Autoras/es: Alfred Schutz
El descubrimiento de que, en su nuevo ambiente, todo parece muy diferente de lo que él suponía en su lugar de origen, suele ser lo primero que conmueve la confianza del forastero en la validez de su "pensar habitual". Queda invalidada no sólo la imagen que trae acerca de la pauta cultural del grupo al que se incorpora, sino también todo el esquema hasta entonces incuestionado de interpretación, vigente en su grupo de origen, que no puede ser utilizado para orientarse dentro del nuevo ambiente social. Las pautas culturales de los miembros del grupo al que se incorpora cumplen para estos las funciones de tal esquema. Pero el forastero no puede utilizarlo simplemente como es, ni establecer una fórmula general de transformación entre ambos esquemas culturales que le permite, por así decir, convertir todas las coordenadas de un esquema de orientación en coordenadas válidas dentro del otro, y ello por las siguientes razones:
En primer lugar, cualquier esquema de orientación presupone que todo el que lo emplea contempla el mundo circundante como agrupado alrededor de él mismo, que está situado en su centro. Quien desee utilizar con eficacia un mapa, debe ante todo conocer su posición en dos aspectos: su ubicación en el terreno y la forma en que está representado en el mapa. Aplicado al mundo social, esto significa que solamente los miembros del endogrupo -que tienen un status definido en su jerarquía, y además lo saben-, pueden utilizar su pauta cultural como un esquema de orientación natural y digno de confianza. El forastero, en cambio, se ve ante el hecho de no tener ningún status como miembro del grupo social al que está a punto de incorporarse y carecer, por ende, de un punto de partida para orientarse. Comprueba que es un caso limítrofe, que está fuera del territorio que cubre la pauta de orientación vigente dentro del grupo. Ya no puede considerarse como el centro de su medio social, y esto vuelve a provocar una dislocación de sus perfiles de significatividad.
En segundo lugar, la pauta cultural y sus recetas representan sólo para los miembros del endogrupo un núcleo de esquemas coincidentes de interpretación y de expresión. Para el forastero, en cambio, no existe esta aparente unidad, cuyos términos tienen que "traducir" a los de la pauta cultural de su grupo de origen, si hay equivalentes interpretativos dentro de este. Si existen, los términos traducidos pueden ser comprendidos y recordados; pueden ser reconocidos por recurrencia; están a mano (at hand), aunque no los tenga en ese momento "en la mano" (in hand). Aun entonces, sin embargo, es obvio que el forastero no puede dar por sentado que su interpretación del nuevo esquema cultural coincidirá con la corriente entre los miembros del endogrupo. Por el contrario, debe contar con que aparecerán discrepancias fundamentales en la visión de las cosas y el manejo de las situaciones.
Recién después de haber reunido así cierto conocimiento de la función interpretativa de la nueva pauta cultural, puede el forastero comenzar a adoptarla como esquema de su propia expresión. Cualquier que estudie un idioma extranjero conoce la diferencia entre las dos etapas de conocimiento, que ha recibido plena atención de los psicólogos que investigaron la teoría del aprendizaje. Es la diferencia entre la comprensión pasiva de una lengua y su dominio activo como medio para concretar los propios actos y pensamientos. Por conveniencia, seguiremos refiriéndonos a este ejemplo para aclarar algunos de los límites que halla el forastero en su intento de conquistar las pautas extrañas como esquema de expresión, aunque teniendo en cuenta siempre que las observaciones siguientes pueden ser fácilmente adaptadas, con modificaciones oportunas, a otras categorías de la pauta cultural, tales como los usos y costumbres, leyes, modas, etcétera.
Como esquema de interpretación y expresión, el lenguaje no consiste solamente en los símbolos lingüísticos catalogados en el diccionario y las reglas sintácticas enumeradas en una gramática ideal. Los primeros son traducibles a otras lenguas, las segundas son comprensibles con referencia a reglas análogas o diferentes de la indiscutida lengua materna.(9) Sin embargo, intervienen otras factores.
1. Toda palabra y toda oración está rodeada -recurriendo nuevamente a un término sugerido por William James- por "orlas" que las conectan, por una parte, con elementos pasados y futuros del universo del discurso al que pertenecen y, por la otra, las circundan con un halo de valores emocionales e implicaciones irracionales que son, en sí mismos, inefables. Las orlas son la sustancia de la que está hecha la poesía; se las puede musicalizar, pero no traducir.
