Conduccion. Ante unos 3 mil chicos, Sofía Devita ofreció arengas y un discurso en la marcha del jueves pasado al Ministerio de Educación porteño. |
Autoras/es: Gustavo Ajzenman / Claudio Corsalini para diario Perfil
Se llama Sofía Devita y cursa sexto año en la Escuela Fernando
Fader. Forma parte de una agrupación que trabaja en la Villa 20.
Simpatiza con el kirchnerismo y suspendió la lucha para ir a apoyar a
Chávez.
(Fecha original del artículo: Septiembre 2012)
En Chile, Camila Vallejo fue uno de los motores de la protesta en defensa de la educación pública que puso en jaque al presidente Sebastián Piñera en 2011. En Buenos Aires, Sofía Devita se transformó en una de las protagonistas de las tomas de escuelas que vuelven a golpear a Mauricio Macri.
Las similitudes son muchas. Pero las diferencias también. Una es comunista. La otra es chavista. Una es una opositora acérrima al gobierno de su país. La otra tiene una creciente simpatía por el kirchnerismo. Una recorre el mundo para contar la experiencia chilena. La otra suspendió la lucha y viajó a Venezuela para dar su apoyo al oficialismo en las próximas elecciones.
“Para los trotskos, soy demasiado K, y para los K, soy demasiado trotska”, se define Sofía. Es que la izquierda fue durante los últimos años el actor principal dentro del movimiento estudiantil porteño. En las históricas tomas de colegios en 2010 para exigirle al Gobierno mejoras edilicias, una gran parte de los centros de estudiantes estaba comandada por militantes de esa orientación.
Pero la situación cambió y a partir del año pasado muchos militantes de otros partidos comenzaron a simpatizar con el kirchnerismo. La Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CUES), donde se cocinaba la protesta, fue disuelta. Fue en ese momento que Sofía comenzó a tomar protagonismo. Se creó entonces la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), una asamblea de escuelas en la que asegura que no hay lugar para los partidos políticos. Allí logró que su escuela, Fernando Fader, ganara fuerza en las protestas.
Con 18 años, si todo va bien, se recibirá en diciembre de técnica en Diseño de Interiores. Sus ratos libres los reparte entre las tareas y el trabajo social en la Villa 20. A diferencia de su par chilena, a Sofía no le gusta hablar de su militancia. Pocos saben que participa de la agrupación Kiki Lezcano. Menos aún que viajó el jueves a Venezuela para apoyar al presidente Hugo Chávez en las elecciones del 7 de octubre. “Es un intercambio estudiantil”, sostiene, aunque también viajarán otras organizaciones políticas y sociales como el Frente Darío Santillán o la Juventud Rebelde.
Sus compañeros no entienden que “el cuadro más importante” del movimiento se vaya en este momento crucial. “Aunque yo me vaya, el movimiento sigue, porque a diferencia del chileno es horizontal y no está centrado en una persona”, justifica ella. Opositores a su liderazgo la tildan de “personalista” y se quejan porque no permite las críticas a la administración nacional dentro de la protesta. “Muchos centros de estudiantes son filokirchneristas, la Kiki Lezcano incluso llamó a votar por Cristina en las últimas elecciones, entonces desconocen el mandato de base de muchas escuelas de responsabilizar a los dos gobiernos”, se queja uno de los estudiantes. Sofía sabe que aunque las decisiones dentro del movimiento estudiantil se toman por votación, su opinión importa. Y mucho.
Los días de toma fueron de gran aprendizaje: durmió todas las noches en su escuela, a la espera de que el ministro Bullrich la reciba. Sus compañeros la consultaban y ella se puso la protesta al hombro. Camila Vallejo suena en Chile como posible candidata a diputada. El futuro de Sofía recién empieza pero tal vez su travesía por Venezuela comience a darle forma definitiva.
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