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lunes, 12 de septiembre de 2016

Preguntas (im)pertinentes. Episodio dos: ¿Por qué tienen precio las cosas? ¿Y nosotrxs?

Autoras/es:  Nodo
(Fecha original del artículo: 2015) 
Las Caras de las Mercancías
               ¿Por qué las cosas tienen precio y se transforman en mercancías? Seguir la pista que abre esta pregunta nos lleva a cuestionarnos por el origen del valor de las cosas: ¿qué es lo que da valor a las cosas que se compran y venden, a las mercancías? La fuente del valor es el trabajo humano empleado para producirlas, el gasto de energía, nervios, músculo, etc., el tiempo que se invierte en transformar los materiales que nos brinda la naturaleza en bienes de uso para satisfacer nuestras necesidades cotidianas.
Entonces, podemos decir, por ejemplo, que las mercancías que vemos todos los días en las góndolas del supermercado tienen dos caras distintas: por un lado, la cara del precio, ese número que nos dice por cuánto dinero la podemos vender o comprar; por otro, la cara del tiempo de trabajo humano invertido para producir esa mercancía y transportarla a la góndola. Ese tiempo de trabajo es la fuente del valor de las mercancías. La cara-precio se nos muestra directamente. En cambio, la cara-tiempo-de-trabajo, la cara-valor se encuentra oculta tras la cara-precio, no se nos muestra a simple vista. Por este ocultamiento, cuando compramos o vendemos una mercancía, no nos damos cuenta que lo que hacemos en realidad es comprar o vender tiempos de trabajo. En una palabra: el valor de las mercancías es el tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción[1].
Pero hay que tener en cuenta que, cuando decimos la palabra “mercancías” no nos referimos solamente a los objetos sino que mercancías, en sentido amplio, implica todo aquello que se intercambia en el mercado, por lo que las acciones, en tanto que impliquen intercambio por una cantidad de dinero estipulada en el precio (como por ejemplo los servicios de limpieza, educación, salud, distribución de bienes, etc.), también son mercancías.
Y como habíamos dicho en el episodio anterior, en el capitalismo la fuerza de trabajo, la capacidad de hacer de lxs trabajadorxs asalariadxs se ha convertido en mercancía y por ello tiene un precio: el salario. Entonces, el salario nos indica el valor de nuestra capacidad de trabajar, el tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción. Para decirlo rápidamente, el tiempo de trabajo necesario para producir nuestra capacidad de trabajar, el valor de nuestro salario, se nos muestra en lo que solemos conocer como el salario mínimo, vital y móvil[2] o la canasta básica. Pero ¿dónde se produce y reproduce la capacidad de trabajar? Ya volveremos sobre este tema en otro boletín. Aquí detengámonos a ver cuál es el origen de la ganancia, “eso” de lo que viven los capitalistas, aquellos que no viven de su salario sino del trabajo ajeno.
La ganancia o ¿cómo se vive del trabajo ajeno?
Hay una distinción importantísima para entender la explotación capitalista: una cosa es que cuando se trabaja produciendo cualquier tipo de mercancía, el trabajo humano produzca valor, y otra totalmente diferente es el valor de la capacidad de trabajar, su precio, el salario. Esta distinción nos recuerda a lo que decíamos en el boletín anterior cuando, por ejemplo, una manzana se convierte en mercancía: una cosa es su valor de uso, su sabor y su capacidad de saciar nuestra hambre y otra totalmente diferente es el tiempo de trabajo necesario para producirla y reproducirla, su valor. Así las cosas, entonces, diremos que la mercancía-fuerza-de-trabajo tiene, por un lado, su valor (el tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción) expresado en el salario; y por otro lado, su valor de uso expresado en que cuando trabaja y durante un lapso de tiempo gasta energía, nervios, músculos, etc. produciendo mercancías, está creando valor. Éste es, repetimos, la cara-tiempo-de-trabajo que se oculta tras la cara-precio que vemos en el mundo de mercancías.
De esta importante pero sutil diferencia entre el valor y el valor de uso de la mercancía-fuerza-de-trabajo, el capitalista saca su ganancia. ¿Cómo? Veamos. Al finalizar la jornada de trabajo el capitalista nos paga al trabajadxr un salario, no la totalidad del valor que produjimos, no nos paga un salario por la totalidad del tiempo trabajado. Para decirlo con una imagen: lxs trabajadorxs asalariadxs producimos durante toda una jornada laboral un hilo. El capitalista corta el hilo y nos da a lxs trabajadorxs asalariadxs lo que nos corresponde, lo que ya –en lo general de los casos- había sido acordado: el valor de nuestra capacidad de trabajar, el salario. El resto del hilo queda en su poder: el plusvalor, su ganancia. En nuestra imagen, la primer parte del hilo representa el tiempo de trabajo en el que lxs trabajadorxs producimos el valor equivalente a nuestro salario con el cual compraremos los bienes necesarios para vivir. La segunda parte del hilo representa el tiempo de trabajo extra en el que lxs trabajadorxs producimos (“gratis”) el valor, el plusvalor, lo que se conoce como la “ganancia”, el “interés” para el capitalista.
Es importante señalar que aquí no hay estafa ni engaño ni robo por parte del capitalista. Él paga lo que se acuerda desde un principio: el salario. El secreto de su ganancia radica en que cuando trabajamos bajo su comando, lo hacemos más tiempo que el necesario para producir el equivalente a nuestro salario.
Dijimos más arriba que las mercancías no se componen sólo de objetos, sino también de actividades que podemos llamar “servicios” (salud, educación, limpieza, etc.). Y aunque a veces insistan en mostrarse como saliendo de la nada, estas diversas mercancías siempre están enlazadas con sus productorxs, con algunx de nosotrxs: lxs trabajadorxs asalariadxs. Y si estamos nosotrxs es porque hay capitalistas comandando nuestro trabajo. Y si hay capitalistas decidiendo qué hacemos, cómo hacemos y para qué hacemos nuestro trabajo, es que hay explotación. Porque si bien en un sentido acotado, podemos decir que explotación capitalista se refiere a la producción de valor y plusvalor en la esfera de producción de mercancías, también decimos que, en sentido amplio, explotación capitalista es lo que sucede en cualquier ámbito de la sociedad (no sólo en la producción, sino también en la circulación, intercambio y consumo de mercancías[3]) en el cual algunos pocos viven de nuestro trabajo, haciendo que trabajemos más tiempo del necesario para reproducir nuestra vida. O sea, la explotación en el capitalismo tiene varias aristas. Y ninguna de ellas tiene una importancia menor.
