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lunes, 31 de octubre de 2011

LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA (II-2-g). Eduardo Galeano

Autoras/es: Eduardo Galeano 
(Fecha original: 1970)

SEGUNDA PARTE
EL DESARROLLO ES UN VIAJE
CON MÁS NAUFRAGOS QUE NAVEGANTES
2. LA ESTRUCTURA CONTEMPORANEA DEL DESPOJO: 
g. LOS TECNÓCRATAS EXIGEN LA BOLSA O LA VIDA CON MÁS EFICACIA QUE LOS «MARINES»
Todo presto para digerir el cerdo y darle con tutti.
Al llevarse muchos más dólares de los que traen, las empresas contribuyen a agudizar la crónica hambre de divisas de la región; los países «beneficiados» se descapitalizan en vez de capitalizarse. Entra en acción, entonces, el mecanismo del empréstito. Los organismos internacionales de crédito desempeñan una función muy importante en el desmantelamiento de las débiles ciudadelas defensivas de la industria latinoamericana de capital nacional, y en la consolidación de las estructuras neocoloniales. La ayuda funciona como el filántropo del cuento, que le había puesto una pata de palo a su chanchito, pero era porque se lo estaba comiendo de a poco. El déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos, provocado por los gastos militares y la ayuda extranjera, crítica espada de Damocles sobre la prosperidad norteamericana, hace posible, al mismo tiempo, esa prosperidad: el Imperio envía al exterior sus marines para salvar los dólares de sus monopolios cuando corren peligro y, más eficazmente, difunde también sus tecnócratas y sus empréstitos para ampliar los negocios y asegurar las materias primas y los mercados.
El capitalismo de nuestros días exhibe, en su centro universal de poder, una identidad evidente de los monopolios privados y el aparato estatal1. Las corporaciones multinacionales utilizan directamente al Estado para acumular, multiplicar y concentrar capitales, profundizar la revolución tecnológica, militarizar la economía y, mediante diversos mecanismos, asegurar el éxito de la norteamericanización del mundo capitalista. El Eximbank, Banco de Exportación e Importación, la AID, Agencia para el Desarrollo Internacional, y otros organismos menores cumplen sus funciones en este último sentido; también operan así algunos organismos presuntamente internacionales en los que los Estados Unidos ejercen su incontestable hegemonía: el Fondo Monetario Internacional y su hermano gemelo, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, y el BID, Banco Interamericano de Desarrollo, que se arrogan el derecho de decidir la política económica que han de seguir los países que solicitan los créditos. Lanzándose exitosamente al asalto de sus bancos centrales y de sus ministerios decisivos, se apoderan de todos los datos secreto de la economía y las finanzas, redactan e imponen leyes nacionales, y prohíben o autorizan las medidas de los gobiernos, cuyas orientaciones dibujan con pelos y señales.
La caridad internacional no existe; empieza por casa, también para los Estados Unidos. La ayuda externa desempeña, en primer lugar, una función interna: la economía norteamericana se ayuda a sí misma. El propio Roberto Campos la definía, en los tiempos en que era embajador del gobierno nacionalista de Goulart, como un programa de ampliación de mercados en el extranjero destinado a la absorción de los excedentes norteamericanos y al alivio de la superproducción en la industria de exportación de los Estados Unidos
2. El Departamento de Comercio de los Estados unidos celebraba la buena marcha de la Alianza para el Progreso, a poco de nacida, advirtiendo que había creado nuevos negocios y fuentes de trabajo para empresas privadas de cuarenta y cuatro estados norteamericanos3 Más recientemente, en su mensaje al Congreso de enero de 1968, el presidente Johnson aseguró que más del noventa por ciento de la ayuda externa norteamericana de 1969 se aplicaría a financiar compras en los Estados Unidos, «y he intensificado personalmente y en forma directa los esfuerzos para incrementar este porcentaje»4. Los cables trasmitieron, en octubre del 69, las explosivas declaraciones del presidente del Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso, Carlos Sanz de Santamaría, quien expresó en Nueva York que la ayuda había resultado un muy buen negocio para la economía de los Estados Unidos, así como para la tesorería de ese país.
