En Pizarras y Pizarrones hemos desarrollado un trabajo de campo cuyo objetivo es analizar las preferencias en lecto-escritura de nuestros lectores, así como las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Les hemos pedido su colaboración para completar una pequeña encuesta anónima que como máximo les insumiría 10 minutos. Agradecemos su participación! La encuesta cerró el 31-08-17 y en unos pocos días publicaremos sus resultados...

sábado, 30 de julio de 2011

El forastero (I). Alfred Schutz

Autoras/es: Alfred Schutz*
En este artículo nos proponemos estudiar, en términos de una teoría interpretativa general, la situación típica en que se encuentra un forastero cuando procura interpretar el esquema cultural de un grupo social al cual se acerca, y orientarse dentro de él. Para nuestros fines, el término "forastero" indicará una persona adulta, perteneciente a nuestra época y civilización, que trata de ser definitivamente aceptada, o al menos tolerada, por el grupo al que se aproxima.
Como el ejemplo más notable de la situación social que deseamos examinar es el del inmigrante, los análisis siguientes han sido elaborados, por conveniencia, teniendo presente este caso especial. Empero, la validez de dichos análisis no se limita en modo alguno a él. El postulante a socio de un club exclusivo, el pretendiente que desea ser aceptado por la familia de su novia, el hijo del campesino que ingresa en la universidad, el habitante de la ciudad que se establece en un medio rural, el "recluta" que se incorpora al ejército, la familia del obrero de una industria bélica que se traslada a una población económicamente próspera, son todos forasteros según la definición que acabamos de dar, aunque en estos casos la "crisis" típica experimentada por el inmigrante puede asumir formas más suaves o incluso no tener lugar. En cambio, excluimos intencionalmente de nuestro examen ciertos casos cuya inclusión exigiría condicionar en alguna medida nuestros enunciados: a) el visitante o huésped que intenta establecer un contacto meramente transitorio con el grupo; b) los niños o los primitivos; y c) las relaciones entre individuos y grupos de diferentes niveles de civilización, como en el caso de los indios hurones llevados a Europa (este esquema fue muy discutido por algunos moralistas del siglo XVIII). Tampoco nos proponemos aquí referirnos a los procesos de asimilación y ajuste social -que han sido tratados en una literatura abundante y, en general, excelente-,(1) sino de la situación de acercamiento que precede a todo posible ajuste social y que incluye sus requisitos.
Como conveniente punto de partida, investigaremos cómo se presenta la pauta cultural de la vida del grupo ante el sentido común de un hombre que vive su vida cotidiana dentro del grupo, entre sus semejantes. Ateniéndonos a la terminología habitual, designaremos con la expresión "pauta cultural de la vida grupal" todas las valoraciones, instituciones y sistemas de orientación y guía peculiares (tales como usos y costumbres, leyes, hábitos, etiqueta y modas) que, según la opinión compartida por los sociólogos de nuestra época, caracterizan a todo grupo social en un momento determinado de su historia -cuando no lo constituyen-. Esta pauta cultural, como todo fenómeno del mundo social, presenta un aspecto diferente para el sociólogo y para el hombre que actúa y piensa dentro de él.(2) El sociólogo (como sociólogo y no como un hombre entre sus semejantes, cosa que sigue siendo en su vida privada) es un observador científico desinteresado del mundo social. Es "desinteresado" en cuanto se abstiene intencionalmente de participar en la red de planes, relaciones entre medios y fines, motivos y posibilidades, esperanzas y temores, que utiliza el actor situado dentro de ese mundo para interpretar sus experiencias en él; como hombre de ciencia, procura observar, describir y clasificar el mundo social con la mayor claridad posible, en términos bien ordenados de acuerdo con los ideales científicos de coherencia, consistencia y consecuencia analítica. El actor situado dentro del mundo social, en cambio, lo experimenta principalmente como un campo de sus actos actuales y posibles, y sólo en forma secundaria como objeto de su pensamiento. En la medida en que le interesa el conocimiento de su mundo social, organiza este conocimiento, no en términos de un sistema científico, sino de la significatividad para sus acciones. Agrupa al mundo alrededor de él mismo (como centro) como un campo de dominación, y en consecuencia le interesa especialmente el sector que está dentro de su alcance actual o potencial. Destaca, de sus elementos, aquellos que pueden servirle como medios o fines para su "uso y goce",(3) para promover sus objetivos y para superar obstáculos. Esos elementos le interesan en diferentes grados, y por esta razón no aspira a familiarizarse con todos ellos de modo igualmente exhaustivo. Lo que desea es un conocimiento graduado de elementos significativos, y el grado de conocimiento anhelado está en correlación con su significatividad.
