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miércoles, 11 de enero de 2012

¡Por siempre Tato!

Autoras/es: Diego Cabarcos
En 1957, la televisión argentina le daba la bienvenida a un nuevo miembro: Tato Bores. Cómico exquisito y monologuista único, con su humor político hacía reír y pensar a la vez. Nació en la pobreza y su carrera lo llevó al estrellato. También se destacó en radio, cine y teatro.
(Fecha original del artículo: Enero 2007)
    “Una noche me acosté con Illía, y al día siguiente me levanté con Onganía y un día me acosté con Levingston y me levanté con Lanusse y con Cámpora y con Perón”, dijo alguna vez, como una manera de explicar los vaivenes políticos por los que debió transitar la Argentina en la segunda mitad del siglo XX, el inigualable Tato Bores, quien el 27 de abril hubiera cumplido 80 años, si un cáncer óseo no se hubiera interpuesto en su vida, plagada de éxitos y reconocimiento unánime, no sólo del público, sino también de sus pares. Esos que en 1992, al canto de “la jueza burú burú budía, es lo más grande que hay”, se reunieron en uno de los estudios de Canal 13 para hacerle frente a una inexplicable censura previa, sufrida por el cómico, que impidió la salida al aire de un sketch de su programa.
De la pobreza al mundo del espectáculo
    El verdadero nombre del “Actor Cómico de la Nación”, tal como a él le gustaba llamarse, era Mauricio Rajmín Borezstein. “Mi mamá dice que me llamo Rajmín, pero no figura en ningún lado”, confesó hace tiempo en un reportaje. Lo que si es seguro es que nació el 27 de abril de 1927 en un inquilinato de la calle Tucumán y Carlos Pellegrini y que desde chico tuvo que salir a trabajar para ganar unos pesos y así ayudar en su casa. Es por eso que no llegaba a los diez años y ya estaba abriendo las puertas de los coches en la entrada del Teatro Cervantes, por una monedas de propina, aunque esto, claro, le quitaba tiempo para estudiar, por lo que su paso por la escuela primaria, que terminó a duras penas, y el secundario, donde quedó libre por exceso de rabonas, no fue tan exitoso como sí lo sería su carrera varios años después.
    Su sueño era ser músico, de hecho se inició en el estudio del clarinete, pero su gracia para contar chistes lo llevaría por otros rumbos. En 1943, comenzó como “plomo” de las orquestas de René Cóspito y Luis Rolero, que actuaban en el programa de Pepe Iglesias “El Zorro”, en Radio Splendid, quien terminó por contratarlo para que desplegara esa gracia, con la que divertía a los músicos y al personal de la radio, en el micrófono.
    Ya en el ’44 la gente lo identificaba cuando hacía del alumno Igor en La escuelita humorística, personaje que fue censurado por el ministro de Educación de entonces, con el argumento de que los chicos, después, hablaban igual en la escuela.
    No pasó mucho para que llegara su debut en el teatro de revistas. En el mítico Maipo estuvo nada menos que nueve años consecutivos, donde desplegó su talento al lado de las figuras más importantes de la escena nacional.
    El cine también sería un medio que no le sería esquivo a Borezstein. En 1947, La caraba, protagonizada por Olinda Bozán y Francisco Álvarez y dirección de Julio Saraceni, fue la primera película en la que participó. Dos años después llegarían Campeón a la fuerza y Un pecado por mes, y en 1951 Mala gente. También se dio el lujo de actuar junto a Miguel de Molina en Esta es mi vida (1952). Luego, en su filmografía figuran títulos como Casada y señorita (1953), Por cuatro días locos (1953), El asalto (1959), Vacaciones en la Argentina (1960),  Propiedad (1961), El televisor (1962), Disputas en la cama (1971), Departamento compartido (1980) y Amante para dos (1981); en estas dos últimas compartió cartel con otro gran capocómico argentino: Alberto Olmedo.
...Y por fin llegó a la TV
    En 1957, tras participar en el film Historia de una carta, con Angel Magaña y Julia Sandoval llegó su debut en la, por ese entonces, joven televisión. Fue en un ciclo que se llamaba Caras y Morisquetas, aunque su incursión en el humor político llegaría recién en 1960, en un sketch escrito por Landrú. Ahí fue cuando creó al personaje con el que todos lo identifican: Tato Bores, aunque su vestimenta no era la misma. “Al principio yo vestía muy a lo atorrante, casi siempre con campera”, recordaba años más tarde. Es que el frac pasó a formar parte de su atuendo recién en 1961 cuando, con libros de Cesar Bruto (Carlos Warnes), debutó en Canal 9 con programa propio: Tato siempre en domingo, título que eligió en alusión a la película Nunca en domingo, que luego pasó a Canal 11 y continuó hasta 1970. “Eran tantos los ministros que se cambiaban que yo propuse que todos los argentinos vistiéramos de frac porque en cualquier momento nos ofrecían un ministerio. Desde entonces ya no me saqué el frac”, decía el cómico que en noviembre de 1992 recibió el título de Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, reconocimiento que agradeció parafraseando a Groucho Marx: “No puedo ser ciudadano ilustre de una ciudad que nombra ciudadano ilustre a un tipo como yo”, bromeó.
    Al frac le agregó anteojos gruesos, una peluca algo despeinada, patines y un habano que nunca llevaba en la boca, debido a su verborragia inigualable al hablar, esa que se convirtió en marca registrada. “Siempre me gustó exponer rápido lo que tenía que decir en un escenario. Mis inicios fueron en el teatro de revistas, allí empecé a hablar rápido porque no me dejaban estar mucho, además en esa época éramos muchos los actores que formábamos un elenco, si yo me perpetuaba veinte minutos en escena ¿qué hacían las figuras más importantes? Ahora me acostumbré y si lo quiero hacer despacio no me sale”, respondía Tato cada vez que alguien le peguntaba sobre la velocidad de sus palabras.
Años de censura, amenazas, democracia....y otra vez censura
    Por siempre Tato, fue el nombre del programa que Bores hizo en las temporadas del ’71 y ’72, también por Canal 11, con los guiones de Jordán de la Cazuela. En 1973, con libros del mismo escritor, llevó a la pantalla de Canal 13 Dígale sí a Tato, título que un año después cambió por Dele crédito a Tato. Y fue este programa, cuyos libros estaban a cargo de Aldo Cammarota, el origen de la primera de sus interrupciones televisivas. “Me rajaron al día siguiente de morir Perón, por mandato de López Rega”, contaría años más tarde.
    Hasta 1978, sólo era posible ver a Tato Bores en unipersonales teatrales. En la televisión estaba prohibido y cada vez que en público decía que había sido censurado, recibía una amenaza. Recién logró volver a la pantalla chica en 1979 con Tato versus Tato, otra vez con guión de Cammarota y la incorporación de Juan Carlos Mesa. Pero el país estaba lejos de vivir una situación tranquila y esa intranquilidad se apoderó del actor cuando un anónimo le avisó que una bomba con 550 gramos de trotyl lo esperaba en el palier del edificio donde vivía. Luego se comprobó que el detonador estaba desconectado y que se trataba sólo de una advertencia.
    En 1981 llevó a Canal 13 Tato por ciento, al que luego le seguiría Extra Tato, escrito en conjunto por Oscar Blotta, Carlos Abrevaya y Jorge Guinzburg, luego continuado en el ‘83 por Jorge Basurto, Geno Díaz y José María Jaunarena. Tato que bien se TV, llegaría en 1984 y Tatus en 1985, ambas temporadas con libros de Díaz.
    En 1986 no hizo televisión y sólo se dedicó a disfrutar del éxito teatral de La jaula de las locas, donde compartió cartel con el actor uruguayo Carlos Perciavalle. Fueron dos temporadas de un suceso rotundo y más de cuatrocientas funciones.
    La vuelta a la pantalla chica recién sucedió en 1988, con una estética totalmente renovada. Tato Diet salía por Canal 2, (en ese entonces Teledos), con una particularidad: a partir de ese ciclo, quienes se hicieron cargo de los libros fueron sus hijos Alejandro y Sebastián Borezstein. Así, aparecieron el “inodoro justiciero” y las canciones escritas, para el programa, por Charly García. También continuaban las charlas telefónicas con el presidente de turno y los sabrosísimos fideos con tuco, que saboreaba al lado de las personalidades más destacadas del país.
    Un año después regresó a Canal 13 para hacer Tato al borde de un ataque de nervios, Tato en busca de la vereda del sol (1990), Tato, la leyenda continúa (1991) y Tato de América (1992). En este último, tuvo el tan resonante inconveniente con la Justicia. Se le prohibió difundir un sketch donde satirizaba a la jueza Maria Romilda Servini de Cubría. En el segmento en el que debía ir esa parte, se podía leer un cartel que decía: “Censura judicial”. Este hecho hizo que buena parte de la farándula local se reuniera en uno de los estudios del canal para repudiar lo sucedido. Meses después la Justicia levantó la medida.
    En 1993, Tato se pasó a Telefe y realizó su último ciclo, que por primera vez no llevaba su nombre en el título: Good Show. Era un programa mensual, algo que al cómico lo atraía mucho, pero no tuvo un final feliz. Al poco tiempo, el programa fue levantado por culpa de “una mano negra”, según él mismo aseguró tiempo después.
    El cómico falleció en Buenos Aires el 11 de enero de 1996. Su cáncer óseo lo había obligado a retirarse del espectáculo unos años antes. Estaba casado con Berta Szpindler, con quien había contraído matrimonio el 12 de mayo de 1954. Juntos tuvieron tres hijos: Alejandro, Sebastián y Marina.
    Tato Bores, que a lo largo de su carrera ganó doce premios Martín Fierro, dejó un recuerdo imborrable tanto en el público como en el medio. Sus monólogos (fueron más de dos mil y todos de memoria) eran esperados y disfrutados por igual. Mientras ocupó su “puesto” de “Actor Cómico de la Nación”, pasaron 16 presidentes y 37 ministros de Economía, y ninguno de ellos logró salvarse de su ironía, como tampoco los sindicalistas y todo aquel que coqueteara con el gobierno de turno. Sin dudas, con su partida dejó un hueco muy difícil de llenar, algo que se nota sobre todo en estos tiempos, donde la crítica hacia el Gobierno casi no tienen lugar en una televisión copada por los realities y los programas de entretenimientos.
Aquí va uno de sus famosos monólogos con una maestra muy particular:

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