Desde que, a fines de la década del cincuenta, hizo crisis el desequilibrio de la balanza norteamericana de pagos, los préstamos fueron condicionados a la adquisición de los bienes industriales norteamericanos, por lo general más caros que otros productos similares en otras partes del mundo. Mas recientemente se pusieron en acción ciertos mecanismos, como las «listas negativas», para evitar que los créditos sirvan a la exportación de los artículos que los Estados Unidos pueden colocar en el mercado mundial, en buenas condiciones competitivas, sin recurrir al expediente de la autofilantropía. Las posteriores «listas positivas» han hecho posible, a través de la ayuda, la venta de ciertas manufacturas norteamericanas a precios que son entre un treinta y un cincuenta por ciento más altos que los de otras fuentes internacionales. La atadura del financiamiento -dice la OEA en el documento ya citado- otorga «un subsidio general a las exportaciones norteamericanas». Las firmas fabricantes de maquinarias sufren serias desventajas de precios en el mercado internacional, según confiesa el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, «a menos que puedan aprovechar el financiamiento más liberal que se puede obtener bajo los diversos programas de ayuda»5. Cuando Richard Nixon prometió desatar la ayuda, en un discurso de fines de 1969, sólo se refirió a la posibilidad de que las compras pudieran efectuarse, alternativamente, en los países latinoamericanos. Este ya era, desde antes, el caso de los préstamos que el Banco Interamericano de Desarrollo otorga con cargo a su Fondo para Operaciones Especiales. Pero la experiencia muestra que los Estados Unidos, o las filiales latinoamericanas de sus corporaciones, resultan siempre los proveedores finalmente elegidos en los contratos. Los préstamos de la AID; el Eximbank y, en su mayoría, los del BID, exigen también que no menos de la mitad de los embarques se realice en barcos de bandera norteamericana. Los fletes de los buques de los Estados Unidos resultan tan caros que en algunos casos llegan hasta a duplicar los precios de las líneas navieras más baratas disponibles en el mundo. Normalmente, son también norteamericanas las empresas que aseguran las mercaderías transportadas, y norteamericanos los bancos a través de los cuales las operaciones se concretan.
La Organización de Estados Americanos ha hecho una reveladora estimación de la magnitud de la ayuda real que América Latina recibe
6. Una vez separada la paja del grano, se llega a la conclusión de que apenas el 38 por ciento de la ayuda nominal puede considerarse ayuda real. Los préstamos para industria, minería, comunicaciones, y los créditos compensatorios, sólo constituyen ayuda en una quinta parte del total autorizado. En el caso del Eximbank, la ayuda viaja de sur a norte: el financiamiento otorgado por el Eximbank; dice la OEA, en lugar de significar ayuda, implica un costo adicional para la región, en vírtud de los sobreprecios de los artículos que los Estados Unidos exportan por su intermedio.
América Latina proporciona la mayoría de los recursos ordinarios de capital del Banco Interamericano de Desarrollo. Pero los documentos del
BID llevan, además de sello propio, el emblema de la Alianza para el Progreso, y los Estados Unidos son el único país que cuenta con poder de veto en su seno; los votos de los países latinoamericanos, proporcionales a sus aportes de capital, no reúnen los dos tercios de mayoría necesarios para las resoluciones importantes. «Si bien el poder de veto de los Estados Unidos sobre los préstamos del BID no ha sido usado, la amenaza de la utilización del veto para propósitos políticos ha influido sobre las decisiones», reconocía Nelson Rockefeller, en agosto de 1969, en su célebre informe a Nixon. En la mayor parte de los préstamos que concede, el BID impone las mismas condiciones que los organismos abiertamente norteamericanos: la obligación de utilizar los fondos en mercancías de los Estados Unidos y transportar por lo menos la mitad bajo la bandera de las barras y las estrellas, amén de la mención expresa de la Alianza para el Progreso en la publicidad. El BID determina la política de tarifas y de impuestos de los servicios que toca con su varita de hada buena; decide a cuánto debe cobrarse el agua y fija los impuestos para el alcantarillado o las viviendas, previa propuesta de los consultores norteamericanos designados con su venia. Aprueba los planos de las obras, redacta las licitaciones, administra los fondos y vigila el cumplimiento7. En la tarea de reestructurar la enseñanza superior de la región de acuerdo con las pautas del neocolonialismo cultural, el BID ha desempeñado un fructífero papel. Sus préstamos a las universidades bloquean la posibilidad de modificar, sin su conocimiento y su permiso, las leyes orgánicas o los estatutos, y a la vez impone determinadas reformas docentes, administrativas y financieras. El secretario general de la OEA designa el árbítro en caso de controversia8.