Y es pensando en este sentido amplio de la explotación capitalista que decimos que no es algo que le ocurre únicamente al obrerx que trabaja en una fábrica; sino que es algo que nos sucede a todxs lxs trabajadorxs en tanto que trabajamos en el capitalismo. Es algo que nos ocurre en tanto trabajamos en una verdulería, en una carnicería, en una panadería, en la escuela, en el hospital, en la propia casa, en el sector privado o en el sector público. Y, sobre todo, la explotación no es un fenómeno que nos ocurre si “trabajamos mucho y cobramos muy poco”; es un fenómeno que vivimos TODXS lxs trabajadorxs, aunque algunos podamos estar en mejor situación económica, otrxs a lxs que el salario que recibimos no nos alcanza ni siquiera para vivir; mientras otrxs puedan reproducir su existencia en mejor condiciones. Pero en tanto que cobramos un salario somos explotadxs, aunque no todxs lxs explotadxs somos pobres, o extremadamente pobres. Pero, evidentemente, muchxs solo llegamos a reconocer las condiciones de la explotación cuando esta se muestra en su fase más dramática, como si dijéramos abiertamente, sin tapujos, desnuda; cuando esta se manifiesta directamente unida a la miseria. Pero la verdad es más escurridiza que aquello que se nos muestra transparentemente.
El control del proceso de trabajo
                 La explotación capitalista tiene varias aristas. Y ninguna de ellas tiene una importancia menor. Eso dijimos unas líneas arribas. Ahora afinemos el lápiz y precisemos una de ellas. Si bien lo que caracteriza y garantiza la reproducción del capitalismo es el plusvalor, la ganancia que el capitalista nos expropia a lxs trabajadorxs asalariadxs, existe otra arista de esa explotación que sufrimos. Para decirlo sintéticamente: no controlamos las condiciones en las que trabajamos. Esto significa que el capitalista, a la vez que se apropia de la ganancia, toma (casi) todas las decisiones concernientes a nuestro proceso de trabajo: qué producir, cuándo hacerlo, de qué manera, cuánto trabajar, para qué, etc. Ningún aspecto del proceso laboral queda supeditado a lo que decidamos lxs trabajadorxs, sino que debemos acatar lo decidido unilateralmente por quienes comandan nuestro trabajo. Y en caso de que podamos decidir algo, su influencia es mínima en relación a todo lo que hace a nuestra labor.
Este aspecto, sin dudas, se nos hace evidente a todxs lxs trabajadorxs. Cualquiera que se haya quejado al levantarse demasiado temprano para ir al trabajo, por jornadas laborales demasiado largas, por tener que trabajar más rápido para producir más, por realizar tareas mecánicas y tediosas, y una larga lista de etcéteras, está emitiendo una protesta, en última instancia, acerca del poco poder de decisión que poseemos sobre nuestras propias condiciones de trabajo.
Las Luchas por existir, las Fugas para vivir
Dada esta situación, en tanto trabajadorxs podemos extraer de ella algunas conclusiones para nuestra defensa que sería importante tomar en cuenta a la hora de levantar nuestros reclamos y establecer consignas propias. En primer lugar, se podría decir que toda lucha laboral por el aumento del poder adquisitivo, es decir, que toda lucha laboral por el salario, es una lucha impostergable en el capitalismo. La cual inevitablemente entra en contradicción con los intereses de los capitalistas, ya que, en términos generales, el aumento en el salario real supone una disminución en la proporción del plusvalor que se nos extrae y, por ende, una disminución de la ganancia que obtiene el capitalista.
Pero a su vez es inevitable recordar también que, cualquier lucha por el salario, es también por tanto, una confirmación de nuestra explotación en el capitalismo y que, no importa qué tan grande sea el aumento salarial que obtengamos, el salario mismo, el hecho de que seamos trabajadorxs asalariadxs, nos confirma en el sistema que nos explota y nos engulle.
Por eso también se vuelve indispensable que intentemos crear formas de vida y de trabajo que vayan más allá de las relaciones capital-trabajo, y donde la producción abandone la forma de trabajo-asalariado. Formas de vida y de trabajo en donde, por ejemplo, no seamos meros ejecutores de órdenes dadas por un capitalista, o por su capataz, sino donde nos auto-organicemos y reclamemos no meramente en un mayor salario sino también en una mayor capacidad de decisión, un mayor control de los procesos laborales y de las decisiones. Creemos que esto es ya, en parte, una realidad en algunas formas de organización de las llamadas “empresas recuperadas”[4], en las empresas que se dirigen “sin patrón”, en donde el trabajadxr ya no es solo un mero trabajadxr asalariado sino también un miembro decisorio de la cooperativa de la que forma parte; por lo que ya no es solamente fuerza de trabajo sino tambiénvoz y poder de decisión. Al mismo tiempo, en los lugares de trabajo donde seguimos sometidxs a las decisiones de otrxs, es posible ensayar pequeños intentos de reapropiación de nuestra capacidad de decidir: cuando lxs docentes de una escuela se juntan en asamblea para decidir qué hacer con los programas que “bajan” desde el ministerio, o cuando lxs médicxs de un hospital se reúnen para discutir si recibir o no donaciones de un laboratorio, estamos experimentando momentos de autoorganización y de reapropiación del control del proceso de trabajo. Estas apuestas, estas experimentaciones sin dudas que no logran abatir al capitalismo. Pero son la puesta en evidencia de que hacer las cosas de otra manera no sólo es posible sino que ya lo estamos haciendo.
Querer dejar de ser un asalariadx sin convertirnos al mismo tiempo en un capitalista; aspirar a dejar de ser asalariadx sin convertirnos en un explotador de otrxs trabajadorxs; fugarnos del salario sin devenir rentistas: estas son también consignas fundantes de lxs trabajadorxs en nuestra lucha contra el capitalismo.


