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miércoles, 30 de marzo de 2011

Gramsci en la Revolución Mexicana


Autoras/es: Stella Maris Torre

El objeto de este informe es analizar los procesos de la revolución mexicana durante el período 1910-1940 aplicando las categorías gramscianas de “revolución pasiva”, “transformismo” y “Estado ampliado”. Como trataré de demostrar, considero que la participación masiva popular fue transformándose desde desorganizada pero relativamente autónoma del Estado en 1910-1920 hasta organizada pero dependiente del propio Estado entre 1920-1940, asimismo la renovación que implican las reformas si bien fueron considerables, son solamente parte de la lucha histórica por la tierra del pueblo mexicano, al tiempo que toda oposición fue en general, o reprimida o absorbida por el Estado, según los diversos contextos.
(Fecha original del artículo: Mayo 2008)


Tomar el marco teórico de Gramsci (revolucionario y pensador marxista italiano, nacido el 22-1-1891 en Ales, Cagliari, Cerdeña; fallecido el 27-4-1937 en Roma) implica asumir una perspectiva compleja para un proceso tan complejo como la Revolución Mexicana. Resulta un desafío colocarse “los anteojos de Gramsci” en este caso, dado que no hay registro (por lo menos a mi alcance) de que él, siendo su contemporáneo, se haya interesado teóricamente por esta revolución, excepto algunas reflexiones sobre la “guerra cristera”. ¿Pueden entonces ser aplicables los conceptos elaborados en base al estudio de revoluciones europeas a una revolución latinoamericana? Gramsci hubiera hablado de la traducibilidad de los lenguajes: es decir, de tener la capacidad necesaria para “traducir” la realidad a términos teóricos, pues ambos planos tienen códigos diferentes. Aricó señala al respecto que los paradigmas teóricos y políticos requieren “traducciones” -confrontándolos con las diferenciadas realidades- para poder ser utilizados como herramientas válidas de análisis[1]. Portantiero por su parte, propone la pertinencia de las categorías gramscianas para el análisis de las sociedades latinoamericanas, fundamentándose en que la sociedad italiana que estudió Gramsci era típica del capitalismo tardío más cercana a cierto tipo de sociedades latinoamericanas que a las formaciones del capitalismo más avanzadas[2].

Antes de definir las categorías citadas, consideraría pertinente repasar otras que son clave en su teoría, pero dadas las razones de espacio, lo iré haciendo en la medida que sea necesario para la situación analizada. A continuación expondré los conceptos específicos:

Revolución pasiva, revolución-restauración o restauración progresista. Este concepto refiere a un proceso de transformación para “solucionar” las crisis orgánicas[3], distinto del “jacobino”. En la “revolución pasiva”, la clase dirigente se reagrupa y reorganiza, produce reformas, le da un lugar a clases que vienen de formaciones sociales anteriores en el nuevo equilibrio de fuerzas. Coinciden Aricó y Coutinho en señalar que esta noción refiere a una modalidad de transición al capitalismo producida a través de un proceso de transformación “desde arriba”, que lleva a una modernización capitalista. Gramsci también la define como “revolución-restauración” en la cual las exigencias de las masas son satisfechas en pequeñas dosis, reformista y legalmente. Estos procesos decapita a las direcciones de las clases adversarias y aliadas, las priva de su instrumento de lucha política y obstaculiza su constitución en clases autónomas. La revolución pasiva implica dos momentos “en cabeza” de los grupos dominantes:

Restauración: reacción, con el objetivo de asegurar el orden, a la posibilidad de una efectiva y radical transformación “desde abajo”, es decir, desde los grupos subalternos - movimientos populares (reales o potenciales)- que plantean demandas.
Renovación: asimilación y puesta en práctica de todas o parte de las demandas populares; al producirse estas modificaciones, logran más o menos consenso.
El requisito de contexto para la revolución pasiva es que exista un estado fuerte, y en el proceso histórico, que no haya existido una iniciativa popular de las masas, o que no se pudieran constituir en sujeto político. La revolución pasiva, según señala Coutinho, tiene dos causas-efectos:
Reforzamiento del Estado a costa de la sociedad civil (predominio de fuerzas dictatoriales de supremacía a costa de formas hegemónicas)[4] “Un Estado sustituye a los grupos sociales locales en la dirección de una lucha de renovación”[5].
Transformismo: en estos procesos de transición, sería la “asimilación por parte del bloque de poder de los sectores rivales de las mismas clases dominantes o incluso de sectores de las clases subalternas”, su objeto es la obtención de consenso y comporta la exclusión de las masas populares autónomas.

Gramsci diría que para comenzar el desarrollo del análisis necesitaría conocer la historia de México. Por razones de espacio puedo apenas mencionar los procesos previos a esta revolución que desarrollan Mires, Semo y Gilly[6], entre ellos: revolución de independencia (1810-1825), reformas liberales (mediados del siglo XIX), inserción dependiente en el mercado mundial desde el comienzo del porfiriato (1876) [7]. Lo cierto es que hacia fines de 1910 el fuerte estado porfirista estaba en crisis[8]. Mires define la situación como insurreccional, la cual sólo podía ser controlada con la represión del porfiriato. El autor caracteriza este período como de “crisis de representación”[9]; pero si consideramos la crisis económica que afectaba al país, este concepto podría ampliarse al concepto gramsciano de “crisis orgánica”[10].
En cuanto a la periodización de la revolución y su sujeto, creo que el criterio o punto de vista de Gramsci sería el las clases subalternas, y desde él, intentaré analizar dos períodos:
1910-1920 es un período de resistencia armada, donde el sujeto revolucionario fundamental fue el campesinado, por reclamo de tierras.
1920-1940 donde la estrategia de lucha campesina se da a través de diversas organizaciones que buscaban presionar al Estado, las cuales se terminan integrando a lo que después sería el PRI. El movimiento campesino ingresa en una dinámica con fuerte fragmentación, siendo los objetivos del Estado desactivar su lucha y aumentar el faccionalismo, buscando introducir una dinámica de reforma agraria en la cual va a capitalizar este conflicto.

Período 1910-1920[11]
Varios autores señalan que Francisco Madero, tuvo que transformar su proyecto político inicial pensado dentro del mismo bloque dominante, dado que no podría tomar el aparato de Estado sin recurrir a los campesinos que desde hace ya rato estaban luchando por la tierra. Durante esta fase, podemos ver como momento de restauración el que haya dejado intacto el principal reducto de los porfiristas: el ejército, procedido al desarme de las fuerzas revolucionarias luego del acuerdo de Ciudad Juárez (1911) y que este ejército -al mando de Robles y Huerta- haya reprimido los levantamientos campesinos rebeldes. Asimismo, había tenido sus momento renovador en el Plan de San Luis Potosí de 1910 que llamó a la insurrección general y logró el apoyo del campesinado al prometer algunas propuestas “de revisión” al problema agrario, así como luego, siendo ya Madero presidente, abrió algunos espacios para que el movimiento obrero pudiera movilizarse en función de reivindicaciones inmediatas. Operó asimismo con una política transformista al incorporar a algunos conservadores a su gabinete. Pero hay muchas cuestiones que el maderismo no “resolvió”: por un lado, no logró incorporar a la prensa reaccionaria ni a mayoría de los antiguos porfiristas, y por el lado de los campesinos, el problema agrario seguía vigente. Los zapatistas se negaron a entregar las armas exigiendo garantías de que serían atendidas sus demandas, y Madero no alcanzó un acuerdo con Zapata ni con otros líderes agrarios. Ahora bien, desde el punto de vista de las clases subalternas, cuando los zapatistas advirtieron que los compromisos contraídos por Madero con los sectores porfiristas en Ciudad Juárez harían que no cumpliera sus promesas, decidieron continuar la revolución de manera autónoma redactando el Plan de Ayala. Aparte de la rebelión de Zapata, tuvieron lugar la de Orozco, la de los Yaquis, y otras. Podríamos decir entonces que el maderismo, al intentar aplicar una política transformista sólo a los antiguos detentadores del poder y excluir a las masas campesinas, no pudo reforzar el Estado, y así el proyecto de“revolución pasiva” quedó provisoriamente inconcluso. Por otro lado, desde el punto de vista de las clases subalternas, se presentó una gran oportunidad de autonomía que fue teniendo diversas derivaciones.
Fue la contrarrevolución de Huerta de 1913 –quien ordena asesinar a Madero y su vicepresidente- la que reagrupó a las fuerzas revolucionarias en torno a Venustiano Carranza y su Plan de Guadalupe. Este plan no refería a reclamos sociales, la prioridad era derrotar al usurpador. Se organizaron los ejércitos constitucionalistas bajo los mandos de Pablo González, Álvaro Obregón y Pancho Villa (cuyo entendimiento con Carranza se limitó a la lucha contra Huerta, y cuyo ejército nunca dejó de expresar las demandas de las masas). Por su parte, Zapata siguió combatiendo al ejército federal en forma autónoma. Los villistas dan el golpe decisivo destruyendo este ejército en la Batalla de Zacatecas (junio de 1914).
Las posiciones opuestas entre Villa y Carranza estallaron una vez derrotado Huerta. Así, el proyecto constitucionalista sigue adelante y, en medio de una intensa guerra de movimientos[12], los que finalmente formarán el nuevo estado mexicano van construyendo consenso a la par que reprimen. Así, podemos encontrar el momento reustaurador en que Obregón marcha a la ciudad de México en enero de 1915, persigue a Villa y lo derrota en las cuatro batallas del Bajío (1915), y que el ejército de Pablo González reprime el Estado de Morelos, donde Emiliano Zapata es asesinado en 1919. Asimismo tenemos el Decreto antiobrero de 1916 que reprime huelgas. Como momento de renovación: Obregón fue el que había oficiado de mediador entre Villa y Carranza en el pacto de Torreón -que establecía las bases de la convocatoria a una Asamblea Constituyente y proclamaba algunas reivindicaciones que más tarde reaparecerán en los textos de la constitución de 1917-, Carranza adicionó reformas sociales y agrarias al Plan de Guadalupe, dictando en 1915 una ley agraria[13]. Se convoca además al congreso de Querétaro que aprueba en 1917 el texto constitucional con algunas reformas sociales por las cuales venían luchando las masas; Asimismo Carranza decide –tardíamente, en 1920- comenzar el reparto de tierras a los zapatistas. Con las adiciones al Plan de Guadalupe, además de cimentar la alianza con Obregón, se atrajo el apoyo de caudillos regionales y se acercó al movimiento obrero de la ciudad de México; en 1915 los constitucionalistas sellan en Veracruz un pacto con la Casa del Obrero Mundial que le permite reforzar el ejército de Obregón con los “batallones rojos”, lo cual podemos interpretar como una política de transformismo que deviene en la incorporación de obreros al que después sería el ejército nacional. Si bien algunos autores como Semo consideran este hecho como aislado, según señala Gilly, el artículo 123 de la Constitución da los marcos para la integración del movimiento obrero en el Estado, y así, contribuir a su reforzamiento. Ahora bien, si vemos esta etapa desde el punto de vista de zapatistas, villistas, y obreros ¿Qué ocurrió? Del pacto de Torreón surgió la convención de Aguascalientes que le quitó el cargo de “primer jefe” a Carranza e invitó a participar a las fuerzas zapatistas. Cuando el carrancismo rompe con la convención y se repliega en Veracruz, la mayor parte del territorio mexicano queda en manos de los villistas y zapatistas. En diciembre de 1914 Villa y Zapata deciden enfrentar a Carranza, y aunque fueron víctimas de una fuerte represión, pudieron darse sendas leyes agrarias[14]. El ejército de Zapata asimismo profundizó su experiencia social al tiempo que adoptaba una suerte de guerra de guerrillas, dando una resistencia tenaz y duradera (incluso la muerte de Zapata no significó la derrota total del movimiento). Por el contrario, el ejército villista quedó definitivamente abatido. Dentro del movimiento obrero, encontramos la Declaración de Principios de la Confederación de Trabajadores de la Región Mexicana (1916), que probablemente haya tenido como respuesta el decreto antiobrero ya mencionado, y luego el “trasvestismo” del el artículo 127 de la Constitución, donde es el Estado, y no la organización autónoma de la clase obrera, quien da a ésta “su” programa de lucha.
Mientras Carranza fue presidente, Obregón se había retirado de la escena política para dedicarse a lo que podríamos considerar es la construcción de un “aparato privado de hegemonía” [15], pero vuelve a ella cuando aquél pretende perpetuarse en el poder (o también, cuando el obregonismo pierde las elecciones). Obregón, Calles y otros se rebelan mediante el plan de Agua Prieta de 1920, bajo la vieja consigna maderista de “Sufragio Efectivo. No Reelección”. Carranza es asesinado al mes siguiente. Gilly cierra su periodización cuando Obregón entra en la ciudad de México con Genovevo de la O, lugarteniente de Zapata, y Pablo González, el asesino de Zapata. Esto se puede entender como un inicio del transformismo del movimiento campesino. Obregón resulta electo presidente y asume en diciembre de 1920.

¿Qué sucedió entonces con las clases subalternas y su autonomía respecto del Estado? Gilly y Semo coinciden en señalar que todos los ejércitos en lucha (el de Obregón, el de Villa, el de Zapata) eran campesinos. Es interesante el análisis que realiza Gilly acerca de las diferentes relaciones de estas tres facciones militares mantuvieron con el Estado de los terratenientes y de la burguesía mexicanos, aunque hasta determinado momento todos se movilizaron por la tierra. El año más alto en la lucha campesina fue 1914. Momento clave para Gilly y Mires porque interpretan que los campesinos zapatistas y villistas estuvieron en el centro del poder político. Pero pareciera que esta situación cambió una vez eliminados los reductos porfiristas. Semo señala que a partir de 1915, y por la “ayuda” económica por parte de EE.UU (armas, dinero), comienza a producirse un proceso de corrupción y descomposición en todos los ejércitos revolucionarios, excepto el de Zapata. Pero a su vez sostiene Gilly (1972) que las contradicciones internas que limitaron al zapatismo como ideología agraria consistieron en que al fundar sus reivindicaciones en los antiguos derechos de propiedad comunal de la tierra, no pasaba los límites jurídicos del antiguo derecho de propiedad, aunque rompía con las armas el derecho de propiedad establecido por el Estado. Por otra parte, aunque había una sociedad civil fuerte en el sur, el plan revolucionario no resolvía la cuestión decisiva del poder[16]. Asimismo, finalmente operaron la fatiga y la desconexión entre los villistas y zapatistas perseguidos, la desmoralización.
En cuanto a la clase obrera, señala Semo que ésta no pudo jugar un papel independiente y tampoco se planteó encabezar el movimiento campesino o unificarse con él. Semo atribuye esto “a que las ideologías predominantes en ella […] eran el anarquismo y el reformismo”[17]. Dice el autor que la posición anarquista de los Flores Magón[18], que marginaba a la clase obrera de una participación político-militar en el proceso, se completó con la posición reformista que en los momentos clave colocó a los obreros organizados por detrás de la pequeño burguesía. Aquí podríamos ver los inicios de una alianza que, cuando los sonorenses tomaron el aparato de Estado, reforzará a éste incorporando a otros sectores.

