Autoras/es: Stella Maris Torre
“porque una revolución arrastra todos los valores previos, y ellos querían que nosotros fuéramos como ellos, y ellos sabían que si ellos se quedaban y nosotros nos quedábamos, íbamos a ser distintos, y por eso nos enviaron fuera de Cuba, para que siguiéramos siendo como ellos, y como es natural, nunca pudimos ser como ellos porque el choque cultural con los Estados Unidos nos convirtió en otra cosa”. Flora González
- objetivo
- marco teórico
- marco fáctico
- estado de la cuestión
- hipótesis
- análisis de fuentes
- conclusión
- bibliografía
- notas
OBJETIVO
Con el marco de la revolución cubana, este trabajo se propone analizar el papel jugado en la Operación Peter Pan por las clases medias, la Iglesia Católica, Estados Unidos, y el propio gobierno de la isla, en 1960-65.
Esta operación ofrecía, para los hijos de ciertas familias cubanas, educación temporaria en Estados Unidos hasta que la revolución fuera derrotada, y coincidió con una campaña de difusión sobre una supuesta ley por la cual el gobierno revolucionario asumiría la patria potestad de los niños. La salida de la isla se realizó mediante la emisión de visas oficiales norteamericanas para estudiantes (en diciembre de 1960) y de visas waivers[1] (a partir de la ruptura de relaciones diplomáticas en enero de 1961). En su curso, al menos 14.000 cubanos -cuyas edades estarían comprendidas en la franja que usualmente denominamos “niños y adolescentes”- fueron sacados por vía aérea, sin sus padres. La cifra corresponde al período 1960-1962, a la que se agrega un número indeterminado que continuó siendo trasladado por otras vías y hacia otros destinos una vez que, con la crisis de los misiles, fue suspendido el tráfico directo entre ambos países. Los “beneficiarios” sin familiares en EE.UU., fueron alojados y educados en campamentos ubicados en diversos estados de ese país. Su estancia no fue temporal: algunos permanecieron allí hasta su mayoría de edad, otros fueron adoptados sin consulta a sus padres (que se encontraban en Cuba por diversos motivos que trataremos de elucidar), otros finalmente se reencontraron con aquéllos en EE.UU., no en Cuba. Estas personas, ya adultas, en general testimonian haber sufrido algún tipo de daño psicológico a consecuencia del programa que nos ocupa. Esta introducción fáctica es necesariamente breve, porque –como intentaré mostrar- resulta difícil separar los hechos de las interpretaciones, al menos en base al relevamiento de la bibliografía disponible, publicada principalmente entre fines de la década del ’90 y comienzos de este siglo XXI[2].
Sostengo que esta operación atraviesa la subjetividad en un amplio sentido, y es mi interés abordar el problema desde una visión histórico-pedagógica, para lo cual intentaré construir un marco donde conceptos como ideología, religión, educación-adoctrinamiento, propaganda-guerra psicológica, familia-infancia-patria potestad, clase-lucha de clases, sean pertinentes al análisis de fuentes y permitan comprender cómo jugaron estos factores y aquellos actores en la constitución de los “Peter Pan” como sujetos “adultos”. Asimismo sostengo que el impacto de la operación excede la subjetividad individual para reforzar un antiguo imaginario social sobre la sustracción de niños.
Dada la dificultad de la bibliografía revisada sobre la Operación (ausencia de marco conceptual explícito, pág. 13), intentaré incorporar categorías que faciliten su comprensión. Una primera lectura de fuentes sugiere los conceptos ya señalados como pertinentes a su análisis. Así, rescataré autores que los recuperen como categorías históricas.
“Ideología”. La define Gramsci como “una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, el derecho, la economía, en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva”[3]. Se difunde mediante lo que el autor llama estructura ideológica, comprendiendo tanto las organizaciones como los medios e instrumentos que influyen sobre la opinión pública. Las organizaciones culturales propiamente dichas son la iglesia, la escuela y la prensa, que utilizan diversos medios (material ideológico) cuya eficacia Gramsci compara: los audiovisuales “tienen una rapidez, campo de acción e impacto emocional mucho más vasto que la comunicación escrita, pero no en profundidad”[4]. Para Parenti, las ideologías más efectivas son las que nunca son desafiadas porque en su ubicuidad parecen el modo natural de las cosas[5]. Siguiendo su línea, Harnecker sostiene que los mecanismos para fabricar consenso influyen en la vida cotidiana a través de la familia, la educación, los medios recreativos y culturales, siendo el más eficaz y duradero “adoctrinamiento” aquél realizado fuera del campo y lenguaje políticos. ¿Qué aspectos ideológicos operan en la campaña de la patria potestad y la Operación Peter Pan? ¿Son efectivos? ¿Por qué?
Iglesia católica y “Religión”. Distingue Gramsci entre religión católica como forma ideológica e Iglesia como organización que la difunde, considerando que la perennidad de ésta se explica por su homogeneidad ideológica y la importancia de su estructura ideológica. El autor reconoce una diferencia entre las creencias de las distintas capas sociales, siendo el problema para la iglesia conciliar la fe de los intelectuales con la fe de los “simples”. Enrique Dussel ubica en América Latina, entre la élite –“conscientes de su fe”- a dirigentes universitarios, sindicales, políticos, sacerdotes, religiosos, escritores, artistas y entre la masa –“simplemente bautizados”- a indios, mestizos y criollos (mencionando además la fuerte religiosidad de raíces africanas en la negritud cubana, ajena, o a lo sumo sincretizada con el cristianismo)[6]. Así es que para difundir el catolicismo, sostiene Gramsci, la Iglesia se apoya sobre el clero, prolongado en el laicado: partidos, sindicatos, Acción Católica; contando asimismo con un importante material ideológico: la literatura y la prensa que edita, así como el pertinente a su organización educativa.
La religión, sin embargo, puede ser definida más ampliamente, tal como propone Ramírez Calzadilla: “Religión es un concepto general con el que se designa un fenómeno social, complejo por la amplitud de su incidencia en la vida social, condicionado por un conjunto extenso de factores sociales, cognitivos, psicológicos e históricos, aunque conserva una relativa autonomía y capacidad de modificar sus propias condiciones, y que se manifiesta en una diversidad de formas concretas que tienen, como rasgo esencial principal, la creencia en lo sobrenatural bajo múltiples formas en ideas y sentimientos, los cuales se exteriorizan en actividades y elementos organizativos que pueden llegar a constituir agrupaciones y cumplir distintas funciones en dependencia de necesidades variables […] por las que alcanza diferentes niveles de repercusión en los sujetos y de significación social”[7]. Esta definición explicaría que como dijera Marx, la religión puede ser opio o protesta. Ramírez opina que existe una función política diferenciada de la religión y de las agrupaciones religiosas, según los intereses a los que respondan, afirmando que la religiosidad popular en América Latina es expresión del pueblo oprimido, pero los símbolos que la movilizan están manipulados por los sectores más conservadores que imponen a esa fe una carga alienante. ¿Qué religión profesan las familias de los niños “Peter Pan”? ¿Conforman la élite o la masa del aparato religioso? ¿Cómo influye en ellas su religiosidad y las acciones concretas de la Iglesia?
La escuela: “Educación” y “Adoctrinamiento”. Imposible intento es tal vez definir “la” educación -objeto múltiple, complejo y abierto- ya que existen distintos paradigmas que suponen ciertas definiciones del hombre, la sociedad, las instituciones, la función de la ciencia. Desde el pensamiento crítico, Cullen sostiene que la educación es una forma de socialización mediante la enseñanza de conocimientos legitimados públicamente, siendo así parte de los procesos conformadores de sujetos determinados, forma que utiliza la transmisión de saberes en sentido amplio para construir subjetividad social, y que define su especificidad con la legitimación pública. Existen diversas “racionalidades” legitimadoras; por lo que la educación es un campo de mediaciones entre desarrollo y socialización, naturaleza e historia, deseo y ley, poder crítico y autoritario, es una práctica social-histórica; y las razones de educar pueden buscarse sólo en los argumentos desde los que pretendemos fundar la legitimidad de esas prácticas[8]. Puiggrós intenta diferenciar en las pedagogías de América Latina, la “de adoctrinamiento”, con principios de lo que llama doctrina marxista como contenidos de enseñanza, y el objetivo de contribuir a la toma de conciencia de clase; de la “evangelizadora”, donde el contenido sería una doctrina religiosa con el objetivo de la promoción social[9]. Pero hay otras concepciones sobre “adoctrinamiento” que incluyen también formas aparte de contenidos. Como la propia autora admite, la Iglesia también adoctrina desde que difunde “verdades de fe”. Además, si como dice Mariño, el adoctrinamiento busca una total adhesión al régimen por parte de toda la sociedad, y su contrapartida es la persecución y silenciamiento de la oposición[10], ¿la educación capitalista no sería también un adoctrinamiento?
Se hace necesario, a la vez, diferenciar “educación” de “escuela”. Tal como señalan Varela y Álvarez Uría, ésta última no existió siempre, sino que ensambló una serie de dispositivos que emergieron y se configuraron a partir del siglo XVI hasta imponerse en occidente hacia fines del siglo XIX[11]. La diversidad de teorías pedagógicas nos sugiere que la escuela constituye un lugar clave para la educación o el adoctrinamiento, según como se mire[12]. ¿Qué tipo de educación recibían estos niños y en qué tipo de escuela? ¿Cómo imaginaban sus familias que sería la educación en revolución? ¿Cómo esperaban que fuera en EE.UU.? ¿Cómo fue en realidad?
Los medios de comunicación: “Propaganda” y “Guerra psicológica”. Resalta Scheimberg la influencia de los medios masivos de comunicación sobre la percepción y por ende, en la actitud que el ser humano asume frente al mundo y frente a sí mismo. Así, estos medios pueden usarse para manipular, o bien transformarse en herramientas para la reflexión autónoma, la participación solidaria y la construcción[13]. Por su parte, Mattelart sostiene que “la comunicación, para lo que sirve, en primer lugar, es para hacer la guerra”. Para el autor, la necesidad gubernamental de control de la prensa -dada su capacidad de influencia- se dio desde el siglo XIX cuando apareció la prensa popular planteando nuevos “problemas” a los estados; y ya la 1º Guerra Mundial alimentó la teoría comunicacional con la hipótesis sobre el control de opinión pública; siendo el período entre-guerras prolífico en teorías sobre manipulación de las masas[14]. Scheimberg cita a J. Goebbels en sus instrucciones a las radios alemanas: “Éste es el secreto de la propaganda: aquél a quien va dirigida la propaganda debe quedar saturado de las ideas de la propaganda sin que advierta que es penetrado por ellas. Desde luego, la propaganda tiene un propósito que debe ser ocultado tan inteligente y virtuosamente, que aquél a quien se refiere este propósito no lo advierta en modo alguno”[15], señalando que los escritos del jerarca estarían entre los más consultados por gobiernos y militares de numerosos países.
Ambos autores afirman que durante la 2º Guerra Mundial el concepto de propaganda fue transformado en el de guerra psicológica, que caracteriza el accionar propagandístico con sus elementos de distorsión, manipulación y desinformación, y resalta la “disciplina científica” incorporada a la guerra. ¿Hubo estrategias de guerra psicológica en la Operación Peter Pan? ¿Cuáles, orquestadas por quién/es, y con qué efectos?
“Familia”, “Infancia” y “Patria potestad”. En cuanto a la primera, Bourdieu señala que, según la definición dominante, “la familia es un conjunto de individuos emparentados ligados entre sí, ya sea por la alianza, el matrimonio, sea por la filiación, más excepcionalmente por la adopción […] y que viven bajo un mismo techo”[16]. El autor duda de tal definición, sosteniendo que la familia es una ficción apoyada en un conjunto de palabras que, bajo la apariencia de describir, construyen la realidad social prescribiendo un modo de existencia. El discurso familiar supone a la familia como universo social aparte, idealizando su interior como sagrado, reino de la privacía como barrera al exterior y con una morada transmisible indefinidamente. Universo donde están suspendidas las leyes ordinarias del mundo económico, la familia es lugar de la confianza, del don, por oposición al mercado y al mercader. Sostiene el autor que la “familia” también es una ficción bien fundamentada: aparece como la más natural de las categorías sociales, por lo que parece destinada a ser modelo de todos los cuerpos sociales, funcionando como esquema clasificatorio y principio de construcción del mundo social y de la familia como cuerpo social particular.
Para comprender cómo pasa de ser una ficción nominal a convertirse en un grupo real, cuyos miembros están unidos por intensos lazos afectivos, habría que considerar todo el trabajo de institución que asegura la integración, tendiente a transformar la obligación de amar en disposición amante y a dotar a cada uno de los miembros de la familia de un “espíritu de familia” generador de devociones, generosidades, solidaridades. En el seno mismo de la familia, dice Bourdieu, ésta se perpetúa mediante una creación continua del sentimiento familiar, principio cognitivo y también afectivo de cohesión; asimismo, la integración puede también ser un efecto de la dominación producto de las relaciones de coerción entre los miembros del grupo[17]. Por otro lado, señala que en las sociedades modernas el Estado favorece cierta forma de organización familiar, alentando por todos los medios, materiales y simbólicos, el “conformismo lógico” y el “conformismo moral” sobre ciertas formas de aprehensión del mundo, en las que la categoría “familia” es llave maestra. El Estado, especialmente a través de los actos del estado civil, conforma la identidad familiar como poderoso principio de percepción, y una de las unidades sociales más reales. De tal modo, el discurso familiar es un discurso potente y activo que posee los medios de crear las condiciones de su propia verificación. Así, dice Bourdieu, la oposición tradicional público-privado enmascara que lo público está presente en lo privado. Siendo producto de una larga construcción jurídico-política, “la familia es, ciertamente, una ficción, un artefacto social, una ilusión en el sentido más vulgar del término, pero una “ilusión bien fundada” porque, producida y reproducida con la garantía del Estado, recibe de éste, en cada momento, los medios para existir y subsistir”[18].
Asimismo, muchos autores, entre ellos Villalta, señalan que existe una forma constante y generalizada de conceptuar a la infancia en nuestra sociedad. La infancia en tanto construcción social supone, según el modelo de familia occidental y conyugal, la atribución a los niños “una serie de fases de desarrollo emocional e intelectual que exigen cada una cuidados especialmente adaptados y suministrados por adultos específicos”[19]. En esta concepción, los niños y adolescentes son indisociables de la esfera privada Son ante todo “hijos”, por tanto el término complementario y no contradictorio que corresponde es “padres”. Una de aquellas garantías “otorgadas” por el Estado a los padres y/o madres “de familia” es el de la patria potestad, es decir responsabilidad, autoridad, y derechos sobre los niños. ¿Qué pasa en estas familias cuando las “garantías” del Estado parecen rotas al quebrarse el propio estado capitalista cubano? ¿Y con estas infancias? ¿El gobierno revolucionario tomó alguna medida concreta al respecto?
“Clase” y “Lucha de clases”. Mucho se habla sobre la clase media en el contexto de la revolución, pero ¿se la conoce? Ya Winocur advierte que “quedan fuera otros sectores sociales, notoriamente la pequeña burguesía. Precisamente, sobre ella se ha venido insistiendo en la crónica y en la bibliografía al punto de no dejar escuchar al resto. Y no obstante, queda pendiente su estudio de clase.”[20]. Sin pretender realizar tal estudio, recurriré a conceptos que aclaren las características de un sector específico que se habría desequilibrado al punto de separarse de sus hijos.
Para Thompson “cuando hablamos de una clase estamos pensando en un conjunto de personas definido de un modo muy amplio que comparten las mismas categorías de intereses, experiencias sociales, tradiciones y sistemas de valores, que tienen tendencia a comportarse como clase, a definirse a sí mismos en sus acciones (acción que puede ser una actividad conciente a un fin determinado) y en su conciencia en relación con otros grupos de personas en términos de clase. Pero la clase en sí misma no es una cosa, sino que es algo que sucede”[21]. También sostiene que utilizando “clase” en sentido analítico, ésta es inseparable de la noción de lucha de clases: “Las clases no existen como entidades separadas, que […] encuentran una clase enemiga y empiezan luego a luchar. Por el contrario, las gentes se encuentran en una sociedad estructurada en modos determinados (crucialmente, pero no exclusivamente, en relaciones de producción), experimentan la explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados), identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase, y llegan a conocer este descubrimiento como conciencia de clase. La clase y la conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras, fases del proceso real histórico”[22]. Las clases sociales, entonces, no existirían por fuera de las relaciones sociales y las luchas históricas sobre las que se forjan.
Giddens plantea ubicar a la clase media en la estructura social[23], buscando argumentos en Marx donde subyacen dos estructuras: una lineal para explicar las acciones de la pequeña burguesía, clase “insignificante”, frente a la polaridad burguesía-proletariado; y otra circular, para identificar a las clases según las características que cada una comparte con las otras. Así, si tuviéramos que definir a la clase media en el sentido lineal, dice Giddens, la situaríamos entre la burguesía y el proletariado. En el circular, comparte características con la burguesía en cuanto a educación y capital cultural; con el proletariado podría compartir el nivel de salarios, pero se diferencia por su capital cultural y social, por sus hábitos de consumo y estilo de vida. Los valores típicos de la clase media serían entonces bienes simbólicos. ¿Qué valores y experiencias podrían compartir este conjunto de personas que envió a sus niños solos a EE.UU.? ¿Serán acaso la religión, la propiedad, la escuela, o el anticomunismo? ¿Conformaban una clase?
“Subjetividad”, revolución y contrarrevolución. Para Hobsbawm, la revolución (en el sentido de Griewank) probablemente se distinga de otras formas de transformación social por los efectos subjetivos de la movilización de masas sobre aquellos a quienes movilizan. Este efecto puede ser tan profundo que produzca cambios de valores y esfuerzos por alcanzar nuevos objetivos de otra manera imposibles. Señala el autor que los efectos más profundos de las expectativas revolucionarias sobre la personalidad son la confianza utópica en la posibilidad y en la virtualidad del cambio total, pero no ocurren frecuentemente en gran escala, quedando limitados a grupos concretos de la población y, especialmente, a un cuadro relativamente reducido de activistas. Pero también el autor nos habla de fuerzas incontrolables, lo cual es muy sugerente a los efectos de distinguir las fuerzas contrarias a la revolución[24]. ¿Qué sucede con los grupos que se resisten a cambiar los valores sacudidos por la revolución? ¿Tuvo el caso Peter Pan efectos subjetivos en los niños y sus familias? ¿Cuáles?
“Imaginario Social”. Según Castoriadis la sociedad es un sistema de interpretación del mundo, construcción de su mundo propio. El hombre no se puede pensar sin ella, existe en y por la sociedad que siempre es histórica. Lo que la mantiene unida sería la institución -red sancionada socialmente- con componentes simbólicos -articulados con lo estructural- e imaginarios. La autocreación social es creación de un mundo humano: valores, lenguaje, normas, herramientas, procedimientos, modos de vida y muerte, la sociedad e individuo mismos son instituciones y en cada sociedad toman formas particulares. “Ley” y “Dios”, también. Para el autor, simbólico e imaginario no son lo mismo, pero tampoco se excluyen. Lo simbólico comprende las mediaciones significativas que dan sentido a la realidad: estamos en ella, la percibimos y representamos, el símbolo proviene de alguna relación analógica, de similitud. Pero en cambio lo imaginario no respeta lo real, sino que inventa, surge de la imaginación y no de la imagen; no responde tampoco a lo racional, sino que es creador de otra cosa, de un nuevo sentido socialhistórico. En el individuo lo imaginario corresponde al “fantasma”, en lo social, al mito y el imaginario social. El imaginario social es imaginario porque corresponde a elementos no racionales o reales y es social porque está instituido y pertenece a un colectivo[25]. ¿Realiza la Operación P. Pan algún aporte al imaginario social sobre la sustracción de niños? ¿Por cuáles medios?
MARCO FÁCTICO
La historia cubana. Cuba, territorio indígena, vio morir a sus habitantes originarios por la contaminación a la que fueron sometidos en las minas de oro durante el siglo XVI. Cuba quedó durante siglos como país de pocos blancos poderosos –españoles y descendientes, católicos- y muchos negros esclavos –africanos y descendientes, yorubas-. Y de a poco, gran cantidad de mulatos. Es una historia de largas luchas. Cuba fue el último país latinoamericano que se independizó de España en 1898, producto de procesos sociales “modernos” y al mismo tiempo de carácter nacional. La separación de la metrópoli significó también la pérdida del relativo poder que detentaba la Iglesia Católica en la isla -asociada al estado español durante la colonia a través del patronato regio- por la desconfianza de la vida republicana independiente hacia una institución que había devenido en principal bastión ideológico del sistema colonial, y por el fuerte anticlericalismo de la intelectualidad cubana en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, esta “independencia” nació dependiente de Estados Unidos, que había invadido Cuba para preservar el “orden interno”. Si bien se obtuvo la independencia formal de éste en 1901, debió suscribirse la llamada Enmienda Platt que aseguraba la intervención norteamericana en los asuntos cubanos. La lucha contra esta ingerencia se dio en un tiempo de nuevos actores sociales: una precaria burguesía comercial en el interior del bloque dominante, sectores medios en su exterior, y una clase obrera relativamente organizada. En 1929 la crisis económica mundial afecta grandemente a Cuba por su carácter de economía dependiente, (mientras tanto, la Iglesia crea allí la Acción Católica como intento de “adaptarse a los tiempos”). La resistencia a Machado -una dictadura subordinada a EE.UU. y con abundante uso del aparato militar del Estado- se centró la universidad, donde se articulaban ideológicamente los intereses de grandes sectores medios emergentes, siendo además decisiva la actividad del movimiento obrero. Esta resistencia adquiriría carácter popular y masivo, lo cual permitió el derrocamiento de Machado, la anulación de la Enmienda Platt, la Constitución de 1940, y algunos gobiernos formalmente democráticos. Al romperse esta formalidad con Batista, resurge la resistencia que culminará con el triunfo de la revolución el 1º de enero de 1959.
La situación mundial. Este triunfo se produce en el contexto de los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, concretamente en Asia y África, los cuales se apoyaron en la URSS y países socialistas de Europa del Este. Por otra parte, EE.UU. comenzó una política de expansión imperialista especialmente en Corea y Vietnam. Por entonces América Latina, cuyos países hacía más de un siglo habían conquistado su independencia política y también vivido algunos procesos antiimperialistas, estaba sometida a una gran dependencia económica de EE.UU.
La revolución. Ya desde el comienzo de la dictadura de Batista en 1952 se dieron importantes sucesos que preceden al triunfo de la revolución. El fracasado asalto al Cuartel Moncada, protagonizado por Fidel Castro, estudiantes, clase media y sectores obreros, dio lugar a un juicio y a un largo alegato (“La historia me absolverá”) donde aquél proponía una alianza entre los pobres del campo y la ciudad, campesinado pequeño propietario y sin tierras, “subproletariado” agrícola, proletariado industrial, fracciones de las capas medias y de la pequeña burguesía. El M26J, formado luego por Castro y otros desprendimientos del partido ortodoxo, tenía un carácter amplio y se ligó al resto de la oposición en contra de Batista. Los desembarcados del Granma a fines de 1956 contaron con el apoyo de las masas rurales de la sierra; junto a Fidel estaba el médico argentino Ernesto Che Guevara, marxista declarado. Además, se había activado en La Habana el movimiento estudiantil, surgiendo una organización política llamada El Directorio, en recuerdo del legendario movimiento contra Machado, pero esta vez agrupado en torno a un líder católico. Entre los obreros también hubo activación a partir del quiebre de las estructuras tradicionales. Asimismo, surgía la resistencia urbana, principalmente en Santiago. A esta altura, los puntos estratégicos nodales del Castro de 1953 seguían vigentes. La política de alianzas llevada a cabo antes de la toma del poder culmina con el Pacto de Caracas de 1958, el cual probablemente haya sido uno de los factores clave en el triunfo militar.
Entre las primeras medidas de la revolución en el poder, la reforma agraria -iniciada con la ley de mayo de 1959, profundizada en 1963- y la reforma urbana -comenzada con la ley de alquileres- mejoraron notablemente el nivel de vida de los sectores subalternos, mientras significaron un duro golpe a los terratenientes y al capital especulativo. Tales empresarios acusaron a Castro de comunista antes de que objetivamente lo fuera, y como veremos, mucho golpeó EE.UU. a la revolución. Ésta tomó medidas (desde la expropiación de empresas hasta la nacionalización de la educación, entre otras) que rápidamente radicalizaron el proceso, además de la declaración de la revolución como socialista en abril del 61, y la Segunda Declaración de La Habana de febrero del 62, reconociendo la necesidad de la lucha armada por la liberación nacional y el enfrentamiento contra el imperialismo norteamericano.
La respuesta de Estados Unidos. Es así que el triunfo del Ejército Rebelde contra Batista genera un creciente enfrentamiento desde los primeros meses, el cual tuvo uno de sus puntos culminantes en abril de 1961, al producirse la derrotada invasión a Playa Girón por parte de contrarrevolucionarios cubanos apoyados por la CIA. Frente a la amenaza que representaba la revolución, y como parte de una nueva concepción global de la guerra (“guerra fría”) el gobierno de EE.UU. había comenzado a elaborar con anterioridad una estrategia de contrainsurgencia para América Latina, Asia y África, así como una estrategia económica: la Alianza para el Progreso.
La postura de la Iglesia Católica. Si bien en esta época el fenómeno de integración nacional y regional llegó a la Iglesia Católica con la conformación en 1955 de la Comisión Episcopal Latinoamericana (CELAM), donde se tendieron líneas que se expandieron luego de la revolución cubana, en la propia Cuba una de las principales fuerzas que se le resistió fue la Iglesia Católica, fundamentalmente a través de declaraciones públicas y documentos difundidos en sus universidades y colegios. Dos son los temas principales en ellos, a los que se suman otras pastorales y declaraciones de los obispos en conjunto: el rechazo a la adopción de la “ideología” marxista y el comunismo, así como la defensa del “derecho” de la Iglesia a impartir la “educación” católica. Esta oposición fue reforzada por la salida de la isla de la mayor parte del escaso clero existente, en su mayoría español, así como por actividades conspirativas en los centros educativos católicos. Sin embargo, no existió plena unidad de la Iglesia, ya que algunos sectores entre los “fieles” apoyaron la revolución, como el movimiento Con la Cruz y con la Patria.
Se expone aquí el relevamiento y análisis realizado sobre las obras que investigaron la “Operación Peter Pan”, concretamente acerca del tratamiento del papel jugado por clases medias, Iglesia Católica e instituciones, EE.UU. y agencias, y hasta el propio gobierno cubano, durante 1960-1965, en sus orígenes, implementación y efectos.
Comenzando por los trabajos editados en Cuba, la investigación de Ramón Torreira Crespo y José Buajasán Marrawi[26] se publica en la época en que Elián González, de seis años de edad, estuvo secuestrado en Miami por familiares cubanos allí residentes, entre el apoyo de gran parte del “exilio”, la ¿desidia? de EE.UU., el firme reclamo de Cuba, y el pedido desesperado de su padre[27].
