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jueves, 7 de marzo de 2013

Simplemente una experiencia en prisión

Aquí os presento la experiencia de un educador social vinculado a una entidad externa que realiza su labor en prisiones de Alicante.
(Fecha original del artículo: Marzo 2013)
En 2006 entré por primera vez a un Centro Penitenciario como miembro de la ONG Proyecto Hombre Alicante y desde entonces estoy vinculado a los centros penitenciario Alicante I ( Fontcalent) y II ( Villena) . Entré con mucha ilusión pero también con muchas ideas preconcebidas tanto de los internos, los funcionarios, la institución en general y que con el tiempo he cambiado. La experiencia me ha demostrado que al igual que pasa en cualquier institución, las cosas funcionan o no dependiendo de las personas que estén en ese momento. Por una parte veo que falta personal y recursos para que la prisión tenga el  sentido reeducador y rehabilitador que se suponen que tienen las penas privativas de libertad y por otro uno puede aprobar una oposición pero no se aprueba la vocación: o se tiene o no se tiene. 

En estos años he tenido la oportunidad de trabajar con funcionarios, psicólogos, trabajadores sociales y educadores vocacionados y profesionales que dentro de sus posibilidades intentan hacer un buen trabajo. También, en menor medida, he encontrado personas que no creen en la reeducación y la reinserción sino en mantener la prisión como un “almacén de personas” que tienen que mantener alejadas del resto de la sociedad para que no molesten y lo que quieren es tener un turno tranquilo e irse a casa.

Respecto a los internos/as la experiencia ha sido diversa, tenemos personas que reconocen haberse equivocado y “pasan por la prisión”, es decir, están apuntadas a todas las actividades posibles, no se meten en problemas y buscan salir lo antes posible. Otras personas “viven la prisión”, hacen de la cárcel  su medio seguro de vida, se saben mover bien, están relativamente cómodos, carecen de habilidades sociales y recursos para moverse en un medio abierto y acaban siendo personas institucionalidas que saldrán de prisión ingresarán en alguna casa de acogida, comunidad terapéutica o volverá a su entorno. Pero sin haber realizado un trabajo efectivo de cambio personal tienen muchas posibilidades de volver a entrar en prisión. Reconozco que no sólo hay personas que “pasan” o “viven” la prisión pero con la mayoría que he trabajado tendían hacia una de las dos posturas.

Mi intervención en prisión se centra en motivar a los internos/as  a que piensen en cómo toman las decisiones, que vean a través de qué valores rigen sus vidas, cómo es su resolución de conflictos, cómo gestionan su vida y el papel que el consumo de alcohol y drogas hace que sus vidas, ya complejas, se compliquen todavía más. Esto lo llevo a cabo a través de talleres, seminarios, grupos de autoayuda, entrevistas personales y muchos kilómetros de patio y partidas de parchís. Es una labor muy satisfactoria que no se puede medir por éxitos o fracasos, ya que estos son pasajeros y aparecen y desaparecen a lo largo de la vida. 

Cualquier tiempo y euros dedicado a estas personas es una inversión en ayudar a cambiar de vida y cómo tal tendrían que ser reconocido por la sociedad y los gobiernos de turno porque la educación a largo plazo es mucho más barata y eficaz que seguir construyendo y manteniendo cárceles.   

Jaume 
jaumeb-g@hotmail.com
Educador Social col.0984

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