Los contratos de la Agencia para el Desarrollo Internacional, AID, no sólo implican mercancías y fletes norteamericanos, sino que, además, habitualmente prohiben el comercio con Cuba y Vietnam del Norte y obligan a aceptar la tutela administrativa de sus técnicos. Para compensar el desnivel de precios entre los tractores o los fertilizantes de Estados Unidos y los que pueden obtenerse, más baratos, en el mercado mundial, imponen la eliminación de los impuestos y aranceles aduaneros para los productos importados con los créditos. La ayuda de la AID incluye
jeeps y armas modernas destinadas a la policía, para que el orden interior de los países pueda ser debidamente salvaguardado. No en vano un tercio de los créditos de la AID se obtiene inmediatamente después de su aprobación, pero los dos tercios restantes se condicionan al visto bueno del Fondo Monetario Internacional, cuyas recetas normalmente desatan el incendio de la agitación social.
Y por si el FMI no hubiera logrado desmontar, pieza por pieza, como se desmonta un reloj, todos los mecanismos de la soberanía, la AID suele exigir también, de paso, la aprobación de determinadas leyes o decretos. La AID es el vehículo principal de los fondos de la Alianza para el Progreso.
El Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso obtuvo del gobierno uruguayo, por no citar más que un ejemplo de los laberintos de la generosidad, la firma de un compromiso por el cual los ingresos y los egresos de los entes del Estado, así como la política oficial en materia de tarifas, salarios e inversiones, pasaron al control directo de este organismo extranjero9. Pero las condiciones más lesivas rara vez figuran en los textos de los contratos y los compromisos públicos, y se esconden en las secretas disposiciones complementarias. El parlamento uruguayo nunca supo que el gobierno había aceptado, en marzo de 1968, poner un límite a las exportaciones de arroz de ese año, para que el país pudiera recibir harina, maíz y sorgo al amparo de la ley de excedentes agrícolas de los Estados Unidos.
Muchas dagas brillan bajo la capa de la asistencia a los países pobres. Teodoro Moscoso, que fuera administrador general de la Alianza para el Progreso, confesó:
«...puede ocurrir que los Estados Unidos necesiten el voto de un país determínado en la Organización de las Naciones Unidas, o en la OEA; y es posible que entonces el gobierno de ese país -siguiendo la consagrada tradición de la fría diplomacia- pida un precio a cambio»10.
En 1962, el delegado de Haití a la Conferencia de Punta del Este cambió su voto por un aeropuerto nuevo, y así los Estados Unidos obtuvieron la mayoría necesaria para expulsar a Cuba de la Organización de Estados Americanos
11. El ex dictador de Guatemala, Miguel Ydígoras Fuentes, ha declarado que tuvo que amenazar a los norteamericanos con que negaría el voto de su país a las conferencias de la Alianza para el Progreso, para que ellos cumplieran con su promesa de comprarle más azúcar12.. Pero la paradoja cesa, no bien se conoce la distribución interna de la ayuda recibida: los créditos de la Alianza fueron sembrados como minas explosivas en el camino de Goulart. Carlos Lacerda, gobernador de Guanabara y, por entonces, líder de la extrema derecha, obtuvo siete veces más dólares que todo el nordeste: el estado de Guanabara, con sus escasos cuatro millones de habitantes, pudo así inventar hermosos jardines para turistas en los bordes de la bahía más espectacular del mundo, y los nordestinos siguieron siendo la llaga viva de América Latina. En junio de 1964, ya triunfante el golpe de Estado que instaló en el poder a Castelo Branco, Thomas Mann, subsecretario de Estado para asuntos interamericanos y brazo derecho del presidente Johnson, explicó: «Los Estados Unidos distribuyeron entre los gobernadores eficientes de ciertos estados brasileños la ayuda que era destinada al gobierno de Goulart, pensando financiar así la democracia, Washington no dio dinero alguno para la balanza de pagos o el presupuesto federal, porque eso podía beneficiar directamente al gobierno central»13. La administración norteamericana había resuelto negar cualquier tipo de cooperación al gobierno de Belaúnde Terry, en el Perú, «a menos que diera las deseadas garantías de que seguiría una política indulgente hacia la International Petroleum Company. Belaúnde rehusó y, como resultado, a fines de 1965 no había recibido aún su parte en la Alianza para el Progreso»14. Posteriormente, como se sabe, Belaúnde transó. Y perdió el petróleo y el poder: había obedecido para sobrevivir. En Bolivia, los préstamos norteamericanos no proporcionaron un solo centavo para que el país pudiera levantar sus propias fundiciones de estaño, de modo que el estaño continuó viajando en bruto a Liverpool y desde allí, ya elaborado, a Nueva York; en