Autoras/es: Mónica Vaqué
Se
escucha en
diferentes
ámbitos
invocar la
importancia de
que el
psicoanálisis
resista el
embate del
creciente
individualismo
producto del
neoliberalismo
globalizado.
Sin embargo es
posible que el
desafío actual
del
psicoanálisis
sea poder
pensar sus
propios
obstáculos y
limitaciones,
sus vigencias
tanto como sus
desactualizaciones
más que
endurecer sus
resistencias.
Existe siempre
el riesgo que
la peste que
Freud traía a
América se
convierta en
política
conservadora,
deje de
diseminarse y
proliferar por
los
intersticios y
se convierta
en
disciplinado
cultivo; a
menudo, los
discursos que
se oponen a
rozar
sus fundamentos esgrimiendo
el peligro del
derrumbe y
consagrando su
edificio
teórico como
mausoleo
derivan hacia
esa orilla.
Suponer que
debemos
mantener
nuestros pies
firmes dentro
del plato de
la teoría y la
práctica
psicoanalítica,
implica
cartografiar
con firmeza
esos bordes y
definir con
precisión el
género al que
pertenecen las
teorías y
prácticas
psicoanalíticas.
Sin embargo,
tiendo a
pensar que el
suelo
histórico-social
donde nuestras
teorizaciones
se suscitan y
se inscriben
tanto como las
preguntas que
nos impulsan a
pensar se
generan en la
actualidad y
no provienen
de una esencia
humana
atemporal.
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