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martes, 15 de noviembre de 2011

Cuentos para la diversidad: 10. El cumpleaños

Autoras/es: Elena Verdi (*)
(Fecha original del libro: 2005) 
Relato recomendado para niños/as +8

El sábado pasado fue mi cumpleaños. Hice una fiesta y lo pasamos genial, pero la verdad es que todo empezó muy mal.
Como era mi décimo cumpleaños, el más importante en la vida de un niño o una niña, mamá y Ana me dejaron organizar una gran fiesta.
Ellas preferían celebrarlo en casa, como en sus tiempos, decían, pero yo les dije que eso ya no se llevaba y que ahora todos los niños y niñas del colegio lo celebran en una tienda de bolas, en un Burger o en una pizzería.
Y yo quería bolas.
Así que fuimos las tres a la tienda de las bolas que está en una calle muy cerquita de nuestra casa y reservamos la tarde del sábado.
Cuando llegamos a casa, pedí a Ana que me ayudara a hacer las invitaciones con el ordenador porque aunque lo sé utilizar, ella sabe mucho de esas cosas porque es diseñadora o algo así y tiene muy buenas ideas.
Juntas hicimos una invitación de lo más divertida, con un pez saltando de una pecera con un gorro de cumpleaños y un matasuegras.
Una vez elegido el diseño de invitación, Ana se fue con mamá y me dejó sola para que yo redactara el texto a mi manera.
Después de un rato fui al salón, donde estaban las dos sentadas muy juntitas en el sillón viendo con cara tierna un álbum de fotos: el mío, de cuando nací.
–Fíjate Clara, mira qué bebé más guapo eras –dijo mamá.
–¡Jo! mamá, que ya me lo sé de memoria –protesté. ¿Os leo la invitación que he escrito?
–Claro, cariño –dijo Ana.
–“¡Es mi cumpleaños! Te invito a pasar la tarde del sábado nueve de junio jugando conmigo y mis amigos y mis amigas en…” y aquí pondré la dirección de la tienda. Después pone “No faltes, lo pasaremos genial”.
–Muy bien, está muy bien, hija –dijo mamá.
–¿Quieres que te ayude a imprimir las invitaciones? –dijo Ana.
Yo las miré allí sentadas, con mi álbum en las manos: ¿creían que seguía siendo aquel bebé mofletudo? ¡Qué mal llevaban eso de que me hiciera mayor!
–No gracias, lo sé hacer yo sola. Te recuerdo que tengo CASI diez años –contesté.
Di media vuelta y entré en la habitación muy digna mientras oía cómo ellas se partían de risa en el salón, ¡qué poco respeto!
Así que al día siguiente llegué al colegio y di a cada uno de mis amigos y amigas una invitación para mi cumpleaños en un sobre.
Yo quería invitarles a todos, pero mamá y Ana dijeron que treinta eran demasiados, porque además de mis veinte compañeros de clase invitaría a Pilar y Laura, mis vecinas y a mis primos y primas.
Así que tuve que elegir y no invité a alguno de los niños que se meten conmigo ni tampoco a alguno con el que nunca hablo, así que en total invité a catorce.
El día de mi cumpleaños amaneció muy pronto porque no podía dormir de los nervios que tenía. Salté de la cama y entré como un huracán en la habitación de Ana y mamá, que estaban durmiendo. Salté sobre ellas:
–¡Es mi cumpleaños! –grité.
Ana y mamá se despertaron sobresaltadas:
–¡Se quema la casa!, ¡Se quema la casa! –dijo Ana.
–¡Que no! ¡Que es que hoy es el cumple de este bicho malo! –dijo mamá cogiéndome por la cintura.
Me abrazaron y besaron como locas y nos reímos muchísimo las tres juntas. De pronto Ana saltó de la cama y fue al armario y sacó un montón de bolsas: mis regalos. Me regalaron ropa, libros y un CD pero lo que más me gustó fue un sobre en el que había tres entradas para el parque de atracciones.
Comimos en casa con los abuelos y los tíos. Pudieron venir todos, así que nos juntamos quince personas. Me llenaron de regalos, fue la mejor comida de cumpleaños de mi vida.
Como soy la única nieta por parte de Ana, los abuelitos me quieren muchísimo y me miman un montón. Yo, aunque soy un poco mayor para eso, me dejo hacer porque son muy mayores (¡tienen casi setenta años!) y les hace tanta ilusión…
Por la tarde empecé a ponerme nerviosa y me puse tan pesada que obligué a todos a que bajáramos a la calle una hora antes de que empezara la fiesta.
Llegamos a la tienda de bolas muy pronto, claro, pero nos dejaron entrar a mis primos, a mis vecinas y a mí y empezamos a jugar.
Dieron las seis y aún no había llegado nadie.
Dieron las seis y cuarto y nada, ni un alma.
A las seis y media me eché a llorar: ¡nadie me quería! Mamá y Ana estaban muy preocupadas y me intentaban consolar, pero yo no podía dejar de llorar, ¡no iba a haber fiesta después de todo!
El dueño de la tienda vino con cara de enfado y se puso a discutir con Ana. La tía Carmen preguntó a mamá:
–Ruth, ¿a qué hora habéis quedado con los niños? No es normal que no venga nadie. Ha tenido que haber algún error.
–Sí, mamá, quedamos a las seis aquí, mira –dijo mi primo dando la invitación a su madre.
Mi tía empezó a leer la invitación y de pronto dijo:
–Ruth, ¡habéis puesto la dirección de vuestra casa!
No me lo podía creer: ¡con la emoción me confundí y escribí la dirección de casa en las invitaciones!
Ana salió corriendo de la tienda y allí nos quedamos los demás, yo llorando por la vergüenza que me daba el error que había cometido.
Al cabo de cinco minutos entró Ana sonriente y detrás de ella… ¡todos mis amigos!
Ana los encontró en el portal de casa, con algunos papás y mamás, extrañados porque no estábamos en casa.
Así empezó la fiesta más estupenda de la historia: ¡con un susto!

(*) Extraído de:
Colección Cuentos para la diversidad. COGAM. Colectivo de Gays, Lesbianas y Tansexuales de Madrid

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