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viernes, 22 de marzo de 2013

La imaginación al poder. Gianni Rodari: maestro, escritor y militante

Autoras/es: Hernán Cortiñas
"Del análisis de la obra La Torre de Cubos se desprenden graves falencias tales como simbología confusa, cuestionamientos ideológicos-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos espirituales y trascendentes."
(23-5-79 - Resolución N°480 del Ministerio de Cultura y Educación que prohíbe la obra de Laura Devetach durante la última dictadura militar)
(Fecha original del artículo: Agosto 2010)
                Para los estrechos paladines del orden, la ilimitada fantasía esconde el peligro de otros mundos posibles. Temen a la imaginación, porque bien saben que no es bueno, por lo menos para ellos, dejar en manos de las futuras generaciones las herramientas para pensar de otro modo, para criticar la realidad en que están inmersos, y para así transformarla. Hoy, para algunos, esas palabras de censura, ese silencio intencional, no es más que la paranoia de una dictadura desquiciada, ebria de tanto poder. Para otros, los que no creemos en las casualidades de nuestra historia, es una muestra más de la minuciosidad con la que se llevó adelante un plan sistemático y genocida, que buscaba transformar nuestra sociedad a piacere de los sectores más poderosos.
                Tiempo atrás, en los campos de una Europa arrasada por el fascismo, creció un maestro italiano de nombre Gianni, cuyo apellido, Rodari, recorre, hoy en día, las bibliotecas del mundo proponiendo una idea bien diferente sobre la fantasía.
                "La fantasía no está en oposición a la realidad, es un instrumento para conocer la realidad, es un instrumento que hay que dominar. La imaginación sirve para hacer hipótesis y también el científico necesita hacer hipótesis, también el matemático lo necesita y hace demostraciones por absurdo.”1 
                La fantasía no aparece en las palabras de Rodari como forma de escapar de las atrocidades de la historia -de explotación y exterminio -, sino todo lo contrario. Es imaginación que rompe el tabú, que nos ayuda a apropiarnos de la realidad, para pensar que puede ser distinta, que es, de hecho, el primer paso para transformarla.   
                En su texto más conocido, Gramática de la fantasía, Rodari afirma que “si tuviésemos una fantástica como hay una lógica, se habría descubierto el arte de inventar...”2. Es en la búsqueda de años que surge ese libro.
                No sé exactamente qué es [este libro]. Se habla aquí de algunas formas de inventar historias para niños y de cómo ayudarles a inventarlas ellos solos.”3
                Con palabras bien terrenales y humildes, dice con convicción que los chicos pueden ser creadores activos con capacidad de cambiar lo que no está bien, de transformar el mundo -destartalado, violento, impositivo e incoherente- que los adultos les hemos querido siempre imponer. Y, en consecuencia, impulsa la idea de un adulto, de un docente, al servicio de la imaginación infantil.
                 “Una de las paredes de la casa da al jardín por medio de tres grandes ventanas. Los niños, entre los que se encuentra Volovia Ulianov, el futuro Lenin, entraban y salían del edificio por las ventanas, antes que usar la puerta. El sabio doctor Blank (padre de la madre de Lenin), guardándose muy bien de prohibirles este inocente entretenimiento, hizo poner una resistente banqueta debajo de cada ventana, de modo que los niños pasasen por ellas sin el riesgo de romperse el cuello.”4
                Siguiendo esta idea, plantea a lo largo del libro diversas formas de entrar a la realidad por la ventana, antes que por la puerta.
                “Nada impide provocar el choque con la realidad por medio de hipótesis más comprometidas. Por ejemplo: ¿Qué pasaría si en todo el mundo, de un polo al otro, de repente desapareciese el dinero? Éste no es un tema que sirva sólo a la imaginación infantil: justo por ello creo que resulta idóneo, particularmente, para los niños, a los que gusta medirse con temas más grandes que ellos mismos. Es el único modo de que disponen para crecer. Y no hay duda de que esto es lo que todos los niños desean: crecer.”5
            Según Rodari, “cada uno de ellos es hijo de su propio tiempo y nadie puede crecer, actuar, crear al margen de las corrientes de los grandes conflictos históricos y sociales”6. Por esto mismo nos interesa sumergirnos en su historia de vida.
            Gianni Rodari nació en Piamonte (Italia), el 23 de octubre de 1920. Su padre, Giuseppe, era panadero y su madre, Maddalena, trabajaba junto a su marido en el negocio. Su padre murió en 1929 cuando Gianni tenía nueve años. El pequeño fue enviado a vivir con una tía y permaneció hasta los 14 años en un seminario. Más tarde, obtuvo una beca para seguir estudiando, desistiendo así de sus ilusiones de ser músico. En 1937 se graduó de maestro y, al poco tiempo, se inició como educador en casa de una familia de judíos alemanes exiliados de su país.
                 Se ganó la vida dando clases particulares y cuando Italia entró activamente en la guerra mundial, Rodari fue rechazado por el ejército debido a su mala salud. Continuó trabajando de maestro hasta que, a través de su vinculación con el Partido Comunista Italiano, comenzó en el periodismo y, poco a poco, se fue acercando al mundo de la literatura.
                Al principio, firmaba con el seudónimo de Francesco Aricocchi, con el cual publicó una recopilación de leyendas populares. Posteriormente, siendo cronista del periódico l'Unitá, descubrió su vocación de escritor para niños. De allí nacieron sus primeras coplas y retahílas cargadas de humor, ligadas a la corriente de las poesías populares italianas. En los años 60, Rodari recorrió las escuelas italianas para “contar historias y responder a las preguntas de los niños. Porque siempre hay un niño que pregunta cómo se inventan las historias”7. Y él creía que ese niño “se merece una respuesta honesta”8. Esta actividad culminó en la escritura de Gramática de la fantasía, en 1973. En 1970 recibió el mayor galardón internacional para un escritor de literatura destinada a los niños, el Premio Hans Christian Andersen.
                Su historia de compromiso con el cambio social permite entender su confrontación con las corrientes pedagógicas que tomaban a la literatura infantil como una simple sierva, como un vehículo útil para las virtudes que consideraban necesario inculcar a las clases subordinadas: la obediencia, la laboriosidad, la frugalidad, el ahorro. Sin rodeos, afirma que “la literatura infantil es uno de los vehículos de la ideología de las clases dominantes”9 en el artículo La imaginación en la literatura infantil destinado a sus colegas docentes.
                En este breve y muy recomendable texto, Rodari delinea sus concepciones sobre la imaginación, la lectura, el juego y la escuela. Resalta la necesidad de que los chicos lean para ellos mismos, por gusto, para satisfacer una necesidad personal de información o para poner en acción su imaginación. Fiel a su característico cuestionamiento de lo dado, define al libro como un juguete para así “sacarlo de la biblioteca y lanzarlo en medio de la vida”10. En este sentido, y en debate con el realismo soviético, relata:
                “A veces discuto con amigos míos que defienden que una literatura para niños, moderna y progresista, debería estar basada exclusivamente en el conocimiento racional del mundo, en su representación racional, en la representación de todas las realidades, incluso de aquellas que nunca han sido presentadas o reveladas a los niños, y también las que han sido escondidas tras o bajo realidades aparentes o falsificadas. En esta tesis creo ver una exigencia justa defendida equivocadamente. En primer lugar, porque incluso para mostrar la realidad escondida por las apariencias, es indispensable el recurso a la imaginación. Ejemplo simple, banal, casi brutal: hasta para comprender por qué sale agua al abrir el grifo, hace falta imaginación. En segundo lugar, porque una educación puramente racional nos volvería a producir un hombre amputado de algo esencial, aunque lo fuera de una manera diferente que antes. Para la formación de un hombre completo, de una mente abierta a todas las direcciones, incluida la del futuro, es indispensable una imaginación robusta.”11
                Este maestro italiano ha dejado tanto propuestas para la invención de historias -Gramática de la fantasía- como reflexiones concretas sobre nuestra labor diaria -La imaginación en la literatura infantil-. Sus palabras son de optimismo y confianza en que los niños pueden ser productores de cultura, y no simples consumidores pasivos de lo ajeno. Rodari expresa así su deseo: “Todos los usos de la palabra para todos… No para que todos sean artistas sino para que nadie sea esclavo”12.
                Lejos de convertirse en palabras muertas, sus textos mantienen una actualidad sorprendente y constituyen una mirada ineludible para poder seguir pensando sobre la infancia.
                “Los niños no creen en un mundo separado del nuestro, en un ghetto o bajo una campana de cristal. Ven la televisión que nosotros vemos, están rodeados de una densa atmósfera de información que es la misma que los adultos respiramos. Los libros destinados a los niños deberían procurar no ser libros fuera del tiempo. No hay ni un solo problema del presente al que los niños no sean sensibles, aunque a veces parezcan distraídos. Los libros para los niños de nuestro siglo no pueden aparentar que el siglo no existe y que no transcurre, tumultuoso, a nuestro entorno. Un buen libro para los niños de hoy debe ser un libro que sintonice con el calendario y con sus problemas. Con los niños puede hablarse de todo, siempre que se les pida ayuda para hallar el lenguaje justo para hacerlo.”13
                Es necesario retomar críticamente el vasto legado de Rodari. Como bien señala, sus reflexiones no son recetas, pero sí un buen punto de partida. Podemos entonces leer desde nuestras propias experiencias al hombre vital y comprometido, al maestro, al político, periodista, pedagogo y escritor que hizo de la palabra su acción y de la fantasía una realidad. Nuestra lectura no será, entonces, ni calco ni copia, sino creación.

Citas
1: Rodari, Gianni: “Conferencia Scuola di Fantasía" en Riforma alla scuola, vol. 27, N° 517, abril de 1974, pág. 24.
2, 3, 4, 5, 7, 8, 12: Rodari, Gianni: Gramática de la Fantasía, Buenos Aires, Colihue.
6, 9, 10, 11, 13: Rodari, Gianni: “La imaginación en la literatura infantil” en revista Perspectiva Escolar, Nº 43.


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