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miércoles, 31 de octubre de 2012

La democrática tensión entre prensa y poder

Cuando todos nos enriquecemos por una confrontación
Autoras/es: Carlos Santiago (*)
La prensa y el poder es un tema de debate que ha existido, existe y existirá siempre. A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se les añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres.
(Fecha original del artículo: Octubre 2012)
—¿Hay solución para el conflicto permanente entre el poder y la prensa?—Sí, y es muy sencilla. La prensa debe ser crítica del poder. Si no lo es, su existencia no tiene sentido.
Carlos Pérez de Rosas, director del diario "La Vanguardia" de Barcelona
Sin embargo en el mundo moderno esas determinaciones teóricas han cambiado. Actualmente el primer poder es el económico, el segundo el mediático y el tercero el político.
Por lo tanto, los “mass media” han ido aumentando su influencia a niveles no cuantificados y, no es novedad para nadie, que es la hora de resolver políticas comunicacionales adecuadas a la nueva realidad. Aunque, como dijo en alguna oportunidad nuestro Presidente, José Mujica, la mejor Ley de Prensa es la que no existe.
Ignacio Ramonet en un trabajo sobre el tema sostiene que un sondeo reciente ha develado la desconfianza de los ciudadanos hacia la televisión y la prensa, mientras que la radio conserva un tanto su credibilidad. El director de “Le Monde Diplomatique” en su visión no ha tenido en cuenta a otros medios alternativos que van ganando (o han ganado) importancia en la comunicación, como las redes sociales (Twitter, Facebook, etc, los blogs (o bitácoras), la prensa digital que se difunde a través de Internet. etc.
Estos son mecanismos informativos que han ido creciendo y logrando su lugar en el panorama de la comunicación, obteniendo espacios, siendo dueños de nuevas modalidades comunicativas que avientan lejos preconceptos anteriores y que, además, ponen muchas veces en ridículo valoraciones que se hacen en conferencias y aulas, con modelos estáticos que ya han desaparecido o tienden a ello. Todavía hay quienes subestiman la información que se vierten en redes sociales, pese a lo cual muchos hombres de prensa consultan continuamente la mismas porque dada su inmediatez son utilizados por muchos personajes que quieren dar su punto de vista y lograr que el mismo se conozca de inmediato.
Es justo decirlo. Para los griegos, la democracia era la mejor manera de gobernar, pero la democracia a la que se referían era en la que sólo gobernaba parte del pueblo. Por eso tienen un concepto de igualdad diferente a la nuestra: para el griego no existía el concepto de igualdad social, sino el de igualdad ante la ley.
La propia ideología de los griegos se basa en la desigualdad. Por supuesto que ninguna de estas definiciones, hoy antagónicas, podrían aplicarse en nuestra realidad y la que se vive en otros países de América Latina, en qué se confunde prensa o medios de comunicación con soportes de propaganda y se legisla (o actúa) para convertirlos en un apéndice del poder. Cuba es un ejemplo acabado de esto. Lo que está ocurriendo hoy en la Argentina es también paradigmático, pues todo el poder del gobierno se enfila a hacer caducar la libertad de prensa, quebrando las bases mismas de una de las esencias de la democracia, liquidando la vigencia de los medios opositores.
En ese camino el país gobernado por Cristina Fernández de Kirchner, sigue con más estrictez los pasos de Venezuela y Ecuador, en donde se aplicaron cerrojos al pensamiento opositor y a la información libre. Se es “oficialista” o no se es. Lo que debiéramos discutir, aunque nosotros ya tenemos la respuesta, es si en esas tierras rige aún la democracia y si la carencia del esencial “choque” de ideas no va clausurando los caminos que la harían cada vez más sólida.
El editorial del semanario Búsqueda del pasado jueves se refiere al potente papel de la prensa en la dilucidación de temas escabrosos para nuestro gobierno, pero esenciales para el país, como es el de PLUNA que, no sabemos por qué razón, se mantuvo desde un principio dentro de las múltiples paredes oscuras de la reserva. En esa nota periodística se describen una serie de hechos que muestran el papel jugado por la prensa en la aclaración de aspectos complejos del affaire que, aún, mantiene perfiles misteriosos que esperemos se aclararán en el marco de la información que los ministros darán en el Parlamento durante la interpelación a que serán sometidos. Pero el papel de la prensa y, paralelamente, con un juego menos “serio” en lo informativo, pero que muestra el estado de ánimo de la gente, lo ocurrido en las redes sociales, además de otros block, en los qué se produjo una verdadera explosión de opiniones, fue dejando en claro el espinoso asunto. ¿O no?
En un fenómeno mediático que no se puede desconocer ni despreciar. Se produjo todo un proceso de preeminencia de la comunicación que derivó, más allá de las extralimitaciones inevitables, en una forma adecuada y sin tapujos de actuar en los medios periodísticos que, jugaron en todo el tema un papel esencial.
Quién no lo quiera ver, creemos, se equivoca. Es evidente que se produjeron algunos puntos muy altos en materia informativa, como la fotografía publicada por El Observador del almuerzo en el restaurante de Ciudad Vieja, fino trabajo periodístico que contribuyó para mostrar una situación embarazosa y, luego, para desencadenar la aclaración de varios aspectos del problema. El hecho informativo mostró que trabajar de manera adecuada en el frente periodístico, no es equivocado.
Y mucho menos cuando se hace ante la adversidad de versiones encontradas, algunas con contenido intencional y otras, claro está, por desinformación. Es costumbre de muchos actores de los hechos periodísticos (veamos lo que hace el gobierno argentino en temas parecidos) protestan de manera airada y sostienen que no se hace "juego limpio". Afirman, además, "que algunos hombres de prensa informan de esa manera, porque son 'opositores' y no lo dicen". No se les ocurre sostener que en la esencia misma del periodismo está la obligación de informar. De que la gente sepa lo que ocurre.
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. Pero también ha servido para un afianzamiento de la democracia. Solo en sociedades en donde se tiende a reducir las libertades, se tiende a limitar la libertad de prensa. En el Uruguay, más allá del papel denigrante por la manifiesta genuflexión ante el poder de algunos medios, la prensa también ha jugado -en alguna medida- ese papel.
Hay que recordar que los tiempos han cambiado y hay algunos hoy afamados periodistas, adalides de la libertad de prensa, que en regímenes anteriores se ocupaban en encabezar operativos “Mordaza”, para clausurar la prensa libre en el país, abriéndole el camino a lo que después fue una de las tiranías más feroces del continente.
Es bueno que la gente cambie, pero es adecuado reclamarles a algunos una mínima autocrítica, antes de asistir a que se rasguen las vestiduras señalando prácticas de funcionarios y gobiernos, similares a las que ellos instrumentaron. Las llamadas desde "oficinas del poder” para presionar por artículos informativos o de opinión que se publican" en otros medios, cuando hoy los medios que representan fueron quienes, en más de una ocasión, aceptaron "las sugerencias" de ese "poder" para mostrar una sola cara de la realidad, la más favorable al gobierno de turno. ¿Tendremos que dar ejemplos de esta afirmación? ¿Qué hubiera pasado con el tema de los derechos humanos, con los llamados "vuelos de las muerte" si no se hubiera dado cabida a las notas del investigador Roger Rodríguez?
Si desde alguna prensa, no se hubiera denunciado -por ejemplo- el tema de las órdenes verbales emitidas por el ministro de Economía Alberto Bensión, para favorecer a los bancos claudicantes, quizás los uruguayos no estaríamos en conocimiento de un tema capital que, de alguna manera, explica porque luego del 2002 los que vivimos en este tierra tan potencialmente rica, sobrelleváramos una coyuntura atroz, con una tercera parte de la población en la miseria y en el marco de un quiebre social que para ser restañado demandó esfuerzos inmensos. Claro, la coyuntura internacional favorable posibilitó un camino distinto: que el país se sacudiera en rebeldía, postergando, compromisos con los ricos para trasladar algo de lo rescatado a los pobres.
Los tres poderes tradicionales -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores, por ello la prensa juega un papel fundamental. Una prensa que se encuentre continuamente en "tensión" con el poder, con periodistas de corte crítico, nunca complacientes, que trasmitan con objetividad y sin autocensura, sus visiones de las coyunturas. Para el argentino Joaquín Morales Solá, el periodista debe ser necesariamente crítico, para merecer esa denominación.
De una crónica rescatamos una frase del periodista y ex ministro de Educación, Antonio Mercader: "El político vive siempre del secreteo, considera que hay una conspiración en su contra, cuando en realidad la prensa debe estar en tensión con el poder. En un país en que baja la tensión entre la prensa y el poder, baja la democracia".
Mucho más frecuentemente ello ocurre, en los estados autoritarios y dictatoriales, donde el poder político es el principal responsable de todas las censuras contra las libertades.
Habría que preguntarse el porqué la prensa tiene dificultades para obtener la adecuada información de los ámbitos de decisión del gobierno, elemento -por otra parte- fundamental para que la dialéctica social no haga tan impunes a los responsables de las peores políticas. Será, porque quienes debieran informar no se sienten seguros de lo que están haciendo.
A los tres poderes que Montesquieu diferenciaba se le añadió en su momento un cuarto, la prensa, cuya función debería ser la de juzgar el funcionamiento de los otros tres. Pero -más allá de esas definiciones- nos encontramos quienes estamos en esta función informativa con teléfonos que no contestan, con un secretismo que no tiene sentido.
¿Es posible que organismos de gobierno de primera importancia carezcan de oficinas especializadas para el contacto con los medios, que permitan hacer transparentes todas las acciones que se emprenden? ¿Es justo que los periodistas deban recurrir a informantes "extraoficiales" (“fuentes”) para reconstruir reuniones y conocer cómo un grupo de personas, con el poder que le hemos otorgado todos, deciden sobre temas que afectan a los uruguayos en su conjunto? ¿No se convierte en indigno que cuando se menciona el nombre de un órgano de prensa ante los secretarios o funcionarios de alguna repartición estatal, se cometa la inaudita acción de cortarse la comunicación?¿Es posible que ministros realicen conferencias de prensa sin conceder a los periodistas el derecho a realizar preguntas?
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los poderes. Y ello más allá de que cada uno de los medios representen intereses distintos y que algunos de ellos -subidos a un fantástico carro alegórico- hablen de un periodismo empírico, químicamente puro, de hombres y mujeres que tienen solo el compromiso de informar, para los que no debe existir el multiempleo, la militancia política o confesional.
Claro, un periodismo de "extraterrestres", con el que se trata de encubrir la verdadera realidad, que es la de un medio (o más de uno), cuyo objetivo es la apariencia de imparcialidad política cuando, en realidad, no hace otra cosa que "operar" siempre a favor de los mismos intereses. Está en su derecho y defendemos que lo haga, pero entonces a no juzgar a los demás y a tratar de generalizar recetas de funcionamiento que, a la vuelta del razonamiento, aparecen como sórdidamente ridículas.
El "éxito" de una expresión periodística se basa en la trasgresión y la crítica, en abrir las siete llaves del secretismo que se intenta y que solo tiene el resultado de una información torcida, interesada y muchas veces mendaz. El nuevo concepto de información plantea la verdad ligada a la emoción: todo lo que emociona es verdad, existiendo una confusión entre ambos términos.
Para Ramonet existe un nuevo tipo de censura, mucho menos visible, que funciona apoyada en la enorme abundancia de información que se ofrece, y que realmente lo que consigue es que no podamos percibir aquello que falta. Estos grandes flujos de información son mucho más difíciles de controlar, a diferencia de cuando la información es más escasa y está siempre bajo el férreo control del poder. Por ello decimos -basándonos en estos conceptos de Ramonet- que es sorprendente el secretismo que se practica en Uruguay, donde los sectores especializados no son más que oficinas retransmisoras de hechos sin sustancia, de fotos y textos informativos que dan cuenta de la superficie anodina de la noticia.
¿Por qué no se explican las dificultades? ¿No es hora de que los cientos de miles de uruguayos que siguen apoyando o no la opción triunfadora, tengamos elementos para redoblar nuestro esfuerzo y así apuntalar en andamiaje que, por el bien de todos, no se puede derrumbar?
Los periodistas estamos abiertos a informar, porque esa es nuestra obligación, e intentar también transformar nuestra visión con el valor agregado que es el análisis, sin duda el elemento sustancial que hace ingresar al manejo transparente de la información, en un juego de confrontación dialéctica que haga crecer a todos y, además, le permita al país encontrar sin mayores traumas los caminos más adecuados.
Y por ello es necesario que se atiendan los teléfonos y que no ocurra más -cuando un Consejo de Ministros considera temas trascendentes para todos- que se ordene el más absoluto silencio.
Es una lástima.

(*) Periodista.

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