Los autores destacan que después del triunfo de la Revolución en enero de 1959, las acciones contra la misma fueron impulsadas por los sectores políticos, sociales y religiosos desplazados del poder, en estrecha conexión tanto con las compañías norteamericanas -también perjudicadas por las leyes revolucionarias-, como con el propio gobierno de EE.UU. Dentro de estas acciones, señalan a la Operación Peter Pan como “una de las más secretas acciones de subversión y guerra psicológica desarrolladas por la CIA”, identificando como sus víctimas a “indefensos niños y padres muchas veces engañados o hábilmente confundidos por falsos rumores, con fines desestabilizadores”[28].
Torreira y Buajasán afirman que, dentro de estas falsedades, la ley sobre pérdida la patria potestad era apócrifa, y que para su redacción y difusión, la contrarrevolución “aggiornó” un suceso real de la guerra civil española: el envío de niños a la entonces URSS por parte del gobierno republicano en los días previos a su caída. Esta tergiversación habría sembrado el pánico en los padres de determinados sectores de la sociedad cubana –fundamentalmente: la pequeña burguesía y clase media, predominantemente católica-, haciendo que éstos vieran en la salida temporal una alternativa para preservar tanto su autoridad como la integridad física de sus hijos, facilitándose de este modo el desarrollo de la Operación Peter Pan.
Según los autores, esta operación tuvo el objetivo de propiciar que los niños cubanos pudieran emigrar a EE.UU. y evadir el supuesto adoctrinamiento comunista, y su principal ejecutor fue mons. Bryan Walsh -sacerdote de Miami y director ejecutivo de “Caridades Católicas”-, en coordinación con el gobierno norteamericano y las jerarquías católicas de Florida y Cuba. Con respecto a otros partícipes, los autores señalan a miles de familias estadounidenses y cubanas, numerosos funcionarios federales y estatales norteamericanos, más de cien agencias dedicadas al cuidado de niños, varios gobiernos extranjeros, y las tres mayores religiones (católica, protestante y judía).Considero que esta afirmación requiere un matiz, ya que en cuanto a iglesia como aparato, las nombradas podrán ser más grandes, pero como religión, la más popular y extendida en la isla son las creencias provenientes de tradiciones africanas.
Las motivaciones y planos de actuación habrían sido múltiples. Por un lado, afirman Torreira y Buajasán, el gobierno norteamericano era presionado por los sectores económicos del país y los cubanos vinculados a ellos, que exigían eliminar por cualquier medio a una revolución que ponía en peligro sus inversiones y desarticulaba el sistema de dominio hasta entonces imperante en Cuba. Lo que EE.UU. proveyó en concreto fue financiación de diversas agencias federales y los fondos de la CIA para sus Operaciones Encubiertas.
Según sostienen los autores con respecto a la Iglesia Católica cubana, la mayor parte del clero -predominantemente español-, y de sus organizaciones laicas, lejos de apoyar la causa nacional, se aliaron incondicionalmente con la Iglesia y gobierno norteamericanos, incitaron y propiciaron la inmigración y defendieron los intereses de las clases privilegiadas. Este clero no sólo contribuyó a crear las condiciones psicológicas y sociopolíticas para desarrollar la campaña de la patria potestad y luego, la operación Peter Pan, sino que también facilitó cuadros a las redes de la CIA y las organizaciones contrarrevolucionarias. Torreira y Buajasán señalan que, en tanto, la Iglesia Católica norteamericana –empeñada en una cruzada anticomunista recrudecida por la guerra fría y auge de los movimientos de liberación nacional-, vio en este momento la posibilidad de participar en una operación coincidente con la elección del primer presidente católico: Kennedy. Esta participación fue crucial, ya que representaría para ella indiscutibles ganancias políticas y económicas, en un país mayoritariamente protestante; y en concreto en el estado de Florida, donde debido a la primera oleada migratoria cubana -integrada en especial por blancos católicos y con alto poder económico- alcanzó una favorable correlación de fuerzas en detrimento de otros minorías raciales, religiosas y nacionales. Además de fortalecer su feligresía e influencia política, la Iglesia comenzó a recibir cuantiosos fondos mediante el Programa para Niños Refugiados Cubanos sin Acompañantes[29]. Asimismo, monseñor Walsh fue el principal emisor de visas waivers para salir de Cuba hacia EE.UU. en este período.
En cuanto al papel de las clases sociales en esta operación, esos autores afirman, de manera un tanto confusa, que “la burguesía cubana, como clase social, carente en su mayoría de espíritu y conciencia nacional, no fue capaz ni de defender los intereses del país ni tomar conciencia de su papel y participación en la lucha de clases que originó el triunfo revolucionario […] La salida inmediata que encontró la mayor parte fue emigrar […] mientras el gobierno de EE.UU. se encargaría, mediante una intervención militar directa, de derrocar a la Revolución. Surgió entonces la disyuntiva de enviar a sus hijos a un lugar seguro […] Por otra parte determinados sectores de la pequeña y mediana burguesía, no afectados por las primeras leyes pero inconformes con el desarrollo de los acontecimientos, decidieron mantenerse en el país para preservar sus negocios y propiedades, muchos de los cuales, al mismo tiempo mantuvieron una actitud […]en apoyo de la inminente invasión militar que preparaba el gobierno norteamericano. En estos casos, la condición exigida fue la salvaguarda de la seguridad de los hijos, mediante su traslado hacia EE.UU”[30]
De tal modo, los autores se van apartando de su tesis principal sobre el engaño o confusión hacia los padres, brindando otras interpretaciones acerca del origen y “usos” de esta operación. Así, por un lado mencionan una versión del padre Walsh sosteniendo que los involucrados en actividades contrarrevolucionarias habrían temido que el gobierno cubano tomara represalias contra ellos retirándoles la custodia, concepción que se habría reforzado cuando ante la inminente invasión en Bahía de Cochinos estos sectores consideraron necesario sacar del país la mayor cantidad de menores cuyos familiares estaban comprometidos con los planes de EE.UU. Por otro lado, los autores señalan que una red de agentes de la CIA en Cuba comandados por los hermanos Grau Alsina[31], luego de Playa Girón usó todo tipo de estratagemas para sacar por la Operación Peter Pan a espías y terroristas prófugos de la justicia, personas éstas mayores de 16 años. Para ello, habrían falsificado visas waivers contando con una “pequeña ayuda” de Washington, desde donde se les envió el cuño tricolor del Dpto de Estado utilizado en sus consulados.
En cuanto al lapso durante el cual ocurrieron los traslados de niños, Torreira y Buajasán aseguran que al cancelarse los vuelos directos Cuba-EE.UU., aquéllos continuaron por lo menos hasta 1970 y principalmente mediante la “Operación Madrid”. Como veremos luego, no son los únicos en sostener esta hipótesis. Asimismo afirman que, en especial con el inicio de los “vuelos de la libertad” en 1965, siguieron llegando en forma directa a EE.UU. niños solos, siendo “incluidos” en el Programa para Niños Cubanos sin Acompañantes que continuó desarrollándose hasta 1981 con los mismos propósitos que la Operación Peter Pan: “ofrecer una alternativa segura para toda familia cubana que quisiera evitar el adoctrinamiento comunista”[32]. Así, señalan los autores, la operación Peter Pan en su vía Habana-Miami, tuvo un tiempo específico de duración, pero como tal solo constituyó una parte de una operación mucho mayor, lo que en sentido general se correspondió con el plan de dividir a la familia en Cuba para desestabilizar la revolución, lo cual impactó grandemente al pueblo cubano por el gran valor que éste atribuye a la unidad de la familia. Torreira y Buajasán asimismo, al analizar la vida de los niños en los campamentos, orfelinatos y casas de adopción, el reencuentro familiar en algunos casos, se refieren a los daños psicológicos que se les ocasionó, asegurando que la mayor parte de ellos salieron de Cuba en contra de su voluntad, señalando además una serie de problemas sufridos en EE.UU.[33] y, de manera muy especial, su sentimiento de soledad y abandono.
Trabajos posteriores de Torreira Crespo[34] aclaran sus hipótesis sobre las clases sociales involucradas, sosteniendo que la mayoría de los interesados en enviar a sus hijos a EE.UU. pertenecían a la clase media, en general practicantes católicos y dependientes de negocios pertenecientes a empresas extranjeras, cuyos niños estudiaban en escuelas privadas predominantemente católicas. Y que para esta clase, fue la cambiante actitud de la jerarquía católica en Cuba hacia la Revolución la que habría confirmado sus temores de perder la autoridad sobre los niños, considerando asimismo que la campaña sobre la falsa ley de patria potestad fue el hecho que a la larga provocó el debilitamiento y desarticulación de la Iglesia en Cuba.
Continuando con las publicaciones cubanas, en una investigación para el Centro de Migraciones Internacionales de La Habana, Miriam Rodríguez Martínez y Ana M Valido Alou[35] sostienen que en Cuba el proceso migratorio en la etapa analizada fue desordenado y descontrolado, lo que tuvo repercusiones desfavorables para la seguridad de la isla. Según esta interpretación, Cuba no habría establecido ningún tipo de control migratorio, permitiendo la salida libremente, en tanto EE.UU. otorgaba visas temporales.
En cuanto a “Peter Pan”, establecido paralelamente a aquel programa, las autoras sitúan a los “niños trasladados” dentro del estrato emigrante compuesto por la alta y mediana burguesía cubana que habían perdido el poder político y económico, coincidiendo con Torreira y Buajasán en que las huellas de este hecho han dejado marcadas a muchas personas en sus vidas personales. A la vez, complementan el análisis de dichos autores al señalar a esta operación como uno de los intentos de EE.UU. para manipular la opinión pública internacional contra la Revolución.
En cuanto al papel jugado por el gobierno revolucionario, Rodríguez y Martínez afirman que Cuba ha hecho un esfuerzo insistente para reforzar por todos los medios, especialmente los formales, las relaciones paterno-filiales”, lo cual lleva a postular la relativa flexibilidad cubana y absoluta inflexibilidad norteamericana para el reencuentro que, como veremos enseguida, señalará Torres en sus producciones.
En otros trabajos[36], Rodríguez Martínez añade que al frenarse la migración legal, EE.UU. estableció el “Programa de Refugiados Cubanos” que consideraba “refugiado político” a todo el que llegara, más aún si lo hacía ilegalmente, “sin existir bases legales reales para otorgar esa condición”[37]. Asimismo, plantea que los programas especiales de ayuda sólo para “refugiados cubanos” recibieron durante años un financiamiento millonario proveniente de los fondos federales y se convirtieron en importante incentivo para atraer a la fuerza de trabajo más calificada. La autora afirma que a estos fines EE.UU. otorgó -desde finales de 1960 hasta por lo menos 1965- los derechos de facilitar visas waivers. De este modo, podríamos inferir que si bien Peter Pan fue un ejemplo importante de otorgamiento de estas visas, no habría sido el único, así como tampoco Walsh su emisor exclusivo. Con respecto al destino de los menores, la autora afirma que algunos niños nunca más se reencontraron con sus padres y otros, cuando lo lograron, “ya llevaban consigo la huella imperecedera de haber pasado por instituciones y procesos de adopción que no siempre garantizan recibir el afecto filial que los padres brindan a sus hijos en esas edades del desarrollo infantil”[38].
Pasando ahora a investigaciones de residentes cubanos en los EE.UU., comenzaremos por María de los Ángeles Torres, que llegó allí de niña con Peter Pan y tuvo oportunidad de regresar a Cuba en su adultez. Veamos primero su propio contexto de producción, que, según surge de sus palabras, es más bien interior: “La revolución cubana pareció ofrecer una alternativa a las injusticias sociales de las que éramos testigos en Estados Unidos. Sin embargo, después de años de regresar a la isla, me di cuenta de la corrupción y abusos del gobierno cubano. De ahí, la búsqueda de una perspectiva que pueda ser crítica a ambos gobiernos. Cada paso en el camino ha involucrado una considerable lucha emocional, política e intelectual”[39].
Desde tal enfoque, la autora trata en uno de sus primeros libros –resultado de un estudio realizado durante una década- acerca de los cambios en la política del “exilio cubano” a partir de la revolución. Del análisis que realiza sobre la Operación Peter Pan, introduciremos con su visión acerca del surgimiento de lo que llama “oposición” (o “contrarrevolución” si utilizáramos la caracterización de las publicaciones cubanas).
Torres sostiene que “para disgusto de muchos que habían luchado contra Batista, principalmente para los grupos católicos, Fidel comenzó a promover a miembros del Partido Socialista Popular –el Partido Comunista Cubano- el cual no había apoyado a la revolución y había defendido la instalación de las dictaduras desde los años treinta”[40]. Asimismo, menciona la autora que “el día anterior a la invasión en Bahía de Cochinos, el gobierno cubano realizó arrestos masivos. Muchos varones adolescentes fueron detenidos por días en prisiones colectivas. La detención y encarcelamiento de los oponentes políticos se convirtió en una práctica común. Los prisioneros eran ejecutados sumariamente […]. En un caso particularmente dramático dos jóvenes estudiantes […] fueron ejecutados el 17 de abril de 1961. Esta ejecución abrió una amplia brecha en el claro apoyo del que previamente gozaba la revolución, ya que la razón por la que muchas personas se habían unido al movimiento contra Batista era porque rechazaban los arbitrarios y represivos métodos de su régimen”[41]. Aunque no es mi intención juzgar aquí estas ejecuciones en relación al futuro de la revolución, creo pertinente resaltar que la autora no menciona las acciones específicas que -propiciadas por la CIA y las organizaciones contrarrevolucionarias a su servicio- durante esos años asesinaron o mutilaron a muchos niños y jóvenes en numerosos atentados efectuados en escuelas, círculos infantiles, cines, centros comerciales, ataques a medios de transporte o en las propias calles cubanas.
Continúa Torres afirmando que de los opositores a la revolución no eran sólo propietarios de ultra derecha y gente de negocios, sino también estudiantes y activistas religiosos, pero omite detalles acerca de la participación activa de la jerarquía y grupos católicos en las acciones contrarrevolucionarias mencionadas y en muchas otras, las cuales son profusamente abordadas en la investigación de Torreira y Buajasán.