Dicho de otro modo, el mundo se le aparece en todo momento como estratificado en diferentes capas de significatividad cada una de las cuales exige un grado diferente de conocimiento. Para ejemplificar estos estratos de significatividad podemos hablar -recurriendo a un término tomado de la cartografía- de "isohipsas" o "perfiles hipsográficos de significatividad", tratando así de sugerir, mediante esta metáfora, que podemos mostrar cómo distribuye un individuo en un momento sus intereses, en cuanto a su intensidad y a su alcance, vinculando con sus actos elementos de igual significatividad tal como el cartógrafo conecta, mediante perfiles, puntos de igual altura, con el fin de reproducir adecuadamente la forma de una montaña. En una representación gráfica, estos "perfiles de significatividad" no aparecerían como un sólo campo cerrado, sino como muchas zonas dispersas en el mapa, cada una de diferente tamaño y forma. Distinguiendo, como William James,(4) entre dos tipos de conocimiento -"conocimiento por trato directo" y "conocimiento acerca de"- podemos decir que, dentro del campo cubierto por los perfiles de significatividad, hay centros de conocimiento explícito de aquello a lo que se tiende; rodea a estos un halo de conocimiento acerca de lo que parece ser suficiente; luego viene una región en la cual bastará simplemente con "confiar"; en las regiones adyacentes residen las esperanzas y supuestos no justificados; entre esas zonas, sin embargo, se extienden otras de completa ignorancia.
No queremos hacer excesivo hincapié en esta imagen, que ha tenido como propósito principal poner en claro que el conocimiento del hombre que actúa y piensa dentro del mundo de su vida cotidiana no es homogéneo; es 1) incoherente, 2) solo parcialmente claro, y 3) en modo alguno exento de contradicciones.
1. Es incoherente porque los intereses del individuo que determinan la significatividad de los objetos elegidos para su ulterior indagación no están integrados a su vez en un sistema coherente. Solo se hallan parcialmente organizados en algún tipo de planes, tales como los planes de vida, de trabajo y descanso, y de cada rol social asumido. Pero la jerarquía de esos planes cambia según la situación y el desarrollo de la personalidad; la continua modificación de los intereses produce una transformación ininterrumpida de la forma y densidad de los perfiles de significatividad. No solo cambia la selección de los objetos de curiosidad, sino también el grado de conocimiento al que se aspira.
2. En la vida cotidiana, al hombre no le interesa más que parcialmente -y nos atreveríamos a decir que sólo excepcionalmente- la claridad de su conocimiento, o sea, la plena percepción de las relaciones entre los elementos de su mundo y los principios generales que gobiernan esas relaciones. Se contenta con disponer de un servicio telefónico en buen funcionamiento y, normalmente, no pregunta en detalle cómo funciona el aparato ni qué leyes de la física hacen posible ese funcionamiento. Compra provisiones en el almacén sin saber cómo se las elabora, y paga con dinero, aunque tienen apenas una vaga idea de qué es realmente el dinero. Da por sentado que su semejante comprenderá su pensamiento si lo expresa en lenguaje llano, y responderá de manera correspondiente, sin preguntarse cómo se puede explicar este milagroso suceso. Además, no investiga la verdad ni busca la certeza. Todo lo que desea es información sobre posibilidades y comprensión de las probabilidades o riesgos que la situación inmediata determina para el resultado de sus acciones. Para él, la circunstancia de que al día siguiente el subterráneo funcione como de costumbre es casi del mismo orden de probabilidad que la salida del sol. Si, debido a un especial interés, necesita un conocimiento más explícito acerca de un punto, una benigna civilización moderna le ofrece una cadena de oficinas de información y bibliotecas de referencia.
3. Por último, su conocimiento no es congruente. Puede considerar igualmente válidos enunciados que, de hecho, son incompatibles entre sí. Como padre, ciudadano, empleado y feligrés, puede tener las opiniones más diversas y contradictorias sobre cuestiones morales, políticas o económicas. Esta incongruencia no se origina necesariamente en una falacia lógica. Los hombres distribuyen su pensamiento sobre asuntos ubicados en niveles diferentes y de diferente significatividad, y no son conscientes de las modificaciones que tendrían que efectuar para pasar de un nivel a otro. Este problema, y otros similares, deberán ser explorados por una lógica del pensamiento cotidiano, que todos los grandes lógicos -desde Leibniz hasta Husserl y Dewey- postularon, pero no alcanzaron. Hasta ahora, la ciencia de la lógica ha tratado principalmente de la lógica de la ciencia.


(1) No mencionaremos aquí las notables contribuciones de autores norteamericanos como W. G. Sumner, W. I. Thomas, Florián Znaniecki, R. E. Park, H. A. Miller, E. V. Stonequist, E. S. Bogardus y Kimball Young, y de autores alemanes, en especial Georg Simmel y Robert Michels; remitimos en lugar de ello, a la valiosa monografía de Margaret Mary Wood, The Stranger: A Study in Social Relationship, Nueva York, 1934, y a la bibliografía en ella citada.

(2) Esta profunda idea parece ser la contribución más importante de los escritos de Max Weber sobre los problemas metodológicos de la ciencia social. Véase mi obra Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt, Viena, 1934, 2a. ed., 1960.

(3) John Dewey, Logic, the Theory of Inquiry, Nueva York, 1938, capítulo IV.

(4) Sobre la distinción entre estos dos tipos de conocimiento, véase William James, Principles of Psychology, Nueva York, 1890, vol. I, págs. 221-22.

* Extraído de, Alfred Schutz; "Estudios sobre teoría social", Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1999. Capítulo IV "El forastero. Ensayo de psicología social"


No hay comentarios: