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miércoles, 7 de septiembre de 2011

LUCHADORAS... IV: Combativas. Genora Johnson Dollinger

Autoras/es: Andrea D’Atri (ed.), Bárbara Funes, Ana López, Jimena Mendoza, Celeste Murillo, Virginia Andrea Peña, Adela Reck , Malena Vidal, Gabriela Vino, Verónica Zaldívar
(Fecha original: Abril 2006)

IV: Genora Johnson Dollinger
“Esa noche decidí que las mujeres
podrían formar la brigada de emergencia
y cada vez que hubiera una batalla amenazadora,
nosotras haríamos la diferencia.” 1
Genora Johnson Dollinger
Los años de 1930 en Estados Unidos asistieron a una suerte de revuelta obrera, encendida por una serie de huelgas: los trabajadores se negaban a pa­gar la enorme crisis capitalista, producto del crack económico de 1929. Regía por esos años la durísima ley Taft-Hartley Act, que legalizaba la persecución de los militantes de izquierda y sindicales. La vieja generación de la IWW, que había sido parte de la vanguardia obrera de principios del siglo XX, estaba casi liquidada. Eran años teñidos por un ferviente anti-comunismo, el anti-sindicalismo y la represión aplastaban a los trabajadores. Sus fuerzas estaban atadas de pies y manos.
En ese entonces, Genora Johnson Dollinger formaba parte del ala izquierda del Partido Socialista norteamericano. Este sector, organizado alrededor del periódico Socialist Call, se había ligado a los trotskistas que más tarde fundarán el SWP, quienes –aconsejados por León Trotsky– habían entablado una relación con la juventud socialista, donde cientos de jóvenes como Genora impulsaban con entusiasmo la organización de la clase obrera en los principales centros industriales. Los trotskistas, prestigiados por el gran triunfo de la huelga de Minneapolis, impactaron en los sectores más sensibles del Partido Socialista. Los dirigentes de esa huelga en persona, como Vincent Dunne y la trotskista Grace Carlson, viajaron hasta la ciudad de Flint para establecer un vínculo político con Genora y su compañero Kermit, dos jóvenes de apenas veintitrés años, las figuras más destacadas de las protestas obreras contra la General Motors.
“¡Siéntense compañeros!”: Unidad de la clase obrera para triunfar
Hacía meses ya que los militantes de izquierda de la ciudad de Flint (Michigan) organizaban un nuevo sindicato y preparaban la huelga contra las automotrices que exprimían al máximo las fuerzas de la clase obrera norte­americana.2 Los socialistas impulsaron, junto a comunistas y otros grupos, la Liga por la Democracia Industrial, un frente único de partidos y activistas. La liga organizaba reuniones en garages y sótanos, donde discutían sobre el programa socialista y la historia del movimiento obrero. Muchos de los trabajadores que asistían a las reuniones se habían acercado por el periódico Socialist Call, que se repartía ampliamente en las fábricas de la zona.
La huelga comenzó lentamente a instancias de la joven organización sindical United Auto Workers3 (UAW) –un ambicioso proyecto de sindicato único de los trabajadores de la industria automotriz, impulsado por obreros y partidos de izquierda–, que insta a las empresas a terminar con los atropellos patronales. Hasta ese momento las compañías podían contratar y despedir a gusto a cualquier trabajador, no había contratos por escrito y las condiciones laborales eran cada vez más terribles.
Mientras las corporaciones se enriquecían, los obreros dejaban sus vidas en las fábricas por un salario miserable4. Los primeros esfuerzos para organizar el sindicato único intentaron frustrarse con el traslado forzoso de los militantes sindicales a otras zonas. La General Motors obliga al traslado de tres militantes de una de sus plantas que se niegan a desafiliarse del sindicato, para disciplinar el ánimo obrero. La respuesta del lado de los trabajadores fue determinante: el 30 de diciembre de 1936 un turno entero de la fábrica realiza una huelga y una sentada; a esta acción le siguen otras similares en las otras plantas de la Body Fisher de Flint (también propiedad de General Motors). La empresa comenzó a sacar las piezas de los automóviles para llevarlas a otras plantas no sindicalizadas. Cada una de las plantas comenzó a realizar sentadas y los obreros se negaron a abandonar sus puestos de trabajo y paralizaron las líneas de producción. La única salida posible era la lucha abierta contra la imponente GM.
La UAW, que había surgido como parte de las conclusiones de im­portantes luchas anteriores como la huelga de los mineros del carbón de Pittsburg, sostenía que era necesario construir un gran sindicato combativo que uniera a todos los trabajadores de la misma industria para pegar como un solo puño. Para 1936, la UAW convoca su segunda convención, donde los trotskistas y obreros comunistas juegan un rol activo en “izquierdizar” su programa. Sin embargo, no estaba en los planes de la dirigencia del sindicato arremeter con esta fuerza contra las automotrices.
Mientras duró la huelga, cada día se sumaban nuevos miembros al sindicato, a pesar de la intimidación y las amenazas directas de los patrones de despedir a cualquiera que se uniera a los “rojos”. Cada nuevo miembro de la UAW debía aceptar estas tres cláusulas: comprar bienes de empresas donde los trabajadores tuvieran permiso de sindicalizarse; colaborar con la tarea de “elevar la condición material, intelectual y moral de los trabajadores automotrices” y “ser respetuoso en el trabajo y en la acción hacia cualquier mujer.” 5 Estas cláusulas mostraban el espíritu que habían impuesto las lu­chas obreras y la pelea de los trotskistas por darle un contenido clasista al programa del sindicato, aún cuando su dirección actuara, en ocasiones, de manera conservadora. Los líderes de la UAW nunca autorizaron “legalmente” la huelga, simplemente tuvieron que ponerse a la cabeza de la acción que habían decidido los trabajadores.
La brigada auxiliar de mujeres
Genora no trabajaba en las plantas que salieron a la huelga, pero era compañera de Kermit Johnson, el único militante del Partido Socialista que era obrero automotriz en esa ciudad. Cuando llegó a la oficina del sindicato para colaborar con la lucha, la relegaron a la cocina y les dijo: “Vean, hay muchos hombres flacuchos que no son capaces de pararse firmes, marchar e ir hacia los piquetes y pueden pelar papas tan bien como nosotras.” 6
Genora había observado la presión que ejercían las esposas de los obreros en las huelgas. Flint, como muchas de las ciudades obreras, vivía una situación económica grave. Se multiplicaban los niños con hambre. Las necesidades eran apenas cubiertas por los magros salarios. Las mujeres eran quienes administraban y organizaban la vida familiar y las primeras en resistir cualquier hecho que pudiera arriesgar el sostenimiento de los hogares. Cuando comienzan las sentadas en la General Motors, Genora veía llegar, diariamente, a esposas iracundas que amenazaban con el divorcio a los obreros si se metían en problemas. Entonces pensó que si no ganaban a las mujeres para la huelga, la victoria sería más difícil. “Pensamos, si las mujeres son tan efectivas para quebrar la huelga, podrían serlo también para ganarla. Entonces organizamos la brigada auxiliar de mujeres, que fue muy efectiva para comprometerlas en la lucha.” 7
Y no se equivocó. No sólo fortaleció la huelga, sino que cambió la vida de esas mujeres que, del aislamiento del hogar, pasaron a organizar comedores y guarderías, piquetes y la famosa Women Auxiliary Brigade (Brigada Auxiliar de Mujeres), reuniendo cerca de mil mujeres. Mientras un grupo de cuatrocientas se organizaba, casi militarmente, para resistir los embates de la policía.
Cuando la huelga avanzaba y la decisión de los obreros se mantenía firme, el Partido Socialista y la UAW todavía no terminaban de organizar la logística que pudiera sostener una acción de esa envergadura. La empresa, mientras tanto, agotaba todos los recursos para disuadir a los trabajadores, pero nada funcionaba. A las dos semanas de huelga, el mismo gobernador había intentado, infructuosamente, enviar a la policía estatal para desalojar las plantas.
Aprovechando el impulso que habían tomado las mujeres organizando la Brigada Auxiliar, Genora realizaba, al mismo tiempo, visitas a las casas de las obreras, grupos de estudio y discusión e incluso actos públicos en los barrios para ganar más mujeres para la huelga. A medida que se suma­ban más mujeres, se hacía urgente el problema del cuidado de los niños y niñas. Para esto, la joven Genora montó en la misma sede del sindicato una guardería, donde los hijos e hijas de los trabajadores se quedaban durante el día mientras sus madres iban a los piquetes.
Muchas mujeres se acercaban por primera vez al sindicato a quejarse por la huelga, porque los niños y niñas no tenían qué comer, muchas de ellas se habían opuesto enérgicamente a que sus esposos se afiliaran. Fueron las mismas mujeres las que se encargaron de convencer a cada una de las recién llegadas, discutiendo la necesidad de la huelga, “Wilma McCartney, que tenía nueve hijos, y estaba embarazada del décimo, era la encargada de la guardería (…) Esta mujer maravillosa, madre de nueve niños, hablaba con las mujeres sobre cómo las beneficiaría que sus esposos participen activamente. Y si ganaban la huelga, eso haría una diferencia en sus con­diciones de vida. Reclutamos un montón de mujeres solamente a través de la guardería.” 8
Más tarde muchas feministas criticaron la falta de una política cons­ciente para construir una conciencia de género, que no hubo iniciativas para fortalecer un movimiento de mujeres; sin embargo, explica Genora, “fue un cambio radical (…) Darle a las mujeres el derecho a participar en las discusiones con sus esposos, con otros miembros del sindicato, con otras mujeres, de expresar sus visiones (…) eso era un cambio radical para esas mujeres en ese momento (…) Radical como la solidaridad que se desarrolló entre las mismas mujeres, penetrando el aislamiento en el que estaban su­mergidas en Flint antes de la huelga. Mary Handa mostró ese sentimiento en esta observación: ‘ya no éramos más individuos, éramos parte de una organización.’” 9
Mujeres en los piquetes
La huelga se extendió durante todo el mes de enero. La empresa no lograba desalojar a los obreros. Ya estaban en huelga casi la totalidad de las plantas. Había habido algunos intentos de aislamiento, como prohibir la entrega de comida y apagar los calefactores y la electricidad de la fábrica. Mientras tanto, en las plantas, los obreros instalaban “salas de estar” con los asientos de los futuros automóviles y organizaban bibliotecas, con todos los periódicos de izquierda, libros de historia, etc.
A medida que avanzaban los días los piquetes para impedir la entrada de los rompehuelgas y la policía se hacían más masivos: hombres, mujeres y niños se apostaban en las entradas durante las veinticuatro horas. De hecho, una de las primeras imágenes de la huelga que llega a los periódicos es la de un piquete organizado por la Brigada de Mujeres, junto a sus hijos.
La policía atacó por primera vez, arrojando gases lacrimógenos. Ese día cuatrocientas mujeres se ofrecieron voluntariamente a participar de los piquetes. La tensión era insoportable, muchas habían ido con sus hijos. Fue entonces que Genora decidió hablar, se acercó al altoparlante, donde estaba el dirigente sindical Walter Reuthers y comenzó a arengar contra los policías y a alentar a las mujeres: “Finalmente, me levanté y fui hasta el camión que tenía el aparato de sonido y le dije a los policías: Cobardes, cobardes, disparan a hombres desarmados y a las madres de sus hijos. Hubo un si­lencio a ambos lados de la línea. Y llamé a las mujeres (…) crucen la línea de policías y vengan aquí a defender a sus esposos, sus hermanos, sus tíos, sus novios. Anochecía y apenas pude ver a una mujer caminando hacia la zona de batalla. Y cuando eso sucedió hubo otras mujeres que la siguieron, luego más hombres. Y hubo un gran grito de victoria (…) Esa noche decidí que las mujeres podrían formar la brigada de emergencia y cada vez que hubiera una batalla amenazadora, nosotras haríamos la diferencia.” 10 A partir de ese día la Brigada de Mujeres de Emergencia se organizaba para los piquetes y cada una de sus integrantes llevaba un distintivo rojo en el brazo que las identificaba.
“¡Hay que tomar la planta 4!”: una medida para triunfar
Genora jugó un rol decisivo, no sólo organizando a las mujeres, sino también en la discusión de cada medida y política del partido. Su compañero Kermit Johnson, a pesar de no ser el líder formal del sindicato, era un verdadero referente de la base obrera, era el presidente del comité de huelga.
A menudo surgieron diferencias entre los socialistas acerca de cómo actuar en la huelga, ya que el partido se había dividido en dos alas. A me­dida que la lucha se extendía Genora y Kermit comprendieron que se hacía urgente una acción decisiva para derrotar a la General Motors. Los obreros habían mostrado una disposición inmensa para la lucha, pero se necesitaba una dirección a la altura de las circunstancias. Fue entonces que se abrió una discusión acerca de cuál debería ser el paso siguiente. Ambos insistían en ocupar la planta de ensamblaje, para tener el control del corazón de la fábrica, que a pesar de haber reducido drásticamente su producción, seguía funcionando a fuerza de rompehuelgas y mudanza de piezas a otras plantas más pequeñas.11
La medida de tomar la planta N° 4 fue propuesta por Kermit y Genora en el Partido Socialista. La planificación incluía, a propuesta de Genora, una acción para distraer a los miles de policías y efectivos de la Guardia Nacional que acampaban alrededor de las plantas. Cuando propusieron la medida a los miembros del partido, Walter Reuthers, un reconocido dirigente sindical socialista que se había instalado en la ciudad, se opuso alegando que era demasiado peligroso y convenció a la mayoría para que votaran en contra de la propuesta de estos dos jóvenes.
Esa misma noche Genora escribió una carta a Norman Thomas, di­rigente nacional del Partido Socialista, para que interviniera a favor de su propuesta. Thomas discutió la propuesta con el secretario obrero del parti­do, Frank Trager, que viajó a Flint inmediatamente. Cuando llegó y vio de cerca la enorme militancia de base que había generado la huelga se decidió a apoyar la propuesta de Genora y Kermit, e intercedió para disuadir al mismo Reuthers y la mayoría de los socialistas. Genora cuenta en su libro que Reuthers les advirtió: “Si esto falla, la responsabilidad caerá sobre su cabeza”. Genora contó en conferencias posteriores que esa actitud marcaría el futuro de Reuthers, que abandonó las ideas socialistas años más tarde.
Finalmente, el sindicato discutió en una reunión pública marchar a la planta N° 9, asegurándose que los espías de la empresa comunicaran la acción a la policía. El 3 de febrero miles de trabajadores marcharon a la planta a enfrentarse con la policía, que los esperaba, lista para entrar a la fábrica y desalojarlos. Cuando los trabajadores entraron, la policía los siguió arrojando gases lacrimógenos; los huelguistas respondían arrojando cualquier objeto que tenían a mano. Afuera de la planta, mientras se llevaba a cabo una verdadera batalla campal, las mujeres de la Brigada, habían ido preparadas: algunas llevaban palos y se dedicaron a romper todos los vidrios de la fábrica para permitir que el gas lacrimógeno saliera de la planta, donde se enfrentaban los obreros con la policía.
Mientras tanto, otro grupo de mujeres y obreros entraban en la planta N° 4, la estratégica planta de ensamblaje. Ni bien entraron hicieron barri­cadas en cada una de las entradas y ventanas y organizaron grupos que pa­trullaban para custodiar el verdadero objetivo de la acción. Al día siguiente un juez ordenó el desalojo. Las cartas estaban echadas, el sindicato reunió todos los refuerzos posibles, comenzaron a llegar los contingentes obreros para solidarizarse con la huelga y resistir la medida. Llegaron más de mil “veteranos” de las huelgas duras de Auto-Lite y Chevrolet en Toledo, Ohio; aparecieron quinientos afiliados del local de Detroit West Side de la UAW y trabajadores del caucho de Akron, Ohio. También acudieron los mineros del carbón de Pittsburg, Pennsylvania.
Finalmente, la General Motors desistió de los desalojos, porque nada movía a los trabajadores de la fábrica. La huelga de Flint había triunfado, y su novedoso método de las sentadas y la ocupación escribirían una nueva página en la historia de la clase obrera norteamericana. El 11 de febrero de 1937 la empresa acuerda con el sindicato. Debería contratar sólo trabajadores sindicalizados para sus diecisiete plantas cerradas por la huelga, recontratar a todos los huelguistas y reconocer el derecho a la discusión sindical en las plantas. También se logró el poder de la negociación colectiva y el reco­nocimiento de la UAW como interlocutor de las negociaciones de salarios, horas y condiciones laborales.
La huelga de Flint dejó un gran legado: además de la lucha aguerrida de los obreros, una gran conquista que fue la organización de sindicatos por industria, fortaleciendo la unidad de las filas obreras.
No soy una heroína”: una militante revolucionaria
Genora fue parte de esa generación de militantes revolucionarios que llevaban adelante la lucha por una sociedad sin explotación, en medio de la monumental crisis capitalista de los años de 1930, en el país que se erigía como futura superpotencia. Genora no fue sólo una mujer valiente que peleó junto a los trabajadores; fue una revolucionaria convencida de que era necesario hacer todos los esfuerzos posibles para organizar la enorme voluntad de lucha de la clase obrera en un partido obrero revolucionario, que fuera capaz de acaudillar la lucha de millones, de las mayorías obreras y populares.
Como parte de esa lucha, los trotskistas impulsaron, junto a otros grupos y a trabajadores combativos la fundación de la CIO, en palabras de Genora: “Después de que los trabajadores de GM se organizaron, siguió la Chrysler, después Ford, los trabajadores del caucho, del vidrio, los del acero estaban organizados. Y todos ellos formaron el Congress of Industrial Organisations (Congreso de Organizaciones Industriales). Esas iniciales, CIO, eran iniciales de poder. Se veían carteles en las casas y en los autos, ‘Soy la CIO’. Nunca he conocido algo tan poderoso. Incluso llegamos a organizar a los desocupados, que es lo más difícil.” 12
Genora se transforma en una figura indiscutible. Su relación con los trotskistas se hace más estrecha –especialmente con los hermanos Dunne, dirigentes de la huelga de Minneapolis, y la trotskista Grace Carlson– e ingresa a las filas del SWP.13 Después de la huelga de Flint, Genora pasa a integrar las listas negras de activistas sindicales de izquierda. Portadora de la etiqueta “comunista”, no consigue empleo en ningún lugar de la ciudad.
Ya separada de Kermit, decide mudarse a Detroit, para seguir militando en la clase obrera. Comienza a usar el apellido de su segundo esposo, Sol Dollinger, para entrar a trabajar en la fábrica Briggs, donde enseguida organiza el sindicato. Cuando la empresa intentó despedirla, dieciocho mil trabajadores se manifestaron por su reincorporación. Este hecho le costó una brutal golpiza cuando dormía, sola en su casa, a manos de matones de la empresa.