No obstante, coincide Torres con una de las hipótesis de estos autores al afirmar que el movimiento de cubanos hacia EE.UU. fue primeramente implementado para evacuar a los agentes de ese país y sus familiares, y se esperaba que durara un tiempo limitado. Concretamente con respecto a la Operación Peter Pan, la autora oscila entre considerar que sus orígenes todavía están abiertos a especulación, y coincidir con Torreira y Buajasán en que fue originalmente concebida como un programa especial para que padres involucrados en la “oposición” en Cuba pudieran sacar a sus hijos del país, agregando que este programa se expandió -por razones de seguridad-, como parte de un plan del Departamento de Estado y la CIA.
De tal modo, en referencia a esta expansión relacionada con los “rumores” sobre la pérdida de la patria potestad, la autora afirma que EE.UU. financió la propaganda que asustó a los padres cubanos al hacerlos pensar que el gobierno iba a llevarse a sus hijos y enviarlos a la Unión Soviética para adoctrinamiento.
Según Torres, aquellos rumores fueron avivados con el anuncio sobre el cierre de todas las escuelas privadas. A diferencia de Torreira y Buajasán, que resaltan razones económicas e ideológicas en la actuación de la Iglesia Católica en la operación, la autora esgrime argumentos pedagógicos y hasta psicológicos, señalando por un lado que esta institución fue particularmente vehemente en defender su derecho a proveer educación privada; y por el por otro, que los sacerdotes españoles que habían vivido la Guerra Civil y presenciado la separación de familias y niños, manifestaron sus temores de que lo mismo ocurriría en Cuba. Así, afirma Torres que para los padres cuyos niños concurrían a escuelas católicas, esto fue un signo seguro de que perderían facultades sobre sus hijos, desencadenándose el pánico en la clase media. También sostiene la autora que en ellos creció el apuro por enviar a sus niños a EE.UU. al iniciar Cuba una campaña de alfabetización donde todos los que supieran leer irían a enseñar a los campesinos, “separando a las familias y dispersando a la gente educada”[42]. Esta afirmación contradice lo asegurado por Torreira y Buajasán sobre el carácter voluntario y requisito de autorización paterna para esta campaña.
Si bien coincide con estos autores en señalar a las waivers como medio principal de salida a partir de la ruptura de las relaciones diplomáticas, Torres diferencia entre las entregadas a los niños -a cargo de Walsh dentro de Peter Pan- y las entregadas a la “oposición”, con lo cual puntualiza los diversos orígenes de visas que ya mencionan Martínez y Valido. La autora señala además, con respecto a las primeras, que en Cuba los sacerdotes y las monjas jugaron un papel clave en la identificación de los niños, enviando sus nombres a sus contactos y, en ocasiones, siendo los que distribuían las visas. Si bien nada menciona con respecto a las segundas, es factible suponer que éstas se relacionan con las visas “fabricadas” por la red de Grau Alsina a las que, como ya vimos, refieren Torreira y Buajasán.
En cuanto a la actuación de EE.UU., la autora sostiene que tanto Kennedy como Johnson, siguiendo a Eisenhower, sostuvieron una política cuyo su principal objetivo era el reemplazo del gobierno de Cuba por otro compatible con las metas de ese país, y que el Congreso, consciente del valor ideológico de los “refugiados” cubanos, lo retribuyó profusamente financiando los programas al efecto, incluido “Peter Pan”.
Con respecto a la problemática del reencuentro familiar, Torres afirma que los padres no pudieron salir con sus hijos debido a la ruptura de relaciones diplomáticas: “Mientras la expectativa era que nuestros padres nos seguirían pronto, encontrándose con nosotros en nuestro destino final, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba se deterioraron rápidamente, al desplazarse la revolución hacia la izquierda y Estados Unidos intensificar su lucha contra la misma. Como resultado, pasaron casi cuatro años antes de que […] se reunieran con sus padres. Para muchos otros niños la separación sería permanente”[43]. Sin embargo, Torres también menciona algunos hechos que –en contraste con lo señalado por Rodríguez y Valido- refieren a una forma de control migratorio por parte del gobierno cubano. Aunque la autora no relaciona los mismos con el “desencuentro familiar”, entiendo que sí podrían estar muy vinculados. En 1959 se había dictado una ley por la cual se confiscarían las propiedades de aquellos envueltos en la contrarrevolución; y en 1961, otra ley autorizó al ministerio del interior a otorgar permisos a los que querían dejar el país, pero si la persona no había regresado a la fecha consignada, su ausencia era considerada “abandono definitivo” y el Estado tenía el derecho de confiscar su propiedad. A partir de estas políticas, considero que es factible agregar a la hipótesis de Torres el supuesto de que por “defender la propiedad” muchos padres decidieran quedarse en Cuba al tiempo que mandaban a sus hijos afuera, según ya sostienen Torreira y Buajasán.
En cuanto a la política norteamericana sobre el reencuentro, la autora señala la sistemática negativa del Departamento de Estado en base a argumentos tales como que “era más importante mantener aislada a Cuba que resolver el problema de los niños sin compañía”[44]. Menciona Torres que la respuesta cubana fue, en 1965, invitar a los “exiliados” a venir a buscar a sus parientes[45]. Al año siguiente, el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley de Ajuste Cubano permitiendo a los “refugiados” transformarse en residentes legales.
A los fines del planteo que realizaré al pie, considero pertinente añadir que a posteriori Torres publicó otro libro acerca de la Operación[46], y que -tal vez suponiendo preservar así su “postura crítica”- la autora ha señalado en varias declaraciones periodísticas, aparte de denunciar la intervención de la CIA, que “Cuba hizo también cosas horribles que no ha asumido aún: arrestos y fusilamiento de adolescentes, el cierre de la enseñanza privada, las escuelas al campo […] Pero la Operación Peter Pan sigue teniendo para La Habana un uso propagandístico e ideologizado”[47].
En un libro también editado en EE.UU. y que pretende ofrecer “pinceladas explicativas sobre algunos aspectos del desencuentro cubano”[48], el Grupo de Trabajo Memoria Verdad y Justicia -integrado por académicos cubanos residentes en ese país- sostiene también que los niños fueron enviados solos a EE.UU. por temores de los padres a perder la patria potestad. Pero, a diferencia de los planteos que hemos estado viendo, este Grupo omite toda referencia a campañas con falsos rumores, asegurando - sin hacer mención a ninguna fuente específica - que aquellos temores fueron despertados por las medidas del gobierno cubano: el establecimiento del marxismo como ideología oficial y el principio de las movilizaciones de jóvenes al campo. Si bien los autores reconocen que la patria potestad nunca se revocó insisten -como si se tratara de una medida idéntica- en que “la política oficial cubana respecto a la educación colocó al Estado en el centro de la formación de los niños y de la juventud”[49]. En cuanto a los partícipes en la operación, señalan que la misma fue iniciada por el gobierno estadounidense. Asimismo, en un planteo en conflicto parcial con los que vimos antes, sostienen que la mitad de los trasladados fue recibida por familiares de inmediato, que la otra mitad estuvo bajo la custodia de la Iglesia católica, y que cuando EE.UU. y Cuba acordaron los llamados vuelos de la libertad, la gran mayoría de los padres llegó al primer país y se reunió con sus hijos.
Por último, existen algunas investigaciones publicadas en España sobre la inmigración cubana a dicho país, que involucran a la Operación Peter Pan. M. Pilar González Yanci y M. José Aguilera Arilla[50] refieren al traslado de niños hacia España, tal como vimos afirman Torreira y Buajasán. En base a testimonios de “exiliados” provistos por el Centro Cubano en Madrid, las autoras señalan que desde 1960 a 1965 solían salir de Cuba familias completas, y sostienen -apelando a una curiosa inversión de la hipótesis de aquellos autores cubanos- que “Pedro Pan” se inspiraba “en los barcos de niños que desde España viajaran hasta Rusia, en la Guerra Civil Española”[51]. Esta operación, según González y Aguilera, se materializó en 1965 con la llegada de barcos con niños cubanos de origen español, muchos de los cuales viajaron posteriormente hacia EE.UU. En cuanto al carácter y cantidad de trasladados, aseguran que en esta operación salieron de Cuba 14.000 niños solos, 24.000 acompañados y 48.000 adultos. El sistema de salida, finalizan, se fue endureciendo con el tiempo en razón de medidas que atribuyen al gobierno revolucionario.
HIPÓTESIS
El presente relevamiento no ha sido sencillo, pero creo posible obtener de él algunas conclusiones:
· el interés que los nacidos cubanos presentan por la operación Peter Pan en relación a análisis de otros orígenes.
· el caldeado contexto en que estos trabajos fueron publicados (a partir del secuestro de Elián ya mencionado), que reinstaló un tema que parecía perdido en la historia de la revolución cubana.
· la dispar profundidad de los trabajos: tanto las investigaciones de Torreira y Buajasán como la de Torres son las más acabadas en el sentido de recopilación de información.
· que por esta operación también salieron de Cuba algunos “niños” que en realidad no lo eran.
· el claro papel jugado por EE.UU.: a) Peter Pan como estrategia para “moldear” a los emigrados, ya que la crítica a Cuba por parte de cubanos tendría mucho más peso que la de un norteamericano. b) La condición de “ciudadano” dada a los emigrados cubanos y la “ilegalidad”/”ciudadanía de 2º” de otros latinoamericanos. c) Este país terminaría haciendo aquello que supuestamente iba a hacer Cuba con los niños: “adoctrinarlos”, pero según sus propios parámetros. d) Además, hizo lo mismo en otro sentido: quitó los niños a sus padres, supuestamente para que no lo hiciera el gobierno revolucionario. e) Todo esto desde su visión etnocentrista, inmiscuyéndose en la política interna de otros países con pretextos variables según la época: “los horrores del comunismo”, “los atentados contra los derechos humanos”, entre otros.
· la insuficiencia de estos análisis, aún cuando abunden los datos, para comprender cabalmente el papel jugado por otros tres actores específicos: el gobierno revolucionario, la Iglesia y las clases medias.
· la ausencia en estos estudios de un marco teórico-conceptual explícito que, como decía al principio, dificulta la separación entre hechos e interpretaciones de los autores.
Por lo expresado, propongo que la Operación Peter Pan ha atravesado y atraviesa la subjetividad en un amplio sentido, siendo mi interés abordar tal cuestión desde un punto de vista fundamentalmente histórico-pedagógico. Para ello intenté construir un marco teórico (pág. 1) donde conceptos como ideología, religión, educación-adoctrinamiento, propaganda-guerra psicológica, familia-infancia-patria potestad, clase-lucha de clases, me permitan analizar, al relacionar estas categorías con testimonios de algunos de aquellos niños Peter Pan y otras fuentes, cómo jugaron la revolución, la iglesia, la posible pertenencia a una clase, su propia vida en EE.UU., en su constitución como sujetos “adultos”. Asimismo dejo planteado que el impacto de la operación excede la subjetividad individual, habiendo reforzado -principalmente mediante su uso en escuelas y medios de comunicación que “nos educan” en cuanto a la revolución cubana- un antiguo imaginario social sobre la sustracción de niños construido tal vez desde la leyenda del flautista de Hamelin, con la intuición de que lo que en el contexto analizado se llamó “Peter Pan” se relaciona más con aquella vieja fábula que con el personaje creado por John Barrie para un musical.
ANÁLISIS DE FUENTES
¿Qué aspectos ideológicos operan en la campaña de la patria potestad y la Operación Peter Pan? ¿Son efectivos? ¿Por qué? La estructura ideológica operadora de estos programas es la Iglesia Católica (tanto el clero mismo, como sus instituciones educativas). Pero debemos tener cuidado de “no meter todo en una misma bolsa”, distinguiendo entre elite y masa religiosa. El mismo Fidel Castro declara:
1. “Ahí estuvo comprometida la Iglesia, la alta jerarquía […] No vamos a culpar a Roma de eso, ni vamos a culpar a la Iglesia Católica, porque había muchos católicos revolucionarios”[52]
El material ideológico básico utilizado por esta organización fue no sólo la prensa escrita (pág. 7), sino las “lecciones sobre comunismo” impartidas en sus colegios. Al respecto una ex alumna de las Dominicas relata:
2. “yo estaba aterrorizada, lo que tenía era miedo, […] cuando llegaban los llamados misioneros dominicos nos reunían a todas en el patio de la escuela y nos empezaban a hablar […] de los que venían de Rusia, de cómo con las bayonetas les abrían el vientre a las madres embarazadas y les sacaban los hijos, cómo se llevaban a los niños de las casa para adoctrinarlos. […] nos hacían estos cuentos terribles que iban trabajando en las mentes de las personas y se aceptaban entonces como ciertos”[53]
En base a éste y otros testimonios, podemos decir que los operadores ideológicos han sido los intelectuales de la Iglesia, es decir: altas jerarquías del clero y sacerdotes-profesores en los establecimientos educativos católicos. Este material ideológico se combinó con estrategias de guerra psicológica de EE.UU. (pág. 15). Su efectividad estuvo limitada a ciertos sectores sociales (pág. 17), y se basó en la eficacia que tiene la ideología cuando es difusa, es decir, cuando se va dando en la cotidianidad de las familias que llevan a sus hijos a un colegio donde le dicen tal cosa, y luego vuelven a su casa y escuchan por la radio la misma cosa. Pero no sólo la repetición fue determinante, sino que además los mensajes transmitidos conectaron, en estas familias, con sus propios valores en apariencia sacudidos por la revolución (pág. 18). Asimismo, la combinación escrita-oral conjuga profundidad con impacto emocional.
