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lunes, 16 de abril de 2012

La censura a las telenovelas en la última dictadura militar

Autoras/es: Maria Mercedes Rementeria
(Fecha original del artículo: Marzo 2012)
  El 24 de marzo de 1976 se produjo un golpe de estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón e instauró el Proceso de Reorganización Nacional. Comenzó así la dictadura más cruenta de la historia argentina.
    El objetivo de este emprendimiento fue una restructuración total de la sociedad y del Estado. Como sostienen Diego Hernán Benítez y César Mónaco en La dictadura militar, 1976-1983 “para el gobierno militar la finalidad última era cerrar un “ciclo histórico” abierto con el peronismo en 1946. Reorganizar una “nueva Argentina” por medio de una intervención radical que modifique profundamente un sistema político corrompido, que elimine al Estado demagógico y que discipline a una sociedad descarriada”.
   El disciplinamiento social fue una de las principales preocupaciones del nuevo régimen. Este implicó una guerra contra la subversión que abarcó no sólo la lucha contra con las organizaciones armadas sino que se extendió a cualquier persona sospechada de insurgente. Pero avanzó más allá controlando los mensajes que se daban en los medios de comunicación y usando la censura como moneda corriente.
   Heriberto Muraro sostiene que “los gobiernos militares del Proceso aplicaron un verdadero régimen de terror en el área  de las comunicaciones sociales: asesinatos de periodistas; cierre de diarios; censura previa; confección de listas negras de periodistas, artistas o escritores; prohibición de exhibir ciertas películas nacionales o extranjeras; quema o prohibición de libros; etc”.



La censura en la televisión:


   La televisión es sin duda uno de los medios más populares y de gran llegada en los argentinos y durante la década del setenta tuvo que soportar distintos embates.
   En 1973, durante el gobierno peronista, se cancelaron las licencias de los canales 9,11 y 13 (que eran privados) y en 1974 se expropiaron sus productoras.
   Después del golpe los canales se repartieron del siguiente modo: canal 7 quedó en manos de la Presidencia de la Nación, canal 9 fue para el Ejército, canal  11 estuvo bajo la órbita de la Fuerza Aérea y el 13, de la Armada.
   Los recursos de financiación de los canales se redujeron y se planteó una competencia ilógica entre ellos, contrataciones millonarias y la introducción del sistema PAL que los llevó al borde de la quiebra.
   La censura se ejerció a través de las direcciones artísticas de los propios canales que leían los libretos antes que los programas se realizaran y el COMFER que grababa toda la programación para evaluar su contenido.


La situación de las telenovelas:


   El gobierno intervenía en los contenidos emitidos por los canales de televisión a través de recomendaciones y sugerencias y la telenovela no quedó afuera de su vigilancia.
   La telenovela argentina después de años de esplendor vivió una profunda crisis a causa de la compra de enlatados extranjeros. Se produjo entonces un desmantelamiento de la industria y la desactivación de la producción. Muchos actores y autores quedaron sin trabajo mientras se llenaron las horas de programación con series y novelas de importación.
Nora Mazziotti en La industria de la telenovela analiza la censura directa ejercida sobre la  telenovela y señala tres ataques abiertos contra el género:
  • Primer ataque: se dio entre marzo y abril de 1980. La SIP (Secretaría de Información Pública) profirió una lista de recomendaciones sobre el teleteatro advirtiendo sobre la trama narrativa (debía tener una trama central sin recurrir a historias paralelas), los contenidos ( omitir ejemplos de moral dudosa), la extensión de la historia (no podía exceder cierto número de capítulos), la creatividad autoral (debían “ser orientadas en la necesidad de un mayor aprovechamiento de la epopeya nacional”) y la emisión (no se podían transmitir más de dos títulos por día).
  • Segundo ataque: se dio en septiembre de 1981. La SIP realizó un estudio pormenorizado de las telenovelas donde se advierten falencias en los argumentos, los personajes, las horas de transmisión y el horario de emisión. Se las acusa de no preservar la dignidad, la responsabilidad, la fe cristiana, el optimismo, la alegría y los buenos modales. A partir de ese análisis impone:
1.    Reducir la emisión de novelas, sobre todo las que no tienen contenido formativo.
2.    Difundir en horarios de protección al menos aquellas con contenidos conflictivos.
3.    Apuntalar las muestras artísticas que tengan contenidos formativos, coherentes con el modelo de ser nacional.
               Estos planteos originaron la réplica de Argentores (Sociedad General de Autores de la Argentina) por lo que el secretario de la SIP trato de bajar el tono de la disputa.
·         Tercer ataque: se dio en julio de 1982. El COMFER decidió que las novelas El derecho de Nacer, Viviana y La búsqueda fueran emitidas después de las 22 hs, por promover modelos negativos para la sociedad. Los espectadores presentaron sus quejas telefónicamente, por lo que canal 11 consultó a la Liga de Madres de Familia  y con el aval de esta logró que la medida quedara sin efecto para El derecho de nacer.


Embestida en varios frentes:


    Las telenovelas durante la década del setenta también debieron soportar los embates de la prensa y los intelectuales. Muchos comenzaron a denigrar el género tratándolo de inocuo, obsoleto y recreador de situaciones idílicas e irreales. En medio de estos argumentos se dejó a un lado su importancia como producto de la industria cultural  y su valor sociocultural.
  La pregunta es: si el género era considerado escapista ¿por qué fue blanco de la censura militar? Para Nora Mazziotti esto se dio en el marco de un ataque general contra la industria argentina.
   La destrucción de la producción televisiva nacional puso el acento en el género que sostenía toda la industria, la novela. Esta era una fuente de trabajo importante, la más importante por aquel entonces.


    Por otro lado las novelas tenían identidad propia por lo que resultaba peligroso que los televidentes se identificaran con las historias. Además su rating era elevado y los fenómenos masivos eran vistos como peligrosos por los militares.
    Pero aquí quedó al descubierto una contradicción: si las telenovelas eran tan perjudiciales para las audiencias por qué se compraron enlatados del mismo formato. Sin duda su precio era conveniente en relación a lo que demandaba producir una novela en el país.
    La crítica periodística fue un aliado involuntario de este proyecto de la dictadura de menoscabar la novela y así, en medio del asedio, los productos nacionales bajaron su calidad.

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