Autoras/es: Norma Bruner
(Fecha original del artículo: Mayo 2012)
Un problema en el desarrollo no es necesariamente un síntoma aunque, tampoco puedan ser definidos por su complejidad y su singularidad, por fuera de un dispositivo clínico psicoanalítico e interdisciplinario, y del trabajo conjunto con el niño y sus padres (y muchas veces también las escuelas u otras instituciones de las que participa).
La formación de síntoma de un niño, no necesariamente es un problema en el desarrollo, pero puede “por amplias vías facilitadas” llegar a serlo. El tema nos pide para profundizarlo otra oportunidad, ya que excedería los límites de este artículo. Siempre recordando que el sentido o los sentidos de los síntomas es singular, caso por caso, me gustaría poder ubicar aquí ciertas generalizaciones y elegir una dirección, que considero a esta altura de mi práctica, de validez clínica y teórica.
En la formación del síntoma, siguiendo indicaciones de Freud, se requiere conjugar dos cosas: “desde dónde” y “hacia dónde o para qué” es decir, colegir su sentido u orientación.1
La formación de síntoma –sigue Freud–, es un sustituto de algo diverso que está interceptado. Ciertos procesos anímicos habrían debido desplegarse normalmente hasta que la conciencia recibiera noticias de ellos. Esto no ha acontecido, y a cambio de ello, de los procesos interrumpidos, perturbados de algún modo, forzados a permanecer inconscientes, ha surgido el síntoma. Por tanto ha ocurrido algo así como una permutación, si se logra deshacerla la terapia de los síntomas neuróticos habrá cumplido exitosa tarea.2 (La cursiva es mía).
Podemos extraer no pocas preguntas y consecuencias, para el tema que nos ocupa, de este párrafo, por ello, es “desde dónde” he elegido presentarles algunas propuestas personales “para plantear algunos bordes entre los síntomas de los niños, la función del juego y del duelo”.
¿Qué podría ser este algo diverso interceptado cuya sustitución es la formación del síntoma en un niño?, ¿cuáles los procesos interrumpidos y forzados a permanecer inconscientes? ¿Qué quiere decir “deshacer la permutación de un proceso por otro”?, ¿en qué consiste esto? ¿Cuál o cuáles son los procesos psíquicos interrumpidos, perturbados y permutados por el síntoma? ¿Esta formulación solo incluye a las formaciones de síntomas neuróticos o también síntomas psicóticos y/o autistas? ¿Cuáles son las relaciones entre estos procesos psíquicos interrumpidos o perturbados y el proceso de estructuración psíquica en la infancia? ¿Cuáles son los alcances y límites en la clínica con bebes y niños de este éxito o fracaso y cuáles sus consecuencias en los procesos de operatoria de la estructura y su inscripción en los tiempos tempranos?
Tomaremos aquí exclusivamente “síntomas clínicos” y formaciones de compromiso:
Los síntomas son actos perjudiciales o inútiles, dice Freud, al menos para la vida en su conjunto, a menudo la persona se queja que los realiza contra su voluntad y conllevan displacer o sufrimiento. Su formación y combate, cuestan un gran gasto psíquico con empobrecimiento de la persona en cuanto a su energía disponible para afrontar las tareas de la vida, incluso hasta la parálisis. Todos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva modalidad de satisfacción pulsional cuyas fuerzas antagónicas se reconcilian en él llegando a una transacción o salida de compromiso para el conflicto.
Esta satisfacción pulsional sustitutiva, por el camino regrediente llega a puntos de fijaciones libidinales, se apoya en objetos ya resignados u organización pasadas, figurándola cumplida en el presente.
Para Freud, el neurótico es aquel que queda adherido a un punto o fragmento del pasado más dichoso añorado y el síntoma repite dicha modalidad de satisfacción pasada no resignada, de manera desfigurada al extremo.
Esta fijación y dificultad de separación a fragmentos y satisfacciones pulsionales del pasado conlleva huida de la realidad o enajenación del presente y del futuro, el síntoma funciona como una suerte de claustro para soportar el destino (refugio en la enfermedad).3
Observamos todavía sobre el tema de la fijación a una determinada fase del pasado, sigue Freud, que un hecho así rebasa con mucho las neurosis. Toda neurosis contiene una fijación de esta índole, pero no toda fijación lleva a una neurosis ni se produce por ella, ni coincide con ella, un modelo paradigmático de fijación afectiva a algo pasado es el duelo, que además conlleva el más total extrañamiento del presente y del futuro, pero a juicio de los legos el duelo se distingue tajantemente de la neurosis. No obstante, hay neurosis que pueden definirse como una forma patológica del duelo. (La cursiva es mía).4
La problemática del síntoma en los niños nos lleva al problema de los caminos, los viajes y virajes que debe seguir y recorrer él (por ende sus padres y agentes sustitutivos) para tramitar simbólicamente la pérdida de objeto originaria y primordial, las sucesivas y simultaneas pérdidas de satisfacciones pulsionales y de los objetos que la enmascaran, desde y hacia, la significación fálica, para la entrada a la cultura y sus leyes.
Nos acercamos así a la relación entre la formación de síntoma, la formación de duelo y la formación de juego.
Tomamos el duelo en su función para la operatoria de la estructura, no su acepción coyuntural.
Los síntomas de los niños y el trabajo de duelo y de juego.5 Llamo “trabajo de juego” a los caminos psíquicos, las operaciones psíquicas por la que el juego llega a su formación y a tener estatuto de formación del y de lo inconsciente como tal.
El trabajo de juego supone el trabajo de duelo, ya que ambos se implican recíprocamente en la infancia por estructura. Así como el retorno de lo reprimido supone a la represión como fase anterior para Freud, es sólo al jugar y en su repetición, que lo perdido se inscribe desde el complejo de castración y lo reprimido se produce “cada vez y otra vez de nuevo”.
El “dale que yo era...” del juego, supone la pérdida y la separación del lugar de objeto que el sujeto era en el Otro.
En el juego, el sujeto (niño) puede separarse de ese objeto que él era. Es en el juego y mientras se juega, que se inscribe la castración y la división del sujeto, producción de lo inconsciente mismo.
Una parte de la pulsión de muerte, de afecto (dolor- angustia- cólera) de deseos de muerte (egoístas y ambiciosos) puede ser transferida al juego, otra no y esto es un obstáculo estructural, al que podemos denominar “castración”.
El juego cumple la función de permitir la constitución del sujeto mismo al permitirle separase y transponer en otro el a y su función (el objeto mismo que él “era”) es decir, la separación del goce del cuerpo, el pasaje del “ser” al “tener”.
En la estructura del juego, la lógica del significante y sus leyes, la lengua se pone en acto y entra en acción como discurso. (Un discurso de juguete aún).
Según Freud, el jugar tiene “como motor el deseo dominante de ser grande y obrar como los mayores”6.
Ubicamos al juguete (compañero de juego) como representante-representativo, quien representa (le da encarnadura por apuntalamiento) lo que lo representa para el Otro, significante que representa a un sujeto para otro significante, objeto pequeño a, “parte de sí”, “un trozo de sí”, que desprendible, cesible, separable, es a la vez lo más propio para él.
La niña desea ser mujer, ser madre u otros y practica cómo serlo. Ese es un trabajo serio del juego, el de preparar al niño para dejar de serlo, de preparación al futuro.
Llamo“juegos de duelo” a aquellos que, clínicamente y por estructura, permiten el transporte de la función del a en el otro en tanto objeto narcisista: a i(a)
No hay duelo, sin velatorio ni ritos fúnebres “en juego”. Los juegos de duelo son necesarios, no contingentes en la constitución del sujeto, del nacimiento del objeto en el deseo y del cuerpo.
En el duelo (a diferencia de la Verwerfung, que retorna en lo real el agujero en lo simbólico) al agujero de lo real responde lo simbólico, el significante falo siempre velado.
El trabajo de duelo y el trabajo del juego se relacionan y articulan, aún en sus diferencias, al complejo de castración y a la significación fálica, es decir a la represión.
El trabajo del juego encarna la estructura y su operatoria en el niño, anudando y articulando su desarrollo y lo real orgánico. Ubicamos el juego y su función como sinthome propio de infancia.
Los caminos en la formación del duelo (en juegos) y sus accidentes.7 He ubicado en el libro,Duelos en Juego,7 al duelo (de estructura) por el falo, por su relación con la privación, como respuesta y puesta en funcionamiento de la función del Nombre del Padre que inscribe y redobla simbólicamente, en la diacronía de la metáfora paterna, dando razón desde la significación fálica de su medida a esta pérdida de objeto originaria.
Propuse a “Los juegos de duelo”, como el escenario donde la operatoria del duelo por el falo (de estructura) se efectúa en la infancia a incluir en la serie de los juegos constitutivos.
Este trabajo del duelo por el falo en juegos, puede encontrarse en su camino con diversos tipos de dificultades u accidentes (neurosis), ser eludido imaginariamente (perversión) o ser eludido simbólicamente (melancolía - psicosis - autismo) y ésto traerá consecuencias en la función del deseo, diversas para cada una. Si la pérdida original no se redobla en el duelo (de estructura) por el falo, inscribiéndose simbólica y fálicamente, entonces el agujero de lo simbólico retornará en lo real, no se sabe qué se perdió por no inscripción fálica y así se abre la puerta a la psicosis o la puerta de entrada al autismo.
Lacan radicaliza la función del duelo sin el cual no habría objeto (perdido) ni suplemento. En el duelo se apela a lo simbólico e imaginario por ese agujero en lo real, y el fin del duelo, es el paso del sujeto a una posición “deseante”, “perdiendo una parte de sí” (valor fálico de la libra de carne).
Desde mi experiencia, puedo colegir clínicamente las formaciones sintomáticas de los niños como “salidas-refugios”, a las dificultades en el trabajo del duelo (de estructura) y del trabajo del juego. Los procesos psíquicos inconscientes que pueden haber sido interceptados, interrumpidos, perturbados y permutados por síntomas ser: Los juegos de duelo.
Podríamos decir que la angustia en la infancia denuncia un tiempo de “suspensión y/o caída del sujeto”, que es lo mismo que decir un tiempo de “suspensión o caída del desarrollo del juego (significante)” y a su vez en su función de denuncia “apela e interpela” llamando al Otro y a otros (función de los significantes en posición paterna) para que respondan y se hagan presentes, “elevando los puentes significantes o las representaciones-puente” necesarias para su construcción, re-construcción y prosecución.
Frecuentemente esa es, según mi experiencia clínica, ni más ni menos la tarea a la que está convocado el analista con un niño y sus padres, con todo lo que esto implica.
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1. Freud, S. (1916-1917) “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. Conferencia 18. “La fijación al trauma, lo inconsciente”. Amorrortu. XVI p. 260.
2. Ibíd. p. 256.
3. Freud, S. (1916-1917) “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. Conferencia 23. “Los caminos de la formación de síntoma”. Amorrortu. XVI. p. 333.
4. Freud, S. (1916-1917) “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. Conferencia 18. “La fijación al trauma, lo inconsciente”. Amorrortu. XVI, p. 252.
5. Bruner, N. (2008) Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008.
6. Freud, S. “Más allá del principio del placer” (1920), en Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, Vol. XVIII, p.16.
7. Bruner, N. (2008) Duelos en Juego. Letra Viva. Buenos Aires, 2008.
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