Autoras/es: Sofía Tiscornia
(Fecha original del artículo: Abril 2005)
La sociedad capitalista está organizada en el cotidiano y naturalizado intercambio de mercancías. Es este tipo de intercambio lo que diferencia a la sociedad capitalista de otras formas sociales. Esto es, la generalización del intercambio de mercancías es un invento reciente.
Como invento reciente podemos situarlo hacia fines del siglo XV y comienzos del XVI en Europa. Por supuesto que hay mucha discusión acerca de las condiciones históricas de aparición del capitalismo, pero hay una cuestión que parece insoslayable. Esto es, hay un acontecimiento que resulta condición de existencia del capitalismo: el "descubrimiento" de América por Europa en 1492. Sin duda ustedes saben que los millones de personas que vivían en estas tierras las habían ocupado y - descubierto - muchos cientos de miles de años antes. El descubrimiento hace referencia a la expansión colonial de Europa occidental. Al proceso por el cual una parte ínfima del planeta -ínfima geográficamente, pero también cultural y políticamente, - si tenemos en cuenta que para la época el imperio otomano tenía a los europeos arrinconados y en jaque - pasó a ser la cuna y la expresión máximo de todas las culturas y civilizaciones.
La cuestión es que el régimen económico, social y político que comienza a configurarse en aquella Europa conquistadora y colonizadora y que se va a convertir en el capitalismo, es posible, entre otras razones por los metales preciosos extraídos de América que permitieron lo que Marx llama "el proceso de acumulación primitiva u originaria del capital" Porque para comprar fuerza de trabajo y fábricas es necesario acumular dinero. Ese dinero – oro, plata, etc. – que permitió la inversión y la transformación de las fuerzas productivas, fue extraído por España y Portugal, pero el proceso hiperinflacionario del siglo XVI arruinó a estas potencias y este proceso de acumulación originaria se desplazó a las potencias anglosajonas y a los países bajos. (Hay sin duda una articulación de factores singular, relacionadas con el desarrollo tecnológico, la ideología protestante, etc. ).
Lo que importa señalar es que este proceso de acumulación originaria que desata el sistema capitalista, tiene, en buena medida, su origen en el colonialismo, antes que en que Europa fuera una sociedad avanzada o superior. Por lo contrario.
Volvamos entonces: Marx empieza estudiando el problema de la mercancía, que es lo más cotidiano y trivial. Y, simplificando mucho el razonamiento seria el siguiente: El capitalista tiene que ganar plata, una vez que se ha completado el proceso productivo, tiene que quedarle una ganancia, una diferencia. Parte de esta diferencia le sirve para reinvertir en máquinas, en fábricas en contratar más fuerza de trabajo, sino, no es competitivo.
Esto parece obvio, y sobre esta cuestión Marx va a hacer una pregunta "desnaturalizadora": esto es ¿de dónde saca la ganancia el capitalista? Y se lo pregunta a los grandes teóricos de la economía de su época: Adam Smith y Ricardo. Y ellos le responden lo que le respondería cualquier capitalista: “Bueno, después de haber invertido en maquinarias, fuerza de trabajo, etc. puedo calcular cuanto me cuesta fabricar lo que fabrico. Si lo que fabrico me cuesta diez pesos, lo vendo en el mercado a 15. Porqué la gente me lo compra a 15, si a mi me cuesta 10?. Porque todos los que fabricamos eso los vendemos dentro de ese precio, porque actuamos según la ley de la oferta y la demanda que es la que regula los precios "razonables" porque se autoregula: esto es, el mercado funciona como una mano invisible que ordena y regula. Si alguien vende a mucho más precio, no le compran, si vende a mucho menos, se funde. Pero por suerte, dicen los economistas clásicos, está la mano invisible del mercado. Un especie de fuerza mágica, pero expresada en términos lógicos y razonables.
