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sábado, 5 de noviembre de 2011

Las miserias del mundo. Post-data 1: Reflexión “informal” a partir de una reciente experiencia personal


Autoras/es: Stella Maris Torre
Más allá de intentar preparar un informe sobre Las miserias del mundo, en aquella oportunidad me sucedió algo que quisiera compartir hoy con Uds.  ya que me parece tiene que ver con todo lo que estuvimos recorriendo a lo largo de  aquel trabajo.
(Fecha original del artículo: Junio 2005)

Vicente López, Argentina, junio de 2005
Estoy haciendo el parcial y noto que me quedé  sin cigarrillos, bajo a comprar y llego a la esquina: Av. San Martín y Maipú, me paro por el semáforo.
Un chico de alrededor de 20/25 años, vestido en multicolores, se levanta del cordón de la vereda donde estaba sentado, salta “en una pata” hacia la boca calle, sonríe, hace una reverencia a los automovilistas y comienza su breve show. Es un malabarista, y le falta una pierna, toda una pierna.
El semáforo se pone verde, cruzo, compro los cigarrillos y al salir, otra vez el semáforo rojo, otra vez el chico levantándose, saltando “en una pata”, sonriendo, haciendo la reverencia, y recomenzando el show.
Por esta cosa de que me enseñaron a ser desconfiada, lo miré bien y realmente no parecía un simulador: le faltaba una pierna, una pierna entera.
Y ahí me quedé absorta, con bronca y tristeza, intentando tener una mirada sociológica para recuperar la fuerza.
Entonces voy pensando: si este chico hubiera estudiado, estaría en una oficina o en una fábrica de estas modernas, donde cuidan todos los detalles respecto de los accidentes de trabajo. O también, si este chico tuviera cierto prestigio, o cierto contacto, podría estar haciendo malabares en un ámbito cerrado, seguro. Aunque después pienso: Cromañón demostró que los encierros no son tan seguros como aparentan…
Solemos decir que los malabaristas y todos los artistas callejeros son artistas, y no lo niego, ya que “su nombre lo indica”. Pero también estos jóvenes pueden seguramente ser ex estudiantes, y aun más, hasta ex hijos, supernumerarios, inútiles del mundo, mano de obra descalificada y excedente, sobrantes, cuentapropistas, partícipes involuntarios de la “economía sumergida”. Como tales, nadie protege “su” vida, nadie evita “su” accidente que finalmente será “su” responsabilidad, nadie, nadie, parece estar cerca. Y este chico, aún con el estigma permanente de esta marca física. Vuelvo a pensar, o quiero pensar, que tal vez no le falte la pierna de verdad, que quizá sea un recurso para que le pongan más monedas en su bolsa. Pero también me digo: la cosa cambia para él, pero no para el motivo de mi reflexión.
Porque también y sobre todo estos jóvenes son trabajadores, trabajadores en busca de un vínculo con el mundo, y así dicen, no, no me van a vencer, trabajadores no solo por lo que hacen, trabajadores porque se empeñan en ser actores sociales a través de este “medio de vida”, y aunque sea “en una pata”.
Ellos dicen ¡acá estoy!, con su reverencia se nos hacen visibles y nos hablan.
Y entonces me digo: “mirémoslos, escuchemos lo que nos dicen”.

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