Autoras/es: Sergio Zeni Beni(*)
(Fecha original del libro: 2005) Relato recomendado para niños/as +6
Aquella mañana había amanecido con otra luz. Después de varios días grises y lluviosos el sol invitaba a salir, a sentir el viento en la cara, a mirar el mundo con otros ojos.
Así que el pequeño Sebastián y su padre decidieron ir a dar un paseo fuera de la ciudad, buscar un lugar amplio y verde en el que jugar.
El papá, conduciendo, y Sebastián, con su balón sobre las rodillas, iban con la mirada atenta a la carretera.
De pronto, sin saber por qué, Sebastián recordó un comentario que había escuchado el día anterior y que no acababa de entender. Así que trató de aclarar aquello con su padre.
–Papá, ¿qué significa “una familia diferente”?
–¿Una “familia diferente”? Mm… pues, no sé, puedes ser muchas cosas. Para nosotros, por ejemplo, una familia en la que el padre es chino, la madre es africana y los hijos tienen rasgos del padre y otros de la madre.
–¿Y cómo es esa familia?
–Como cualquier otra. Digamos que es una buena familia. Se quieren mucho, a veces tienen sus problemas, pero siempre tratan de ayudarse… y pongamos que en esa familia a todos les encanta ir juntos al cine a ver películas de aventuras.
Sebastián se quedó un momento pensando, recordando el comentario de aquella persona mayor en el mercado, bastante cotilla, por cierto: “Ya ves, ésos son una familia diferente…” Cuando el pequeño coche rojo en el que iban, acabó de adelantar a un camión, el pequeño insistió:
–¿Y cómo sería otra “familia diferente”?
–A ver, una en la que hay dos mamás con una hija. Son una buena familia, se quieren mucho, a veces pueden tener su problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a las tres les gusta mucho ir al campo y hacer caminatas con gente amiga hasta que ya casi se pone el sol.
–¿Y otra “familia diferente”?
–Veamos… Una con dos papás y tres hijos. Son una buena familia, se quieren mucho, a veces tienen sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y, por ejemplo, se lo pasan en grande cada vez que van a la playa, a casa de los abuelos Rosa y José.
–Otra –pidió Sebastián.
–Bueno, una en la que el padre y la madre creen en Dios, pero cada uno cree que ese dios es de una manera distinta.
–¿Y los hijos?
–Pues algo curioso… ¡Los hijos ni siquiera están muy convencidos de que exista ese dios todopoderoso! Por supuesto, pese a esas diferencias, son una buena familia, se quieren mucho, a veces tienen sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a todos les gusta ir cada fin de semana al parque del barrio donde coinciden con algunos vecinos.
–Otra, Papá –dijo Sebastián con una sonrisa–. Otra “familia diferente”.
–En ésta hay una mamá y una hija. Pero la mamá de pequeña había sido un niño, ¿sabes? Un niño que de mayor no quiso ser hombre, quiso ser mujer. Y después de convertirse en mujer, decidió ser mamá.
Son una buena familia, ellas se quieren mucho, a veces tiene sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a las dos les fascina ir a la heladería de Don Domingo a tomar juntas unos helados de fresa y chocolate.
Y así siguieron durante el resto del camino, como si se tratase de un juego. Uno preguntando, el otro respondiendo, iban descubriendo que aquello podía no tener fin. Cada vez encontraban más y más “familias diferentes”.
De pronto, Sebastián se quedó callado durante unos segundos. El coche, que ya era una manchita roja en medio de una gran pradera, subía por un viejo camino sin asfaltar. El niño miraba silencioso cómo los pájaros volaban de una ramas a otras mientras sonaba de fondo el crushcrumcum de los neumáticos mordisqueando la tierra.
–Y dime, Papá, –soltó por fin– ¿nosotros también somos una “familia diferente”?
–Mm… claro, ¿por qué no? Me imagino que todas las familias tenemos algo que nos diferencia de las demás. Aunque creo que lo más importante es eso que nos hace ser familia, y no tanto aquello que nos hace ser diferentes, ¿no te parece?
Unos instantes más tarde, el coche se detiene. El sitio se parece bastante a lo que habían estado buscando. Inmediatamente, Sebastián y su papá corren, gritan, se divierten juntos. El balón ya rueda feliz sobre la hierba húmeda.
No muy lejos de allí, otras familias diferentes encuentran la misma alegría.
La misma risa bajo el mismo cielo.
