En Pizarras y Pizarrones hemos desarrollado un trabajo de campo cuyo objetivo es analizar las preferencias en lecto-escritura de nuestros lectores, así como las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Les hemos pedido su colaboración para completar una pequeña encuesta anónima que como máximo les insumiría 10 minutos. Agradecemos su participación! La encuesta cerró el 31-08-17 y en unos pocos días publicaremos sus resultados...

jueves, 15 de noviembre de 2012

Clase media y clientelismo, la parte que falta contar

Autoras/es: Ramiro Giganti
(Fecha original del artículo: Noviembre 2012)
La parasitología económica suele estudiar a dos clases extremas y opuestas entre si. Desde el marxismo se estudia a la burguesía como la gran clase parasitaria que extrae la plusvalía de sus trabajadores a quienes explota. En el extremo opuesto, se encuentra el “lumpemproletariado”, el cual se encuentra por debajo del proletariado y ni siquiera es considerado trabajador. Mediáticamente, por razones más que claras, se suele mencionar y estigmatizar a estos últimos y no a los primeros. Es frecuente que al hablar de inseguridad, se hable de un pibe chorro, y no de morir por una enfermedad causada por los agro-tóxicos que grandes concentraciones de siembra utilizan y generan daños en campesinos de zonas vecinas. Poco se habla (aunque por suerte algo se habla ahora en los medios, a diferencia de años atrás) de la posibilidad de ser víctima de secuestro para redes de trata, delito organizado por sectores más que pudientes. Podría seguir, pero no quiero irme por las ramas.
Como simplificación (y des formación) del concepto de “Lumpemproletariado” el sentido común habla simplemente de “vagos”. El concepto engloba a todo individuo que supuestamente es esquivo al trabajo, o al menos se lo utiliza para acusar a alguien de esto o directamente de “no trabajar”. Frases tales como “¡vago andá a trabajar!” son frecuentes en nuestro léxico cotidiano. Vale mencionar, aunque no sea el tema de desarrollo en este momento, como muchas veces se utiliza este concepto erróneamente para calificar a quienes realizan actividades que no siempre son convencionalmente consideradas trabajo, si bien muchas veces generan algún beneficio en otros y su realización requiere tiempo y dedicación: artistas, escritores, músicos, docentes y practicantes de actividades vinculadas al esparcimiento, suelen ser calificados (aunque no siempre, por suerte)de “vagos”, incluso militantes sociales cuya actividad no es rentada muchas veces son portadores de este estigma. Raro es que se utilice este adjetivo para un poderoso inversor que multiplica su fortuna mediante algunas pocas operaciones sin producir valor ni trabajar durante mucho tiempo. Los desastres financieros considerados “crisis”suelen ser solucionados con más trabajo y explotación y más estigmatización a sectores ya estigmatizados.

La clase “no obrera” que “trabaja”

En el medio, oculta en oscilaciones o características híbridas aparece un sector difícil de calificar, muchas veces dinámico (en cuanto a su movilidad socioeconómica ascendente o descendente) que comúnmente se lo denomina “clase media”. Cuando se le pregunta a alguien que es la clase media se suele recurrir, simplificando, a cuestiones económicas, a “la clase que está en el medio” reduciendo la caracterización a los niveles de ingresos. Si bien es un tema mucho mas profundo y de numerosos debates en los que, en parte, no tengo interés en meterme, reducirlo a cuestiones económicas (si bien es un indicador) es un error. La clase media tiene sus propias características culturales, sus propias representaciones, sus propias diversidades internas. También es un sector ambicionado por el mercado (tanto de productos, como el de votos en las elecciones) por ser consumidor de innumerables mercancías y por tener un “voto cambiante” que muchas veces la ubica como “arbitro electoral”.