Período 1920-1940[19]
En la década del 20 y parte del 30, vemos los gobiernos del Grupo de Sonora, dirigidos por Obregón y calles. La nueva burguesía “revolucionaria tenía su propio proyecto de modernización capitalista. La clase terrateniente había perdido su poder político, pero seguía controlando la mayoría de las tierras cultivables; además, el poder del capital estadounidense se había reforzado en el período anterior: controlaba casi completamente el petróleo y las minas. El acceso a la presidencia de Obregón (1921-1924) refrenda y activa su proyecto, teniendo en cuenta que el período 1910-1920 había sido una “lección” para los sucesivos gobiernos: si no atendían el reclamo de tierras terminarían derrocados. Lo que necesitaban llevar a cabo entonces era desactivar el conflicto, la lucha. Como momento de restauración, podemos ver que rehusó extender la reforma agraria a muchas regiones de México y, frecuentemente, el ejército apoyó a los terratenientes en su lucha contra grupos campesinos. Villa es asesinado en 1923. Como momento de renovación: en cuanto a los campesinos, en el Morelos zapatista les permitió retener las tierras que habían obtenido y en el Chihuahua villista, llevó a cabo una reforma agraria masiva; asimismo, ayudaron a grupos obreros y permitieron huelgas, y desarrollaron una importante acción educativa y cultural para soldar la idea de Nación desde una política de Estado (que busca reconstruir la hegemonía de ese estado sobre la nación, añadiendo una idea estereotipada de mestizaje). Si bien la administración obregonista mantuvo el poder de los terratenientes, podemos encontrar indicios de transformismo en la alianza con milicias campesinas en Veracruz y con grupos de campesinos mayas en Yucatán; y en que al mismo tiempo que permitían huelgas, trataron de limitarlas y controlar a los sindicatos a través de una integración de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) dirigida por Luis Morones, quien hasta 1928 trabaja para el obregonismo. Por esta alianza entre obreros sindicalizados, burguesía agraria, y ejército dentro del mismo Estado, Gilly conceptúa la política de Obregón como de bonapartista, pero a la luz de Gramsci y su teoría del estado ampliado, podríamos también hablar del paulatino reforzamiento del Estado y debilitamiento de la sociedad civil autónoma. Por otro lado, trataron de llevar a cabo una política de compromiso limitado con el capital extranjero[20].
Los gobiernos de Calles y el maximato (1924-1934) transitan en otro contexto. Al asumir Calles, se encontró con presiones por parte de las potencias extranjeras[21]. En los varios años de sangrienta guerra cristera, se enfrentaron campesinos agraristas y ejército contra campesinos cristeros dirigidos por organizaciones conservadoras[22]. México también fue afectado profundamente por la crisis económica de 1929, y dicho sea de paso, Obregón también es asesinado al pretender la reelección. En estos gobiernos, podemos ver momentos de restauración en que: hizo “la paz” con la Iglesia (y con Estados Unidos) a fines de los ‘20, declaró que la reforma agraria debería terminar y se volvió contra los agraristas que lo habían apoyado en la guerra contra los cristeros desarmando las milicias campesinas, adoptó políticas en contra de los grupos radicales que pedían una reforma agraria inmediata, sobre todo los dirigidos por el Partido Comunista.; y reprimió sistemáticamente a otros grupos opositores. Como momentos de renovación (y resultado de la creciente oposición a su política) retornaron –ya hacia fines de su etapa- a la política de concesiones limitadas de Obregón. Asimismo acentúa el transformismo formando desde el Estado al Partido Nacional Revolucionario, donde se va incorporando a los sectores en conflicto. Un Estado que se va reforzando a través de la cooptación de organizaciones de la sociedad civil. Ahora bien, desde el punto de vista de la acción autónoma de las clases subalternas, podemos destacar que la oposición creció, tanto la campesina como la urbana. Surgieron sindicatos independientes y el Partido Comunista aumentó decididamente su influencia en el país, hasta que fue diezmado.
La política cardenista fue la que finalmente “coronó” el proyecto modernizador. Semo ubica a “la última ola revolucionaria de la burguesía” en este período de 1934-1940, considerando que sus reformas son la materialización de las principales demandas que encerraba la revolución de 1910 a 1920. Pero debemos tener en cuenta que la coyuntura internacional le ayuda bastante[23]. Es cierto que podemos encontrar muchos indicios de un momento renovador: Katz describe los cambios económicos, políticos, intelectuales y sociales: la reforma agraria; la expropiación petrolera; la reforma educativa y el impulso a la “educación socialista”; la expansión del derecho de huelga y otras reformas, destacando además que este período es el de menos violencia desde el estallido de la revolución de 1910. Sin embargo, diría Gramsci, el contexto histórico era distinto al de entonces: por empezar, la reforma agraria tiene otro sentido porque la crisis de 1930 redefine el sistema a nivel mundial; así, el cardenismo también puede ser visto como una encarnación de principios keynesianos para sostener el capitalismo, instalando/reforzando a la vez en las superestructuras una filosofía de “revolución nacionalista, indigenista, de compromiso social” que materialmente se tradujo en una mejoría de vida de muchas personas. Asimismo, según Gilly (1972), la reforma agraria (finalmente limitada si lo comparamos con el Plan de Ayala), era sin embargo una cuestión de democracia pues el reparto ejidal significó un gran desplazamiento de poderes de decisión desde las cúspides hasta las bases de la sociedad. Si esto fuera así, Gramsci se preguntaría por la culminación del proceso de occidentalización del país mexicano; con una sociedad civil autónoma en “justo equilibrio” con el Estado, pero dada la burocratización del campesinado que veremos enseguida, a lo sumo podríamos decir que se trata de un “occidente periférico”. Asimismo, podemos señalar que, aparte de limitado en relación a los reclamos de los revolucionarios campesinos de 1910, la reforma agraria cardenista fue dual: El Estado intervino por un lado reconvirtiendo viejas haciendas para producción de exportación, y por otro lado, repartiendo tierras ejidales para consumo interno. Otro aspecto renovador es que parte de la renta agraria es captada y destinada a la industrialización por sustitución de importaciones, política que es más producto de la crisis internacional y de la 2º guerra mundial, que de una decisión propia del gobierno cardenista. Veamos ahora el tema del transformismo. El estado cardenista mantiene una particular relación con el movimiento campesino y el movimiento obrero, evitando siempre una unidad entre ellos: ambos sectores, sindicalizados están dentro de la estructura del partido pero manteniéndolos como ramas separadas. Se fue apoyando en uno u otro según la coyuntura. Con respecto al campesinado, establece una sola liga por Estado y finalmente la centraliza en una Confederación General Campesina, que es la que tiene que negociar con el Estado y al mismo tiempo termina incorporada como tal al partido oficialista. Luego la confederación campesina pasa a formar parte de la rama sindical del PRI, la CTM. En cuanto al movimiento obrero, podemos citar a Vicente Lombardo Toledano, de orientación stalinista, que disciplina a la CTM a las órdenes de Cárdenas, bajo la fachada del PRI (un aparato de hegemonía que pareciera privado pero en realidad es el Estado). Por otra parte, el partido comunista diezmado durante el maximato logra reconstruirse, sosteniendo la política de “frentes populares”. Así, con el encuadramiento burocrático del campesinado y clase obrera, el Estado cardenista es un Estado reforzado que ha cooptado los principales aparatos privados de hegemonía, que absorbe a la sociedad civil en forma subalterna[24].

A modo ahora de conclusión. Las “burguesías en ascenso” no pudieron apropiarse del Estado a través de formas “occidentales”, es decir, partidos políticos hegemónicos que ganaran las elecciones (por lo cual la consigna antireeleccionista se convirtió en un símbolo y muchos personajes fueron asesinados por ello), y así necesitaron primero hacer revoluciones para lograr su objetivo, reprimir luego las otras revoluciones que confluyeron con aquellas, y ya desde el Estado, transformar el bloque histórico. Luego, desde ese Estado, construyeron partidos políticos que fueron subordinando a distintos sectores de la sociedad civil.
A la luz de Gramsci, la potencialidad revolucionaria de campesinos y obreros estaría no sólo en la guerra de movimientos, sino además en la construcción de hegemonía en la sociedad civil mexicana desde una posición autónoma, lo cual finalmente no sucedió. Fue contrarrestada por un largo período de “revolución pasiva”, y es entonces el Estado Cardenista el que termina de darle forma oficial a esta “revolución” que nace en 1910, y ve su prolongación en el PRI que gobernó México durante setenta años.
Así, la participación masiva popular fue transformándose desde desorganizada pero relativamente autónoma del Estado en 1910-1920 hasta organizada pero dependiente del propio Estado entre 1920-1940, asimismo la renovación que implican las reformas si bien fueron considerables, son solamente parte de la lucha histórica por la tierra del pueblo mexicano, al tiempo que toda oposición fue en general, o reprimida o absorbida por el Estado, según los diversos contextos históricos.
Y sí que es compleja esta revolución… Mirando el presente mexicano, creo que la “otra” revolución, todavía espera pero está latente: miremos sino a los zapatistas de Chiapas, los sucesos de Atenco, de Oaxaca. Porque además de la entrada de México en el capitalismo mundial, finalmente dependiente, lo que tuvo de “nacional” lo vemos expresado por ejemplo en el actual movimiento zapatista: es muy fuerte su imagen -hace unos años- poblando el Zócalo con las banderas del EZLN y de la Nación Mexicana.
Pero finalmente ¿Cómo juzgar, calificar a una revolución? ¿Por sus orígenes, por su “programa”, por su proceso, por su resultado? Creo que por todo, y en este sentido, cada revolución es única e irreptetible, no hay modelos para armar. Sin embargo el estudio de las revoluciones no se limita a fines teóricos sino que se extiende a los fines prácticos, para reconocer tendencias, aprender de la historia, de los marcos, de la situación, para que los revolucionarios conozcan las estrategias del enemigo (socioeconómicas, políticas, militares) y para sin confiar “ni un tantico así” en los sectores dominantes del capitalismo e imperialismo, poder construir estrategias exitosas. Eso es lo que trató de hacer Gramsci… y lo hubiera intentando en el caso de México construyendo categorías nuevas para poder interpretar esta Revolución, que no sólo rompe la dicotomía burguesa/socialista. Además de estar pendiente la revolución agraria, la revolución social, hay un profundo aspecto histórico-cultural que le dará una forma particular.

Bibliografía
§  Anderson, Perry. Las antinomias de Gramsci, en Cuadernos del Sur Nos. 6 y 7, Buenos Aires. Octubre 1987 y Abril 1988.
§  Aricó, José. La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Puntosur,  Buenos Aires, 1988. Capitulo 4.
§  Coutinho, Carlos Nelson. “Gramsci en Brasil”, en Cuadernos Políticos Nº 46, Era, México, 1986
§  Gilly, Adolfo. "La guerra de clases en la revolución mexicana (revolución permanente y auto-organización de masas)", en AAVV.  Interpretaciones de la Revolución Mexicana, UNAM-Nueva Imagen, México, 1980. Capitulo 1.
§  Gilly, Adolfo. La revolución interrumpida, Ediciones El Caballito, México, 1972.
§  Gramsci, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno. [Edición temática de Palmiro Togliatti]. México, Juan Pablos Editor, 1986.
§  Katz, Friedrich. “El papel del terror en la revolución rusa y en la revolución mexicana”. En Istor, Revista de Historia Internacional, Año IV, Nº13.Verano de 2003 Mexico, pp   80-98
§  Knigth, Alan. “La Revolución Mexicana: ¿burguesa, nacionalista, o simplemente una "gran rebelión?”, en Cuadernos Políticos, Nro. 48, Era, México, 1986.
§  Mires, Fernando. La rebelión permanente, Siglo XXI, México, 1988. Capítulos 3 y 8.
§  Portantiero, Juan Carlos. Los usos de Gramsci, Folios Ediciones, México, 1981.
§  Portelli, Hughes. Gramsci y el bloque histórico, Siglo XXI, México, 1997.
§  Semo, Enrique. "Reflexiones sobre la revolución mexicana", en AAVV. Interpretaciones de la Revolución Mexicana, UNAM-Nueva Imagen, México, 1980. Capitulo 5.

Fuentes
§  Bransboin, Hernán; Curci, Betiana; Hernández, Juan Luis; Santilla, Agustín y Topasso, Hernán (comps.). La Revolución Mexicana. Documentos fundamentales (1910-1920). Manuel Suárez, Buenos Aires, 2004.
§  Carmona Dávila, Doralicia (comp.) "Plan de Agua Prieta", en Memoria Política de México .Instituto Nacional de Estudios Políticos, México D. F., 2007  (en http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1920PAP.html

Notas:


[1] Según señala Aricó, en la redefinición de la historia de México y de la caracterización del papel de la Revolución Mexicana en la conformación del Estado moderno, el conocimiento de Gramsci ha desempeñado un papel importante, mencionando los trabajos de John Womack Jr. y Montalvo . Ver Aricó, José. La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Puntosur,  Buenos Aires, 1988. Capitulo 4 , pp.103-105
[2] Portantiero, Juan Carlos. Los usos de Gramsci, Folios Ediciones, México, 1981.
[3] Crisis orgánica. Señala una ruptura entre estructura y superestructura en el seno del bloque histórico como resultado de contradicciones agravadas por la evolución de la primera y la ausencia de una evolución simultánea de la segunda. Así, según Portelli, en este sacudimiento del “bloque histórico” completo, la crisis abarca tanto la pérdida de la hegemonía creada por los sectores dominantes (aspecto superestructural) como la posibilidad de éstos de hacer avanzar la economía (aspecto estructural) [3].. Es una crisis del Estado en su conjunto, puede prolongarse mucho tiempo, y su “solución” puede venir “desde arriba” o “desde abajo”. Ver Portelli, Hughes. Gramsci y el bloque histórico, Siglo XXI, México, 1997, p. 121
Bloque histórico. Con esta noción, Gramsci pone de relieve la relación que existe entre la estructura y la superestructura en una formación económico-social. En la superestructura se expresa la coerción que ejerce y el consenso que obtiene la clase dominante. Pero también es allí donde se expresan, aunque no en forma mecánica, las contradicciones de la estructura, que también forman parte del bloque histórico.