cambio, la ayuda dio nacimiento a una burguesía comercial parasitaria, infló la burocracia, alzó grandes edifícios y tendió modernas autopistas y otros elefantes blancos, en un país que disputa con Haití la más altas tasas de mortalidad infantil de América Latina. Los créditos de los Estados Unidos o sus organismos internacionales negaban a Bolivia el derecho de aceptar las ofertas de la Unión Soviética, Checoslovaquia y Polonia para crear una industria petroquímica, explotar y fundir el cinc, el plomo y los yacimientos de hierro, e instalar hornos de fundición de estaño y de antimonio. En cambio, Bolivia quedó obligada a importar productos exclusivamente de los Estados Unidos. Cuando por fin cayó el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario, devorado en sus cimíentos por la ayuda norteamericana, el Embajador de los Estados Unidos, Douglas Henderson, comenzó a asistir puntualmente a las reuniones de gabinete del dictador René Barrientos15.
Los préstamos ofrecen indicaciones tan precisas como las de un termómetro para evaluar
el clima general de los negocios de cada país, y ayudan a despejar los nubarrones políticos o las tormentas revolucionarias del transparente cielo de los millonarios. «Los Estados Unidos van a concertar su programa de ayuda económica en los países que muestren la mayor inclinación a favorecer el clima de inversiones, y retirar la ayuda a los otros países en que una performance satisfactoria no sea demostrada», anunciaron, en 1963, diversos hombres de negocios encabezados por David Rockefeller16. El texto de la ley de ayuda extranjera se hace categórico al disponer la suspensión de la asistencia a cualquier gobierno que haya «nacionalizado, expropiado o adquirido la propiedad o el control de la propiedad perteneciente a cualquier ciudadano de los Estados Unidos o cualquier corporación, sociedad o asociación», que pertenezcan a ciudadanos norteamericanos, en una proporción no inferior a la mitad17. No en vano el Comité de Comercio de la Alianza para el Progreso cuenta, entre sus miembros más distinguidos, con los más altos ejecutivos del Chase Manhattan y del City Bank, la Standard Oil, la Anaconda y la Grace. La AID despeja el camino a los capitalistas norteamericanos, de múltiples maneras; entre otras, exigiendo la aprobación de los acuerdos de garantías de las inversiones contra las posibles pérdidas por guerras, revoluciones, insurrecciones o crisis monetarias. En 1966, según el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, los inversionistas privados norteamericanos recibieron estas garantías en quince países de América Latina, por cien proyectos que sumaban más de trescientos millones de dólares, dentro del Programa de Garantía de Inversiones de la AID18 ADELA no es una canción de la revolución mexicana, sino el nombre de un consorcio internacional de inversiones. Nació por iniciativa del First National City Bank de Nueva York, la Standard Oil de Nueva jersey y la Ford Motor Co. El grupo Mellon se incorporó con entusiasmo y también poderosas empresas europeas porque, al decir del senador Jacob Javits, “América Latina proporciona una excelente oportunidad para que los Estados Unidos, al invitar a Europa a entrar, muestren que no buscan una posición de dominio o exclusividad...”19. Pues bien, en su informe anual de 1968, ADELA agradeció muy especialmente al Banco Interamericano de Desarrollo los empréstitos concedidos para impulsar los negocios del consorcio en América Latina, y en el mismo sentido saludó la obra de la Corporación para el Financiamiento Internacional, uno de los brazos del Banco Mundial. Con ambas instituciones, ADELA está en contacto continuo para evitar la duplicación de los esfuerzos y para evaluar las oportunidades de inversión20. Múltiples ejemplos podrían proporcionarse de otras santas alianzas parecidas. En Argentina, los aportes latinoamericanos a los recursos ordinarios del BID han servido para beneficiar con muy convenientes empréstitos a empresas como Petrosur S.A.I.C., filial de la Electric Bond and Share, con más de diez millones destinados a la construcción de un complejo petroquímico, o para financiar una planta de piezas de automotores a Armetal S. A., filial de The Budd Co., Filadelfia, USA21. Los créditos de la AID hicieron posible la expansión de la planta de productos químicos de la Atlántica Richfield Co., en el Brasil, y el Eximbank proporcionó generosos préstamos a la ICOMI, filial de la Bethlehem Steel en el mismo país. Gracias a los aportes de la Alianza para el Progreso y el Banco Mundial, la Phillips Petroleum Co. pudo dar nacimiento en 1966, también en Brasil, al mayor complejo de fábricas de fertilizantes de América Latína. Todo se computa con cargo a la ayuda, y todo pesa sobre la deuda externa de los países agraciados por la diosa Fortuna.