Profesionales, pequeños comerciantes, pequeños productores, empleados de distintos rangos administrativos suelen ser quienes pertenecen a esta clase. Al margen dejo debates sobre trabajadores que no siempre se auto consideran como tales pero si como “clase media”, como pueden ser docentes o distintos empleados que realizan sus tareas individualmente, pero no se identifican como “clase”(aunque, según mi opinión, deberían). Por tener empleo, por ser un porcentaje considerable de la población, pero principalmente por su rol de consumidores, y también por el deseo de gran parte de los sectores más bajos de pertenecer a esta e intentar aparentarlo (lo que simbólicamente, aunque no materialmente los agrupa también en ese sector), la clase media es a quien están dirigidos en su mayoría los medios de comunicación (la publicidad incluida).

“El cliente siempre tiene la razón”

El libro de quejas está disponible. Aunque no siempre visible, pero está. El derecho a la queja del consumidor hace que el mandato del vendedor “dure solo 24 horas”, porque si el cliente no compra, el vendedor no vende. En todo trabajo donde hay un vendedor y un comprador (cliente) este último debe sentir que siempre tiene la razón, debe creerlo, no importa si realmente la tiene, eso es lo que debe creer para seguir consumiendo. El vendedor, logre o no satisfacer las necesidades materiales del cliente, lo que debe generar es el deseo del cliente de seguir comprando, mejor dicho de seguirle comprando.

En relación a esto, no debería sorprendernos que la clase media en los medios de comunicación, suela aparecer como víctima. La clase media es “la gente”, de ahí el famoso cliché “…y en el medio la gente”, que suele utilizarse para poner a un sector mayoritario como victima de algo de lo que supuestamente no tiene nada que ver. La clase media es “la gente” y siempre tiene la razón.

“Asistencialismo, clientelismo y clase media”

Hace unos meses escribí una nota, que generó algunas repercusiones, titulada “Pobreza y asistencialismo, del circo al ocultamiento” (http://ramirogiganti.blogspot.com.ar/?view=sidebar#!/2012/07/pobreza-y-asistencialismo-del-circo-al.html) , en el cual hablo de clientelismo y asistencialismo, pero en los sectores mas vulnerables. Esta nota intenta ser una continuación de aquella pero en lugar de poner el foco en la pobreza, lo hago en la llamada clase media, tan difícil de agrupar para una descripción. Sin embargo hay algo que me interesa reforzar de aquel texto, que no siempre es entendido con la misma intención que lo intente decir: la diferencia (aunque delgada) entre asistencialismo y clientelismo. La primera es una practica que tiende a la supresión de otro, pero que también muchas veces se presenta como necesaria. En realidad, no es necesario el asistencialismo, peor si la solidaridad, que ejercida desde políticas publicas se llama asistencia. La verticalidad con la que se ejerce el asistencialismo es lo que lleva al clientelismo en los sectores mas desfavorecidos: la dependencia.

De allí, la clase media, supuestamente, se diferencia de la pobreza, entre muchos otros aspectos por “no ser dependiente”. La clase media, supuestamente, no depende de nadie. No depende de ningún trabajo ajeno. Por ende, supuestamente no depende de nadie que le provea luz, gas, agua. No depende de nadie que le recolecte la basura, ni le limpie las cloacas. No depende del precio de los productos que consume, sean estos alimentos, dólares o productos de segunda necesidad. No depende del inmigrante ilegal cuya mano de obra barata le baja los costos, ni del docente que trabaja en el aula de sus hijos, ni del músico que gravo es cd que siempre escucha. No depende de nadie.

Pero mas allá de la ironía del párrafo anterior, me interesa también hablar de algunas dependencias igual de concretas, en donde el clientelismo aparece con claridad. Hace ya diez años, en un espacio de debate se me había ocurrido plantear el concepto “asistencialismo para la clase media”,mas allá del tono jocoso y el momento divertido al mencionarlo, había un elemento real detrás de ese concepto. Quizás era más pertinente hablar de “clientelismo de la clase media”, y de ahí se desprende el título de esta nota. “Asistencialismo para la clase media” podría ser pertinente para hablar de créditos o subsidios a PYMES, por ejemplo, pero clientelismo puede ser mas abarcativo y además contendor del elemento político que siempre es digno de prejuicio: la dependencia y la vagancia o mejor dicho la “vida fácil”.