¿Qué religión profesan las familias de los niños “Peter Pan”? ¿Conforman la élite o la masa del aparato religioso? ¿Cómo influye en ellas su religiosidad y las acciones concretas de la Iglesia? Los testimonios de algunos niños Peter Pan nos brindan algunos indicios de la creencia católica de sus familias:
3. “todas las niñas que estaban subieron la cabeza, ¿cómo te llamas? ¿de dónde vienes? ¿cuál era tu escuela? Entonces en ese momento me di cuenta, porque alguien me dijo ¿cuál es tu nombre? Y yo dije Lourdes Y había otras dos Lourdes en el dormitorio y una de ellas dijo: ‘mañana es nuestro santo’ En mi familia siempre lo habían celebrado el día de nuestra señora de Lourdes, el día del santo como la gran cosa y entonces ahí fue como que me di cuenta, ‘mañana es mi santo y no voy a estar en mi casa’ ”[54]
Asimismo, y según declaraciones del padre Walsh posteriores a la operación, los niños estudiaban en Cuba en escuelas privadas predominantemente católicas:
4. “Esto se evidenció en las miles de cartas que recibió el Catholic Welfare Bureau de familias pidiendo ayuda para enviar a sus hijos a Estados Unidos y de todos aquellos que alcanzaron sus deseos”[55]
Sin embargo, al menos en los testimonios revisados, en la decisión tomada por las familias de los niños no influiría tanto su convicción religiosa como las acciones concretas de la Iglesia, sus “ofrecimientos”. David tenía 12 años y estudiaba en el colegio La Salle, su confesor y guía espiritual trató de convencerlo de los peligros del comunismo y de la necesidad de que se marchara del país:
5. “Me insistió mucho en que sería bueno que yo saliera; que no iba a tener problemas; que me iba, incluso, con los hermanos de La Salle; que iba a proseguir los estudios con ellos; que no iba a tener ningún tipo de dificultad en este sentido”[56]
Esto nos permitiría decir que los niños pertenecían a familias de la masa religiosa receptora de la ideología transmitida por los “intelectuales” mencionados. Digo masa religiosa en el sentido de que no podemos asegurar que estuvieran convencidos de la “fe” anticomunista preconizada por la elite católica cubana, aunque finalmente siguieran sus consejos por haber sentido la necesidad coyuntural de “proteger a los niños”, de no perderlos. En este punto una de las niñas Peter Pan coincide en gran parte con la apreciación de Fidel Castro:
6. “es un fenómeno mucho más allá de lo político, que toda una población se sienta tan aterrorizada o tan confundida, porque yo diría que estaban más confundidos que otra cosa, que se separen de sus hijos, que sabemos, para los cubanos la familia es lo más grande” [57]
7. “Cuando se trata de cosas que tienen que ver con sentimientos tan íntimos la gente enloquece, la engañan fácilmente debido al tipo de mentira, el momento y la forma de divulgarla. En este caso, frente a un sentimiento como el de la paternidad, aquella idea loca chocaba más bien con un instinto en la gente, no la procesaba. Por eso aquí, incluso, lograron asustar a muchos padres de capa media y se facilitó el éxodo, el envío clandestino, y muchas familias se separaron para siempre […] Eso era fantasía pura, y no por ser una pérfida fantasía dejó de creerla un número de personas; se cree porque la mentira está asociada con un instinto tan poderoso como el instinto materno y paterno, sobre todo el materno”[58]
A la vez, estos testimonios darían cuenta de supuestos subyacentes al discurso familiar, los cuales analizaremos más adelante (págs. 16 y17), y que se imaginaron rotos como producto de la acción ideológico-psicológica descripta.
¿Qué tipo de educación recibían estos niños y en qué tipo de escuela? ¿Cómo imaginaban sus familias que sería la educación en revolución? ¿Cómo esperaban que fuera en EE.UU.? ¿Cómo fue en realidad? A juzgar por los testimonios, podemos decir que estos niños recibían “educación” religiosa en colegios católicos (págs. 13, 14, 18). Dado que tradicionalmente la patria potestad otorga a los padres el “derecho a elegir” la educación que recibirán los hijos (los infantes), derecho también defendido a rajatabla por la Iglesia (al igual que su propio “derecho” a brindar educación católica), garantía que estas familias imaginaron rota a partir de las operaciones ya mencionadas, algunos testimonios dan cuenta de cómo aquéllas suponían sería la nueva educación en Cuba:
8. “lo que viene es el comunismo, lo que viene es el control del Estado sobre las generaciones más jóvenes, la desautorización de los padres en la casa, el control del Estado, el control de las escuelas por el Estado”[59]
9. “¡vaya! Si como hubiera sido aquello de cuando Herodes […] van a desplazar a todos estos niños, los que saben leer y son buenos estudiantes van a ir p’al campo y van a alfabetizar” [60]
Contra lo que imaginaban sería una educación que separaba a los niños de sus familias, éstas estaban convencidas de que en EE.UU. se daría, por lo menos, una continuación de la que recibían en Cuba antes de la revolución:
10. “la noción que tenían los padres en Cuba era que los niños, las niñas iban a ir a escuelas privadas americanas”[61]
Contra lo que alguien les había dicho que iba a ser la “educación” en EE.UU. (hacemos notar que estas promesas fueron de palabra, en contraste con la autorización que debieron firmar los padres para que sus hijos salieran de Cuba, según veremos en la pág. 17), la misma se desarrolló de la siguiente manera y establecimientos:
11. “Pero ya yo llegué a la Florida hubo algo que me dijo esto no está bien, nos recibió una gente muy extraña, que hablaban en inglés, y apenas hablaban español, me llevaron por una carretera oscura a Kendall. En Kendall me dieron una galletita y […], me hicieron dos o tres preguntas, nombre, apellido, ese tipo de cosas, se las hicieron a mi hermana, y de pronto estábamos en un catre oscuro en un sitio extraño, entonces ahí yo me di cuenta que la cosa no era lo que yo me estaba esperando”[62]
12. “llegamos al campamento de noche y lo próximo que recuerdo es amanecer allí, en un lugar totalmente extraño, rodeada de niñas que ninguna era conocida, como es natural, sin mamá y papá […] uno de los grandes shocks de esa situación fue saber que íbamos a orfelinatos”[63]
13. “yo me entero que el grupo nuestro estaba programado, bueno […] estaban planeando mandar 14 para un orfelinato en Minessota. Cuando yo miro el mapa, ¡y vi dónde estaba Minessota!”[64]
Otra vez aparece aquí la ruptura de los valores tradicionales atribuidos a la familia (familia como universo casi absoluto de la infancia y referente del mundo), pero esta vez ruptura real provocada por la acción de la Iglesia y gobierno norteamericanos. Para los niños, Miami por lo menos estaba cerca de Cuba, cerca de casa (su morada), había allí una comunidad cubana (no sólo compuesta de batistianos sino también de migrados anteriores) pero esto no ocurría en otros lugares de Estados Unidos, donde las niñas sintieron que a Cuba, su casa, no se la conocía: Una de las niñas, trasladada a un orfanelinato en Iowa que resultó ser en realidad un centro penitenciario para “delincuentes” juveniles, relata:
14. “Era difícil para nosotras comprender cómo aquellas personas nunca habían oído acerca de Cuba. Yo les decía a algunas de mis compañeras, yo soy cubana, y ellas preguntaban: ‘Cuba, Illinois?’ Yo respondía negativamente y entonces ellas volvían a preguntar: ‘Cuba, dónde está eso?’. Encontramos una total incomunicación cultural[65]
Asimismo, muchos testimonios concuerdan en señalar que en los EE.UU. “tenían que pedir todo en inglés”, así como también que las clases se dictaban en dicha lengua, como si se tratara de la lengua materna de los niños. Esto a la vez tuvo consecuencias tanto cognitivas como emocionales en las relaciones familiares futuras de los niños (pág. 18)
¿Hubo estrategias de guerra psicológica en la Operación Peter Pan? ¿Cuáles, orquestadas por quién/es, y con qué efectos? Los objetivos del gobierno norteamericano con respecto a la revolución cubana quedaron expuestos en el Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro, preparado por la CIA y aprobado por Eisenhower. En dicho programa se contemplaron varias vías principales de acción, entre las que se destacó la propaganda, planteada textualmente de la manera siguiente:
15. “es necesario desarrollar medios de comunicación masiva dirigidos al pueblo cubano, de modo tal que una poderosa ofensiva propagandística pueda ser iniciada a nombre de la oposición. La mayor herramienta para ser usada con estos propósitos es la transmisión a través de una emisora de ondas corta y larga […] la que se instalará en la isla Swan […] La preparación de los escritos será hecha en Estados Unidos […] después de obtenida alguna experiencia y cuando la operación progrese, es deseable suplementar a la estación de Swan con al menos otra que asegure una completa y adecuada cobertura a todas partes de Cuba, especialmente la región de La Habana.”[66]
Así, en octubre de 1960, en el noticiero que emitía Radio Swan, se comenzó a intercalar este anuncio:
16. “¡Madre cubana, escucha esto!, la próxima ley del gobierno será quitarte a tus hijos desde los cinco años hasta los 18 años […] ¡madre cubana, no te dejes quitar a tu hijo! […] cuando te lo devuelvan serán unos monstruos del materialismo. Fidel se va a convertir en la madre suprema de Cuba.”[67]
En otros programas y días sucesivos se repetían anuncios por el estilo, agregando:
17. “¡Atención cubanos! ¡Ve a la iglesia y sigue las orientaciones de Clero! […] Cubano no te dejes confundir […] Nueva Ley de Fidel: Poner a los curas y a las monjas a trabajar como empleados del gobierno. Armando Hart será el Papa, todo lo que se vaya a dar de religión tiene que ser por libros comunistas. El propio Armando Hart ha declarado que los niños en sus años iniciales pertenecen al Estado. Madre cubana, el gobierno te quitará a tu hijo y […] le dirá que el Che no es un aventurero sino un buen hombre valiente que ayudó a liberar a la patria; que Fidel es el padre de la patria. […] a ti madre cubana, te podrán quitar las ropas, la comida y hasta matarte, pero el derecho a criar a tu hijo no te lo puede quitar nadie, recuerda que no hay peor fiera que la que defiende a su cachorro. Ofrece tu vida a una causa justa como la nuestra antes de entregar a tu hijo a las bestias”[68]
Como se puede apreciar en estas informaciones, las acciones de guerra psicológica desarrolladas por la CIA contra las familias cubanas incluyeron, junto a la desestabilización emocional, el pánico generalizado, técnicas tales como inducir al suicidio colectivo. Asimismo, también comenzaron a propalarse otros rumores como que:
18. “en el pueblo de Bayamo 50 madres habían firmado un pacto para matar a sus hijos antes de entregarlos en las manos de Castro”[69]
Todas estas “noticias” radiales fueron reforzadas mediante prensa escrita (incluso con la difusión de supuestas copias del decreto oficial sobre la quita de la patria potestad) la cual circulaba clandestinamente en la isla y abiertamente en EE.UU. y a través de éste, en otros países (pág. 19) Es importante destacar la continua apelación a la “madre cubana” lo cual conecta con la tarea de institución del sentimiento familiar (principio de cohesión) que tradicionalmente se da en las “familias occidentales”. Sería preferible entonces, según los propaladores de esta última “noticia” que las madres mataran a sus hijos antes de ver alterados sus “derechos” o bien “sentimientos de amor” con respecto a los mismos. Si conectamos estas tácticas de guerra psicológica con el material ideológico difundido por la Iglesia (pág. 13) podemos decir que, al menos en el medio católico, las condiciones subjetivas para dar crédito al rumor sobre la patria potestad estaban dadas. Sobre el impacto conjunto de este rumor propalado por todos los medios citados:
19. “bueno que mi mamá tenía un miedo, ella tenía un miedo, real o irreal para ella, yo no sé, pero tenía mucho miedo, tanto miedo que ella prefirió separarse de mí que quedarse conmigo”[70]
20. “después de que sucede lo de Playa Girón y la revolución se declara marxista leninista claro ya todas las sospechas de la gente, todas las conjeturas se convirtieron en realidad en boca del comandante, y ya el pánico fue general”[71]
Debemos hacer notar, por otro lado, que “el pánico” fue visto como “general” por estas niñas que, por su edad entonces concebían a su familia como referente de lo que era “el mundo”, o más bien, como el “mundo total”.