Cuando Fidel Castro se dirigió al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, en los primeros tiempos de la revolución cubana, para reconstruir las reservas de divisas extranjeras agotadas por la dictadura de Batista, ambos organismos le respondieron que primero debía aceptar un programa de estabilización que implicaba, como en todas partes, el desmantelamiento del Estado y la parálisis de las reformas de estructura
22. El Banco Mundial y el FMI actúan estrechamente ligados y al servicio de fines comunes; nacieron juntos, en Bretton Woods. Los Estados Unidos cuentan con la cuarta parte de los votos en el Banco Mundial; los veintidós países de América Latina apenas reúnen menos de la décima parte. El Banco Mundial responde a los Estados Unidos como el trueno al relámpago. Según explica el Banco, la mayor parte de sus préstamos se dedica a la construcción de carreteras y otras vías de comunicación y al desarrollo de las fuentes de energía eléctrica, «que son una condición esencial para el crecimiento de la empresa privada»23. Estas obras de infraestructura facilitan, en efecto, el acceso de las materias primas a los puertos y a los mercados mundiales, y sirven al progreso de la industria, ya desnacionalizada, de los países pobres. El Banco Mundial cree que, «en la mayor medida practicable, la industria competitiva debería dejarse a la empresa privada. Esto no significa que el Banco excluya absolutamente los préstamos a las industrias de propiedad del Estado, pero sólo asumirá estos financiamíentos en los casos en que el capital privado no resulte accesible, y si se asegura a satisfacción, al cabo de los exámenes, que la participación del gobierno resultará compatible con la eficiencia de las operaciones y no tendrá un efecto indebidamente restrictivo sobre la expansión de la iniciativa y la empresa privadas». Se condicionan los préstamos a la aplicación de la receta estabilizadora del FMI y al pago puntual de la deuda externa; los préstamos del Banco son incompatibles con la adopción de políticas de control de las ganancias de las empresas, «tan restrictivas que las utilidades no pueden operar sobre una base clara, y aun menos impulsar la expansión futura»24. Desde 1968, el Banco Mundial ha derivado en gran medida sus empréstitos a la promoción del control de la natalidad, los planes de educación, los negocios agrícolas y el turismo.
Como todas las demás máquinas traganíqueles de las altas finanzas internacionales, el Banco constituye también un eficaz instrumento de extorsión, en beneficio de poderes muy concretos. Sus sucesivos presidentes han sido, desde 1946, prominentes hombres de negocios de los Estados Unidos. Eugene R. Black, que dirigió el Banco Mundial desde 1949 a 1962, ocupó posteriormente los directorios de numerosas corporaciones privadas, una de las cuales, la Electric Bond and Share, es el más poderoso monopolio de la energía eléctrica del planeta25. Casualmente, el Banco Mundial obligó a Guatemala, en 1966, a aceptar un acuerdo honroso con la Electric Bond and Share, como condición previa para la puesta en práctica del proyecto hidroeléctrico de Jurún-Marinalá: el acuerdo honroso consistía en el pago de una indemnización abultada por los daños que la empresa pudiera sufrir en una cuenca que le había sido gratuitamente otorgada pocos años atrás, y, además, incluía un compromiso del Estado en el sentido de no impedir que la Bond and Share continuara fijando libremente las tarifas de la electricidad en el país. Casualmente también, el Banco Mundial impuso a Colombia, en 1967, el pago de treinta y seis millones de dólares de indemnización a la Compañía Colombiana de Electricidad, filial de la Bond and Share, por sus envejecidas maquinarias recién nacionalizadas.