Así que el pequeño Sebastián y su padre decidieron ir a dar un paseo fuera de la ciudad, buscar un lugar amplio y verde en el que jugar.
El papá, conduciendo, y Sebastián, con su balón sobre las rodillas, iban con la mirada atenta a la carretera.
De pronto, sin saber por qué, Sebastián recordó un comentario que había escuchado el día anterior y que no acababa de entender. Así que trató de aclarar aquello con su padre.
–Papá, ¿qué significa “una familia diferente”?
–¿Una “familia diferente”? Mm… pues, no sé, puedes ser muchas cosas. Para nosotros, por ejemplo, una familia en la que el padre es chino, la madre es africana y los hijos tienen rasgos del padre y otros de la madre.
–¿Y cómo es esa familia?
–Como cualquier otra. Digamos que es una buena familia. Se quieren mucho, a veces tienen sus problemas, pero siempre tratan de ayudarse… y pongamos que en esa familia a todos les encanta ir juntos al cine a ver películas de aventuras.
Sebastián se quedó un momento pensando, recordando el comentario de aquella persona mayor en el mercado, bastante cotilla, por cierto: “Ya ves, ésos son una familia diferente…” Cuando el pequeño coche rojo en el que iban, acabó de adelantar a un camión, el pequeño insistió:
–¿Y cómo sería otra “familia diferente”?
–A ver, una en la que hay dos mamás con una hija. Son una buena familia, se quieren mucho, a veces pueden tener su problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a las tres les gusta mucho ir al campo y hacer caminatas con gente amiga hasta que ya casi se pone el sol.
–¿Y otra “familia diferente”?
–Veamos… Una con dos papás y tres hijos. Son una buena familia, se quieren mucho, a veces tienen sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y, por ejemplo, se lo pasan en grande cada vez que van a la playa, a casa de los abuelos Rosa y José.
–Otra –pidió Sebastián.
–Bueno, una en la que el padre y la madre creen en Dios, pero cada uno cree que ese dios es de una manera distinta.
–¿Y los hijos?
–Pues algo curioso… ¡Los hijos ni siquiera están muy convencidos de que exista ese dios todopoderoso! Por supuesto, pese a esas diferencias, son una buena familia, se quieren mucho, a veces tienen sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a todos les gusta ir cada fin de semana al parque del barrio donde coinciden con algunos vecinos.
–Otra, Papá –dijo Sebastián con una sonrisa–. Otra “familia diferente”.
–En ésta hay una mamá y una hija. Pero la mamá de pequeña había sido un niño, ¿sabes? Un niño que de mayor no quiso ser hombre, quiso ser mujer. Y después de convertirse en mujer, decidió ser mamá.
Son una buena familia, ellas se quieren mucho, a veces tiene sus problemas pero siempre tratan de ayudarse… y a las dos les fascina ir a la heladería de Don Domingo a tomar juntas unos helados de fresa y chocolate.
Y así siguieron durante el resto del camino, como si se tratase de un juego. Uno preguntando, el otro respondiendo, iban descubriendo que aquello podía no tener fin. Cada vez encontraban más y más “familias diferentes”.
De pronto, Sebastián se quedó callado durante unos segundos. El coche, que ya era una manchita roja en medio de una gran pradera, subía por un viejo camino sin asfaltar. El niño miraba silencioso cómo los pájaros volaban de una ramas a otras mientras sonaba de fondo el crushcrumcum de los neumáticos mordisqueando la tierra.
–Y dime, Papá, –soltó por fin– ¿nosotros también somos una “familia diferente”?
–Mm… claro, ¿por qué no? Me imagino que todas las familias tenemos algo que nos diferencia de las demás. Aunque creo que lo más importante es eso que nos hace ser familia, y no tanto aquello que nos hace ser diferentes, ¿no te parece?
Unos instantes más tarde, el coche se detiene. El sitio se parece bastante a lo que habían estado buscando. Inmediatamente, Sebastián y su papá corren, gritan, se divierten juntos. El balón ya rueda feliz sobre la hierba húmeda.
No muy lejos de allí, otras familias diferentes encuentran la misma alegría.
La misma risa bajo el mismo cielo.
(*) Extraído de:
Colección Cuentos para la diversidad. COGAM. Colectivo de Gays, Lesbianas y Tansexuales de Madr
Colección Cuentos para la diversidad. COGAM. Colectivo de Gays, Lesbianas y Tansexuales de Madr
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