¿Qué pasa en estas familias cuando las “garantías” del Estado parecen rotas al quebrarse el propio estado capitalista cubano? ¿Y con estas infancias? ¿El gobierno revolucionario tomó alguna medida concreta al respecto? Los siguientes testimonios refieren cómo perciben hoy día los niños Peter Pan los efectos del miedo en sus familias:
21. “aquello fue como una nube que nos envolvió; nunca supe en realidad lo que estaba pasando, lo único que me dijeron fue eso: tenemos que irnos, pero no podemos irnos con uds. ahora, las tenemos que mandar a ustedes ahora, porque van a recoger los niños” [72]
22. “era poner los niños a salvo, o las niñas a salvo, por seis meses, hasta que Fidel se cayera, que se iba a caer mañana” [73]
Como vimos, el discurso familiar supone que dentro de la familia no existen las leyes del mercado. Pero en el caso de las familias que en EE.UU adoptaron –ilegalmente- a niños Peter Pan, esta presencia mercantil es fuertemente percibida por estos niños hoy adultos, lo que a su vez evidencia la ruptura, mediante el trabajo infantil, de los valores tradicionalmente atribuidos a la infancia:
23. “Yo era un ‘foster child’ […] yo estaba con una familia porque esa familia estaba recibiendo dinero mensualmente de la de ‘Catholic Charities’ […] inclusive desde pequeña, desde los 10 años más o menos […] yo estaba trabajando, yo limpiaba casas de gente en el barrio Era utilizar, éramos utilitarias.” [74]
Otros testimonios evidencian cómo los padres se aferraban a su patria potestad aunque objetivamente ya la hubieran perdido desde el momento en que dejaron a sus hijos en manos de la Iglesia Católica y EE.UU, los cuales decidieron sobre la vida de aquellos sin consulta alguna:
24. “mi hermano coge el teléfono y dice ‘hola’ y empieza a llorar y a berrear […] mis papás me pusieron al teléfono y se pusieron histéricos. Y entonces mi papá me dijo: ‘[…] tú le dices a esa monja que digo yo’ –imagínate tu, ¡qué le importaba a la monja lo que decía mi papá- y mi papá decía ‘tu le dices a esa monja que digo yo, que ustedes tienen que estar juntos’ ” [75]
25. “lo irónico de todo esto es que el padre y la madre cubana, o sea nuestros padres, […] reaccionan de esta manera: me los quieren mandar a los hijos a Rusia, me le van a quitar la autoridad ¡no! Yo los voy a desaparecer de aquí, los voy a mandar para Estados Unidos. […]. O sea, de alguna manera, lo que nuestros padres nunca supieron es que perdieron la patria potestad que tanto estuvieron defendiendo. La perdieron de una manera diferente, pero la perdieron” [76]
Por otro lado, y aun cuando la patria potestad formal hubiera sido recuperada una vez que los padres se encontraron con los niños, la autoridad paterna, las relaciones de coerción previas, no pudieron ser reconstituidas:
26. “a mí me mandaron para afuera, me tiraron al desamparo, aunque esa no fuera la intención, pero el resultante fue ése. Yo me las tuve que agenciar. Sobreviví, me agencié y sobreviví. Entonces esa separación potencia a la persona más adelante a decir ‘bueno, yo me las arreglé sola, me tienen que respetar’.” [77]
27. “tú me mandaste. ¿por qué tanto interés ahora? ¿por qué quieres que haga esto? ¿dónde estuviste los 7 años que estuve sola? ¿por qué? Es decir, es que se pierde todo ¿con qué moral uno llega a una niña de 15 años y le dice ‘tienes que hacer la tarea cuando hace 7 años que no has estado al lado de ellas?”[78]
Sobre si el Estado cubano tomó alguna medida que lesionara la patria potestad, los apologistas de la operación admiten que la difundida ley o decreto fueron falsos, aunque algunos de ellos opinan que los padres fueron despojados de aquella de manera indirecta:
28. “a pesar de que eso nunca se materializó en la forma en que fue presentado el rumor […] se materializó […] a través del completo cierre del sistema de enseñanza privado y del incremento del indoctrinamiento, control y separación de los muchachos de sus padres como tuvo lugar”[79]
Es interesante contrastar esta apreciación con lo que no se dice con respecto a la obligatoriedad escolar en sí, institución histórica universalizada que nace junto con el estado capitalista moderno, y que, si la analizamos con los mismos parámetros que el opinante, también estaría afectando la patria potestad de los padres (“derecho a elegir”). En fin, como ya señalé en mi análisis teórico, la educación capitalista también puede ser considerada un adoctrinamiento, depende de la concepción de la totalidad social que tengamos. Asimismo, la lesión a la patria potestad provocada por la Iglesia y el gobierno norteamericanos ya ha quedado expuesta. Sin embargo, también pudiera pensarse que las autoridades cubanas fueron de alguna manera cómplices al permitir la salido de los niños cuando pudieron evitarlo. Al respecto, Fidel Castro comenta a los jóvenes de la Brigada “Antonio Maceo”.
29. “Tal vez ustedes podrían responsabilizarnos a nosotros y decirnos: ‘¿por qué nos dejaron ir?’ Pero ¿podíamos nosotros hacer otra cosa? […] se convirtió en un miedo real […] Coincidió además con un momento psicológico adecuado, porque se iban haciendo leyes revolucionarias”[80]
Asimismo, desde el punto de vista legal, el estado revolucionario habría concordado con los valores tradicionales del discurso familiar, incluido el valor de la patria potestad, no oponiéndose a la decisión paterna:
30. “si las autoridades llegan a impedir la salida de los niños, a quienes sus padres les habían otorgado el correspondiente poder mediante acto notarial […] entonces sí le hubieran dado la razón a esos calumniadores, ya que la patria potestad, según nuestra legislación, la ejercen los padres que no estén inhabilitados para ejercerla”[81]
Cabe señalar asimismo que el Estado Cubano llevó a cabo en ese tiempo la “Operación Familia” promoviendo matrimonios y bautizos colectivos entre los sectores pobres de la población. Ahora bien, paralelamente se decidió no admitir creyentes en el Partido, medida ésta posteriormente revisada.[82].
¿Qué valores y experiencias podrían compartir este conjunto de personas que envió a sus niños solos a EE.UU.? ¿Serán acaso la religión, la propiedad, la escuela, o el anticomunismo? ¿Conformaban una clase? En primer lugar, no debe pensarse que estas familias no apoyaron la revolución, por lo menos en los primeros tiempos:
31. “mi papá estaba totalmente entusiasmado con la idea de la revolución, todos lo estábamos, ¿no? Para ellos fue como un despertar, de que aquello no era lo que originalmente quizás ellos habían pensado que iba a ser” [83]
Sin embargo, el valor atribuido a la propiedad inmueble, o bienes simbólicos como los estudios universitarios o la ideología política, entraron en tensión con la propiedad sobre los hijos (patria potestad):
32. “sabías por ejemplo que fulanita, la mamá no podía salir de Cuba porque el papá estaba preso, la otra, los padres eran médicos y no les daban visa, la otra, bueno, y así sucesivamente: la mamá iba a salir pero el padre se quedaba, o la madre era militante o se había hecho miembro del partido y el padre no […] mucha gente mandaron los hijos […] para ponerlos a salvo un tiempo, hasta que Fidel se cayera, o hasta que le diera tiempo a ellos a resolver los problemas, por ejemplo, de propiedad, de negocios el que tenía negocio. Mucha gente mandó los hijos y se quedó allá a ver si no le intervenían el negocio. Y en el ínterin le intervinieron los hijos […] Conozco muchos casos de gente, incluso uno en mi familia, de haberle dicho ‘bueno pero los ladrillos de la cabrona casa fueron más importantes que mi soledad en un país extraño’.” [84]
Este testimonio también pone de manifiesto además una ruptura de la cohesión familiar que es independiente de la Operación Peter Pan: las diversas vertientes políticas adoptadas en algunos casos por padre y madre luego de la revolución. Otra característica que comparten estas familias es el color de su piel:
33. “también un mulatico, por cierto, un mulatico, pues allí casi todos éramos blancos, […] un chiquito brillante, muy inteligente el mulatico éste”[85]
34. “los colegios religiosos que en Santa Clara participaron en la captación de niños y padres a favor de la campaña de la falsa ley de la patria potestad fueron los Maristas y las Teresianas exclusivamente. Había un colegio […] que lo atendían las hermanas oblatas, pero ése era para niñas pobres. Las oblatas eran una orden integrada por monjas negras y mulatas, ya que dentro de la Iglesia existía segregación racial, por lo que en esa escuela no hubo captación”[86]
Como vemos, se trata de niños mayoritariamente blancos y excepcionalmente mulatos (estos últimos, que asistieran a colegios católicos y tuvieran “ciertas cualidades”: ¿la “inteligencia” o su dinero y propiedades?)[87], que compartían una educación religiosa en colegios católicos determinados. Y sobre todo, como vimos y veremos, está presente en los testimonios el valor atribuido a la “familia”. No necesariamente éstas pertenecían a “clases privilegiadas”, lo cual podríamos decir como poseedoras de mucho dinero o muchas propiedades.
35. “mamá había quedado viuda hacía 7 años, era secretaria de un juzgado en la provincia de Matanzas, ganaba una miseria y tenía que tejer estolas […] cuando mima se entera de que estábamos a punto de salir para Nevada, ella comprendió que no era posible que hubiera sacado a sus hijos de Cuba para que no se los mandaran para Rusia”[88]
Es bastante difícil afirmar que así estas familias pertenecieran a una “clase” determinada, aunque sí podemos decir que compartían los fuertes valores familiares tradicionales, y -hábilmente manipulados ideológico-psicológicamente- al imaginar que estos valores serían violados por la revolución se constituyeron, en esta especie lucha por retener a sus hijos, como clase enfrentada a la revolución.
36. “Muchos de los que hemos emigrado vivimos en un país huésped que no solo es antagonista de nuestra tierra sino que ha usado a los emigrados para pelear su guerra contra la isla”[89]
Así, este enfrentamiento no fue pasivo, ya que entregaron a los niños al enemigo histórico de las revoluciones latinoamericanas: Estados Unidos.
¿Qué sucede con los grupos que se resisten a cambiar los valores sacudidos por la revolución? ¿Tuvo el caso Peter Pan efectos subjetivos en los niños y sus familias? ¿Cuáles? En primer término, sobre la resistencia de los padres a cambiar los valores sacudidos por la revolución, y de cómo se aferraron a estas razones en el tiempo:
37. “Ya aquello de por sí fue un trauma”[90]
Sobre cómo se sintieron aquellos niños cuando llegaron a un lugar, totalmente extraño para ellos, sin sus padres:
38. “Me sacan de Pinar del Río, y me llevan a Alburquerque, New Mexico con una familia chicana, que me ponen porque hablaban español, pero imagínese, un español que no tenía lo más mínimo que ver con el español nuestro […] y nada de lo que yo conozco, las ropas diferentes, el ambiente diferente, hace frío, es decir, nada de lo que yo conozco, está alrededor mío […] y yo no les puedo explicar bien fuera de decirles que era una situación completamente enajenante, es decir, no eres parte de nada, no eras parte de una familia, no eras parte de un grupo, no eras parte de nada, eh, yo me acuerdo que, por ejemplo, la mujer nos decía que le dijéramos mamá, y ‘daddy’, ‘mamma and daddy’, y se lo decíamos, se lo decíamos las dos, […] no estaba basado en amor, en cariño, en compañía ni en amistad.” [91]
Mientras los padres temían (tal vez) por su propiedad y (seguramente) por sus hijos, éstos estaban siendo alienados de su cultura:
39. “cuando yo empecé a estudiar en los Estados Unidos, siempre odié todos los cursos de historia, y saqué las peores notas que jamás saqué en los cursos de historia porque no quería saber de la historia, porque la historia había cambiado mi vida de una manera que me había separado de la familia, que era lo más, lo que me había definido a mí los primeros doce o trece años de mi vida”[92]
40. “nunca voy a ser puertorriqueña, porque yo no soy puertorriqueña, ni nunca voy a ser americana de Estados Unidos porque yo no lo soy. Yo voy a estar siempre en el limbo. Siempre voy a estar en el limbo, porque aunque yo regrese a Cuba, va ser pues, de visita, aunque me quedara ahí a vivir, ahora, siempre va a haber una diferencia. Y eso me lo comprobó la experiencia […] una amiga íntima que yo tenía en la escuela superior una vez en una clase de historia quise dar una opinión acerca de algo de Puerto Rico, y me dice ‘callate la boca, cómo tú vas a decir algo si tú eres cubana.’ Pues es lo mismo. Yo voy a ir a otro sitio y gente que supuestamente me quiere me va a decir ‘tú no puedes opinar porque tú no pasaste por esto, tú no, no eres esto’. Así que eso es como yo lo veo, en el limbo, para siempre. Pero eso tiene sus ventajas […] ¡Esos niños nunca van al infierno!”[93]
Con respecto ha si ha cambiado su percepción sobre el sujeto “familia” luego de la separación y como producto del reencuentro, los que fueron niños Peter Pan dicen:
41. “cuando ellos regresaron, cuando mis padres finalmente llegaron, […] mi mamá dijo “abrázame niña, dame un beso”. Y yo, como si estuviera mirando a dos personas extrañas, como defendiéndome. Y entonces recuerdo las palabras de mi mamá, ah ‘la niña está muy extraña’ Y ahí yo […] me pregunto ‘¿pero cómo no iba a estarlo? ¿qué esperaba? ¿qué estuviera sonriente dándole besos porque llegó mi mamá después de que me abandonaron?’ Porque es lo único que entiende un niño de 7 años: que lo han abandonado, no entiende más nada”[94]
42. “yo estaba así como casi sin mucho sentimiento. Como muy distante. […] yo estaba encantada de ver a mi mamá y a mi papá pero […] en mi cabeza decía ‘¿y ahora qué? Bueno, ahora estamos en Puerto Rico, otro, ooooooootro lugar más’. ”[95]
43. “nada cuaja. Éramos extraños, no nos conocíamos”[96]
Es muy fuerte el testimonio que dice “cuando ellos regresaron” dado que objetivamente la que se había ido “de la familia” fue la niña, pero subjetivamente, ésta sintió que los que se habían ido eran sus padres. Esto afectó tanto los sentimientos de cohesión, así como las relaciones coerción ya vistas (pág. 17) Asimismo estos cambios se perciben como permanentes y afectando a todo el sujeto social “familia”:
44. “todo ese desbarajuste familiar, que no ha cesado, dicho sea de paso, no ha cesado, en 35 años no ha cesado, ese desbarajuste familiar, incluso interno, y externo, exterior. […] Y eso es un denominador común: la familia nunca fue lo mismo ya.”[97]
45. “Hoy en día en el 1994 todavía estamos sintiendo todas las emociones y todos los problemas y todo eso que son directamente relacionados a esa etapa, y no solo somos esta generación, la generación que lo pasó, sino que fue la generación anterior que es la generación de mis padres que todavía lo están pasando, yo lo sé que lo están pasando, y en esta nueva generación, la generación de mis hijas. Cuando llega mi hija a los 7 años y yo veo que es una niña, […] entra mi hija en una etapa que yo nunca pasé con mis padres, que yo no sé ni tan siquiera cómo tratarla. Porque ya yo a los 7 años yo no tengo madre”[98]
De alguna manera se quebró la “correa de transmisión” familiar:
46. “porque una revolución arrastra todos los valores previos, y ellos querían que nosotros fuéramos como ellos, y ellos sabían que si ellos se quedaban y nosotros nos quedábamos, íbamos a ser distintos, y por eso nos enviaron fuera de Cuba, para que siguiéramos siendo como ellos, y como es natural, nunca pudimos ser como ellos porque el choque cultural con los Estados Unidos nos convirtió en otra cosa”[99]
Y finalmente, estos niños fueron “otra cosa”, sujetos atravesados en sus vidas actuales por los efectos de la Operación Peter Pan.