Pero Marx no se queda con esta explicación y dice: De acuerdo, al señor capitalista le cuesta diez pesos, lo vende a 15 y de ahí obtiene su ganancia. Pero el señor capitalista no fabrica todo lo que existe. No tiene el monopolio total de los productos. Fabrica algunos y tienen que comprar otros. Como cualquier consumidor. Entonces, al final, la cuenta total le tendría que dar 0. Porque sería equivalente. Porque su ganancia se le va en comprar a otros que también obtienen ganancia. Es una operación simple. Sin embargo, obtiene una ganancia. ¿Cuál es el misterio? ¿Cual es el misterio por el cual aquella solidaridad orgánica que anunciaba Durkheim se iba a convertir en desigualdad, es más, iba a expandir la desigualdad, antes que resultar mágicamente regulada por la mano invisible o por la solidaridad resultado de la división social del trabajo? Y sin duda que hay un misterio porque la explicación funciona en la dimensión de la creencia, todos creen que el sistema - el intercambio de mercancías - funciona así. Por eso, la cuestión va a decir Marx, es ver que hay detrás de la explicación, detrás de la creencia.
El capitalista obtiene su ganancia de la diferencia entre lo que le cuesta fabricar el producto y el precio al que lo vende, pero la cuestión está en el tipo de una de las mercancías que el capitalista ha comprado para fabricar su producto. Porque las mercancías tienen dos caras: una se llama el valor de uso y otra el valor de cambio. El primero es aquello para lo que la mercancía sirve. Algo que no sirva a nadie no es una mercancía - una silla, un máquina o una sinfonía tienen un valor de uso -. Y tienen también un valor de cambio, que es precio de la mercancía. O sea, compramos una mercancía porque suponemos que tienen un valor de uso y pagamos un precio que es en el mercado el valor de cambio (esta suposición / creencia sobre el valor de uso de las mercancías forma parte de la misma lógica de expansión del capitalismo y del consumo, aún cuando se trate de cosas inservibles, porque la cuestión está en la dimensión de la ideología y de las distinciones sociales que a través de ella se operan. Vamos a volver sobre esto más adelante) Recordarán que dijimos que Marx planteaba que en este sentido, todas las mercancías son iguales, esto es, son intercambiables entre sí y lo son gracias al dinero: un patrón, una medida de equivalencia: el factor de equivalencia.
Pero, va a decir Marx también, el dinero es pura ficción: es solo representación.
El valor de cambio se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su fabricación. Este tiempo de trabajo es medible, cuantificable: es un promedio en el que interviene la tecnología, la productividad, el adiestramiento, etc. Y hay una mercancía que es diferente de todas la otras, que es la que produce todas las mercancías: la fuerza de trabajo.
La respuesta a la pregunta des – naturalizadora, la clave para resolver el misterio, está en la teoría del valor – trabajo. Porque Marx plantea que en el capitalismo, el trabajo es una mercancía más, pero tiene una cualidad: a diferencia de las materias primas – los metales, la madera, los granos, etc.- la materia prima trabajo puede crear valor por si misma. Porque el trabajo añade valor a las materias primas, que no lo producen por si mismas.
Como se da este proceso? La fuerza de trabajo que compra el capitalista – y que entonces posee – consume solo una parte de la jornada laboral para crear un valor equivalente a su precio – es decir, al salario -: el resto lo retiene el capitalista, se utiliza para crear un valor añadido que queda en manos del capitalista. La mercancía fuerza de trabajo tiene un valor de uso y un valor de cambio, este último es el precio, el salario en el mercado.
Pero la cuestión es que como esta mercancía produce todas las otras mercancías pasa una cosa particular, que es que una parte del valor de esta mercancía se traslada a las otras mercancías. Esto es, una parte del valor intrínseco de la mercancía fuerza de trabajo, una partecita es lo que da valor a todas las otras mercancías. Eso es lo que el capitalista no paga. Es un plus, algo que queda fuera de aquella operación simple de suma y resta. Es la plus valía o el plus valor. Como no se ve, no se tiene en cuenta. Pero es de esa diferencia de donde sale la ganancia. Y esa es la condición de la explotación. Por ello, aún cuando el capitalista pague un salario justo según los precios del mercado, aún así, aún cuando no quiera, explota a los trabajadores.
Esa diferencia no se produce en el mercado, se produce en el proceso de trabajo. En la esfera de producción – que es en dónde está oculto el proceso – no en el mercado, en el intercambio, que es lo que vemos.
Por eso el fetichismo de la mercancía: sí, como los economistas clásicos miramos solo una escena, la del intercambio en el mercado, vemos efectivamente que las mercancías de intercambian, es cierto, es así, es cierto que ahí el capitalista “realiza” su ganancia.
Pero no es toda la verdad, si pensamos que esa es la verdad estamos en el plano de la creencia, de la ideología. Y no explicamos la particularidad del capitalismo. Porque mercado, mercancías y fuerza de trabajo, hay en muy diferentes formaciones económicas. Pero en lo que se diferencia el capitalismo es en la explotación, esto es, en la producción de ese efecto de fetichización por el cual solo vemos una parte de la escena.
Ahora bien, explotación hubo en tiempos remotos y en otras sociedades. La esclavitud es explotación, pero la diferencia está en cuando la explotación es la forma característica, el motor, de la dominación de un grupo social sobre otros – que es lo que Marx llama, las clases sociales- . Quienes pueden comprar fuerza de trabajo, y son propietarios de los medios de producción, son la clase dominante en el capitalismo.
¿En que se diferencia esta forma de explotación? Que esta explotación se produce al interior de la propia lógica de funcionamiento del proceso económico. Marx dice: “la diferencia específica del capitalismo respecto de otros modos de producción es que en el capitalismo la dominación es intraeconómica, mientras que en los otros modos de producción era extraeconómica”.
Pensemos en el modo de producción esclavista, donde había apropiación de fuerza de trabajo y sin duda, explotación, pero la dominación se realizaba por la fuerza militar, por la fuerza física y, por la ideología – en el caso de la esclavitud de los pueblos africanos o americanos, el racismo; en la edad media, por la religión: la pobreza era una condición querida por dios, etc. etc. O sea, para que la fuerza de trabajo se someta, la dominación era pura coacción y/o ideología, pero estaba fuera del proceso económico en sí.
El capitalismo, en cambio, no necesita fuerza externa. Porqué? Porque la fuerza de trabajo se ha convertido en una mercancía y entonces las personas que carecen de medios de producción van y la venden “libremente” en el mercado. Es más, deseamos venderla. Por eso, el capitalismo esta asentado sobre mucho mas que un régimen económico, esta sentado sobre un principio filosófico que es la libertad individual. Que supone, fundamentalmente, la libertad de vender mi fuerza de trabajo en el mercado.
A diferencia del esclavo o del siervo, el trabajador en el capitalismo puede elegir libremente ir o no a vender su fuerza de trabajo. Si no lo hace, muere de hambre, o rompe los lazos sociales que lo unen a su comunidad, pero puede hacerlo, no lo matan sino no trabaja como al esclavo o al siervo. Esto es, este bien tan preciado y que hay que defender, es también la condición de la explotación.
Las mercancías son el resultado de una cantidad de trabajo socialmente necesario empleado en su producción, aunque en apariencia parezcan lo contrario, esto es que las mercancías tienen un valor en sí mismas, independientemente del trabajo empleado en producirlas.
Esto es, el valor no es una propiedad de las cosas, sino una realidad social: el trabajo humano enmascarado en la mercancía, o en la forma dinero que adquieren las mercancías.
En esta idea, el valor de una mercancía no aparece si se la considera a ésta aisladamente, o sea, separada de todas las restantes. Si es así, solo aparece el valor de uso, o sea, su naturaleza de objeto útil. Para que se manifieste el valor es necesario que se cambie por otras. Esto es, el valor de cambio.
Cuando las mercancías circulan - se cambian - establecen entre sí relaciones de valor que pueden corresponder o no a su valor. Porque el valor de cambio tampoco es una propiedad de las cosas cambiadas, sino que es una realidad social: el trabajo social necesario para su producción, para la producción de la mercancía.
Es esta realidad social lo que esta enmascarado por el intercambio de mercancías y por la equivalencia que estas parecen tener entre sí.
Por ello, las mercancías son un fetiche que ocultan la lógica del Capital. Tras lo real, tras la cosa mercancía, se escamotea la explotación.
Marx dice: "… yo llamo el fetichismo (a la forma) en que se presenta los productos del trabajo tan pronto se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción"
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