Continuará…

(Si te perdiste el “Episodio uno”, hacé click acá:

Preguntas (im)pertinentes. Episodio uno: ¿Por qué hay que trabajar así?)


[1] En la entrega anterior anterior nos habíamos presentado en tanto trabajadorxs asalariadxs. Y también habíamos presentado a lxs que no tienen que trabajar para vivir: lxs capitalistas. Y habíamos dicho que no hay unxs sin otrxs. Somos los dos extremos de una única relación. En pocas palabras, habíamos presentado la relación social esencial a la sociedad en la que vivimos, la sociedad capitalista. Pero eso es sólo el comienzo. En el capitalismo, las mercancías para ser tales deben poder ser producidas y reproducidas. Un “buen” capitalista es aquel que puede hacer producir mercancías a lxs trabajadorxs asalariadxs para venderlas, una y otra vez, o sea, el que puede reproducir ese proceso. Con ese ánimo repetitivo y reproductivo, cuando las mercancías están listas para ser vendidas, la cara-precio esconde la cara-tiempo-de-trabajo, oculta el tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción. Ya lo veremos con un poco más de detalle. Solo agregamos aquí, que hay otros casos donde las cosas tienen precio pero no tienen valor tal y como lo acabamos de definir. Un ejemplo fácil de ver es el de las obras de arte, productos que no son reproducibles y que sus elevados precios no se explican por el tiempo de trabajo necesario para su producción.
[2]        Démosle una mirada a la Ley de contrato de trabajo: “El salario mínimo vital es la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión” (artículo 116). Y se dice que es “móvil” porque debe acompañar los cambios en los costos de reproducción de la capacidad de trabajar.
[3] En la próxima entrega nos preguntaremos sobre estas cuestiones…
[4]  Decimos “en parte” porque, a pesar de que lxs trabajadorxs de una “empresa recuperada” puedan organizarse en forma cooperativa, sus procesos de trabajo siguen estando influenciados por los tiempos y modos que dictaminan las leyes de la competencia capitalista. Es decir, es imposible pensar en construir modos de producción alternativos en un solo lugar.

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