Autoras/es:
Aquí
os presento la experiencia de un educador social vinculado a una
entidad externa que realiza su labor en prisiones de Alicante.
(Fecha original del artículo: Marzo 2013)
En 2006 entré por primera vez a un Centro Penitenciario como miembro de la ONG Proyecto Hombre Alicante y
desde entonces estoy vinculado a los centros penitenciario Alicante I (
Fontcalent) y II ( Villena) . Entré con mucha ilusión pero también con
muchas ideas preconcebidas tanto de los internos, los funcionarios, la
institución en general y que con el tiempo he cambiado. La experiencia
me ha demostrado que al igual que pasa en cualquier institución, las
cosas funcionan o no dependiendo de las personas que estén en ese
momento. Por una parte veo que falta personal y recursos para que la
prisión tenga el sentido reeducador y rehabilitador que se suponen que
tienen las penas privativas de libertad y por otro uno puede aprobar una
oposición pero no se aprueba la vocación: o se tiene o no se tiene.
En
estos años he tenido la oportunidad de trabajar con funcionarios,
psicólogos, trabajadores sociales y educadores vocacionados y
profesionales que dentro de sus posibilidades intentan hacer un buen
trabajo. También, en menor medida, he encontrado personas que no creen
en la reeducación y la reinserción sino en mantener la prisión como un
“almacén de personas” que tienen que mantener alejadas del resto de la
sociedad para que no molesten y lo que quieren es tener un turno
tranquilo e irse a casa.
Respecto a los internos/as la experiencia ha sido diversa, tenemos personas que reconocen haberse equivocado y “pasan por la prisión”,
es decir, están apuntadas a todas las actividades posibles, no se meten
en problemas y buscan salir lo antes posible. Otras personas “viven la prisión”,
hacen de la cárcel su medio seguro de vida, se saben mover bien, están
relativamente cómodos, carecen de habilidades sociales y recursos para
moverse en un medio abierto y acaban siendo personas institucionalidas
que saldrán de prisión ingresarán en alguna casa de acogida, comunidad
terapéutica o volverá a su entorno. Pero sin haber realizado un trabajo
efectivo de cambio personal tienen muchas posibilidades de volver a
entrar en prisión. Reconozco que no sólo hay personas que “pasan” o
“viven” la prisión pero con la mayoría que he trabajado tendían hacia
una de las dos posturas.
Mi intervención en prisión se centra en motivar a los internos/as a que piensen en cómo toman las decisiones,
que vean a través de qué valores rigen sus vidas, cómo es su resolución
de conflictos, cómo gestionan su vida y el papel que el consumo de
alcohol y drogas hace que sus vidas, ya complejas, se compliquen todavía
más. Esto lo llevo a cabo a través de talleres, seminarios, grupos de
autoayuda, entrevistas personales y muchos kilómetros de patio y
partidas de parchís. Es una labor muy satisfactoria que no se puede
medir por éxitos o fracasos, ya que estos son pasajeros y aparecen y
desaparecen a lo largo de la vida.
Cualquier
tiempo y euros dedicado a estas personas es una inversión en ayudar a
cambiar de vida y cómo tal tendrían que ser reconocido por la sociedad y
los gobiernos de turno porque la educación a largo plazo es mucho más barata y eficaz que seguir construyendo y manteniendo cárceles.
Jaume
Educador Social col.0984
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