El Estado colombiano compró así lo que le pertenecía, porque la concesión a la empresa había vencido en
1944. Tres presidentes del Banco Mundial integran la constelación de poder de los Rockefeller. John J. McCloy presidió el organismo entre 1947 y 1949, y poco después pasó al directorio del Chase Manhattan Bank. Lo sucedió, al frente del Banco Mundial, Eugene R. Black, que había hecho el camino inverso: venía del directorio del Chase. George D. Woods, otro hombre de Rockefeller, heredó a Black en 1963. Casualmente, el Banco Mundial participa en forma directa, con un décimo del capital y sustanciales empréstitos, de la mayor aventura de los Rockefeller en Brasil: Petroquímíca União, el complejo perroquímico más importante de América del Sur. Más de la mitad de los préstamos que recibe América Latina proviene, previa luz verde del FMI, de los organismos privados y oficiales de los Estados Unidos; los bancos internacionales suman también un porcentaje importante. El FMI y el Banco Mundial ejercen presiones cada vez más intensas para que los países latinoamericanos remodelen su economía y sus finanzas en función del pago de la deuda externa. El cumplimiento de los compromisos contraídos, clave de la buena conducta internacional, resulta cada vez más difícil y se hace al mismo tiempo más imperioso. La región vive el fenómeno que los economistas llaman la explosión de la deuda. Es el círculo vicioso de la estrangulación: los empréstitos aumentan y las inversiones se suceden y en consecuencia crecen los pagos por amortizaciones, intereses, dividendos y otros servicios; para cumplir con esos pagos se recurre a nuevas inyecciones de capital extranjero, que generan compromisos mayores, y así sucesivamente. El servicio de la deuda devora una proporción creciente de los ingresos por exportaciones, de por sí impotentes -por obra del inflexible deterioro de los precios- para financiar las importaciones necesarias; los nuevos préstamos se hacen imprescindibles, como el aire al pulmón, para que los países puedan abastecerse. Una quinta parte de las exportaciones se dedicaba, en 1955, al pago de amortizaciones, intereses y utilidades de inversiones; la proporción continuó creciendo y está ya próxima al estallido. En 1968, los pagos representaron el 37 por ciento de las exportaciones26. Si se siguiera recurriendo al capital extranjero para cubrir la brecha del comercio y para financiar la evasión de las ganancias de las inversiones imperialistas, en 1980 nada menos que el ochenta por ciento de las divisas quedaría en manos de los acreedores extranjeros, y el monto total de la deuda llegaría a exceder en seis veces el valor de las exportaciones27. El Banco Mundial había previsto que en 1980 los pagos de servicios de deuda anularían por completo el influjo de nuevo capital extranjero hacia el mundo subdesarrollado, pero ya en 1965, la afluencia de nuevos préstamos y de nuevas inversiones hacia América Latina resultó menor que el capital drenado de la región, sólo por amortizaciones e intereses, para cumplir con los compromisos anteriormente contraídos.

1 V. A. Cheprakov, El capitalismo monopolista de Estado, Moscú, s. f.; Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, op. cit., y Vivian Trías, op. cit.
2 O Estado de São Paulo. 24 de enero de 1963.
3 Internalional Commerce, 4 de febrero de 1963.
4 Wall Street Journal, 31 de enero de 1968.
5 International Cammerce, 17 de julio de 1967.
6 Secretaría General de la OEA, op. cit.
7 Por ejemplo, en Uruguay, el texto del contrato firmado el 21 de mayo de 1963 entre el BID y el gobierno departamental de Montevideo, para la ampliación del alcantarillado.
8 Por ejemplo, en Bolivia, el texto del contrato firmado el 1 " de abril de 1966 entre el BID y la Universidad Mayor de San Simón, en Cochabamba, para mejorar la enseñanza de las ciencias agrícolas.
9 Documento publicado por el diario Ya, Montevideo, 28 de mayo de 1970.
10 Panorama, Centro de Estudios y Documentación Sociales, México, noviembre-diciembre de 1965.
11 También se prometió a la dictadura de Duvalier, en señal de gratitud, una carretera en dirección al serorpuerto, Irving Pflaum (Arena of Decision. Latin American Crisis, Nueva York, 1964) y John Gerassi (The Great Fear in Latin América, Nueva York, 1965) coinciden en que éste fue un caso de soborno. Pero los Estados Unidos no cumplieron con sus promesas a Haití. Duvalier, «Papa-Doc>, guardián de la muerte en la mitología vudú, se sintió estafado. Según dicen, el viejo brujo invocó la ayuda del Diablo para vengarse de Kennedy, y sonrió complacido cuando los balazos de Dallas pusieron fin a la vida del presidente norteamericano.
