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viernes, 19 de abril de 2013

Antropología de la comida

Autoras/es:  Daniel Vidart (*)
Acodados en la baranda de la proa de la embarcación que remontaba el río Magdalena un hombre, más que maduro, y una muchacha en flor contemplaban el persistente  esfuerzo de un caimán que nadaba a flor de agua, tras los restos de comida que  arrojaban desde la cocina del barco.
(Fecha original del artículo: Abril 2013)


Ella era  una  quinceañera, fresca y esbelta, y a su lado levantaba una torre de carne fofa  el anciano rubicundo, cuyo  vientre semejaba un tonel y su nariz, enrojecida, ardía como una brasa en la tardecita calentana.(1)
- Dígame señor, preguntó la muchacha ¿podría decirme la diferencia que existe entre gourmet y gourmand? Por lo que sé,  Vd., ademas de viajar todos los años a Paris,  tiene fama de conocedor de todos los platos  de  mi Colombia linda, y  por ahí se dice, con licencia de Su Merced, que Vd. es un buen comelón.(2)
El alto y obeso personaje no si inmutó, pero para aparentar jovialidad, ya que no le había agradado la mención a  su  gula insaciable, y recurriendo a una macabra parábola, le contestó, sonriendo.
-Niña mía. Si por desventura  naufragara el barco y ambos  cayéramos al agua el caimán tendría su cena asegurada. Si se dirige a mí, y me engulle, demostraría que es  un ordinario gourmand, pero si se dirige a ti, y desdichadamente te manduca, como boccato da cardinale que eres, resultará ser  entonces todo un refinado gourmet. ¿Has comprendido ahora la diferencia que existe entre estos términos, pequeña preguntona?
El diálogo prosiguió sin duda, y debió haber sido cierto pues lo escuché de los labios de quien hacia los años cuarenta del siglo XX había sido, sin duda,  una  sulamita tropical y protagonista de aquel, pero acá debo detenerme.
Dije ya lo que me interesaba decir, con temor y temblor, como un dia escribió Kierkegaard, mediante una anécdota retozona. Una cosa, por cierto, es la comida, la que se ingiere para vivir,  y otra el hartazgo de los que viven para comer. Y muy distinta a las dos modos de alimentarse  es la física hambre, como se dice en mi otra patria, la del tridente andino, la que le robó el nombre del descubridor al Nuevo Mundo, que no debió llamarse América sino Colombia, visto, claro está,  desde la Europa imperialista del bourgeois conquerante y quienes lo seguían, con la espada en una mano y la cruz en la otra. Por si el lector lo ignora, Colon, al descubrir las costas de Venezuela y su vegetación exuberante, sus aves coloridas y la gracia del paisaje, la llamo Tierra de Gracia. El nombre no prospero y el destino quiso que, durante la invasión hispánica y ainda mais , fuera una Tierra de Desgracia.
El hambre ajena de cada día crece en el esquilmado planeta Tierra. Multitudes famélicas se desperdigan en las sabanas africanas, en las arroceras asiáticas, en los minifundios andinos,  en las villas miseria y pueblos jóvenes   que cercan las ciudades. Estos miserables  núcleos poblados, estos vaciaderos de las tripas de la riqueza de todas y cuantas elites del tener y el poder han sido, se acurrucan en sus  oscuros recovecos y levantan, de espaldas  a las torres relucientes de las clases dominantes, el oscuro maleficio de los condenados de la tierra. Integrantes de una subraza biológica y mental, estos detritus humanos, estos expulsados de la vida civil, estas caricaturas de humanidad, se hacinan en refugios llamados, y no por ellos, chabolas, bidonvilles, callampas, favelas, villas miseria,  o como se dice pudorosa y edulcoradamente en el Uruguay,   asentamientos irregulares .
Los economistas contemporáneos, en plena crisis económica y financiera de los países centrales , esos Leviatanes  que explotaron y siguen explotando a los millones de excluidos y desamparados que no viven sino que duran  en covachas malolientes, han desahuciado el regreso del hambreado y hambriento caimán del populus minuto, de la plebs, de lumpenproletariat caracterizado por Marx, de los ejércitos laborales de reserva que constituyen  los  albañales  de la civilización. El capitalismo, expresan, se ha instalado para siempre. Va a transformarse con rapidez y astucia, a plegarse como la regla lesbia a las irregularidades de los distintos escenarios que sobrevendrán en el futuro próximo o lejano.
Fuere como fuere,  la historia se ha terminado, según el dictamen de Fukuyama, y no habrá ni saltos hacia adelante, hacia un socialismo adaptado a la era tecnológica,  ni retrocesos a un neolítico ilustrado.
Pero  si el caimán despierta y regresa, ¿que pasará con los gourmands y gourmets de las potencias   que mueven a los títeres que hoy desgobiernan las impotencias del planeta azul, el tercero a partir de un  sol que no sale para todos y que también morirá en un evo lejano pero implacablemente cierto?
  1. Calentanas se le dice en Colombia a las gentes y cosas de la tierra caliente,como es en este caso el valle del rio Magdalena, donde, en Barranca Bermeja, por ejemplo, se suda la gota .
  2. Comelón ,en vez de comilón. Se trata de una expresión popular.

(*) Antropólogo, escritor, poeta. Uruguay

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