A pesar de todas las intimidaciones del Estado, de los burócratas sindicales, incluso de los comunistas, Genora continúa su militancia. Fue parte de los esfuerzos del SWP por poner en pie un partido marxista revolucionario en los Estados Unidos y organizó a las masas de trabajadores desocupados de Flint y Detroit, que se negaban a vivir de la asistencia estatal. Entre 1938 y 1939, organiza el primer sindicato de obreros desocupados, afiliado a la UAW, del que fue su secretaria. En 1948, fue candidata a diputada por el SWP. Escribió junto a su segundo compañero, Sol Dollinger, un libro, editado después de su muerte, que será estudiado como un testimonio invaluable de la gran huelga de 1936, Not Automatic: Women and the Left in the Forging of the Auto Workers’ Union.14
Hasta su muerte Genora nunca abandonó la militancia obrera, siempre enfrentada a la burocracia sindical, y realizó interminables giras por el país propagandizando las grandes lecciones de esa huelga. Dictó conferencias en varias universidades y fue entrevistada en numerosas ocasiones. En una de sus conferencias decía: “Creo que nuestro deber es educar a todos aquellos en el movimiento obrero que no comprenden de dónde vienen las conquistas que disfrutan. Hubo gente que fue asesinada o herida por sus convicciones en la clase obrera. Tenemos que darles una historia del movimiento obrero y el rol que jugaron las mujeres en él.” 15
Genora fue una gran organizadora sindical, una cautivante oradora, capaz de arrancar hurras en los más diversos auditorios obreros. Era capaz, asimismo, de alentar la revuelta de las mujeres que sólo un tiempo antes se encontraban recluidas en sus hogares con sus hijos hambrientos. Incluso destacan de su sensibilidad que ella fue el primer militante socialista capaz de hablar frente a los obreros negros y recibir calurosos saludos del sector más explotado del proletariado norteamericano. Siempre se negó a usar la etiqueta de “Juana de Arco de la clase obrera” que quisieron ponerle. “No es que haya nacido heroína”, dijo en una entrevista. Cuando murió en 1995, los obituarios en su honor llenaron las páginas de los periódicos de izquierda, publicaciones sindicales y universitarias.
Genora tenía razón, no era una heroína. Fue una militante revolucio­naria y su vida no necesitó el impulso de héroe alguno. Su convicción en las fuerzas de los trabajadores y trabajadoras y la confianza en una perspectiva socialista la hicieron única, y a la vez, una más de esa clase capaz de trans­formar esta sucia prisión en un mundo libre de explotación y opresión.


1I Was Able to Make My Voice Really Ring Out: The Women’s Emergency Brigade in the Flint Sit-Down Strike, entrevista de Sherna Gluck a Genora Johnson Dollinger.
2 Por esos días cuarenta grandes empresas empleaban a cerca de quinientos mil obre­ros.
3 Trabajadores Automotrices Unidos.
4 En 1934, la federación sindical norteamericana, American Federation of Labor (AFL), había negociado con la gran patronal automotriz una especie de “paz” a cambio de un reconocimiento oficial de sus sindicatos por empresa. Los impulsores de la UAW buscaban unificar las filas obreras para ganar peso y negociar con más fuerza.
5 “Sit down, sit down!” de Yosef Mikhah, inédito.
6 Never Again Just A Woman. Women of the Auxiliary and Emergency Brigade in the General Motors Sit-Down Strike of 1937, de Janice Hassett.
7 Not Automatic: Women and the Left in the Forging of the Auto Workers’ Union, de Genora Dollinger y Sol Dollinger.
8 Id.
9 Janice Hassett, op.cit.
10 Sherna Gluck, op. cit.11 Al momento de la huelga los casi veinte mil afiliados del sindicato estaban en huelga o sin tareas, ya que no había autopartes. La producción de GM se redujo de cincuenta y tres mil automóviles por semana, en diciembre de 1936, a sólo mil quinientos por semana, en febrero de 1937.
12 Obituario, en Socialist Review N° 191.
13 Sobre la huelga de Minneapolis ver Marvel Scholl y Clara Dunne, en este mismo capítulo.
14 Genora Dollinger y Sol Dollinger, op. cit.
15 Obituario, op. cit.

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