2. Todo lenguaje incluye términos que poseen varias connotaciones, también indicadas en el diccionario. Pero cada elemento del lenguaje adquiere, además de estas connotaciones estandarizadas, un significado secundario especial derivado del contexto o el ambiente social dentro del cual se lo usa, y recibe, además, un matiz especial producido por la ocasión concreta en que se lo emplea.
3. En todo lenguaje existen giros idiomáticos, términos técnicos, jergas y dialectos, cuyo uso está limitado a grupos sociales específicos, y cuya significación también puede aprender un forastero. Pero, además, cada grupo social, por reducido que sea (si no cada individuo), tiene su código privado, comprensible únicamente para aquellos que han participado en las experiencias pasadas comunes en las que surgió o en la tradición vinculada con ella.
4. Como lo ha explicado Vossler, toda la historia del grupo lingüístico se refleja en su manera de decir las cosas,(10) en la cual entran los restantes elementos de la vida grupal; sobre todo, su literatura. Por ejemplo, el erudito extranjero que estudia un país de habla inglesa se halla en gran desventaja si no ha leído la Biblia y las obras de Shakespeare en inglés, aunque conozca bien esos libros traducidos a su propio idioma.
Todas las características antedichas son accesibles solamente para los miembros del endogrupo; corresponden al esquema de expresión y no pueden ser enseñadas ni aprendidas de igual modo que el vocabulario, por ejemplo. Para poder dominar con soltura un idioma como esquema de expresión, es necesario haber escrito en él cartas de amor, saber orar y maldecir en él, y decir cosas con todos los matices adecuados al destinatario y a la situación. Unicamente los miembros del endogrupo dominan realmente el esquema de expresión y lo manejan con soltura dentro de su pensar habitual.
Aplicando este resultado a la totalidad de la pauta cultural de la vida del grupo, podemos decir que al miembro del endogrupo le basta una sola mirada para captar las situaciones sociales normales que se le presentan, y adopta inmediatamente la receta ya lista que es adecuada para solucionarlas. En esas situaciones, su actuación muestra todos los signos de lo habitual, el automatismo y la semiconciencia. Esto es posible porque la pauta cultural, mediante sus recetas, brinda a actores típicos soluciones típicas para problemas típicos. En otras palabras, la probabilidad de obtener el resultado estandarizado que se busca mediante una receta estandarizada es una probabilidad objetiva, abierta a todo el que se conduzca como el tipo anónimo requerido por la receta. Por ello, el actor que sigue una receta no necesita verificar si su probabilidad objetiva coincide con una probabilidad subjetiva; es decir, con una probabilidad abierta para él, el individuo, en razón de sus circunstancias y facultades personales, probabilidad que subsiste al margen de la cuestión de si otras personas, en situaciones similares, podrían o no actuar del mismo modo con la misma probabilidad. Más aún; puede decirse que las probabilidades objetivas de que una receta sea eficaz son tanto mayores cuanto menores son las desviaciones de la conducta anónima tipificada, y esto es válido en especial para las recetas destinadas a la interacción social. Para tener resultado, este tipo de receta presupone que todo copartícipe espera del otro que actúe o reaccione de manera típica, siempre que el actor mismo actúe de manera típica. Quien desea viajar en tren debe comportarse en la manera típica que el tipo "empleado ferroviario" puede razonablemente prever como la conducta típica del tipo "pasajero", y viceversa. Ninguna de las partes examina las probabilidades subjetivas involucradas. Dado que el esquema se halla destinado al uso de todos, no es necesario verificar su adecuación para el individuo específico que lo emplea.
(9) Por ello, al aprender un idioma extranjero, el estudiante suele descubrir las reglas gramaticales de su lengua materna, hasta entonces seguidas como "la cosa más natural del mundo", es decir, como recetas.
(10) Karl Vossler, Geist und Kultur in der Sprache, Heidelberg, 1925, págs. 117 y sigs.
* Extraído de, Alfred Schutz; "Estudios sobre teoría social", Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1999. Capítulo IV "El forastero. Ensayo de psicología social"
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