12 Reportaje por Georgie Anne Geyer, The Miami Herald, 24 de diciembre de 1966). Podría resultar, a primera vista, paradójico que Brasil haya sido el país más favorecido por la Alianza para el Progreso durante el gobierno nacionalista de João Goulart (1961-64).
13 Declaración ante la subcomisión de la Cámara de Representantes. Citado por Nelson Werneck Sodré, História militar do Brasil, Río de janeiro, 1965.
14 Frederick B. Pike, The Modern History of Peru. Nueva York, 1968.
15 Amado Canelas, Radiografia de la Alianza para el Atraso, La Paz, 1963; Mariano Baptista Gumucio y otros, Guerrilleros y generales sobre Bolivia, Buenos Aires, 1968; y fohn Gunther, Inside South America, Nueva York, 1967.
16 La hija de David, Peggy Rockefeller, decidió poco después irse a vivir a una favela de Río de Janeiro llamada Jacarezinho. Su padre, uno de los hombres más ricos del mundo, viajó a Brasil para atender sus negocios y fue personalmente a la humilde casa de familia que Peggy había elegido, probó la humilde comida, comprobó con espanto que la casa se llovía y las ratas entraban por debajo de la puerta. Al irse, dejó sobre la mesa un cheque con varios ceros. Peggy vivió allí durante algunos meses, colaborando con los Cuerpos de Paz. Los cheques continuaron llegando. Cada uno de ellos equivalía a lo que el dueño de casa podía ganar en díez años de trabajo. Cuando Peggy finalmente se fue, la casa y la familia de Jacarezinho se habían transformado. Nunca la favela había conocido tanta opulencia.
Peggy había venido del cielo en línea recta. Era como haber ganado todas las loterías juntas. Entonces, el dueño de la casa donde Peggy había vivido pasó a ser la mascota del régimen. Reportajes en la televisión y en la radio, artículos en diarios y revistas, la publicidad desatada: él era un ejemplo que todos los brasileños debían imitar. Había salido de la miseria gracias a su inquebrantable voluntad de trabajo y a su capacidad de ahorro: vean, vean, él no gasta en aguardiente lo que gana, ahora tiene televisión, refrigerador, muebles nuevos, los chicos calzan zapatos. La propaganda olvidaba un pequeño detalle: la visita del hada Peggy. Porque Brasil tenía noventa millones de habitantes y el milagro se había producido para uno solo.
17 Hickenlooper Amendment, Section 620, Foreign Assistance Act. No es casual que este texto legal se refiera explícitamente a las medidas adoptadas contra los intereses norteamericanos «al primero de enero de 1962 o en fecha posterior». lr 16 de febrero de 1962, el gobernador Leonel Brizola había expropiado la compañía de teléfonos del estado brasileño de Río Grande do Su¡, subsidiaria de la Internetional Telephone and Telegreph Corporation, y esta decisión había endurecido las relaciones entre Washington y Brasilia. La empresa no aceptaba la indemnización propuesta por el gobierno.
18 International Commerce, abril 10 de 1967.
19 Citado por NACLA Newsletter, mayo-junio de 1970.
20 ADELA Annual Report, 1968. Citado por NACI.A, op. Cit.
21 Banco Interamericano de Desarrollo, Décimo informe anual, 1969, Washington, 1970.
22 Harry Magdoff, La era del imperialismo, Monthly Review, selecciones en castellano, enero-febrero de 1969.
23 The World Bank, iFc and IDA, Policies and Operations, Washington, 1962.
24 The World Bank, IFC and IDA, op. cit.
25 «Nuestros programas de ayuda al extranjero... estimulan el desarrollo de nuevos mercados para las sociedades americanas... y orientan la economía de los beneficiarios hacia un sistema de libre empresa en el que las firmas americanas puedan prosperar.» Eugene R. Black en Columbia Journal oJ Worid Business, vol. I, 1965.
26 Naciones Unidas, CEPAL, op. cit., y Estudio económico de América Latina, 1969, Nueva York-Santiago de Chile. 1970.
27 Según previsiones del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, La brecha comercial y la integración latinoamericana, México-Santiago de Chile, 1967.



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