¿Realiza la Operación P. Pan algún aporte al imaginario social sobre la sustracción de niños? ¿Por cuáles medios? Para responder esta pregunta recurriré primero a mi propia experiencia. Hace unos pocos años presencié una reunión acerca de alternativas para la salud, de la cual participaban un movimiento de trabajadores desocupados del conurbano sur bonaerense y un grupo de estudiantes argentinos de medicina en Cuba. La coordinadora hizo una breve presentación del tema y cuando abrió el espacio para preguntas, la primera fue: “¿es cierto que Fidel se lleva a los chicos de su casa cuando cumplen 7 años?”. Al responder los estudiantes que no era así, quien preguntó se quedó muy sorprendida: ella había escuchado muchas veces la misma historia, por lo cual insistió un rato: “¿seguro que es así como uds. dicen, en serio el Estado no se los lleva?”. Finalmente pareció convencida de que estaba en un error, pero más allá de los argumentos/evidencias que la habrían llevado a cambiar de opinión, en este caso lo que importa resaltar es la pregunta, mejor dicho ¿desde dónde viene?
¿Cuántas veces, cuando niños, escuchamos decir a los adultos que si “nos portábamos mal” alguien vendría y nos llevaría lejos? El “hombre de la bolsa”, las gitanas, ¡los comunistas! Hasta aquella reunión de salud pensaba que esta “fantasía” era historia pasada, pero resultó que no, aun está muy presente y se manifiesta de diversos modos. Se me dirá que por pocos casos no generalizaré, es cierto, pero esta pregunta dejó latente en mí un interés por investigar si habría en la historia de la revolución cubana, algún episodio que pudiera haber reforzado este componente del imaginario social que por lo menos viene desde la fábula del flautista de Hamelin. Este interés se despertó en oportunidad del presente trabajo, y el siguiente es uno de los tantos indicios que pude encontrar.
No sólo las falsas campañas contra la revolución circulaban en el territorio cubano, sino que también lo hacían utilizando medios de comunicación internacionales como la famosa revista norteamericana Time. En 1961 podíamos leer –y aun hoy podemos, accediendo al sitio web de la revista-, supuestas reproducciones de un decreto sobre la patria potestad que “está por salir”, mechado con afirmaciones tales como:
47. “Cientos de familias cubanas están tratando frenéticamente de sacar a sus niños fuera del país. La semana pasada, en el aeropuerto José Martí de La Habana, se imploraba a adultos con boletos de avión que cedieran sus asientos a los niños. Algunos vuelos de Pan American hacia Miami llevan por lo menos 60 niños a bordo, muchos viajando solos. […] Detrás del nuevo éxodo hay un nuevo temor: que Castro está planeando arrebatar a los niños de sus familias para adiestrarlos en el comunismo. El alboroto comenzó cuando el movimiento clandestino anticastrista hizo circular copias de lo que se dice será un nuevo decreto del gobierno. Según el decreto, cada niño permanecería con sus padres ‘hasta que tengan 3 años, luego de lo cual deben ser encomendados para educación física y mental a la Organización de Círculos Infantiles’. […] Los niños de 3 a 10 años vivirán en dormitorios del gobierno en sus provincias de origen, y podrán visitar a sus familias ‘no menos de dos días por mes’. Pero los mayores de 10 serían ‘asignados [...] al lugar más apropiado,’ y así podrían no regresar a casa jamás. […] Los cubanos se prepararon a creer a la oposición […]. Castro uniformó a su propio hijo Fidelito, de 12 años, le dio una ametralladora para jugar, finalmente lo envió a la U.R.S.S. con otros 2.000 jovencitos para ‘entrenamiento técnico’. […], el líder máximo se apuró a tildar al decreto como falso, encarceló a 14 personas, incluyendo a un imprentero de La Habana, acusándolos de haberlo hecho circular. ‘Un invento absurdo’, dijo Castro insípidamente por televisión. ‘¿Quién soñaría semejante locura?’. Pero muchos cubanos permanecieron escépticos, considerando el curso que lleva Castro. Como Lenin mismo dijo una vez: ‘La revolución es imposible mientras exista la familia’.”[100]
Fidel Castro señala que la literatura ha recogido a través de los siglos viejas fábulas sobre la patria potestad:
48. “Después, más adelante, leyendo los libros de Shólojov: Guerra en el Don, El Don ensangrentado, varios de aquellos libros, descubro por mi cuenta, no lo sabía, que ya en las novelas de Shólojov esas mentiras de la patria potestad constaban, eran viejísimas”[101].
Por otro lado, otros fragmentos la “nota periodística” arriba transcripta también repite la fábula sobre el pacto filicida de madres bayamesas (pág. 16). Y es muy probable que la elección de este lugar no haya sido producto del azar, ya que el Himno cubano, uno de los símbolos nacionales, había nacido precisamente en Bayamo en tiempos de la lucha por la independencia (1868): “Al combate corred bayameses, que la patria os contempla orgullosa; no temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir!”. Esto nos lleva fuertemente a pensar que se trata de otro indicio más acerca de la manipulación propagandística de las agencias estatales norteamericanas propalada internacionalmente.
También en la escuela norteamericana para “latinos” podemos observar hoy día similar manipulación:
49. Plan de Lección para el Currículum de 1º grado hispano-latino. ‘Niños que dejan Cuba’ […] Preparación: Antes de la lección, ver lo siguiente: http://www.pedropan.org/home.html. Actividades: […] 5. Leer la siguiente información multicultural a la clase: ‘Muchos grupos de personan han venido a los EE.UU. buscando libertad y oportunidades. Algunas personas se vieron forzadas a dejar su país de origen. Los exiliados cubanos fueron en su mayoría expulsados porque eran infelices con su líder Fidel Castro […] Otra razón por la que algunos cubanos dejaron su casa fue porque iban a ser llevados a otro país o porque perderían sus derechos sobre sus niños. […]. Algunas personas dicen que […] miles de niños cubanos […] fueron enviados a los Estados Unidos bajo la guarda de la Iglesia Católica. […]”.[102]
Así, a través de informaciones falsas o del “dicen que dicen”, los niños “hispanos” de EE.UU. son socializados bajo la apariencia de transmitirles de conocimientos legitimados públicamente. Lo cual sigue alimentándo el imaginario social. Alguien lee una revista y comenta, a uno, a otro, a éste, y a aquél, la rueda va girando una y otra vez, con lo cual puede comprenderse porqué aquella señora estaba tan convencida de que “Fidel se lleva a los niños”.
CONCLUSIÓN
La estructura ideológica interviniente en la campaña de la patria potestad y la Operación Peter Pan fue la Iglesia Católica (tanto el clero mismo, como sus instituciones educativas). El material ideológico básico utilizado por esta organización fue no sólo la prensa escrita sino las “lecciones sobre comunismo” impartidas en sus colegios, combinada con las acciones de guerra psicológica de EE.UU. Su efectividad estuvo limitada a ciertos sectores sociales y se basó en la eficacia que tiene la ideología cuando es difusa. También fue determinante que los mensajes transmitidos conectaran, en estas familias, con sus propios valores.
Los niños sometidos a la Operación estudiaban en Cuba en escuelas privadas predominantemente católicas. Sin embargo, en la decisión tomada por las familias de los niños no influiría tanto su convicción religiosa como las acciones y ofrecimientos concretos de la Iglesia: Aquellas familias pertenecían la masa religiosa receptora de la ideología transmitida por los “intelectuales” mencionados. Intervinieron aquí ciertos supuestos subyacentes al discurso familiar, y que se imaginaron rotos como producto de la acción ideológico-psicológica descripta.
Como dijimos, estos niños recibían “educación” religiosa en colegios católicos, y mediante las operaciones mencionadas, sus padres supusieron que la nueva educación en Cuba los desautorizaría y los alejaría de sus hijos. Tenían la noción de que en EE.UU. se daría, por lo menos, una continuidad con la educación que recibían los niños en Cuba antes de la revolución. Sin embargo, la misma se desarrolló en campamentos y orfelinatos, lo cual significa una vez ruptura real de los valores familiares provocada por la acción de la Iglesia y gobierno norteamericanos. Esto a la vez tuvo consecuencias tanto cognitivas como emocionales en las relaciones familiares futuras de los niños.
Las acciones de guerra psicológica desarrolladas por la CIA contra las familias cubanas incluyeron, junto a la desestabilización emocional, el pánico generalizado, técnicas tales como inducir al suicidio colectivo o al filicidio. Si conectamos las tácticas de guerra psicológica con el material ideológico difundido por la Iglesia podemos decir que, al menos en el medio católico, las condiciones subjetivas para dar crédito al rumor sobre la patria potestad estaban dadas. El impacto conjunto de este rumor fue miedo y hasta pánico.
Además del temor, en estas familias apareció la confusión, pero asimismo la esperanza de que “Fidel pronto caería”. De tal modo, los padres se aferraron a su patria potestad aunque objetivamente ya la hubieran perdido al sacar a sus hijos de Cuba. Por otro lado, y aun cuando la autoridad formal hubiera sido recuperada una vez que los padres se encontraron con los niños, las relaciones de coerción previas no pudieron ser reconstituidas (como tampoco las de cohesión). El Estado cubano, mientras tanto, habría concordado con los valores tradicionales del discurso familiar, incluida la patria potestad, al no oponerse a la decisión paterna de enviar a sus hijos fuera de la isla.
No debe pensarse que estas familias no apoyaron la revolución, por lo menos en los primeros tiempos. Sin embargo, el valor atribuido a la propiedad inmueble, o bienes simbólicos como los estudios universitarios o la ideología política, entraron en tensión con la propiedad sobre los hijos (patria potestad). Otra característica que comparten estas familias es el color de su piel, mayoritariamente blancos y la educación religiosa en determinados colegios católicos (con lo cual podríamos hablar de selección de los niños a ser “cuidados por la Iglesia en EE.UU.”). No necesariamente las familias de los niños eran “de clase privilegiada” en el sentido económico. Así, estas familias compartían bienes simbólicos: sobre todo, el gran valor atribuido, justamente, a la familia, y -hábilmente manipulados ideológico-psicológicamente- al imaginar que estos valores serían violados por la revolución se constituyeron, en esta especie lucha por retener a sus hijos, como clase enfrentada a la revolución.
Los padres se resistieron a cambiar tales bienes simbólicos que creían sacudidos, y se aferraron irracionalmente a aquellos. Los niños se sintieron (y estuvieron objetivamente) en un lugar extraño, sin morada y sin privacía. Asimismo, mientras los padres temían (tal vez) por su propiedad y (seguramente) por sus hijos, éstos estaban siendo alienados de su cultura, lo cual afectó tanto los sentimientos de cohesión, así como las relaciones coerción tradicionales. Este extrañamiento de los antes niños con respecto al sujeto social “familia” se perciben hoy como permanentes y afectando también a la generación anterior y posterior a ellos. Finalmente, los niños Peter Pan fueron “otra cosa”, sujetos distintos a lo esperado por sus padres, sujetos atravesados hasta en sus vidas actuales. Si bien la Operación Peter Pan utilizó a la educación como excusa, el efecto fue educativo: un cambio en la subjetividad.
Las campañas contra la revolución también circulaban –y circulan- utilizando medios de comunicación internacionales, y en ellas se recurre a viejas fábulas. Esto nos lleva fuertemente a pensar que la manipulación propagandística por parte de EE.UU. es global. También en la actual la escuela norteamericana para hispanos podemos observar similar manipulación con “fines educativos”. Y así, el rumor circula y llega hasta nosotros, la rueda se va alimentando una y otra vez, el antiguo imaginario social sobre la sustracción de niños se agiganta, con lo cual puede comprenderse porqué una señora en el siglo XXI pregunte “¿Es cierto que Fidel se los lleva?”.
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Torres, Maria de los Ángeles. In the Land of Mirrors. Cuban Exile Politics in the United States. University of Michigan Press, Michigan, 1999. http://www.press.umich.edu/pdf/0472110217.pdf (sitio consultado el 30-05-08). Traducción propia
Fuentes
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Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) Del otro lado del cristal [registro de video]. La Habana. 1995. Directores: Guillermo Centeno, Marina Ochoa, Manuel Pérez, Mercedes Arce. Duración: 54 m.
Luce, Henry R. (ed.) “And now the children?”. En revista Time, Vol. LXXVIII No. 14. N. York. 6-10-1961. http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,827800,00.html (sitio consultado el 26-06-08) Trad. propia
Ramonet, Ignacio. Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, Capítulo 10
[1] Visas waivers: visas temporales de entrada a EE.UU. otorgadas en el período analizado por diferentes instituciones privadas y personas de ese país, los que jurídicamente no tenían potestad para ello pero fueron excepcionalmente autorizadas por aquel gobierno para expedirlas.
[2] Existen algunas producciones anteriores, pero se trata de films documentales, obras de teatro, relatos, testimoniales o ficciones, por lo que no se consideraron en la primera revisión. Sin embargo, su análisis fue importante para interpretar la “realidad subjetiva” de los protagonistas.
[3] Gramsci en Portelli, Hughes. Gramsci y el bloque histórico, Siglo XXI, México, 1997, pág. 18
[4] Gramsci en Ibíd., pág. 25
[5] Parenti, M. en Harnecker, M. Haciendo Posible lo Imposible. La izquierda en el umbral del siglo XXI. Siglo XXI, México, 1999, pág. 112
[6] Dussel, Enrique. Historia de la iglesia en América Latina. Medio milenio de coloniaje y liberación (1492-1992). Mundo Negro-Esquila Misional, Madrid, Mayo de 1992. pp. 193-195 y 282-283
[7] Ramírez Calzadilla, J. “La religión desde una perspectiva marxista”. Ponencia presentada en Simposio Hominis 2003, Universidad de La Habana. pág. 32
[8] Cullen, Carlos. Crítica de las razones de educar. Paidós. Bs. As. 1996.
[9] Puiggrós, Adriana. Sujetos, disciplina y currículum en los orígenes del sistema educativo argentino. Galerna. Bs. As. 1990
[10] Mariño, Marcelo. “Breve síntesis de las transformaciones ocurridas en la historia argentina entre 1810 y 1999”. Ficha de Cátedra de Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Buenos Aires, 2003
[11] Tres de las instancias señaladas como fundamentales en la aparición de la escuela son: Definición de un estatuto específico para la infancia, donde ésta queda como período de formación por excelencia. Emergencia de un espacio específico para la educación de los niños, caracterizado por un dispositivo institucional de matriz eclesiástica: “infancia” separada en un espacio cerrado del “mundo”, peso de lo moral, control de tiempo y espacio, conservación del saber validado, negación/represión del cuerpo. Institucionalización de la obligatoriedad en tanto mecanismo de control social, viéndola como única vía de civilización, mediante encierro “moral” de ricos o secuestro corporal de pobres. Varela, J.y Álvarez Uria, F. Arqueología de la escuela, de la Piqueta, Madrid. 1991
[12] Destacaré tres grupos sobre los que no podré abundar: las tesis reproductivistas (Althousser, Baudelot y Establet, Bourdieu y Passeron), las pedagogías de la liberación (Freire) y las teorías de la resistencia (Giroux, Apple).
[13] Scheimberg, M. “Educación y comunicación. La radio y la radio educativa” en Litwin, E. (Comp.) Tecnología Educativa. Paidós. Bs.As. 1995
[14] Mattelart, A. La comunicación–mundo: historia de las ideas y de las estrategias, Madrid, Fundesco, 1993, pp. 108-11
[15] Goebbels Joseph en Scheimberg, M., op. cit., pág. 69. La cursiva es mía
[16] Bourdieu, Pierre. “Espíritu de familia”. En: En: Neufeld, M.R.; Grinberg, M.; Tiscornia, S. y Wallace, S.: Antropología Social y Política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento. EUDEBA; Bs. As. 1988, pág. 57. La cursiva es mía
[17] Señala Bourdieu que la cohesión incumbe particularmente a las mujeres, por medio de visitas, correspondencia, comunicaciones telefónicas, mientras que la coerción es efecto de la dominación masculina que orientan a la familia hacia la lógica de cuerpo. Ibíd.
[18] Ibíd., pág. 64
[19] Fonseca en Villalta, C. “Atribuciones y categorías de una justicia para la infancia y la adolescencia”. En: Cuadernos de Antropología Social. Sección Antropología Social, ICA, FFyL, Nº14, Buenos Aires, 2001. pág. 107
[20] Winocur, Marcos. Las clases olvidadas en la Revolución Cubana. Editorial Contrapunto. Buenos Aires. 1987, pág. 10
[21] Thompson, E.P. La formación de la clase obrera en Inglaterra. Barcelona, Crítica, 1989, pág. 85
[22] Thompson, E.P. “La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿Lucha de clases sin clases?”. En: Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial. Barcelona, Editorial Crítica, 1989,.pág. 37. La cursiva es mía.
[23] Giddens, A. La estructura de clases en las sociedades avanzadas. Madrid: Alianza. 1993
[24] Hobsbawm, E. op. cit., pág. 59, la cursiva es mía
[25] Castoriadis, C. “La institución imaginaria de la sociedad”, en El imaginario social. Colombo E. (comp.), Tupac Ediciones, Montevideo, 1989
[26] Torreira Crespo,R. y Buajasán Marrawi,J. Operación Peter Pan.Un caso de guerra psicológica contra Cuba. La Habana,Editora Política, 2000
[27] Ver las encendidas palabras introductorias a este libro escritas por Ricardo Alarcón, (Doctor en Filosofía y Letras, escritor y político cubano. Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba), en Ibíd., pp. viii-xiv
[28] Ibíd., pág. 72
[29] Este programa se había implementado en Miami paralelamente a la campaña de patria potestad y –según sus creadores- proveía medios para cuidar a aquellos niños que, estando en Estados Unidos, carecían del amparo y cuidado de sus padres. Se desarrolló al mismo tiempo que la “Operación Peter Pan”, siendo “Caridades Católicas” quien construyó la organización básica para administrar ambos programas.
[30] Torreira Crespo, R. y Buajasán Marrawi, J., op cit., pp. 80-81
[31] Ramón “Mongo” y Leopoldina “Polita” Grau Alsina, de aristocrática y católica familia cubana, sobrinos del ex presidente Ramón Grau San Martín, ampliamente involucrados en operaciones de espionaje y acciones contrarrevolucionarias.
[32] Monseñor Bryan Walsh en Torreira Crespo, R. y Buajasán Marrawi, J., op cit., pág. 376
[33] Los principales problemas señalados son inadecuada alimentación, pandillas en los centros de recepción y campamentos; uso de castigos corporales; obligación de hacer tareas domésticas humillantes en unos casos y no acostumbrados en otros, pero calificadas por todos como esclavizantes al sentirse explotados por sus tutores y maestros; diferencia de idiomas, costumbres y culturas que tuvieron que enfrentar abruptamente, en los casos de relocalización en otros estados fuera de Miami. Ibíd., pp. 326-351 y 361-363
[34] Torreira Crespo, R. La iglesia católica en la primera oleada migratoria cubana. Colección Foro. Editora Política, La Habana, 2005; “El impacto en la iglesia católica de la primera oleada migratoria cubana. (1959-1962)”. En Revista “Enfoques”, Primera Quincena, Febrero 2005, IPS, La Habana; “La operación Peter Pan en la memoria histórica del pueblo cubano”. Ponencia presentada Taller “Cultura, fe y solidaridad: Alternativas emancipatorias para un mundo globalizado” convocado por el Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero”. Centro de Estudios Martianos, La Habana (Cuba) 23, 24, 25 de mayo del 2005.
[35] Rodríguez Martínez, M.; Valido Alou, A. M. Migración Internacional y Seguridad Nacional: ¿términos en pugna?. CEMI, Centro de Estudios de Migraciones Internacionales, La Habana, Cuba. Agosto. 2003
[36] Rodríguez Martínez, M. Las relaciones Cuba-Estados Unidos: migración y conflicto. CEMI, La Habana. 2003; El proceso migratorio cubano hacia Estados Unidos: antecedentes, actualidad y perspectivas ante posibles escenarios. CEMI, La Habana, 2004
[37] Rodríguez Martínez, M. Las relaciones Cuba-Estados Unidos..., pág. 3
[38] Ibíd., pp. 3-4
[39] Torres, M. A. In the Land of Mirrors. Cuban Exile Politics in the United States. University of Michigan Press, Michigan, 1999. p. xiii
[40] Ibíd., pág. 48
[41] Ibíd., pág. 49. La cursiva es mía
[42] Ibíd., pág. 50
[43] Ibíd., pág. 7
[44] Ibíd., pág. 71
[45] Así, en 1965 se abre el puerto de Camarioca y luego se establecieron los vuelos “de la libertad” Varadero-Miami, cancelados en 1973.
[46] Se trata de: Torres, M. A. The lost apple. Operation Pedro Pan, Cuban Children in the U.S. and the Promise of a Better Future. Beacon Press, Boston, 2003, pero el mismo no se encuentra en los catálogos de las principales bibliotecas de la ciudad de Buenos Aires.
[47] Entrevista a M. Á. Torres en Cancio Isla, Wilfredo. “Aseguran que la CIA estuvo ligada a la Operación Peter Pan”. El Nuevo Herald., 14 de enero de 2001. La cursiva es mía.
[48] Grupo de Trabajo Memoria Verdad y Justicia, Marifeli Pérez-Stable (Coordinadora). Cuba. La reconciliación nacional. Latin American and Caribbean Center, Florida International University, Marzo de 2003. pág. 5
[49] Ibíd, pág. 82
[50] M. Pilar González Yanci y M. José Aguilera Arilla. “La inmigración cubana en España. Razones políticas y de sangre en la elección de destino”. En: Espacio, Tiempo y Forma, Serie VI, Geografía, t. 15, 2002, págs. 11-27
[51] Ibíd, pág. 17
[52] Fidel Castro en Ramonet, I. Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, pág. 271. Por otro lado, cabe señalar que el papa Juan XXIII no tuvo actitudes públicas desfavorables a la Revolución.
[53] Dra. Sonia Almazón del Olmo. Entrevista concedida a los autores, La Habana, 17 de marzo de 1999. Cinta grabada. En Torreira Crespo, R. y Bujasán Marrawi, J., op. cit., pág. 93-94
[54] Lourdes Rodríguez, Psicóloga, Boston. Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) Del otro lado del cristal [registro de video]. La Habana. 1995. Directores: Guillermo Centeno, Marina Ochoa, Manuel Pérez, Mercedes Arce. Duración: 54 m. La cursiva es mía
[55] Monseñor Bryan O. Walsh: “Cuban Refugee Children” en Torreira Crespo, R. y Bujasán Marrawi, J., op. cit., pág. 108
[56] Ex agente David de la Seguridad del Estado de Cuba. Entrevista en ibíd, pág. 269
[57] Vivian Otero, Traductora, New York. Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, op. cit.
[58] Fidel Castro en Ramonet, I., op. cit., pág. 269-270
[59] Ileana Fuentes, ensayista, New Jersey. Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, op.cit.
[60] Rosa Otero, oficinista, Miami. Entrevista en ibíd.
[61] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd
[62] Vivian Otero. Entrevista en ibíd
[63] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd
[64] Rosa Otero. Entrevista en ibíd.
[65] Testimonio de Raquel Mendieta, reproducido en Torreira Crespo, R. y Bujasán Marrawi, J., op. cit., pág. 224
[66] Documentos desclasificados de la CIA. “A Program of Covert Action Against de Castro Regime and the Cuba Study Gropu Report” Documentos preparados por el Comité 5412. Washington, 16 de marzo de 1960. En ibíd., pág. 89
[67] Expediente de Transcripciones de Radio Swan. MININT, Santa Clara, 26 de octubre de 1960. En ibíd., pág. 90-91
[68] Expediente de Transcripciones de Radio Swan. MININT, Santa Clara, fechas varias. En Ibíd., pp. 91-92
[69] Monseñor Bryan O. Walsh. En ibíd., pág. 92
[70] Rosa Irigoyen, artista plástica, Puerto Rico. Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, op.cit..
[71] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[72] Rosa Otero. Entrevista en ibíd.
[73] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[74] Silvia Correa, abogada, Washington DC. Entrevista en ibíd.
[75] Lourdes Rodríguez. Entrevista en ibíd.
[76] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[77] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[78] Silvia Correa. Entrevista en ibíd.
[79] Entrevista a John Clark, reproducido en Torreira Crespo, R. y Bujasán Marrawi, J., op. cit., pág.. 320
[80] Fidel Castro en encuentro con la Brigada Antonio Maceo, La Habana, 1978, reproducido en ibíd., pág 322-323. Esta Brigada, que tenía como objeto un acercamiento a la revolución, fue fundada por Carlos Muñiz Varela, niño Peter Pan, quien además promovió viajes de la comunidad cubana, norteamericanos y puertorriqueños a la isla, hasta su asesinato en 1979 por elementos terroristas de la ultraderecha cubano-americana
[81] Dra. Olga Miranda Bravo. Entrevista en ibíd., pág 324
[82] Documentos transcriptos parcialmente en Ramírez Calzadilla, op. cit., pág. 50
[83] Rosa Otero. Entrevista en Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, op.cit.
[84] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[85] David, ex agente de la Seguridad del Estado de Cuba. Entrevista en Torreira Crespo, R. y Buajasán Marrawi, J., op. cit., pág. 269
[86] Dr. Luis García González, ex profesor del colegio de los hermanos Maristas en Santa Clara, Entrevista en ibíd, pág. 276
[87] Al respecto, es muy interesante un trabajo de Pierre Bourdieu sobre “el racismo de la inteligencia”.
[88] Entrevista a Miriam Varela, reproducida en Torreira Crespo, R. y Buajasán Marrawi, J., op. cit., pp. 339-340
[89] María de los Ángeles Torres, en Torres, M. A., op. cit., pág. 10
[90] Rosa Otero. Entrevista en Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, op.cit.
[91] Silvia Correa. Entrevista en ibíd.
[92] Flora González. Entrevista en ibíd.
[93] Rosa Irigoyen Entrevista en ibíd.
[94] Vivian Otero. Entrevista en ibíd.
[95] Lourdes Rodríguez. Entrevista en ibíd.
[96] Silvia Correa. Entrevista en ibíd.
[97] Ileana Fuentes. Entrevista en ibíd.
[98] Silvia Correa. Entrevista en ibíd.
[99] Flora González, Prof. de Literatura, Boston. Entrevista en ibíd.
[100] Luce, H.R. (ed.) “¿Y ahora los niños?” En revista Time, Vol. LXXVIII No. 14 N. York. 6 octubre 1961, pág. 41.
[101] Fidel Castro en Ramonet, I., op. cit., pág. 269
[102]Distrito Escolar del Condado de Palm Beach (ed.) First Grade Hispanic/Latino Curriculum Lesson Plan. pp. 1-2
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