Desde que el general Bartolomé Mitre escribió su Historia de San Martín, la vida del Libertador se convirtió en un compendio de lugares comunes que fue aprendido por generaciones de escolares desde las aulas o desde las páginas de la revista Billiken. Al cumplirse 145 años de la muerte de San Martín muchos aspectos de su vida pública y privada permanecen aún en la zona gris de la leyenda o el mito. En la siguiente entrevista, el historiador Fermín Chávez habla de algunas de esas contradicciones todavía no resueltas por la historia oficial, como por ejemplo su vinculación con la masonería, su relación con el catolicismo, su violenta enemistad con Bernardino Rivadavia y las razones que lo llevaron a exiliarse en Europa.
¿Qué opinión tiene acerca de la relación entre San Martín y la masonería? La masonería en un sentido general es una cosa, pero en el sentido riguroso es otra muy distinta. Quienes participaban realmente en la masonería eran aquellos que estaban al servicio de la Gran Logia de Londres. San Martín, curiosamente, no aparece en ninguna documentación inglesa. La Sociedad de Caballeros Racionales de Cádiz, en la que participa San Martín, se crea para impulsar el regreso de todos los americanos que vivían en Europa, y especialmente en España, para que participen en el proceso emancipador que se había iniciado en América a partir de 1809. El fin de esta logia –que tenía todas las formas de rito y el secreto masónico- era muy concreto y determinado: apoyar a los movimientos emancipadores. En 1811, Carlos María de Alvear, que sí era masón, les propone a los miembros de la Sociedad de Caballeros Racionales que ingresen en la Gran Logia y por mayoría deciden rechazar ese ofrecimiento. El fin de la Logia Lautaro -en la que participaba San Martín- es muy claro: ordenar bien el Gobierno y orientarlo para continuar con la emancipación de la corona. El lema de la Logia Lautaro, escrito de puño y letra por San Martín, es: “Nunca reconocerás como gobierno legítimo de la patria sino a aquel que haya sido elegido por la viva y espontánea voluntad del pueblo”. Esta Logia Lautaro, de la que yo tengo los apuntes originales en los que se transcribe la forma por la cual prestaban juramento sus miembros, seguía todo el ritual secreto típico de la masonería. En 1813, en tiempos del Directorio, el sistema político está en crisis. Se estaba pensando en un príncipe europeo. Después Alvear empieza a pensar en el protectorado inglés. En medio de esa crisis, se crea la Asamblea del año XIII para declarar la independencia, pero la independencia no se declara. Es decir que Alvear y algunos integrantes de la Logia Lautaro como Alvear querían emanciparse para que entrara la influencia del imperio británico en el Río de la Plata. Muchos masones estaban ligados a un proyecto británico. Pero San Martín en su actividad dentro de la Logia Lautaro no participó de esa idea, él sólo se limitó a luchar por la liberación. Existía una tradición de logias masónicas en el Virreinato. La primera que se instaló en el Río de la Plata fue la Estrella del Sur, que llegó desde Inglaterra en lépoca de las invasiones inglesas. No hay que olvidarse que Buenos Aires estaba ligada a la intermediación y al comercio del puerto. Es probable que la logia de Londres haya tratado de captar a San Martín, pero no hay pruebas fehacientes. La Logia Lautaro por las formas era masónica, pero por el objetivo, no. Porque los objetivos de la masonería consistían en facilitar la influencia británica y San Martín nunca trabajó en forma directa para los ingleses, aunque es obvio que sus planes de emancipación coincidían con los intereses comerciales británicos. Al leer la correspondencia del almirante inglés Bowles y del cónsul Stapples se percibe que existía una relación de gran desconfianza hacia San Martín. La intención evidente era usarlo pero nunca terminaron de confiar en él. No lo consideraban un hombre de ellos. Ese es el motivo por el cual lord Cochrane fue nombrado almirante de la flota libertadora en la campaña contra el Perú. Cochrane debía seguir e informar los movimientos de San Martín. Y con el tiempo se convirtió en uno de sus más duros críticos. En esa época el almirantazgo británico tenía más poder que el propio gobierno inglés. Durante su exilio, San Martín recibió una condecoración en Bruselas con símbolos masones, es evidente que sus servicios fueron muy bien apreciados. Eso es cierto, pero en ese tiempo andaban por Europa muchos amigos de San Martín que sí eran masones declarados. ¿No tenían demasiados amigos masones? Sí, bueno, en esa época eso era común. En una investigación publicada en la revista Todo es historia, Rodolfo Terragno demuestra mediante una extensa investigación que el plan continental de San Martín tiene muchas coincidencias con el ideado por el inglés sir Thomas Maitland en 1800. Conozco el texto, pero a San Martín no lo veo en eso. Puede ser que haya conocido ese plan, pero él también era un estratega formado en Europa y estaba acostumbrado a planear las batallas sobre los mapas como los militares europeos, así que su plan es absolutamente lógico para un oficial de su nivel. Otro de los temas poco difundidos es el enfrentamiento de San Martín con Bernardino Rivadavia. Cuando El Libertador está en el Perú, el gobierno de Buenos Aires –encabezado por Martín Rodríguez y cuyo secretario era Rivadavia- le niega todo tipo de apoyo. Claro, San Martín envía a su delegado peruano Gutiérrez de la Fuente, quien recibe el apoyo del general Bustos, de Córdoba, pero el gobierno de Martín Rodríguez lo tiene un mes esperando y no le da el apoyo económico indispensable y el proyecto se frustra. San Martín pide reforzar el ejército auxiliar del Perú para poder atacar a los realistas por el Norte y el Sur. En esto incide una vieja historia de enconos con Rivadavia que venía desde la época del Primer Triunvirato, en 1812, que había sido destruido por San Martín y Ortiz de Ocampo. La primera acción militar de San Martín es San Lorenzo, sino la Plaza de la Victoria, cuando echa al Primer Triunvirato con los granaderos que por entonces estaba formando. El factótum de ese gobierno era Rivadavia y, una década después, como secretario de Martín Rodríguez, trabó el pedido que San Martín hacía desde Perú. Con las noticias que le llegan desde Buenos Aires, San Martín va a entrevistar a Bolívar en Guayaquil. A esa reunión va solo, sin el apoyo de su gobierno. ¿Qué sucedió en Guayaquil, en el encuentro con Simón Bolívar que dio lugar a tantas leyendas? No hay misterios. Bolívar no le podía dar los nueve mil hombres que le pedía San Martín. Allí Bolívar le asegura que mientras San Martín esté en el Perú, el ejército de la Gran Colombia no iba a entrar en ese territorio. Pero Bolívar realmente no podía apoyarlo. San Martín, sin la ayuda de Buenos Aires y ante la imposibilidad de la colaboración de Bolívar, se quedó solo. Entonces decidió irse a Cuyo y atender su chacra en Mendoza. Mientras tanto, Bolívar envía el ejército de Sucre que derrota definitivamente a los españoles y más tarde crea la República de Bolivia, y queda así cercenada una parte importante de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata. En una carta al mariscal Castilla enviada cuando ya vivía en Europa, San Martín le cuenta lo que pasó y dice: “Yo debía haber fusilado a unos cuantos de los míos, pero me habían acompañado tanto”. Lo de Sucre es una idea propia, Bolívar no era partidario de la división de Bolivia. Hay correspondencia sobre ese tema entre Sucre y Bolívar. A Sucre lo ayudó mucho la posición de Rivadavia. Y no sólo por no haber prestado la ayuda inicial, sino porque la orden que tenía el general Alvarado, hombre enviado por Rivadavia a la frontera, era entregar el territorio al norte del río Desaguadero. Rivadavia tenía una concepción muy ilustrada del territorio, sólo le importaba la ciudad de Buenos Aires. Él quería un país chico, pero culto e ilustrado. A tal punto llegaba el enfrentamiento que cuando San Martín volvió del Perú y se instaló en Mendoza, Rivadavia intentó arrestarlo e inclusive atentar contra su vida. Es cierto. Primero le pusieron un espía y cuando se enteraron que tenía intenciones de viajar a Buenos Aires para ver a su mujer que estaba muy enferma le pusieron partidas en el camino para liquidarlo. Ahí fue cuando Estanislao López, el caudillo de Santa Fe, le dijo que si quería él lo iba a proteger. En ese momento San Martín decidió dejar el país. Los doctores de Buenos Aries lo acusaban de tener aspiraciones políticas y creían que representaba un verdadero peligro para su futuro. ¿Qué pasó cuando en 1829 San Martín regresó de Europa y llegó hasta Montevideo? San Martín volvió porque lo llamó el entonces gobernador Dorrego. Lo había convocado porque todavía no había terminado la guerra contra el Brasil y ya había caído su enemigo Rivadavia. La idea de Dorrego era que San Martín se hiciese cargo del conflicto militar. Pero cuando llegó, Dorrego había sido asesinado y los autores del crimen habían sido Rivadavia y sus agentes, eso lo dijo el propio San Martín en una carta de la época. Juan Lavalle era sólo la cara del golpe, “la espada sin cabeza”, como diría años después Esteban Echeverría. San Martín no quiso darle amparo con su prestigio a ese gobierno y retornó a Europa para siempre. ¿Qué hay de cierto con respecto a la historia que asegura que cuando fueron repatriados los restos de San Martín la jerarquía de la Iglesia Católica se oponía a que la tumba fuera instalada en la Catedral, debido a su condición de masón? Eso es cierto. La Iglesia argentina –debido a estas imprecisiones que existían en torno de San Martín respecto de su participación en las logias masónicas- creía que San Martín era verdaderamente masón. Entonces decidieron hacer el templete fuera del recinto sagrado de la Catedral, por las dudas. Ahí es donde puede verse hoy. En ese momento la fobia a la masonería era muy fuerte por parte de la Iglesia, hacía poco tiempo que el Pontífice había condenado la masonería. ¿Cómo se llegó a esta concepción tipo Billiken que hoy se tiene de la figura de San Martín? Ha habido una necesidad política de construir un mito por el cual se supone que desde 1810 todo salió bien. La historia argentina es la suma de islotes gloriosos y luminosos, salpicados por islotes negros. Los héroes son aquellos que en alguna medida apoyaron el proyecto, los que no querían el proyecto quedaron de lado. Esta es la historia que cuenta Bartolomé Mitre. Una historia que pretendía negar el San Martín humano. Como no podía evitarlo, era preferible construirlo liviano, rosadito. Es por eso que estas historias son prácticamente desconocidas para el común de la gente. Era mejor hablar de El Gran Capitán de los Andes y nada más. Porque si se empezaba a escarbar y se les decía a los chicos que San Martín era enemigo de Rivadavia; que además se escribía con Rosas o que le donó el sable corvo de Los Andes por su lucha contra el bloqueo anglo-sajón, o que conspiró para derrocar el gobierno del Primer Triunvirato porque no había consultado la voluntad del pueblo, la cosa cambiaba. Ya no podría ser El Santo de la Espada y se tornaría en una figura contradictoria e inmanejable porque estaría vinculada con la política. Sería otro San Martín, estaría demasiado vivo y se tornaría peligroso. |
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar Fuente: Revista La Maga, miércoles 16 de agosto de 1995 |
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