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miércoles, 22 de febrero de 2012

El cine argentino, una breve recorrida por su historia

Autoras/es: Maria Mercedes Rementeria
(Fecha original del artículo: Febrero 2012)
   El cine, uno de los medios de comunicación masiva más importante que existe, nació oficialmente en Francia en 1895 el día que  los hermanos Lumiere exhibieron por primera vez sus filmes en el Salón Indien. Estos mostraban escenas de la vida cotidiana reproducidas gracias al cinematógrafo.
   La primera exhibición cinematográfica en nuestro país se efectuó el 18 de julio de 1896, poco después de su lanzamiento en París. La misma tuvo lugar en el teatro Odeón de Buenos Aires y se proyectaron El Taller de Herrerí­a, Niños en el Jardí­n de las Tullerí­as y La Salida de Operarios de una Fábrica, entre otras. En esa función inaugural estuvieron presentes: Enrique Lepage  (dueño de una empresa que se dedicaba a importar material fotográfico) Max Glücksmann y el francés Eugenio Py que trabajaban con él.
   Interesados en este nuevo medio se contactaron con los hermanos Lumiere para comprar sus aparatos, pero como el trato no prosperó decidieron importar un “Cronofotógrafo Elgé” de Gaumont-Demeny de 1897 y un “Cinematógrafo Phaté” distribuido por la Compañí­a General de Fonógrafos, Cinematógrafos y Aparatos de Precisión de Pathé Freres  de Parí­s.
   Eugenio Py realizó “La Bandera Argentina” en 1897. Su producción necesitó la instalación en la casa de Lepage del primer laboratorio completo para procesar el material. Además filmó La visita del Dr. Campos Salles a Buenos Aires (1900), La revista de la Escuadra Argentina (1901), Visita del general Mitre al Museo Histórico (1901) y otros cortos.
   Estas primeras películas no parecieron causar gran impacto en el hábito de consumo argentino pero si incitaron la construcción de las primeras salas de cine. En 1900 se inauguró la primer sala cinematográfica, el Salón Nacional, para doscientos cincuenta espectadores (hasta ese momento las proyecciones se realizaban en teatros, circos, cafés o restaurantes).
   Lepage se separó de la sociedad en 1908 y Max Glücksman compró la firma y le dio un gran impulso a este comercio abriendo más salas para la exhibición cinematográfica, en Buenos Aires, el interior del paí­s y Montevideo.
   En el año 1907 Py realizó las primeras experiencias de pelí­culas sonorizadas a partir de la sincronización fonográfica y junto con Max Glücksman comenzó a producir pelí­culas de ficción. Amalia, Mariano Moreno y La revolución de Mayo fueron las primeras.
   El 24 de mayo de 1908 se estrenó El fusilamiento de Dorrego, donde Julián de Ajuria aportó dinero. Fue este último quien en 1912 fundó la Sociedad General Cinematográfica. Esta empresa impuso el sistema de alquiler de copias en vez de la venta de las pelí­culas.
   El periodo 1931-1940 abarcó la aparición del cine sonoro y la industrialización, con su consiguiente expansión dentro y fuera del país. Esta fue la década de mayor impulso a la industria cinematográfica.
   En 1933 se estrenaron Tango y Los tres berretines, que contaban con sonido óptico, de las productoras recién fundadas Argentina Sono Film y Lumitón respectivamente. Ambas empresas, la primera dirigida por Ángel Mentasti y la segunda por Cesar Guerrico, Enrique Telémaco Susini y Luis Romero Carranza (“Los locos de la azotea”) concibieron un plan industrial para las producciones.
      En 1938 hubo cuarenta y un estrenos de películas y debutaron dieciséis directores. En 1939 la cifra ascendió a cincuenta y un películas. Por entonces el cine argentino tenía un gran éxito en New York, Texas, Colorado, Florida, Arizona, Nuevo México y California y en México se proyectaban casi todas las películas argentinas. Durante 1940 se estrenaron cuarenta y nueve filmes, en 1941 cuarenta y siete y  cincuenta y siete en 1942.
   Si bien en 1940 nadie dudaba del potencial del cine nacional poco tiempo después se vivió la decadencia industrial y artí­stica. La Segunda Guerra Mundial ocasionó la escasez  de importación de pelí­cula virgen. Al declararse la neutralidad argentina Estados Unidos tomó represalias y comenzó a favorecer a México -que era el competidor principal de habla hispana de nuestro cine - en la distribución de cintas vírgenes.
   Además se evidenció la despersonalización de los argumentos: las historias se universalizaron lo que impedía al público la identificación con lugares y personajes. El alejamiento del público y la crítica llevaron a muchas productoras a presentar quiebra.
   Por esos años el cine comenzó a verse como un medio para dirigir la mentalidad de la masa y para ordenar sus pensamientos. El ejemplo más vívido de ésto es el uso que hizo Adolf Hitler de este medio de comunicación.
   En nuestro país el decreto n° 21.344 de 1944 fue la primera herramienta legal que ordenó al cine nacional con disposiciones sobre la obligatoriedad de exhibición y la instauración de un sistema de explotación en base a la distribución porcentual de la recaudación, medidas que resultaron una conquista para las productoras.
   En los sesenta, años de gran inestabilidad polí­tica, se hizo presente el cine militante y aparecieron referentes como Fernando Pino Solanas, Octavio Gettino y Gerardo Vallejos.
   En Francia surgió la “nouvelle vague” (nueva ola) que volvía a las fuentes: cámara en mano, luz natural, actores no profesionales o poco conocidos. Esta corriente se exportó a otros países y en Argentina se instaló el “Nuevo Cine Argentino” con representantes como Lautaro Murúa, David Kohon, Rodolfo Kuhn, Fernando Birri, Hector Olivera y Raúl de la Torre.
    Cuando la década finalizaba, y en plena convulsión social, apareció un reconocido director: Leonardo Favio. Entre sus películas se destacaron El dependiente, Juan Moreyra y Nazareno Cruz y el lobo. También hicieron sus primeras incursiones Eliseo Subiela y Adolfo Aristarain.
   Otro dato para rescatar es que la película La tregua de Sergio Renán compitió por el Oscar aunque perdió con Amarcord, de Federico Fellini.
   La cinematografí­a nacional, como el resto de la sociedad, sufrió los años setenta. La cantidad de pelí­culas bajó de treinta y cinco en 1975 a dieciséis en 1976 y llegó a diecisiete en 1982. La censura, la represión y la falta de un proyecto cultural socavaron la existencia misma de la industria y una autentica forma de expresión.
   La dictadura ejerció sobre las manifestaciones culturales un absoluto poder de censura. Pelí­culas de muy baja presupuesto, livianas y hasta con fines propagandísticos inundaron las salas de cine y los canales de televisión.
   Un director que se destacó en esta época fue Emilio Vieyra. Él fue quien realizó la saga de Los Superagentes. Los protagonistas de estas películas fueron los actores Ricardo Bauleo, Victor Bo y Julio De Gracia quienes interpretaban a los agentes Delfín, Tiburón y Mojarrita de la organización Acuario dedicada a combatir el delito, mantener el orden y cuidar la seguridad nacional.
    Otras películas de este tiempo también giraban en torno a organizaciones que buscaban salvaguardar el orden, tal es el caso de Comando Azules. Estas películas eran una mezcla de  humor, acción y propaganda.
  Pasada la dictadura se observó un importante quiebre conceptual, a lo que se sumó la crisis económica y la década menemista. El cine nacional vivió entonces una  crisis de identidad.
  Al comienzo del gobierno de Alfonsín sobresalieron dos clases de películas: las politizadas y las violentas. Las primeras hacían referencia de la dictadura, a los grupos “subversivos” y al peronismo. Las segundas narraban historias sobre ex torturadores y parapolicías. En retirada, La búsqueda y El desquite son algunos de los títulos destacados. Juan Carlos Desanzo fue uno de los directores que se dedicó a esta temática.
   Una vez asentado su gobierno el cine nacional se tornó más reflexivo y se realizaron filmes como  Últimas imágenes del naufragio  de Eliseo Subiela y El exilio de Gardel  de Pino Solanas.
   Pasado un tiempo se volvió repetitiva la referencia a la dictadura y muchos cineastas cayeron en lugares comunes. Aún así hay que resaltar que en 1986 La historia oficial, del realizador Luis Puenzo, ganó el Oscar a la mejor película extranjera. Fue el primer Oscar ganado por una película nacional.
   Llegado Carlos Menem a la presidencia de la Nación se vivió un renacer del cine argentino pero este resurgimiento duró poco ya que con la crisis de 1996 decreció la producción cinematográfica.
   En este periodo descollaron películas de bajo presupuesto, con actores poco conocidos e historias realistas. Entre ellas se pueden mencionar Picado fino de Esteban Sapir y Pizza, Birra y Faso de Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano.
   Películas  de este estilo también se filmaron hacia fines del siglo veinte y en el comienzo del veintiuno como por ejemplo Mundo Grúa (1999) y El bonaerense (2002) de Pablo Trapero. Pero también se promovieron otras temáticas y otros directores que volvieron a atraer al público e incluso lograron reconocimiento internacional.
   Claros ejemplos son Nueve Reinas de Fabián Bielinsky o El hijo de la novia de Juan José Campanella. Este último realizó en 2009 la película que le valió el segundo Oscar a nuestro cine, El secreto de sus ojos.
  


1 comentario:

Daniel dijo...

Gracias, muy claro y preciso recorrido.