las acusaciones. Allí explica que durante el juicio, Eichmann repetía una y otra vez que él no había hecho nada que hubiera sido su iniciativa. El no tuvo intenciones, cualquiera fueran, buenas o malas, él únicamente había obedecido órdenes. Esta es una típica defensa que usaron los nazis. Dejar claro que la peor maldad que se cometió en el mundo, fue una maldad de la que nadie es responsable, asegura de forma enérgica Arendt. Y continúa: Estos crímenes fueron cometidos por hombres, no por monstruos. Por seres humanos que se negaron a ser personas. Y es éste el fenómeno al que he llamado la banalidad del mal .
(*) Periodista. Argentina
Arendt sigue las declaraciones Adolf Eichmann, en una oficina de prensa, donde se transmitía el juicio por circuito cerrado.
Un colectivo avanza por un camino de tierra en medio de la noche, frena y baja un hombre desgarbado. Mientras el vehículo continúa su camino, el hombre enciende una linterna y comienza a caminar solo. Hasta que a su lado se detiene un camión, cuyos ocupantes lo fuerzan a subir. Con esta escena, Margarethe von Totta da inicio a su retrato fílmico sobre la filósofa judía-alemana Hannah Arendt. Porque fue el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, en la provincia de Buenos Aires en 1960, y su posterior juicio en Israel, lo que dio origen a la publicación Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (1963), de Arendt.
En Hannah Arendt (2013), un filme que este viernes tiene su preestreno en la 13ª edición del Festival de Cine Alemán y el 26 en la cartelera porteña, von Trotta elige narrar el proceso del criminal nazi en Israel, que la pensadora cubrió para la revista The New Yorker; y se detiene en la controversia que despertó el concepto la banalidad del mal . La directora cuenta que este filme cierra la trilogía sobre pensadoras alemanas que había comenzado con Rosa Luxemburgo (1986), y continuó con Rosenstrasse (La calle de las Rosas) en 2003.
"En 1983, quería hacer una película sobre Rosa Luxemburgo porque estaba convencida de que fue la pensadora más importante del siglo pasado y me interesaba descubrir a la mujer detrás de la luchadora revolucionaria. Pero ahora, al comenzar el siglo XXI, Arendt se presenta como una figura aún más fuerte: su concepto "la banalidad del mal", entonces duramente criticado, hoy es fundamental a la hora de discutir y pensar los crímenes cometidos durante el nazismo", asegura von Trotta.
Integrande del Nuevo Cine Alemán de los 70, von Trotta trabajó primero como actriz en las películas de Rainer Werner Fassbinder y luego como guionista en varias películas de quien fuera su marido, el director alemán Volker Schlondorff. Junto a él, debutó en 1975 en la co-dirección de El honor perdido de Katharina Blum (Die verlorene Ehre der Katharina Blum). Dirigió en solitario, en 1978, El segundo despertar de Christa Klages (Das zweite Erwachen der Christa Klages). Y recibió el León de Oro en el Festival de Venecia 1982 por Marianne & Juliane (Die bleierne Zeit), estrenada en Argentina como Las hermanas alemanas. Además obtuvo numerosos galardones por Rosa Luxemburg en 1986 y Rosenstrasse (La calle de las Rosas) en 2003.
A lo largo de toda su obra, von Trotta demostró siempre su preferencia por el cine político y reivindicativo, y por abordar problemáticas que atraviesan a la sociedad alemana. En su último filme, vuelve a trabajar junto a Barbara Sukowa, actriz que protagonizó cuatro de sus películas, y que construye a una vibrante Hannah Arendt que debe mantenerse firme en sus ideas, ante los ataques tanto de sus amigos como de desconocidos enojados por sus publicaciones en The New Yorker.
La película muestra cómo en 1961 Arendt llega entusiasmada a Jerusalén para seguir el proceso contra Adolf Eichmann, jerarca de las SS que llevó adelante la logística de "La solución final", y exterminó a seis millones de personas en los campos de concentración nazis en toda Europa. Desde las primeras declaraciones que realiza Eichmann en el juicio dentro de una cabina de vidrio la pensadora se da cuenta de que en vez de estar frente a un ideólogo del nazismo, se encuentra con un mediocre burócrata, orgulloso de haber cumplido su tarea con eficiencia. Es un acierto que von Trotta haya elegido utilizar el registro documental que se realizó del juicio, y se pueda ver y escuchar al verdadero Eichmann contestando las preguntas de jueces y fiscales. Es en estas filmaciones que irrumpe lo real, y se puede observar la lógica siniestra de la obediencia debida con la que se excusa Eichmann de sus crímenes.
La teórico política alemana regresa a los Estados Unidos, donde estaba radicada, luego de haber presenciado buena parte del juicio y relee todas las declaraciones, mientras espera el veredicto que sentenció a Eichmann a la horca, en mayo de 1962. Recién en febrero de 1963, Hannah Arendt comienza a publicar su reporte del proceso, en una serie de artículos en la revista neoyorquina, y a partir de la primera entrega debe afrontar todo tipo de críticas e incluso amenazas para que cambie sus ideas.
La película profundiza en esa gran controversia que despiertan los escritos de Arendt, sobre todo en la comunidad judía, que la acusa de justificar al criminal nazi con su concepto sobre la banalidad del mal ; que no entiende por qué incluye en su informe el accionar de los líderes de los Consejos Judíos, que le entregaron a Eichmann las listas de deportación de las personas encerradas en los guetos hacia los campos de concentración.
Sobre el final del filme, Arendt regresa a la universidad en que enseñaba en la piel de Barbara Sukowa, para dar un brillante discurso en que se defiende de las acusaciones. Allí explica que durante el juicio, Eichmann repetía una y otra vez que él no había hecho nada que hubiera sido su iniciativa. El no tuvo intenciones, cualquiera fueran, buenas o malas, él únicamente había obedecido órdenes. Esta es una típica defensa que usaron los nazis. Dejar claro que la peor maldad que se cometió en el mundo, fue una maldad de la que nadie es responsable, asegura de forma enérgica Arendt. Y continúa: Estos crímenes fueron cometidos por hombres, no por monstruos. Por seres humanos que se negaron a ser personas. Y es éste el fenómeno al que he llamado la banalidad del mal .
(*) Periodista. Argentina
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