[4] Sociedad civil, sociedad política, Estado. La sociedad política es el ámbito de lo público, lo político-jurídico, la coerción; la sociedad civil el de lo privado, de las relaciones “voluntarias”, la construcción de consenso. A veces las considera como dos grandes planos superestructurales entrecruzados, a la primera corresponde el Estado y el “dominio directo”; a la segunda la función de “hegemonía”. En sus formulaciones más avanzadas define al Estado como la suma estas funciones (es decir, “hegemonía acorazada de coerción” o también “en el significado integral: dictadura + hegemonía”); e incluso como la suma de sociedad política (“gobierno de funcionarios”) y sociedad civil (“autogobierno”), presentando así una visión ampliada del Estado. Aricó aclara que es necesario entender estos conceptos como un binomio que explica la relación entre el Estado y la sociedad civil. El Estado como dictadura de clase y el Estado como sociedad no son más que dos momentos reales y activos de un único fenómeno general y expresan en última instancia el hecho de que la supremacía de una clase social se manifiesta en dos planos: “dominio” y “dirección intelectual y moral” (Ver Aricó, José, op.cit). A su vez, examinando la conceptualización sobre consenso y coerción, P. Anderson afirma que la estructura normal del poder político capitalista en los estados burgueses está simultánea e indivisiblemente dominada por la cultura y determinada por la coerción”( Ver Anderson, Perry. Las antinomias de Gramsci, Cuadernos del Sur Nos. 6 y 7, Buenos Aires. Octubre 1987 y Abril 1988)

Dominio, dirección intelectual y moral, Hegemonía. El dominio se identifica con la “liquidación” o a lo sumo la “neutralización”, y se destina a los grupos enemigos. La dirección intelectual y moral se dirige a los aliados (o a las clases subordinadas a las que se quiere “dirigir”), tiende a captar la adhesión de otros grupos sociales mediante el consenso. En cuanto a hegemonía, Gramsci extiende esta noción desde su aplicación original a las perspectivas de la clase obrera, que es la de Lenin, a los mecanismos de la dominación burguesa sobre la clase obrera en una sociedad capitalista estabilizada. Como señala Anderson, existen dos conceptos de hegemonía, a) al interior de las clases dominadas, en relación a la formación de un nuevo bloque histórico, o b) entre clases antagónicas, que buscan obtener un consentimiento voluntario y activo de las clases subordinadas (Anderson, Perry, op.cit). En las categorías de crisis orgánica y bloque histórico se encuentran dos de las claves para comprender el sentido de la hegemonía.

[5] Coutinho, Carlos Nelson. Gramsci en Brasil, en Cuadernos Políticos Nº 46, Era, México, 1986
[6] Mires, F.. La rebelión permanente, Siglo XXI, México, 1988; Semo, E.. "Reflexiones sobre la revolución mexicana", en AAVV. Interpretaciones de la Revolución Mexicana, UNAM-Nueva Imagen, México, 1980. Capitulo 5; Gilly, A.. "La guerra de clases en la revolución mexicana (revolución permanente y auto-organización de masas)", en AAVV.  Interpretaciones de la Revolución Mexicana, UNAM-Nueva Imagen, México, 1980. Cap.1
[7] Ver Ley Lerdo (selección) (junio de 1856) y leyes agrarias del porfiriato (selección) (diciembre 1883, 1894) en Bransboin et al. (comps.). La Revolución Mexicana. Documentos fundamentales (1910-1920). Manuel Suárez, Buenos Aires, 2004.
[8] Aunque no puedo desarrollarlo aquí, sugiero la hipótesis de que el propio estado porfirista pudo haberse construido con un proceso de revolución pasiva.
[9] El autor señala que en el México de 1910 existían múltiples movimientos de protesta que todavía no habían logrado articularse entre sí, lo que a su vez, según el autor, no era posible sin que las diferentes demandas fueran elevadas al nivel de la política Ver Mires, Fernando. Op.cit.. pág. 179
[10] Ver El sistema de Díaz (Turner) (1911), La entrevista Díaz-Creelman (1909), Carta de Madero a Díaz (1909) en Bransboin et al., op. cit.
[11] Para hechos históricos de este período, he tomado los textos citados en la nota 6. Asimismo, ver documentos en en Bransboin et al., op. cit. y Carmona Dávila, Doralicia (comp.) "Plan de Agua Prieta", en Memoria Política de México .Instituto Nacional de Estudios Políticos, México D. F., 2007
[12] Oriente y Occidente son metáforas geográficas utilizadas por Gramsci para aludir a distintos tipos de sociedad. Oriente (caso de la rusia zarista o la china prerrevolucionaria) el Estado lo era todo, la sociedad civil “esfumada”, se trata de un período histórico en el que no existen los grandes partidos políticos de masas y los grandes sindicatos económicos. Occidente (caso de las sociedades liberales europeas) entre el Estado y la sociedad civil existía una “justa relación”, en la estructura del estado se podía descubrir una fuerte presencia de la sociedad civil. Oriente y Occidente no son para Gramsci categorías estáticas. Asimismo, dentro de Occidente distingue un centro y una periferia. La “occidentalidad” de una formación social es el resultado de un proceso histórico que la convierta en occidental: que tenga un Estado “ampliado” en el que exista una justa relación entre el Estado y la sociedad civil. Con la dinámica de la occidentalización, el estado”restringido” se convierte en estado “ampliado”, “complejo”, “masivo”, en el cual el protagonismo creciente de las masas se traduce en una red articulada de “aparatos privados de hegemonía”, por lo cual se impondría un cambio de estrategia por parte del proletariado.
Guerra de movimientos y guerra de posiciones. Con esta metáfora militar, Gramsci alude a dos estrategias válidas del proletariado, dependiendo del momento histórico. La guerra de movimientos es el enfrentamiento con los aparatos coercitivos del Estado, las rupturas revolucionarias (explosiones violentas concentradas en un breve período de tiempo); sería más propia de Oriente, o bien de un estado liberal elitista con participación restringida. La guerra de posiciones alude al cambio del carácter de la lucha política a medida que las sociedades se complejizan, con un mayor desarrollo tanto del aparato estatal como de la sociedad civil, y hace al concepto de hegemonía, que sólo puede nacer del advenimiento grandes organizaciones populares. El elemento “movimiento” (confrontación directa) sigue existiendo y es el decisivo, pero como un componente parcial de un todo más amplio, según el análisis de las situaciones y relaciones de fuerzas (Gramsci distingue analíticamente 3 momentos de relaciones de fuerzas: sociales, políticas y militares. Ver Gramsci, A. “Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas”. En Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno. [Edición temática de Palmiro Togliatti]. México, Juan Pablos Editor, 1986 pp. 71-75.).
[13] Esta ley dispone la devolución de las tierras usurpadas a los pueblos, que debían reclamarlas exhibiendo sus títulos ante los tribunales. Se trata de la primera ley nacional que prometía una amplia reforma agraria.
[14] La Ley agraria zapatista proyectaba la expropiación sin indemnización y por razones de utilidad pùblica de toda la propiedad terrateniente a nivel nacional.
[15] “para no mezclar su figura con el desgaste […] del carrancismo. Pero también para recoger en su estado natal las mieses privadas de su acción revolucionaria.” (156), dedicándose a los negocios y a organizar a los productores en una liga que el mismo preside. Aguilar caimín.
[16] "La perspectiva campesina era incapaz de ir más allá, generalizar al nivel nacional y social y dar una salida a la nación insurrecta. Y la clase obrera urbana carecía de dirección política propia y de organismos independientes." (Gilly; 72: pág. 101)
[17] Semo, op. cit. p. 144
[18] Aunque no puedo desarrollar aquí el recorrido del PLM desde el liberalismo al anarquismo, ver Programa del Partido Liberal (1906) (Parte Propositiva), Manifiesto del Partido Liberal (1911), Orientación de la Revolución Mexicana (Discurso de Flores Magón, 14 de Febrero de 1914) en
[19] Para hechos históricos de este período, ver Semo, op. cit.; Gilly (1972) y (1980); Katz () y ()
[20] Obregón, por ejemplo, firmó los acuerdos de Bucareli con el gobierno de Estados Unidos, los cuales reconocieron los derechos de las compañías petroleras y evitaron la aplicación retroactiva del artículo 27 de la nueva constitución, pero también En endereza sus influencias contra la compañía Richardson y obtiene el traslado de sus bienes al gobierno federal. Ver Katz (2003)
[21] Es de destacar que cuando Calles trató de aumentar los impuestos a las compañías petroleras y de limitar su control del subsuelo a través de la aplicación de la constitución de 1917, EE.UU. amenazó con una intervención armada.
[22] Aún hay mucha discusión entre los historiadores sobre los factores que llevaron al gobierno a una campaña anti-clerical que culminó con la guerra cristera. Según Katz (2003), la tradición liberal anti-clerical mexicana del siglo XIX fue importante, pero también influyó la convicción de Calles de que la Iglesia representaba un obstáculo concreto al dominio del Estado mexicano. Gramsci mismo define la lucha de Calles contra el clericalismo como una fase de Kulturkampf, o sea, una situación en la que “el elemento laico y burgués no ha alcanzado aún la fase de la subordinación a la política laica del Estado moderno de los intereses y de la influencia clerical y militarista” lo cual le sugiere a Aricó el implícito reconocimiento de dos rasgos que caracterizaron el proceso de constitución de los estados nacionales latinoamericanos: una autonomía considerable de la espera ideológica y una evidente incapacidad de auto constitución de la sociedad. Ver Arico, J., op. cit, p.94-96
[23] Cárdenas impone más regalías al petróleo, y EE.EE. lo acepta, ya que desde 1933, F.D. Roosevelt, sostiene una política del “buen vecino” que plantea una gran alianza para detener el avance del nazifascismo.
[24] Aricó resalta, en el caso Mexicano, “evidencia ser una solución intermedia entre Oriente y Occidente no tanto por las características de los hechos revolucionarios en sí como por la forma particular, inclasificable en los modelos existentes, en que se institucionaliza y conduce a la formación de un Estado ampliado en el sentido gramsciano.”. Ver Aricó, op. cit., p 105

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