En aquellos días del 2002, todavía estaban cerca los 90, y el concepto clientelismo encajaba porque era ejercido por un gobierno peronista (el gran portador de esta practica aunque no el único) pero hacia sectores medios. Clientelismo para la case media, puede ser el “1 a 1” un tipo de cambio ficticio por el cual sectores medios pueden ir a Miami a comprar electrodomésticos a bajo costo, o conseguirlos importados en un supermercado o Shopping, sin importar el desastre que genera en la industria local. También un crédito ficticio para que se pueda comprar lo que está al alcance y también lo que no, o sea patear la pelota para adelante. Raro, generalmente se suele acusar de cortoplacistas a los sectores más bajos.

En la actividad de la semana pasada, sectores diversos pero predominantemente pertenecientes a la “clase media”, se manifestaron en contra de un gobierno que realmente tiene practicas autoritarias y represivas contra las cuales muchos otros sectores se vienen manifestando (por ejemplo: casos de gatillo fácil, desaparecidos en democracia, ley antiterrorista, represión y desalojos a pueblos originarios, represión a trabajadores por parte de la gendarmería, barras bravas o patotas sindicales patronales, agro-negocios, mega-minería contaminante, entre otros), sin embargo un fueron ninguna de las mencionadas las demandas de la semana pasada. Conceptos vacios de contenido como “seguridad jurídica” “libertades individuales” o “no a la re re” fueron la forma fetichista en la que se escondían reclamos por un dólar accesible, el rechazo a la asistencia a sectores mas desfavorecidos (“no quiero mantener vagos” fue una de las frases de la jornada). Se ocultó también en un falso pacifismo en el cual se enmascara la no-politica, pero que ni siquiera pudo ser cumplido: hubo agresiones a trabajadores de distintos medios, desde periodistas, hasta camarógrafos (incluido uno de Canal 13, que no fue repudiado por ese medio al producirse).

No se habló de los casos de gatillo fácil, de los militantes del Mocase asesinados. Se pidió mas “seguridad” peor no se habló de la desaparición de Luciano Arruga. Casi no se habló de la masacre de Once (¿esta gente viaja en tren?). No se habló del mal estado de los hospitales públicos (¿será porque todos tienen cobertura médica y acceden a la salud privada?). Sorpresivamente se habló de la ley de medios y de que “Clarín tiene un mandato que dura 24 horas y se renueva todos los días” (¿no es eso contradictorio con el “no a la re re”?¿cuantas relecciones tendría Clarín de ser así)

Así como otros sectores se movilizan por determinadas conquistas, la semana pasada también lo hicieron. Aunque lo nieguen, la clase media también es cliente, también es dependiente, y un sector de esta, se manifestó políticamente la semana pasada para pedir sus “planes”, sus prebendas. Tal vez la diferencia es que las prebendas de la clase media son mas caras, y menos vitales (se puede vivir sin comprar dólares, al menos en Argentina, sin necesidades básicas o sin pesos: no), pero en todos los casos esas prebendas son pagadas por otros. Así como la asistencia a sectores desfavorecidos ejercida pro el estado es pagada con los impuestos, el dólar barato es pagado con reservas, endeudamientos y ajustes.

Que este gobierno sea corrupto, maltrata a parte de sus trabajadores, y ejerza el clientelismo político es una realidad que a algunos sectores solo les importa cuando toca sus intereses directos… a otros nos preocupa siempre.



Notas relacionadas:

Pobreza y asistencialismo: del circo al ocultamiento

- A 10 años...

Percusiones sin ritmo

- La crisis causó 3 nuevas muertes

No hay comentarios: