Autoras/es: Ana Villalba
Dice Paulo Freire: "Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo; los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo". Los invito a interrogarse sobre una educación posible para el Siglo XXI.
(Fecha original del artículo: Abril 2013)
¿Fin de la historia? Para nosotros no es ninguna
novedad. Hace ya
cinco siglos, Europa decretó que eran delitos la
memoria y la
dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras
prohibieron recordar la historia, y prohibieron hacerla.
Desde entonces, sólo podemos aceptarla.
dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras
prohibieron recordar la historia, y prohibieron hacerla.
Desde entonces, sólo podemos aceptarla.
Eduardo Galeano
UNA EDUCACIÓN POSIBLE. EDUCACIÓN POPULAR
LA EDUCACIÓN LIBERADORA DE PAULO FREIRE
¿Por
qué y para qué aprendemos?
Paulo
Reglus Neves Freire (1921-1997).
www.revistaforum.com.br
Para
Freire, aprender y enseñar son actos simultáneos: sólo se puede enseñar
aprendiendo y cuando aprendemos también enseñamos. Una cosa no existe sin la
otra. Lo anterior se debe, según la explicación freiriana, a que:
[...]
fue aprendiendo socialmente como, históricamente, mujeres y hombres
descubrieron que era posible enseñar. Fue así, aprendiendo socialmente, como en
el transcurso de los tiempos mujeres y hombres percibieron que era posible
–después, preciso– trabajar maneras, caminos, métodos de enseñar. Aprender
precedió a enseñar [...]. 2
Así,
si aprender fue primero que enseñar, el educador no es tal si no está dispuesto
a aprender con y de sus educandos, pues “nadie educa a nadie. Nadie se educa
solo. Los hombres se educan juntos en la transformación del mundo”.3
Por
otro lado, no hay que olvidar que el ser humano, a diferencia del animal, tiene
una relación activa con el espacio y con el tiempo, pues tiene la capacidad de
transformarlos. En contraste, el animal se adapta a su medio sin otro móvil que
su nato instinto (que no conciencia) de sobrevivencia, es un ser cerrado en sí
mismo que no toma decisiones, no tiene finalidades, no es capaz de darle
sentido al mundo, es ahistórico.
Por
su parte, el hombre es un ser abierto que se integra al mundo creativamente,
posee una captación reflexiva de lo que lo rodea, toma decisiones y responde a
los desafíos que le son impuestos, por eso su vida es “existencia histórica”.
En una interpretación muy personal del Génesis de la Biblia católica, me parece
que comer del fruto del árbol prohibido, el árbol de la sabiduría, es una
representación de esa transición del hombre de un ser ahistórico, de un animal,
a un ser que se da cuenta de que su existencia es finita y que su relación con
el mundo está ubicada en un tiempo y espacios específicos. Así, este nuevo ser
pierde el “paraíso”, o sea, la comodidad de pertenecer a un mundo cuyas leyes
son incuestionables e inmodificables y de las cuales él no es responsable. En
cambio, podemos decir que nuestra especie se caracteriza por su capacidad de
hacer conciencia de sí mismo y del mundo, conciencia que le permite no
solamente estar “en” el mundo, sino estar “con” el mundo.
De
esta manera, el hombre aprehende el mundo y aprende del mundo. Pero éste no es
un aprendizaje solitario, es, como afirma nuestro autor, aprendizaje colectivo.
Sólo después de que juntos mujeres y hombres tomaron conciencia de que
aprendían del mundo, fue que descubrieron la posibilidad de enseñar.
Asimismo,
es posible afirmar que el hombre no sólo tiene contacto con el mundo, sino que
construye una relación con éste, relación que puede ser transformada ad
infinitum. Por esta razón, Paulo Freire nos recuerda que somos seres
inacabados, es decir, en constante formación y transformación. Nuestro eterno
“estar siendo” nos convierte en seres con vocación, y es aquí donde Freire
fundamenta su pedagogía para la liberación, pues afirma que nuestra vocación
es, precisamente, la libertad.
Así,
fundada en la libertad, la pedagogía de Paulo Freire se convirtió en un bastión
fundamental de la educación popular, cuyo objetivo principal era (y sigue
siendo) la superación de la opresión en la que viven las clases bajas de los
países latinoamericanos y, en general, de los que forman parte del llamado
Tercer Mundo. Entre las características más generales de la propuesta
pedagógica del brasileño podemos mencionar que ésta se destaca por señalar la
necesidad de la construcción de nuevas relaciones entre los sujetos y entre
éstos y el saber. Por otro lado, Freire nos recordará, una y otra vez, que no
podemos separar la práctica de la teoría. La práctica es para Freire la
reflexión que deviene acción, y es sólo la acción la que nos puede llevar a la
transformación social que la pedagogía liberadora busca.
¿Fin
de la historia?
Desde
finales del siglo XIX la escuela parecía atravesar por una crisis,4 se tenía la
impresión de que algo no funcionaba, y peor, se pensaba que la escuela
dificultaba más que facilitar el aprendizaje. A raíz de ello, surgieron varias
corrientes que cuestionaban la escuela tradicional, es decir, una escuela con
relaciones y métodos autoritarios, cuya realidad estaba al margen de la vida,
fundamentada en la disciplina y el castigo y, entre otras cosas, con un método
basado en el orden y la programación, donde el maestro tenía el papel
principal, mientras los alumnos “debían acostumbrarse a hacer la voluntad más
de otras personas que la suya propia”.5 Entre los críticos de esta escuela hay
muchos nombres conocidos: Freud, Marx y Engels, Makarenko, Gramsci, Althusser,
Bourdieu y Paulo Freire, entre otros.
En
este contexto y desde América Latina, Freire lanzaba su crítica a la escuela
tradicional. La escuela latinoamericana no sólo poseía todas las
características arriba mencionadas, además estaba marcada por la colonización,
pues apoyaba desde entonces la idea del pueblo como un objeto, una masa
ignorante, y no como un sujeto.
En
ese sentido, el pedagogo brasileño cree que la escuela debe dejar de responder
a los intereses de los poderosos para ponerse a disposición de las clases
populares, ayudar en el desarrollo de una conciencia crítica y formar parte de
la lucha por la dignidad.
Así,
la educación no constituía tan solo la “ambición de conducir al alumno al
contacto con las mayores realizaciones de la humanidad”6 a través de la simple
observación e imitación, educar debía significar:
[...]
crear la capacidad de una actitud crítica permanente, actitud que permita al
hombre captar la situación de opresión en la que se halla sumido, y captar esa
situación de opresión como limitante y transformable.7
Hemos
señalado más arriba que Freire se preocupó por dejar claro que la realidad es
modificable, pues, para el brasileño, un educando es el sujeto de la producción
del saber (y no depósito de conocimientos), cuyo fin es ser sujeto de su propia
historia, es decir, constructor de su propio proyecto histórico, ya que,
explica, “mi presencia en el mundo no es la de quien se adapta a él, sino la de
quien se inserta en él. Es la posición de quien lucha para no ser tan sólo
objeto, sino también sujeto de la historia”.8
Por
todo lo anterior, podemos decir que Freire se muestra en contra de la ideología
fatalista, es decir, en contra de la tendencia a pensar que el orden mundial en
el que vivimos es natural e inevitable, en otras palabras, que es
inmodificable.
La
idea de Fukuyama sobre el “fin de la historia” es parte de esa corriente
fatalista. Para él la derrota del socialismo real en 1989 significó el triunfo
definitivo e incuestionable del capitalismo y de la universalización de la
democracia liberal. Y no es que esto sea una desgracia completa, el problema es
que proclamar al capitalismo como el mejor sistema mundial posible, sus vicios
y defectos se vuelven también incuestionables, son los “males necesarios”. Ante
esta perspectiva, no nos queda más que, como dice Eduardo Galeano, padecer la
historia, y con ello, padecer la injusticia social, la pésima distribución de
los ingresos, la cultura de consumo, etcétera.
De
este modo, pensar que el capitalismo, o cualquier otro sistema
económico-social, es imperfectible contradice la naturaleza inacabada del ser
humano y su eterno “estar siendo”. En ese contexto el aprendizaje sería
imposible, pues ¿qué se puede aprender de un mundo en el que ya se ha dicho
todo, un mundo inflexible y hermético? ¿Acaso nos tendríamos que conformar con
repetir lo que se ha dicho e imitar lo que se ha establecido como lo “mejor”?
Freire no lo piensa así, no cree en el fin de la historia, no acepta el punto
final que los poderosos le han puesto a una realidad que los favorece sólo a
ellos.
El
constructivismo freiriano
Haciendo
un resumen somero, podemos decir que la pedagogía propuesta por Paulo Freire
comprende, más o menos, las siguientes premisas:
a)
Todos pueden aprender.
b)
Todos saben algo.
c)
El sujeto es responsable de la construcción de conocimiento y de darle un nuevo
significado a lo que aprende.
d)
Se aprende cuando el educando posee un proyecto de vida donde ese conocimiento
es significativo.
En
este tenor, educar y educarse se convierte en un acto político, en un acto
creador, pues significa aprender a hacer una lectura crítica del mundo y, sobre
todo, la capacidad de pasar de la inmersión en la realidad hacia el
distanciamiento que nos permita la concientización, acción que precede a la
transformación social. Hay que recordar que Freire pretende (y no lo insinúa,
lo dice literalmente) el desarrollo de una pedagogía del oprimido, de la
educación de y para los social y económicamente marginados. En esta línea, la
concientización significa el reconocimiento de que se pertenece a una sociedad
de opresores y oprimidos, y la posibilidad de desentrañar el tejido social que
hace que ese tipo de socialización sea hegemónico, así como analizar y
cuestionar el discurso bajo el cual los opresores legitiman su poder. Reflejo
de esta visión es el sistema de alfabetización de adultos propuesto por Freire,
cuya ejecución debe estar acompañada de:
1.
Investigación temática. Se refiere a la elaboración de una biografía propia a
través de un tema generador. El tema generador depende del momento específico
que se vive y a través de él se pretende establecer un diálogo con el mundo que
mediatiza al educando. Este paso significa, según Freire, el ingreso al
universo temático del pueblo.
Los
educadores de estas escuelas son personas acampadas con educación media y con
algún curso de magisterio impartido por el propio mst.
Foto:
Ana Villalba.
2.
Tematización o decodificación de los temas que integran la realidad social y la
vida de cada educando. Aquí, el educador identifica el universo de temas que
los educandos exponen. Se trata también de hacer interactuar a los alumnos a
través de la discusión sobre lo que han identificado como su visión de la
realidad social.
3.
Problematización o visión crítica de la realidad social del educando. En esta
fase es donde se aspira a incentivar la acción hacia la libertad, ya que, a
través de esta visión crítica “el hombre deja de estar atado a lo que es y
percibe la necesidad de la lucha por lo que puede ser.”9
Entonces,
no sólo se trata de aprender a leer y escribir, la escuela debe ser un espacio
donde analizo el entorno social en el cual me desenvuelvo, es un espacio donde
hombres y mujeres aprenden a dialogar sobre sus experiencias de vida, pues, si
no es para compartir mi experiencia y mi visión del mundo, ¿qué sentido tiene
aprender a leer y escribir?, ¿leer y escribir sobre qué?, ¿para qué?
La
idea anterior nos permite decir que la relación hombre-mundo está forzosamente
acompañada de la relación hombre-hombre, cuya correspondencia está marcada por
la comunicación, esto es, por la palabra. El lenguaje surgió ante la necesidad
de dialogar con el otro, de pronunciar el mundo que percibíamos y cotejarlo con
el mundo de los otros. Para Freire, la palabra es el vehículo necesario entre
reflexión y acción, la palabra es praxis, es la posibilidad de, a través del
diálogo que ella genera, transformar al mundo.
De
esa premisa surge la teoría de la comunicación pedagógica de Freire, cuya
proposición esencial es que la educación es diálogo, es el encuentro entre dos
o más sujetos cuyo objetivo es la búsqueda colectiva de los significados
sociales. Por ello, la educación no puede ser vista como una mera transmisión
de conocimientos de un sujeto que sabe a otro ignorante (recordemos que todos
sabemos algo), sino la coparticipación en el acto de comprender. En palabras
llanas, la comunicación pedagógica de Freire recuerda que la educación es un
acto comunicativo en el que los signos lingüísticos de educandos y educadores
deben compartir un mismo universo. Esta comunicación es bilateral y sólo es
posible con la comprensión de los condicionamientos socioculturales del
educando. Educar no es invasión cultural, no es mesianismo, no es
subestimación, es un proceso en el cual se respeta al alumno, es concientizar
sin violentar la conciencia del otro.
Romper
con las dicotomías tradicionales es romper con los métodos autoritarios. Nos
referimos a los binomios que aseguran que el maestro educa mientras el educando
aprende, el primero sabe, habla, disciplina y escoge los contenidos
programáticos y el segundo ignora, escucha, se disciplina y se adapta a los
contenidos. En cambio, la educación para la liberación niega la unilateralidad
del aprendizaje entre educador y educando, despierta la creatividad y la
reflexión, busca la comunión y la solidaridad, busca una relación horizontal
entre profesor y alumno, pues no se puede aprender a ser democrático a través
de métodos autoritarios.
Educación
y movilización social: Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst)
Según
Sydney Tarrow, politólogo norteamericano, los movimientos sociales como hoy los
conocemos se configuraron con el surgimiento del Estado Moderno hacia finales
del siglo XVIII. En términos generales, este nuevo estado, si bien fundó el
concepto de ciudadanía con el fin de desarrollar diferentes perfiles de
individuos que sirvieran al Estado (soldados, pagadores de impuestos, obreros,
etc.), el despliegue de los medios de comunicación y, junto con ello, la
movilización de la opinión pública, devino en la organización de fuertes
movilizaciones sociales. Lo que interesa resaltar aquí es la importancia de la
difusión de la alfabetización durante este periodo que, junto con la difusión
de los medios impresos, constituyó un elemento fundamental en la construcción
de lazos entre comunidades alejadas, creando, como lo denomina Tarrow, “comunidades
invisibles de discurso” o, lo que es lo mismo, “comunidades invisibles de
lectores”, es decir, miles de hombres y mujeres que accedían a la misma
información el mismo día. Por otra parte, los medios impresos no sólo
conectaban a los miembros de la comunidad entre sí, sino que acortaban la
distancia entre éstos y los gobernantes, pues se referían a estos últimos y a
sus actividades en lenguaje común, además de conferir críticas y burlas acerca
de su desempeño.
Asimismo,
Tarrow señala las consecuencias que la posibilidad de leer trajo en términos de
organización y política popular; al respecto afirma:
La
difusión de la alfabetización fue un determinante crucial del nacimiento de la
política popular. Sin la capacidad de leer, los insurgentes en potencia habrían
tenido dificultades para mantenerse al corriente de las acciones de otros con
reivindicaciones similares, excepto por la transmisión verbal de noticias.10
En
resumen, podemos decir que ya la simple posibilidad de leer permite la entrada
al mundo de la información y, por lo tanto, la oportunidad de dar nuestro punto
de vista. Posteriormente, de esa capacidad de dar nuestro punto de vista sobre
la realidad que nos rodea, surge lo que hoy se denomina opinión pública, base
del ejercicio efectivo de la democracia.
En
este sentido, tal como ocurriera durante la formación del Estado Nacional en el
siglo XVIII, actualmente la capacidad de leer todavía es considerada por
algunos movimientos sociales como una oportunidad para acceder a la
información, a lo nuevo, al cambio y a la liberación.
Ejemplo
claro de lo anterior es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra
(mst) que, guiado por la pedagogía de Freire, acompaña su lucha por la reforma
agraria en Brasil con un proyecto de educación popular. Así, mientras acampan a
la orilla de las carreteras esperando localizar una tierra donde asentarse
definitivamente y hacer lo que mejor saben hacer: sembrar la tierra, montan
pequeñas escuelas que atienden las necesidades educativas de los hijos de los
campesinos movilizados. Por ello, para muchos de los alumnos y monitores de las
escuelas del mst, ser parte de los programas educacionales del movimiento:
[...]
representa la posibilidad de emancipación social y cultural. Consideran muy
importante la presencia de los espacios formativos y la red de relaciones
sociales que se crea a lo largo de los proyectos. [Además] los monitores
consideran la alfabetización importante para los asentados, para que tengan un
mayor aprendizaje de ciudadanía.11
De
este modo, podemos decir que para el mst la escuela se convirtió en un apéndice
necesario de la lucha por la tierra, esto es, se pasó de la conquista de la
tierra a la conquista de la palabra. Leer y escribir, además de posibilitar la
firma de los documentos del incra (Instituto Nacional de Colonización y Reforma
Agraria) y la lectura de los rótulos de los productos utilizados en la
agricultura, significó la inclusión en el mundo letrado y con ello, la
capacidad de demandar con la propia voz los derechos que hasta entonces se les habían
negado.
En
pocas palabras, revisar las ideas de Freire nos hace recordar el poder
transformador que tiene la educación. Bajo su influencia las aulas pueden
convertirse en trincheras en las cuales se pongan a prueba conceptos como
ciudadanía, democracia, representación política y participación, y donde se
desarrollen valores como la autonomía, la igualdad y la justicia.
En
síntesis, podemos decir que la educación popular en general y en especial la
inspirada en los ideales de Paulo Freire representa el paso de una escuela
pública “atribuida” (por el Estado-nación) a una escuela pública “reclamada”.
O, como lo dice Stephen Store (participante constante del Foro Mundial de
Educación), el tránsito de lo que Touraine denominara “escuela de la sociedad”
a una escuela construida por los actores sociales sobre la base de sus propias
reivindicaciones y promoviendo una “ciudadanía cultural”.
1
En 1988 el Partido de los Trabajadores (pt) ganó, con Luiza Erundina, la
jefatura de la capital del estado de São Paulo. Durante este periodo se
fortaleció la autonomía de las escuelas públicas del estado; se restablecieron
los círculos de padres de familia, de profesores y los gremios estudiantiles;
se intensificó la gestión de proyectos pedagógicos propios, y se inició un
movimiento de alfabetización en conjunto con los movimientos sociales
(Movimiento de Alfabetización de la ciudad de São Paulo), entre otras cosas.
2
Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía, México, Siglo XXI Editores, 2004, p.
25.
3
Paulo Freire citado por Moacir Gadotti en “Paulo Freire: de la pedagogía del
oprimido a la ecopedagogía”, Moacir Gadotti (coord.), Perspectivas actuales de
la educación, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 135.
4
Jesús Palacios, La cuestión escolar, México, Ediciones Coyoacán, 2002.
5
Ibidem, p. 19.
6
Ibidem, p. 20.
7
Ibidem, p. 524.
8
Paulo Freire, op.cit., p. 53.
9
Jesús Palacios, op. cit., p. 551.
10
Sydney Tarrow, Poder en movimiento, Madrid, Alianza Editorial, 1994, p. 98.
11 María Antônia de Souza, “Relaciones
mst. Estado, encuentros y desencuentros en la educación de jóvenes y adultos de
los asentamientos rurales”, en Evelina Dagnino (coord.), Sociedad civil, esfera
pública y democratización en América Latina: Brasil, México, Fondo de Cultura
Económica, 2002, p, 227.
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